En el Hogar de Ancianos Alfredo Gómez, en La Habana, se garantiza la seguridad de la atención médica a los adultos mayores para prevenir el nuevo coronavirus. La Habana, Cuba, el 23 de marzo de 2020. ACN FOTO/Marcelino VÁZQUEZ HERNÁNDEZ


Arleen Rodríguez Derivet, Lissett Izquierdo Ferrer, Lisandra Fariñas Acosta - Cubadebate / Mesa Redonda.- Si un elemento ha caracterizado la batalla del pueblo y gobierno cubano contra la pandemia desatada por el coronavirus SARS-CoV-2 y la enfermedad que este provoca, la COVID-19, es el rol que ha desempeñado la ciencia y los científicos del país en la línea delantera de enfrentamiento a esta compleja situación epidemiológica.

Justamente, los avances de la ciencia cubana en el enfrentamiento a la COVID-19, esta vez con detalles de los programas de atención a la población vulnerable y la asistencia psicológica general, fueron los temas esenciales abordados en la Mesa Redonda de este jueves.

Estrategias tempranas de intervención en las personas mayores: La Biomodulina T

Uno de los primeros elementos tratados en el espacio televisivo estuvo relacionado con el uso de la Biomodulina T, un producto de la industria biofarmacéutica cubana.

La doctora Consuelo Macías Abraham, Directora del Instituto de Hematología e Inmunología, académica Titular de la Academia de Ciencias de Cuba señaló que cuando comienza la epidemia de la COVID-19 en el país ya se conocía en el mundo que en las residencias de personas de la tercera edad, con prolongadas estadías o cuidados a largo plazo habían ocurrido contagios y muertes de muchas personas mayores.

Estos hechos fueron una realidad en Europa, en países como Italia, España, Bélgica, Reino Unido, y en otras naciones como Canadá, dijo la especialista.

“Por esta razón, al comenzar la epidemia en Cuba, y conociendo que teníamos varios inmunomoduladores— fabricados por nuestra industria farmacéutica y biotecnológica, y donde teníamos experiencia en la inmunomodulación de pacientes en los tratamientos habituales, en la especialidad de inmunología— la Comisión de Innovación y Tecnología del Ministerio de Salud Pública, que abarca también los investigadores de Biocubafarma, nos reunimos y comenzamos a trazar estrategias de intervención”, dijo Macías Abraham.

Apuntó que fue el Centro de Investigaciones sobre Longevidad, Envejecimiento y Salud, asociado al Centro Nacional de Biopreparados (Biocen), quien propone una estrategia de intervención en las personas mayores, en prácticamente todos los hogares de ancianos del país.

La académica sostuvo que el Instituto de Hematología e Inmunología forma parte de este protocolo. “El día 3 de abril comienza de modo precoz esta intervención en los hogares de ancianos de la capital, a poco tiempo de iniciada la epidemia, y ya para el 14 de abril se extiende al resto de las provincias del país”.

“Nos reuníamos y analizábamos desde el punto de vista científico, cómo íbamos a demostrar los efectos favorables en el marco de la epidemia, aunque se midieran las infecciones, la mortalidad... Se trataba de saber si nuestra intervención realmente había tenido alguna acción inmunológica”, dijo la experta.

Un estudio profundo de la inmunidad

De ahí que—explicó— se derivara otro proyecto o ensayo clínico, aprobado con todas las regulaciones requeridas por el Centro Nacional de Ensayos Clínicos (Cencec) y el Centro para el Control Estatal de Medicamentos, Equipos y Dispositivos Médicos (Cecmed), para precisamente estudiar esta intervención de dos bulbos de Biomodulina T por seis dosis en 30 adultos mayores del hogar de ancianos “Alfredo Gómez Gendra”.

Según Macías Abraham, en estas 30 personas se estudió la inmunidad en sus diferentes parámetros, una semana antes y una semana  posterior a concluir la intervención de la administración de dos bulbos de Biomodulina T por espacio de seis semanas.

“De esta manera pudimos desarrollar un estudio de la inmunidad de muy alto nivel, que incluía medición de poblaciones celulares y linfocitarias, y que abarcó una mirada a la inmunidad innata”, precisó.

Sobre esta última, la especialista señaló que es el primer acercamiento que tiene el sistema inmune a un agente extraño o infeccioso. Agregó que en este estudio también se midieron diferentes poblaciones y subpoblaciones de células que están relacionadas con la respuesta inmune y son más específicas para destruir el patógeno.

Macías Abraham explicó que se pudo observar que la Biomodulina T, con diferencias significativas estadísticas, tiene una acción sobre la dinámica de la respuesta inmune muy favorecedora, que va desde las células que captan el patógeno y lo presentan, hasta el incremento de las células que dan lugar a la producción de anticuerpos encargados de la defensa del organismo de elementos extraños y agentes infecciosos.

Por otra parte, dijo que el producto orquesta toda la respuesta inmunológica regulando y favoreciendo grandemente, la posición en la cual este sistema inmunitario se encuentra en el individuo para enfrentar una posible infección.

¿Por qué las personas mayores son un grupo vulnerable ante la pandemia?

“¿Qué sucede, por qué decimos que las personas mayores son un grupo vulnerable?”, reflexionó la experta.

Ello tiene que ver, aseguró, con la inmunosenescencia, o sea, el envejecimiento del sistema inmunológico, o la inmunidad, un proceso que ocurre por la historia natural de la vida. Aunque tiene asociado algún componente genético, se plantea que está provocado por el enfrentamiento a través de la vida del sistema inmune a diferentes agentes infecciosos, ya sean bacterianos o virales. Es como el agotamiento del sistema inmunológico en el curso de vida.

La especialista detalló que este proceso se refleja en que en las personas mayores hay mayor susceptibilidad a infestarse. Aunque no es así para todos, de modo general, si adquieren una infección tienen más dificultad para eliminarla o esta infección puede ser más grave.

Por ejemplo, si padecen una infección respiratoria aguda puede convertirse con mayor facilidad en un proceso inflamatorio pulmonar.

Cuando se habla de inmunosenescencia, dijo Macías Abraham, se menciona la autoagresión del organismo desde el punto de vista del sistema inmune. “Son las llamadas enfermedades autoinmunes, que en las mujeres son más frecuentes en esta etapa de la vida. Este proceso también se expresa con la tendencia en la tercera edad, de la aparición de procesos malignos como el cáncer y otras comorbilidades”.

“Esa es la predisposición de un sistema inmune más envejecido y agotado. Si a ello le sumamos que a partir de los 60 años, e incluso de los 50, comienzan a aparecer diversas enfermedades como las cardiovasculares, la diabetes mellitus, hipertensión arterial, la obesidad, entre otras, trae como consecuencia que aún el individuo tenga un mayor riesgo ante un proceso infeccioso”, comentó la entrevistada.

Por estas causas es que se consideran a las personas mayores como grupo vulnerable ante la COVID-19, enfatizó.

La experta recordó el evento del hogar de ancianos de Villa Clara, el único en una institución de este tipo durante la pandemia, y que pudo controlarse rápidamente.

Intervención exitosa en más de 8 600 personas mayores

De acuerdo con Macías Abraham, se trataron en total con Biomodulina T en toda Cuba, 8 686 personas mayores. Ninguno se infestó con el virus SARS-CoV-2. Un por ciento muy bajo de este grupo (191) adquirió infecciones respiratorias agudas (IRA), y además la mortalidad por otras causas fue de un 0.8 %, muy inferior a la reportada sin la presencia de la COVID-19, el año anterior en Cuba.

Además, dijo, se hicieron intervenciones en los centros psicopedagógicos, en las personas mayores de 60 años de edad de lugares señalados, y no hubo ni infección del virus, ni IRA. “Realmente la estrategia desde el punto de vista terapéutico-preventiva fue muy favorable, pero debíamos demostrarlo científicamente”, comentó.

En estos momentos, ante los nuevos brotes de la epidemia, ya hemos tomado medidas. Se repetirá la intervención con Biomodulina T, y se extenderá a grupos de menor edad, de 40 años en adelante en los centros psicopedagógicos, informó la especialista.

Aclaró que estas intervenciones se han llevado a cabo priorizando grupos de riesgo de la tercera edad que están en condiciones de internamiento. No obstante, en aquellos lugares donde exista un evento de riesgo, ya se le está poniendo la Biomodulina T a aquellas personas en situación de mayor vulnerabilidad.

Las medidas higiénico-sanitarias siguen siendo esenciales

Sin embargo, dijo, pese a que la intervención ha sido exitosa y se ha demostrado desde el punto de vista científico que este producto pone la respuesta inmune del individuo en condiciones más favorables; hay elementos que son de obligatorio cumplimiento: las medidas epidemiológicas orientadas como el lavado de manos, el distanciamiento físico y el uso del nasobuco.

Cuando se actúa sobre esta población con un producto como este, ponemos a las personas en mejores condiciones, pero desde el punto de vista del sistema inmune, la enfermedad podríamos decir que tiene dos fases, explicó la especialista.

En ese sentido, Macías Abraham se refirió a la fase preventiva, para en caso de que se adquiera el virus exista una mejor respuesta inmunológica y no haya una replicación viral suficiente como para provocar más daño. “Pero, existe una segunda fase, que es la inflamatoria, y es la que lleva a complicaciones como el distrés respiratorio, la tormenta de citoquinas, incluso en individuos jóvenes. De ahí la necesidad de prevenir el contagio”, reiteró.

Estos resultados, mencionó, hoy están trazando posibilidades de estrategias de políticas de salud, para tratar a los adultos mayores en los hogares y fuera de los mismos, en la comunidad, por nuestros médicos de familia a las personas de mayor riesgo.

“También están abriendo las puertas a otros ensayos clínicos relacionados con propias inmunodeficiencias, con déficit de formación de anticuerpos, porque se ha visto que favorece a las células que producen los anticuerpos. Por otra parte, hemos visto propiedades que en las personas mayores pueden regular los procesos linfoproliferativos, como son las leucemias linfoides crónicas y los linfomas de tipo b”, explicó la académica.

Medicina regenerativa en pacientes convalecientes

Antes de concluir, la especialista señaló que el Instituto de Hematología e Inmunología es el centro rector para la medicina regenerativa en Cuba, donde surge el tratamiento de células madres, con resultados alentadores para enfermedades crónicas sin otras alternativas de tratamiento.

“Durante la pandemia en diferentes países del mundo, en el propio paciente infectado, han intentado aplicar para reducir el proceso inflamatorio determinadas células con características específicas. Pero se trata de células manipuladas, que en las condiciones nuestras no era necesario aplicar por varios motivos”, señaló.

Entre estos, dijo, la necesidad de ensayos clínicos rigurosos y el hecho de que Cuba cuenta con una industria biofarmacéutica con disponibilidad de productos antiinflamatorios que podíamos utilizar, no presentes en otras partes del mundo, como el Jusvinza y el Itolizumab.

“¿Dónde sí creíamos que era efectivo, y es el ensayo clínico que se está concluyendo? En el Instituto hemos revisado, estudiado,  hecho una evaluación de laboratorio y clínica de 49 pacientes convalecientes, y de estos seleccionamos 20 que tenían lesiones pulmonares.

A diez de ellos se les trató con una terapia antiinflamatoria esteroidea y a otros diez se le aplicaron las células madres. Estos últimos fueron evaluados al mes del tratamiento y se observa efectividad de este en la disminución de las lesiones”, explicó Macías Abraham.

No obstante, enfatizó, se realiza ahora una cuantificación por software para poder afirmar con robustez y rigor que el tratamiento con células madres ha sido efectivo. Este estudio abre nuevas líneas de investigación en el campo de la neumología, concluyó.

Investigación psicosocial y de salud mental durante la pandemia

Los efectos de la pandemia sobre la salud mental son variados y de creciente magnitud. Ocurren en múltiples niveles: personal, familiar, comunitario e institucional y afectan la capacidad de desenvolvimiento en la vida cotidiana, desde la actividad laboral o de estudios, hasta la propia sobrevivencia.

Las secuelas de la realidad impuesta por la COVID-19 requiere de estrategias específicas para su atención e investigación, un trabajo que se ha desarrollado en Cuba desde que se reportaron los primeros casos positivos de esta enfermedad, comentó en la Mesa Redonda la doctora Carmen Borrego Calzadilla, jefa de la sección de Salud Mental del Ministerio de Salud Pública (Minsap).

La experta explicó que el plan de enfrentamiento previsto desde marzo por el Minsap involucró también a los profesionales del área de la Salud Mental, porque una pandemia como esta requiere de trabajar unidos, y buscar todos los conocimientos y la sabiduría, subrayó.

De acuerdo con Borrego Calzadilla, los estudios realizados permitieron comenzar a identificar los elementos para disminuir el impacto de la pandemia en la población.

Por primera vez, argumentó, nos enfrentamos a una enfermedad que ha obligado a incorporar a nuestras vidas medidas de autocuidado como el lavado frecuente de las manos, el distanciamiento social y el uso de mascarillas, lo cual provoca manifestaciones de estrés.

La jefa de la sección de Salud Mental del Minsap puntualizó que los protocolos de atención incluyen a la población en general y también a los profesionales de la salud y el personal de apoyo que atienden esta contingencia, lo cual responde a observaciones de organizaciones internacionales sobre la necesidad de atender, de manera particular, la salud mental de los trabajadores sanitarios que resultan clave en la atención a los afectados por la COVID-19.

Mientras más tiempo se alarga la actual situación aumentan las tensiones y angustias, presiones que resultan más complejas para el personal de salud ante la prolongada sobrecarga física y mental. Por eso, enfatizó Borrego Calzadilla, “es importante todo el apoyo psicológico que se le ofrece desde cada institución a esos recursos humanos”.

En las investigaciones realizadas en todos los territorios del país, que buscan determinar las consecuencias y soluciones de las reacciones emocionales, participan equipos multidisciplinarios e intersectoriales, añadió la Doctora en Ciencias Lidia Hernández Gómez, profesora de la Escuela Nacional de Salud Pública y miembro del Grupo Nacional de Psicología de la Salud.

Precisó que eso análisis tienen en cuenta los grupos vulnerables específicos (adultos mayores, deambulantes, personas con enfermedades crónicas, niños, adolescentes, jóvenes y gestantes), personas convalecientes de la COVID-19 y el personal sanitario.

Sobre un proyecto desarrollado con profesionales que laboran en “zonas rojas”, la experta expuso que se pudo constatar que la sobrecarga de trabajo en más del 60% de los profesionales estaba en un nivel bajo, no así la demanda emocional, que se ubicó en un nivel medio y alto, dado fundamentalmente con la responsabilidad social con garantizar la vida de las personas.

No obstante, el estudio determinó también que en la mayoría de ellos era alta la satisfacción con la tarea y la disposición con ayudar.

Entre los varios proyectos nacionales existentes, Hernández Gómez mencionó el destinado a identificar las secuelas de la pandemia en la población infantil, así como las manifestaciones psicopatológicas y neurológicas como efectos de la COVID-19 en la población adulta.

También se investigan los indicadores de adicción y suicidio en períodos de la epidemia.

La doctora se refirió a estudios que han arrojado que las personas de mayores de 60 años son los que más se cuidan, mientras las de 21 a 40, y de 41 a 60 años, tienen menor percepción de riesgo. Además, se percibe un agotamiento en las personas por el prolongado tiempo en confinamiento.

Hernández Gómez significó la importancia de socializar los resultados de las investigaciones psicosociales y de salud mental desarrolladas en Cuba durante la pandemia, que permiten aportar evidencia científica para la toma de decisiones.

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