Canal Caribe.- Este viernes, se llevó a cabo una sesión técnica conjunta entre el MINSAP​ y la Organización Panamericana de la Salud  donde se expusieron los avances de los cuatro candidatos vacunales contra la Covid-19 de Cuba​. Con el reporte, la periodista Gisela García.


Vacunas y soberanía: Los virus y el sistema inmunológico (I)

Luis A. Montero Cabrera

Cubadebate

La palabra que todos pronunciamos hoy con esperanza es “vacuna”. Hemos vivido un año absolutamente extraordinario. Una pandemia inesperada e inédita lo ha cambiado todo, casi siempre para mal, aunque también tengamos algunas buenas consecuencias. La derrota política de algunos enemigos de nuestra Patria que ni siquiera supieron conducir a su poderoso país en estas condiciones extraordinarias puede haber sido influida por este factor, y esa es una buena consecuencia. Eso y las vacunas, cuatro de ellas cubanas, significan una perspectiva más optimista del año 2021 para nosotros. Lamentablemente, los que perdieron y siguen perdiendo su vida no podrán aprovechar lo poco bueno que pueda haber quedado de esta pandemia.

De la vida ya sabemos cómo se origina, cómo funciona y cómo manipula las leyes del resto del universo para perpetuarse, más como sistema que como sus individualidades. Dentro de ese sistema de la vida, los virus aparecieron en un momento dado y tienen un espacio propio. El que ha causado la pandemia actual es solo uno de los tantos existentes y que han existido, y no será de ninguna manera el último que afecte a la humanidad y a los demás seres vivos. Surgirán en cualquier parte y se extenderán o no en dependencia de sus características y de cómo la ciencia influya en el lugar en que ocurran.

Las moléculas son partículas inanimadas del nanomundo pues sus tamaños son de alrededor de mil millonésimas del metro. Algunos tipos de ellas hacen las veces de “ladrillos” y “cemento” que constituyen los organismos vivos. Existen muchos tipos de moléculas que forman parte de esta trama y las más singulares y complejas son las proteínas (que son las que “trabajan” y forman parte de las estructuras funcionales), las grasas (que “cementan” y almacenan energía), los azúcares (que cementan y sostienen, pero de forma mucho más especializada, y también acumulan y transportan energía), y los llamados “ácidos nucleicos”. Estas últimas son unas moléculas muy especiales y complejas cuya función fundamental es la de acumular la información del sistema vivo para que todas las demás puedan existir.

Los virus no son seres vivos, sino agregados o asociaciones relativamente estables de diversos tipos de moléculas vitales, cuyo componente fundamental son los ácidos nucleicos. En este caso portan información propia pero ajena al sistema de otros organismos vivos. Sin embargo, incluye la capacidad de auto replicarse a expensas del animal o vegetal, incluyéndonos, en que se aloja. Van cambiando (o mutando) en el entorno en el que se desarrollan y de las muchas formas en que esto ocurre, la inmensa mayoría fracasa. Sin embargo, las pocas mutaciones que resultan ser exitosas ponen a su servicio las células que invaden para dar lugar a nuevos virus. Y en esa tarea siempre afecta de una forma u otra a la célula hospedera que le prestó sus recursos. Si el virus es de COVID-19, parece que afecta tanto, que hasta la forma que tenemos de defendernos de ellos nos puede matar.

Existe un gran debate entre los virólogos acerca del origen de los virus. Se suelen mencionar tres hipótesis principales: i) La hipótesis “progresiva” que establece que los virus surgieron de genes (formados por ácidos nucleicos) en células que mostraron capacidad de moverse o transferirse a otras células; ii) la hipótesis “regresiva” propone que los virus son restos genéticos de organismos de células muertas que mostraron la capacidad de ser asimilados por otras vivas y allí reproducirse; y iii) la hipótesis del “virus primario” propone que los virus preceden a las células en la evolución: habrían aparecido primero. Por ello pueden haber sido los agregados moleculares iniciadores de la capacidad de auto reproducirse. De ser esta la hipótesis correcta los haría predecesores de las células y en condiciones de “coevolución” con ellas, que son sus anfitrionas actuales.

Un sistema vivo tan evolucionado en los últimos 3 700 millones de años como el del ser humano tiene formas muy eficientes para defenderse de agentes potencialmente dañinos que sean portadores de moléculas ajenas. Lo hacemos a través de lo que se conoce como el “sistema inmunológico”. Este tiene una forma compleja de actuación, que puede entenderse simplificadamente.

El sistema inmunológico de nuestro organismo reconoce las estructuras moleculares vitales que nos son propias y no las ajenas. Nuestro “carné de identidad” natural está en los genes. Desde que el óvulo de nuestra madre fue fecundado por los espermatozoides de nuestro padre, nuestros genes se diferenciaron de los de ellos. Nos constituimos como una nueva entidad viva parecida pero diferente de la de nuestros progenitores. Solo cierta parte de nuestras células preserva la identidad de nuestra madre.

Dentro de toda la información que se trasmite está también la del sistema que identifica las moléculas vitales propias con respecto a las de cualquier otro ente vivo. Estas moléculas características de bacterias, hongos, virus y todos los posibles seres vivos pueden ser de muy variados tipos. Se les llama “antígenos”. El maravilloso sistema inmunológico humano es capaz de identificar antígenos ajenos que penetren nuestro organismo y generar un arsenal de componentes propios que se encargan de destruir a sus portadores.

Si la invasión es de bacterias, o cualquier otro organismo vivo ajeno, entonces identifican a sus antígenos extraños, diseñan las moléculas adecuadas para asociarse con ellos, y a partir de ahí el tiempo de vida del organismo invasor está contado. Solo puede vencer si nuestra reacción inmunológica es menos eficiente que su acción nociva o si la acción del intruso daña justamente al sistema inmunológico. Los virus y las células que ellos infectan son identificados y eliminados de forma parecida. El SIDA, por ejemplo, se origina en un virus que afecta al sistema inmunológico, por lo que es muy difícil de vencer.

¿Cómo se puede entonces vencer una enfermedad causada por un virus como el de la COVID-19? Esencialmente de dos formas: la primera es combatir y neutralizar los efectos del virus sobre el organismo enfermo, que ha sido atacado. Se logra con tratamientos eficaces. La segunda es ayudar a identificar y destruir a la especie invasora por parte de nuestras propias armas inmunológicas. Esto se puede lograr “enseñando” al sistema inmunológico a hacer su trabajo, pero sin los síntomas de la enfermedad que puedan ser fatales. Esto es “vacunarse” contra los virus.

 

Vacunas y soberanía: II. ¿Qué son las vacunas?

Luis A. Montero Cabrera

Cubadebate

Las moléculas propias de un ente biológico invasor que lo identifican y son accesibles al sistema inmunológico de los seres humanos suelen denominarse como “antígenos”. Suelen estar expuestas en las partes más externas del portador nanoscópico y forman parte necesaria de su composición. Pueden localizarse lo mismo en un virus, que en un hongo, que en una bacteria, que en las células de un órgano de otro ser trasplantado a nuestro cuerpo.

Una importante característica del proceso de infección y autosanación radica en que cuando un individuo vence una enfermedad por la acción del sistema inmunológico suele quedar preparado para vencerla igualmente en futuras reinfecciones del mismo tipo. El sistema “recuerda” al antígeno intruso y así quedamos preparados para rechazar de nuevo a sus portadores. Se trata de una trama biológica muy depurada por la selección natural a través de muchas generaciones y especies.

Al percatarnos de eso, y usando el razonamiento científico, los seres humanos procuramos usar esa “memoria” de defensa para lograr que las personas no se enfermen con una infección, aunque nunca hayan padecido la enfermedad. Se trata de “enseñar” al sistema inmunológico de cada individuo a activarse y destruir cualquier invasión morbosa una vez que se detecten sus antígenos. El reto es grande, porque para invadir el cuerpo con antígenos de una determinada infección sin enfermar a la persona se requiere de un sabio procesamiento.

El resultado se conoce como “vacuna”. Su nombre se debe a que las primeras formulaciones se cultivaban en vacas. Se trata siempre de una preparación químico - biológica de antígenos para lograr inmunidad adquirida activa frente a una enfermedad infecciosa particular. Las primeras vacunas contenían a los organismos que causabanla enfermedad a partir de formas debilitadas o muertas de ellos mismos. No se conocía entonces que lo que el sistema inmunológico reconocía era solo a sus antígenos. Esos preparados “enseñaban” así al cuerpo humano a “disparar” las acciones que destruyeran al invasor. Las vacunas pueden ser profilácticas cuando previenene impiden los efectos de una futura infección, tal y como se desea que sea la de la COVID-19, o terapéuticas cuando se usan para combatir una enfermedad que ya ha invadido al cuerpo, como es el caso del cáncer.

Lo más probable es que la primera enfermedad que se intentó prevenir mediante la inoculación fuera la viruela. Parece que el primer uso registrado de ello ocurrió en el siglo XVI en China. La vacuna científica y reproducible contra la viruela fue inventada y debidamente reportada en la literatura especializada en 1796 por el médico inglés Edward Jenner. La viruela era una enfermedad contagiosa y mortal, y se afirma que causaba la muerte hasta del 60% de los adultos infectados y del 80% de los niños.

Tomás Romay y Chacón fue un médico y científico habanero nacido en 1764. Después de haber comenzado a estudiar la carrera de abogacía se reorientó a la de medicina y en 1791 con 27 años fue el 33er graduado de médico en Cuba. Llegó a ser catedrático en nuestra Universidad de La Habana y cofundador de la Real Sociedad Patriótica de La Habana, hoy Sociedad Económica de Amigos del País. Tan temprano como en 1804, a solo 8 años después de la aparición de la vacuna en Europa, Romay implantó en nuestra isla la vacunación antivariólica con preparados hechos “in situ” con el apoyo de la Sociedad Patriótica.Con la forma de proceder de la ciencia no era necesario esperar lo que sería un tardío arribo de los mismos desde la metrópoli. Él y sus colaboradores siguieron los procedimientos publicados y descritos por Jenner y fabricaron la primera vacuna cubana, la de la viruela. Un portentoso éxito de la innovación y la sabiduría criollas.

El tiempo pasó y la investigación científica hizo que conociéramos que la clave de las vacunas eran los antígenos y no los entes infecciosos enteros. En Cuba se han producido vacunas durante muchas décadas. Dos de ellas al menos han sido muy originales y exclusivas. En 1987 los Dres. Concepción Campa y Gustavo Sierra condujeron un grupo científico en el hoy Instituto Finlay de Vacunas que obtuvo una entonces única en el mundo.

Fue y es muy efectiva contra una bacteria que ataca las meninges en el cerebro y sistema nervioso, llamada meningococo de los grupos B y C. Este tipo de meningitis es particularmente mortífero en los niños.  La ciencia cubana en la Universidad de La Habana produjo en 2004 la primera vacuna comercial eficiente del mundo basada en un antígeno fabricado en el laboratorio, o sea, “sintético”. Fueron el Prof. Vicente Vérez, un científico que ha dedicado su vida a la química de los azúcares, su esposa la Dra. Violeta Fernández, fallecida muy tempranamente, y sus colaboradores los autores de esta segunda gran proeza. Gracias al trabajo de estos grupos científicos muchos niños cubanos y de muchas partes del mundo están vivos y activos hoy como adultos.

Las vacunas no solo contienen a los antígenos. El sistema inmunológico no es igualmente eficaz en todas las personas y en todas las edades. Ciertos antígenos son más activantes que otros porque se reconocen más fácilmente y “disparan” el trabajo de todo el sistema que se siente invadido. Las vacunas se hacen más efectivas con los llamados “adyuvantes” (auxiliadores) que suministrados conjuntamente con los antígenos adecuados provocan que los sistemas inmunológicos de muchas personas se despierten más rápida y eficazmente.

Recientemente aparecieron nuevos tipos de vacunas que no contienen a los antígenos directamente sino al ARN que permite que las células nuestras los sinteticen “in situ”, los reconozcan y aprendan a combatirlos. Si las vacunas que solo contenían los antígenos sin necesidad de suministrar el agente infeccioso eran eficientes e inocuas, estas lo son también y permiten que las mutaciones de los virus puedan ser tenidas en cuenta con mucha mayor facilidad y así preservar la utilidad de las vacunas en el tiempo.

Puede decirse que las vacunas son piezas de tecnología biológica que representan una tabla de salvación para muchos seres humanos. Sin ellas estaríamos a merced de la selección natural Darwinista y una epidemia solo sería sobrevivida por los pocos que pudieran vencerla gracias a alguna singularidad de sus organismos. Así ocurría antes de que la ciencia interviniera inventándolas. El costo era inmenso en valiosas vidas que terminaban antes de tiempo. Podría ocurrir también que sin las vacunas algún tipo de infección condujera a la extinción de homo sapiens como especie viva, lo que ha ocurrido muchas veces antes con otras en la hermosa y dura historia de la vida en este planeta.

¿Y cómo serán las actuales vacunas contra la COVID y muy particularmente las SOBERANAS, la MAMBISA y la ABDALA? ¿Cómo se prueba que sirven para lo que se ha diseñado?

La Habana, 6 de enero de 2021

 

Vacunas y Soberanía (III): El antígeno de las vacunas cubanas contra la COVID-19

Luis A. Montero Cabrera

Cubadebate

Los cubanos disponemos de una plataforma de producciones biomédicas muy notable, incluso extraordinaria para un país como el nuestro. Un infame documento de 2004 de la “Comisión para el Apoyo a una Cuba Libre” de una administración anterior en los EEUU la calificaba como innecesaria y muy cara para un país tan pobre: “Grandes sumas de dinero se dirigieron también a actividades como el desarrollo de la biotecnología y a centros de biociencias no apropiadas en magnitud y costos para tal nación esencialmente pobre, los cuales no se justifican financieramente” . Solo les faltó decir que los de pieles más oscuras que estamos al sur no debemos darnos el lujo de tener ciencia. Nuestro sector biofarmacéutico es hijo de la necesidad, de la iniciativa creadora de un líder amante del saber y verdaderamente revolucionario, como lo fue Fidel, y de una política educacional que les ha dado oportunidad a todos, sin distinción alguna, de llegar a lo más alto del conocimiento humano y de crear con ello. No estaba en ninguna estrategia ni plan perspectivo cuando se empezó a forjar y hoy es un bastión de saber, ciencia y cultura del país. Es un fruto del pensamiento revolucionario.

El desarrollo de una vacuna en nuestros días se basa en muchas investigaciones que solo se pueden llevar a cabo si existen las condiciones para ello. Se inicia buscando antecedentes y formas de hacer en la literatura científica y se lleva hasta la puesta en práctica de cada vez más exquisitos procedimientos de laboratorio y rigurosas pruebas. En nuestro caso y por las razones anteriores, una buena parte de la preparación ya estaba adelantada cuando surge la emergencia de la COVID 19. Estos eventos no se pueden prever, pero el fomento de las condiciones para afrontarlos son deber de cualquier sistema político decente.

La ciencia china puso inmediatamente a disposición de la comunidad internacional todo lo que conocía de este peligroso y ultracontagioso virus y también en otros países se abrió la información que se iba generando para todos. En esas condiciones varios de nuestros grupos científicos pusieron manos a la obra para llegar a obtener una vacuna cubana específica para esta enfermedad. Uno de ellos en el Instituto Finlay de Vacunas, está liderado por el mismo Prof. Vicente Vérez que obtuvo el hito anterior de la vacuna contra el “haemophilus influenzae”, primera con antígenos sintéticos que se usó y comercializó en el mundo. Los otros grupos trabajan en el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología con una larga tradición también en el diseño y producción de vacunas novedosas.

Recordemos que el componente esencial de una vacuna es el antígeno que activa al sistema inmunológico y lo deja listo para combatir y destruir al invasor extraño. También son determinantes tanto los adyuvantes como las formas farmacéuticas de suministro de la vacuna al ser humano. Si se dispone de una base establecida y fuerte en estos dos últimos aspectos, la determinación del antígeno más adecuado se convierte en el corazón del trabajo creativo.

El antígeno escogido en Cuba, por muchas razones, fue el “dominio de unión al receptor” del virus (“receptor-binding domain” o RBD). De forma simple, se trata de las moléculas que constituyen las “espigas” externas tan llamativas que aparecen en la representación pictórica y la microscopía de alta resolución del agregado molecular viral. Esta proteína CoV “spike” (S) desempeña los papeles más importantes en la unión, fusión y entrada viral a las células del organismo atacado por el virus. Por ello sirve como objetivo al sistema inmunológico para el desarrollo de anticuerpos, y a los científicos para usarlos como antígenos en el diseño de vacunas efectivas. Un artículo aparecido en una de las ramas de la famosa revista Nature había caracterizado este componente como muy prometedor como antígeno vacunal contra COVID 19 tan temprano como en marzo de 2020. Los autores del artículo reflejan muy bien la actual internacionalización de las ciencias básicas. La mayoría son chinos de origen e hicieron un trabajo muy colaborativo entre el Instituto de Investigaciones Lindsley F. Kimball, de New York, el Instituto de Microbiología y Epidemiología de Beijing y el Laboratorio Key de Virología Molecular Médica de la Universidad Fudan en Shanghai.

Nuestros compañeros valoraron alternativas. Una de ellas fue la de generar el llamado ARN mensajero que fuera capaz de producir el antígeno en las células de las personas. Se trata de una tecnología ultramoderna que se está usando en algunas de las vacunas contra la COVID 19 que ya se están aplicando. Tiene algunas ventajas, pero también una desventaja importante poco superada hasta ahora para una vacuna que se pretenda administrar masivamente en todo el mundo, sobre todo el menos desarrollado: requiere condiciones muy estrictas de enfriamiento para su transporte y preservación.

Nuestro sistema de biotecnología, sin embargo, tiene la posibilidad en el Centro de Inmunología Molecular (CIM) de “fermentar” células de mamíferos que produzcan directamente el antígeno RBD, pues la tecnología se ha desarrollado para otras producciones similares. Dispone además de la posibilidad de producir una cantidad significativa si es que el antígeno resultara viable para nuestra vacuna. Por ello, todos los candidatos vacunales cubanos, al menos hasta ahora, se basan en este antígeno, con alguna modificación que lo hace más activo.

Los resultados son estimulantes. Comenzó así la carrera por producir una variedad de vacunas, en diferentes instituciones y por diferentes grupos científicos, colaborando y compitiendo, que permitirá llegar a las mejores soluciones. Las Soberanas 1 y 2, la Mambisa y la Abdala son muy prometedoras.

Las vacunas son medicamentos. Por ello requieren de mediciones de su efectividad, conocer sus contraindicaciones y riesgos, encontrar las formulaciones adecuadas y las formas de administración mas viables antes de aplicarlas masivamente. Todo, por supuesto, debe seguir un marco de regulación estricto para prevenir consecuencias que puedan ser más graves que la propia enfermedad que se quiere eliminar. Si tienen el mismo antígeno, ¿en qué se diferencian nuestras variantes de vacunas? ¿En qué estado se encuentran en su investigación y desarrollo?

La Habana, 20 de enero de 2021

 

Vacunas y soberanía IV: Ingeniería de las vacunas cubanas

Luis A. Montero Cabrera

Cubadebate

Hace meses que es noticia en Cuba que estamos generando nuestras vacunas a partir de plataformas ya creadas. Los centros generadores de tales proyectos trabajan asociados, intercambiando experiencias y saberes, y también compitiendo, como se debe hacer en una sociedad que trabaja para el bien de todos. Cualquier grupo de los que participa será feliz por el triunfo del otro, porque lo que importa es el bienestar de toda la sociedad. Obviamente será también muy feliz si su propio candidato vacunal es exitoso.

Se ha comentado que nuestras vacunas todas se basan en un antígeno clave del virus de la COVID 19: las moléculas constituyentes de las espigas (“spikes”) exteriores del agregado que conforma el virus. Este complejo molecular se denomina como RBD, a partir de la sigla en inglés de “receptor binding domain”. También hemos conocido que los adyuvantes son sustancias que aumentan la efectividad de las vacunas. Su uso es una práctica común de esta “ingeniería”, incluso para lograr vacunas contra diversas enfermedades simultáneamente.

El Instituto Finlay de Vacunas (IFV) es una institución que ha crecido a partir del éxito en los años 80 del pasado siglo con la primera vacuna del mundo contra el meningococo B. La actual dirección tiene otro importantísimo éxito en su aval, en este caso desde la Universidad de La Habana (UH), con la primera vacuna sintética comercial del mundo. Esta se puso en práctica a principios de este siglo contra el “haempphilus influenzae”. El IFV trabaja ahora al menos en dos candidatos vacunales conocidos como SOBERANA 01 y SOBERANA 02. Los antígenos RBD de ambas son variantes tratadas químicamente de las espigas del coronavirus.

El antígeno de la SOBERANA 01 está basado en el RBD producido a partir de células vivas de mamíferos en las que se ha introducido ADN con los códigos para que produzcan las moléculas que se desean. Por eso se denomina como RBD “recombinante”. La gran ventaja es que se trata de moléculas idénticas a las del virus pero que se han obtenido sin la intervención de esta dañina entidad y de forma muy eficiente e inofensiva en nuestras plantas industriales para ello en el vecino Centro de Inmunología Molecular (CIM). Este tiene una larga experiencia en estos menesteres y una proverbial disposición a potenciarse mediante la colaboración.

El RBD se ha transformado con métodos químicos de laboratorio muy avanzados para duplicarlo en una misma estructura. Se trata así de una forma llamada “dimérica” que en las pruebas preliminares resultó ser más estimulante para el sistema inmunológico. En pocas palabras, es más inmunogénica que la forma simple, llamada “monomérica”.

SOBERANA 01 contiene además proteínas que son antígenos inofensivos de la membrana externa de la temida bacteria del meningococo conjuntamente con hidróxido de aluminio como adyuvantes. El antígeno del meningococo ayuda a “provocar” la generación de anticuerpos. El hidróxido de aluminio es inocuo, pero hace más larga la presencia del antígeno y les da más tiempo a nuestras defensas para reaccionar. El interés en la efectividad de una vacuna radica en que provoque que generemos los anticuerpos (inmunogenicidad) y que estos sean los que disparan las acciones de defensa contra la COVID 19 (inmunogenicidad específica).

El antígeno de la SOBERANA 02 es el mismo RBD del virus de la COVID 19 pero en forma monomérica. Se busca provocar la respuesta inmunológica del organismo conjugándolo (uniéndolo molecularmente) con otro antígeno muy conocido e inofensivo como adyuvante: el “toxoide tetánico”. Esta sustancia está asociada con las bacterias que producen el tétanos, pero está inactivada químicamente para hacerla inofensiva. Se usa como su vacuna muy efectiva desde hace mucho. Una construcción del RBD con el toxoide crea un complejo que contiene más antígenos específicos. Puede decirse que sería “multimérico”. Deviene así una interesante ingeniería del antígeno con un adyuvante.

El Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB), una de las instituciones más relevantes de la ciencia cubana, ha generado las otras vacunas. Su historial es trascendental en estos menesteres. Tiene dos candidatos también basados en el antígeno RBD cuyo nombre codificado es CIGB 669 para su aplicación nasal y CIGB 66 para aplicación intramuscular. Sus aplicaciones tienen nombres de “combate” como MAMBISA y ABDALA. Las mambisas fueron las mujeres que se sumaron a las fuerzas del ejército libertador contra la corona peninsular a finales del siglo XIX. Esa denominación fue denostada y hasta peyorativa en la prensa realista de la época. La hacían equivalente a algo así como sería “terrorista”, hoy en día. Sin embargo, cuando las fuerzas de la libertad triunfaron devino en símbolo de sublime militancia. ABDALA es el nombre de una pieza de teatro en poesía de José Martí, su primera y adolescente obra literaria. El héroe Abdala aparece como un joven defensor convencido de su patria, que la antepone a todo otro tipo de intereses personales y familiares. Nuestras vacunas son muestras de soberanía, de lucha por la libertad y de amor a la Patria.

La formulación nasal del preparado CIGB 669 aprovecha la excelente capacidad de permeabilidad de las membranas intranasales. La mayoría de nuestra piel está blindada para que no penetren moléculas de ningún tipo. Pero las membranas nasales no son así. Abarcan una gran superficie muy densa en vasos sanguíneos y muy permeable, lo que las convierte en una vía muy atractiva para medicar. Esta ruta también está seleccionada naturalmente para generar algunos anticuerpos muy neutralizantes y en el mismo lugar que es la ruta de entrada del virus.

Su RBD está acompañado como adyuvante con otro antígeno que se usa en la probada “HeberNasvac”, la vacuna contra la hepatitis B crónica que se administra también por vía nasal. Se trata de su nucleocápsida, que es como suele llamarse al complejo molecular central en una partícula de virus. Los virus no son células, pero si suelen tener esta suerte de “núcleo”. El “HeberNasvac” es la primera vacuna terapéutica en el mundo contra una enfermedad infecciosa crónica. Esa plataforma está patentada por el CIGB para sus vacunas. En el mundo sólo hay otra vacuna nasal en el mercado, la FluMist y Fluenz Tetra (según sus aplicaciones en los EEUU y Europa) y se usa contra la influenza. Tiene las ventajas de no ser invasiva y poderse aplicar aún en condiciones higiénicas precarias, como pueden ser las de muchos lugares de este mundo tan dispar.

A diferencia de las vacunas del Instituto Finlay de Vacunas, la nucleocápsida adyuvante del CIGB 669 es recombinante y se produce en un medio de cultivo típico. Su RBD, también recombinante, del CIGB se produce en una levadura. MAMBISA es en realidad un procedimiento que consiste en combinaciones de dosis de los dos candidatos vacunales del CIGB. ABDALA es solo intramuscular con el candidato CIGB 66.

El éxito de una vacuna como medicamento es necesario demostrarlo antes de la aplicación masiva. Para ello existen procedimientos. ¿Cómo se conoce la más indicada y efectiva? ¿Cómo se está trabajando para probar las vacunas cubanas en tiempos en los que un solo día de retraso de la aplicación puede costar una vida?

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