Cubavisión Internacional.- El Instituto Preuniversitario, Eduardo García Delgado, del capitalino municipio de Boyeros, es privilegiado con la presencia de una profesora que desde la Campaña de Alfabetización en 1961 trabaja ininterrumpidamente en el magisterio.


La obra maestra de Cuba: sembrar escuelas

La gran obra educacional de Cuba no salió ni por azar ni por algo divino, es la expresión concreta de una gesta emancipadora, cuya primera gran tarea fue, justamente, que sus hijos aprendieran a leer y a escribir. Eran casi niños los que en 1961 asumieron la tarea inmensa de alfabetizar. Se desprendieron del hogar, de la vida citadina, del amparo de los padres y salieron a cumplir esa noble misión de la Revolución triunfante

Yenia Silva Correa, Ricardo Alonso Venereo - Granma

La pequeña Angie nos dijo: «ya sé leer». Y su madre, maestra, no escondió su orgullo cuando la niña subrayó: «y hace rato».

En Cuba, ella no es una excepción. Son más de dos millones los niños, adolescentes, jóvenes y adultos que están en las aulas, recibiendo el conocimiento, el derecho al saber, uno de los más preciados anhelos del ser humano para desarrollarse y ser libres, como nos legara José Martí.

La gran obra educacional de Cuba no salió ni por azar ni por algo divino, es la expresión concreta de una gesta emancipadora, cuya primera gran tarea fue, justamente, que sus hijos aprendieran a leer y a escribir. Eran casi niños los que en 1961 asumieron la tarea inmensa de alfabetizar. Se desprendieron del hogar, de la vida citadina, del amparo de los padres y salieron a cumplir esa noble misión de la Revolución triunfante. Con el farol y la cartilla llegaron hasta los rincones más olvidados, compartieron con los campesinos, aprendieron de estos el trabajo del campo y les llevaron a ellos la luz de la enseñanza.

Cuando el 22 de diciembre de aquel año el Comandante en Jefe Fidel Castro declaró a Cuba territorio libre de analfabetismo, ya estaba en muchos de ellos la semilla que germinaría en años de entrega a la noble labor de educar.

Hoy, hasta el cierre del curso 2019-2020, según la Oficina Nacional de Estadísticas, son 245 061 quienes, en las aulas, y frente a sus alumnos, cultivan el futuro de la nación en los diferentes tipos de enseñanza.

A ellos los distinguió la ministra de Educación, doctora Ena Elsa Velázquez Cobiella: «Este ha sido un año intenso, de entrega y esfuerzo decisivos, aun en medio de la compleja situación que vive el mundo y nuestro país por el azote de una pandemia, cuando se llamó a los maestros cubanos, y allí en cada aula, al pie de cada busto de José Martí, enfrentaron el desafío de educar con una nueva sonrisa, de enseñar a nuestros niños, adolescentes y jóvenes cuán grande es la patria amada cuando de salvar vidas se trata».

Por la inmensidad de esa entrega fueron también agasajados ayer en el Memorial José Martí, por su magisterio en el sistema nacional de Enseñanza artística, con la Orden Frank País de Segundo Grado, Antuanet Álvarez Marante; José Eulalio Loyola Fernández y Juan Esperón Díaz, y con la Medalla José Tey, Raúl Alfredo Valdés Pérez y María de los Ángeles Rodríguez Correa. El reconocimiento enalteció a todos los que, desde su noble profesión, han dotado a este pequeño país de excelentes médicos, prestigiosos científicos, ingenieros, combativos y comprometidos intelectuales; los que han hecho posible que más de un millón de cubanos tengan hoy un título universitario.

Esa es la fortaleza de la Revolución Cubana, un pueblo culto, instruido, al que no se le puede confundir con políticas groseras, como ha pretendido el imperio más poderoso de la tierra. Fidel lo explicó elocuentemente: «Una revolución educa, una revolución combate la ignorancia y la incultura, porque en la ignorancia y en la incultura están los pilares sobre los que se sostiene todo el edificio de la mentira, todo el edificio de la miseria, todo el edificio de la explotación».

 

El profesor de los sábados

JR comparte la historia de un maestro suigéneris, movido por el afán de enseñar y abrir nuevas oportunidades al conocimiento, sin otro pago que el regocijo de hacer el bien.

Juventud Rebelde

 -Periodista, yo quiero que cuente mi historia.

-¿Sí? Eso me suena un poco autosuficiente, ¿no cree?

-¡Qué va!

-¿Cómo es eso? ¿No es sobre usted mismo?

-Lo es… y no lo es.

-¿Acaso no quiere que le pregunte sobre su obra periodística?

-¿Quién dice? Se trata de la formación a los muchachos que sueñan con ser periodistas, los que vienen hasta mi casa en Artemisa desde Pinar del Río, La Habana, Mayabeque, Bahía Honda, Güira de Melena, Mariel, Bauta…

-¿Acuden a verlo porque es buen profesor?

-¿Buen profesor yo? Para nada. Y mira que lo intento. Me la paso inventando para que no se aburran cuando les cuento los orígenes del conflicto en Palestina, o lo sucedido en Bosnia Herzegovina, Somalia y Darfur. Muchas veces los veo medio dormidos cuando llevamos horas hablando de guerras de las que nunca antes habían oído hablar.

Hasta uso mapas dibujados por mí para hacerlos reír, y les cuento chismes históricos, porque adoro cuánto de aventura tiene la historia. Pero es difícil enseñarles cuanto ha ocurrido en el mundo desde la Segunda Guerra Mundial hasta hoy, incluida la crisis de la fuga de capitales, los movimientos guerrilleros en América Latina, el neoliberalismo y la Operación Cóndor.

-¿Y entonces?

-Me bajo del avión imaginario en que nos trasladamos por todo el planeta, y los reto a ser creativos; les demuestro que pueden lograrlo… mediante el periodismo.

Nos divertimos y aprendemos leyendo las crónicas de Manuel González Bello, Eduardo Galeano, Reinaldo Cedeño… Los pongo a realizar entrevistas, primero a personalidades, y luego les indico otras aparentemente absurdas: a un bolígrafo, una goma o unos espejuelos. Les oriento redacciones a partir de títulos tan descabellados como Sebastopol sobre mi almohada o ¿Cómo matar a un ruiseñor?

Al inicio, quedan atónitos ante el inusual entrenamiento de redactar y completar oraciones sin ninguna forma de los verbos ser, estar o tener, y sin un solo que ni palabras categóricas como todos o nadie. Cuando superan el desafío, descubren los mejores caminos del lenguaje… y piden más.

Les revelo las seis preguntas básicas para construir una noticia y el método de la pirámide invertida. Hablamos de los diversos leads ¡y se prueban! Igual con las entrevistas, crónicas, la elección de fuentes para un reportaje y el mejor ángulo para la foto de una cobertura informativa.

-Ser profesor asistente en la Universidad debería significar que domina el arte de impartir clases…

-Así debería funcionar. Muchos pueden impartir temas y hasta enseñar. Sin embargo, ese arte de seducir, de encantar con la voz y miles de anécdotas, solo nace con uno. A mí no me tocó. Desde luego, me esfuerzo: procuro copiar los mejores ejemplos de esos que sí son profesores maravillosos, los de películas como El Club de los poetas muertos y los de la vida real, los magníficos maestros de mis años de estudiante.

Me sirvo de sus técnicas, de la didáctica, y a mi manera primitiva intento mantener la atención de mis alumnos. Mi suerte es que ellos son muy buenos, y tienen una inmensa voluntad de aprender. De haber sido profesor de secundaria, todos mis alumnos suspendían, pero ellos quieren ser periodistas y me siguen.

-¿Y cumplen sus sueños?

-¡Ojalá lo lograra siempre! A veces no basta el arsenal de entrevistas y crónicas que leemos juntos, ni los cientos de páginas de la literatura universal y cubana, o las películas que los aliento a devorar.

Dedicamos un día entero a desentrañar la evolución de la pintura y la escultura desde los clásicos griegos de la Antigüedad hasta las obras de Fabelo y Ernesto García Peña. Pasamos de 12 a 15 sábados bajo las bombas de las agresiones a Iraq, Yugoslavia, Somalia, Afganistán, Libia, Siria…

Debatimos los sistemas electorales de Cuba y Estados Unidos. Les comento sobre la actualización de nuestro modelo económico. Escuchamos trova y música tradicional cubana.

Desafortunadamente, algunos han tenido que construirse un sueño nuevo: el de formarse como excelentes abogados, fiscales o jueces; ganarse un prestigio como magníficos psicólogos y comunicadores sociales; amar la Historia, los idiomas o la Sociología; abrazar la Licenciatura en Ciencias de la Información, la Filología, la Comunicación Audiovisual…

En cambio, otros muchos han cumplido su sueño: imparten clases en la propia Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana o trabajan en Granma, Juventud Rebelde, Cubadebate, Radio Rebelde, Prensa Latina, el Sistema Informativo de la Televisión Cubana, La Pupila Asombrada, Cubahora, El Artemiseño, ArTv y Radio Ariguanabo.

En la Facultad de Comunicación cursan estudios decenas de quienes fueron mis pupilos. A otros la preparación les sirvió para matricular en la Facultad de Medios Audiovisuales y el Instituto Superior de Relaciones Internacionales, incluso una alumna fue representante de Cuba en la ONU.

-¿Cuánto cobra por tantos sueños convertidos en realidad?

-Una millonada. Tantos amigos que perdí la cuenta. Desde 1997 hasta hoy, ¿quién sabe? Palabras como altruismo o desinterés no describen bien este empeño: ¿acaso no es suficiente probar que es posible la utopía, que los ideales perviven y no todo necesita ser pagado con billetes?

Ayudo a un puñado de jóvenes a realizar sus sueños y, de paso, hago realidad el mío propio. Así que mi retribución no va a parar a una gaveta, al banco o al bolsillo de nadie, ni mucho menos se deteriora con el tiempo: queda para siempre.

-¿Y a Joel Mayor no le importa cómo reaccionen los lectores cuando comprendan que el entrevistador es usted mismo?

-No, porque tengo dos tremendas razones. Habría que estar justo en mi piel para saber lo que pasa por la mente de un profesor de aspirantes a periodistas, y no conozco a nadie más en tan singular oficio. Sería precisamente Joel quien mejor conoce a este profesor de los sábados.

Además, el propósito no es hablar sobre mí. Intento promover este afán de enseñar, este empeño de ofrecer oportunidades sin otro pago que el regocijo de hacer el bien. Pretendo despertarlo en alguno de mis cientos de alumnos: que sea mi relevo, o comience de inmediato, y lograremos que muchísimos más jóvenes cumplan su sueño.

 

Detrás de un gran artista siempre hay un gran maestro

Dinella García Acosta, Yusmilis Dubrosky - Cubadebate

Uno de los recuerdos más fuertes que Eusebio Leal guardaba en su memoria era del día en que su primera maestra falleció. Ella le enseñó las primeras letras y le marcó el acceso a los libros. Habían pasado muchos años y el historiador de La Habana aún la recordaba, cuartilla en mano, en aquella aulita donde se sentaban los niños en banquitos de madera.

Dicen que los profesores mueren solo en una dimensión física. Los alumnos, su cuerpo y su ser, son la prueba viviente del terreno esculpido y moldeado por unas manos de antaño. Para aquellos que se dedican al mundo del arte, además, son muchas veces los culpables de encontrar y hacer germinar el talento. Un profesor tiene el poder de encontrar en unas manos pequeñas la poesía de un genio.

Cuando era un niño José Luis Cortés iba a estudiar violín, pero suspendió las pruebas de acceso, así que Guillermo Pedroso, quien es hoy director de la Camerata de Flautas Cortés, le dijo que estudiara la flauta que era el “instrumento de los dioses”. Según cuenta el Tosco, ese instrumento no le gustaba, pero su maestro Emigdio Mayo compraba en cada clase un pan con jamón y queso y el que mejor tocara se llevaba el premio. “Gracias a ese incentivo empecé a estudiarla”, confesó después uno de los fundadores del tren de la música popular cubana, distinguido flautista y conocido por ser un eterno maestro.

“Lo más triste –dijo Cortés- es llevarse con uno las enseñanzas aprendidas. Lo más rico es ver a alguien que tu enseñaste ejerciendo. Es una de las cosas más lindas que le pueden suceder a un músico”. Hay maestros que son hijos de sus maestros.

Aurora Basnuevo, por ejemplo, fue al jardín de infantes mucho antes de la edad requerida, porque su padre le alquilaba la casa a una profesora que la comenzó a llevar. Aprendió a leer y escribir con tres o cuatro años y cuando triunfó la Revolución cogió lápiz y papel y se fue a enseñar ella también. Tenía un aula por la mañana, otra por la tarde y una última por la noche. Hay maestros que son hijos de la confianza.

Carlos Acosta llegó a la Escuela Nacional de Ballet cuando aquella, a quien algunos llaman su Hada Madrina, la profesora Ramona de Sáa, lo sacó de la Escuela Provincial en Pinar del Río. Más tarde, para alejarlo de su complicado mundo familiar, lo llevaría al Teatro Nuevo de Turín, donde hizo su debut profesional aún sin graduarse.

Más tarde, el profesor Miguel Cabrera lo ayudaría a bailar en el Teatro Teresa Carreño, de Caracas, y le vaticinaría, como jurado en su graduación, el gran futuro que le aguardaba. Años después, Acosta le dedicaría una función en un espectáculo madrileño. Hay maestros que son padres.

Otros guardan el rigor y la disciplina de aquellos, cuyo carácter, no les dejó ver nunca siquiera una sonrisa. Chucho Valdés aprendió a los cinco años el solfeo, la teoría y a tocar el piano, de la mano de Oscar Muñoz Bufaltiques, autor de “Songo le dio a Borondongo, Borondongo le dio a Bernabé”.

“Era un buen compositor, pero lo único que yo le tenía mucho miedo, porque yo creo que a Bufaltiques, cuando nació, la mamá, en vez de darle el pecho, le dio un vaso de limón. Nunca se rió, y cuando decía que todo estaba bien nos decía: ¨´Está bien´. La máxima expresión de alegría y de regocijo, era ´Está bien´. ¡Imagínate cuando te equivocabas!”, contó el reconocido pianista cubano. Con él Valdés tuvo su debut a los nueve años, con una sonatina de Beethoven y la Sonata en Do de Mozart.

Otros encontraron un espejo en el que mirar la enseñanza. Coralia Veloz nunca estudió actuación, pero afirma, sin temor a equivocarse, que Margarita Balboa y Gina Cabrera fueron sus maestras. Una escuela que vivió primero a través de la televisión y luego compartiendo escena junto a ellas. “Las veía como se proyectaban, todo lo que decían y así aprendí”. Hay maestros que lo son y no lo saben.

Más de 4 000 estudiantes de arte en Cuba y 1 500 docentes reanudaron sus actividades escolares hace unos meses. Durante la pandemia, 30 profesores de la educación artística impartieron clases por televisión. La cultura ayudó a un mundo confinado a resistir la peor crisis que ha vivido la humanidad en un siglo. Dentro de las casas, unos veíamos televisión y otros bailaban y escuchaban música. Dentro, otros seguían enseñando y esculpiendo el talento.

“Porque no hay oficio más bello en el mundo que el de enseñar a otros, lo que pasa es que no hay guía de ciegos. Para poder guiar hay que ver, y para poder dar hay que tener. Porque nadie da lo que no tiene”, dijo Eusebio Leal una vez.

En el Día del Educador Cubadebate felicita a todos los profesores cubanos y les dedica esta selección de fotografías, en especial, a aquellos que se dedican a hacer arte, en el aniversario 60 de las primeras escuelas de arte creadas por la Revolución.

 

Educadores de Ciencias Médicas: Los que enseñan a curar cuerpos y sanar almas

Cubadebate

El ministro de Salud Pública de Cuba, Dr. José Ángel Portal Miranda envió una carta de felicitación a los educadores de Ciencias Médicas de todo el país. En la misiva reconoció la importante labor que realizan los profesores en la formación de las nuevas generaciones de profesionales de la salud.

“El denominador común en cada uno de los profesionales de la salud y jóvenes estudiantes que hoy encaminan sus pasos hacia el arte de sanar, ha sido justamente el ser frutos de la enseñanza de la medicina revolucionaria: esa que habla de curar cuerpos y sanar almas, de colocar a los pacientes al centro, de tocar, mirar, conversar, evaluar el contexto en que surge la enfermedad y sus determinantes; esa medicina que tiene como objetivo primero la prevención”.

También habló del importante papel jugado en estos meses de enfrentamiento a la COVID-19. “A lo largo de estos diez meses de pandemia la actividad docente no cesó, pues allí en el terreno estuvieron los profesores junto a sus alumnos, y del mismo modo en cada institución de salud convertida en escenario docente por excelencia. Allí en la zona roja han estado y estarán mientras sea preciso los mejores profesionales del país”, destacó el ministro de Salud Pública.

El Dr. José Ángel Portal Miranda afirmó que el éxito tenido frente al virus, así como los resultados que puede exhibir nuestro sistema de salud se debe entonces, también, a la labor desinteresada y constante de nuestros educadores durante todos estos años. “Han sido y son piedra angular en esta obra humana”, puntualizó.

Decía el maestro José Martí: “Educar es depositar en cada hombre toda la obra humana que le ha antecedido: es  hacer a cada hombre resumen del mundo viviente, hasta el día en que vive: es ponerlo a nivel de su tiempo, para que flote sobre él, y no dejarlo debajo de su tiempo con lo que no podrá salir a flote; es preparar al hombre para la vida”.

Terminó la carta agradeciendo a los educadores, por colocar a nuestras mujeres y hombres a la altura de este tiempo, por prepararlos para la vida y para cumplir el sagrado deber de preservarla.

En un día como hoy, cuando celebramos el Día del Educador, en conmemoración  de un nuevo aniversario de la Proclamación de Cuba como Primer Territorio Libre de Analfabetismo en América Latina, queremos reconocer la importante labor que realizan día a día. En nombre del Secretariado Nacional del Sindicato de los Trabajadores de la Salud y del Consejo de Dirección del Ministerio, les enviamos nuestras más sinceras felicitaciones.

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