Canal Caribe.- En Cuba​ hace 143 años, el Mayor General Antonio Maceo Grajales​, rechazó la propuesta del gobierno colonial español, de una paz sin independencia. La enérgica actitud del Titán de Bronce, conocida como la Protesta de Baraguá​, ha sido desde entonces un símbolo de intransigencia, y de lo más glorioso de nuestra historia patria en todas las épocas.


La Protesta de Baraguá es una brújula permanente

La Protesta de Baraguá, protagonizada por el mayor general Antonio Maceo Grajales y sus hombres, salvó el honor del movimiento patriótico que durante casi diez años, en una pequeña isla sostuvo una guerra heroica, sangrienta y devastadora contra un imperio

Juventud Rebelde

Hay fechas tan significativas en la historias de los pueblos que pasan a formar parte de su identidad. El 10 de octubre de 1868 y el 15 de marzo de 1878 son expresiones de momentos que marcan el carácter nacional, por el sentimiento de libertad y firmeza que evocan, como también lo es el 1ro. de enero de 1959, cuando la lucha por la independencia y la justicia social, las dos banderas principales de los fundadores de la nación, emprendieron juntas su ascenso irreversible.

La Protesta de Baraguá, protagonizada por el mayor general Antonio Maceo Grajales y sus hombres, ante la firma del Pacto del Zajón, salvó el honor del movimiento patriótico que durante casi diez años, en una pequeña isla, sostuvo una guerra heroica, sangrienta y devastadora contra uno de los imperios más grandes de la época.

El ejemplo del Titán de Bronce trascendió como referente de la conducta firme e intransigente ante la defensa de la Patria, a la hora de afrontar las situaciones más duras y de no rehuir el combate. Es por eso que en determinadas circunstancias la fecha es enaltecida para recordar la validez de esos principios.

Por esa razón, el Partido Comunista de Cuba, el 15 de marzo de 1990, bajo el título de «¡El futuro de nuestra Patria será un eterno Baraguá!», dio a conocer la Convocatoria a su IV Congreso, para iniciarlo el 10 de octubre del siguiente año en Santiago de Cuba, excelente escenario para debatir y acordar las políticas a seguir en uno de los momentos más difíciles de la vida del país.

Al hacer la clausura del Congreso en la Plaza Antonio Maceo de esa ciudad, el Comandante en Jefe habló del derrumbe del campo socialista de Europa del este, acontecimiento que fue recibido con regocijo por el imperio, sus aliados y todos los reaccionarios del mundo, con triunfalismo indisimulado de los enemigos del socialismo y del progreso humano, con ansias de dominio mundial.

En esa atmósfera, tuvieron lugar ese congreso y la multitudinaria concentración, donde el líder de la Revolución comparó la decisión de un pueblo entero, de resistir y superar el período especial, con la postura de Maceo en Mangos de Baraguá.

En cumplimiento de los acuerdos de ese congreso, la Asamblea Nacional, en su III Legislatura, aprobó la reforma constitucional y la Ley Electoral, que implicaban cambios profundos, como la elección directa de los diputados por los electores en cada municipio y una mayor representatividad de los sectores sociales y del pueblo en la IV Legislatura, la cual se constituyó precisamente el 15 de marzo de 1993, con 589 diputados, y una renovación de un 80 por ciento con respecto a la anterior.

También fue significativo el número de 274 diputados que se desempeñaban como delegados de base, 90 de los cuales presidían consejos populares, lo cual favorecía una mejor vinculación del parlamento con la población.

En la clausura de la sesión constitutiva, Fidel explicó que cuando se aceptó el enorme desafío de las elecciones en el período especial y con el voto directo de los diputados, se estaba abriendo un camino enteramente nuevo y llevando a cabo una experiencia única en el mundo.

«Habíamos alcanzado, dijo, un proceso de perfeccionamiento del Poder Popular en un grado verdaderamente muy alto, del cual, sin chovinismo de ninguna clase, debemos sentirnos orgullosos; sin pena de ninguna clase, y sin temor a comparaciones de ninguna clase, puesto que no hay comparación posible, tanto en la valentía de las decisiones adoptadas como en los resultados alcanzados.»

Fidel destacó que era la Legislatura de la etapa más difícil de la historia de Revolución y del país, y calificó como una fortuna contar con un pueblo como el cubano, y con una Asamblea Nacional como la surgida de la aplicación de nuevas concepciones.

Por si fueran pocos los retos para el mandato recién iniciado, los diputados debieron partir urgentemente hacia sus respectivos territorios y responsabilidades para integrarse a las labores de restauración de los daños causados por la Tormenta del Siglo.

Frente frío y ciclón juntos, algo nunca visto en la región, produjeron vientos huracanados, lluvias torrenciales, descargas eléctricas y grandes penetraciones del mar, que causaron pérdidas cuantiosas en la agricultura, la infraestructura de la producción y los servicios, y serios afectaciones en decenas de miles de viviendas.

En el segundo periodo ordinario de sesiones en diciembre de 1993 se produjo un amplio y profundo debate sobre la situación de las finanzas internas, y como resultado, a partir de ese mes se desarrolló un proceso promovido por la CTC que permitió recoger los criterios expresados en más de 80 mil asambleas, bajo la denominación de parlamentos obreros.

Los días primero y 2 de mayo de 1994, en sesión extraordinaria se evaluaron los resultados de la consulta que incluyó tres millones de trabajadores, 158 mil campesinos y 300 mil estudiantes. El acuerdo adoptado por la Asamblea Nacional convocó a todos a demostrar la fuerza invencible de la voluntad de continuar luchando unidos para salvar a patria, a revolución y socialismo.

El sentimiento de admiración hacia los patriotas de las guerras de independencia, enriquecido con las luchas de la etapa neocolonial, de la guerra contra la tiranía, la defensa de las agresiones de Estados Unidos y la solidaridad internacionalista, estimularon el valor, la firmeza, la creatividad y la confianza en la victoria. Una sesión extraordinaria, el 24 de febrero estuvo dedicada a conmemorar el Centenario de la Guerra iniciada en 1895.

Al año siguiente, de nuevo el imperialismo daría un golpe duro a Cuba con la aprobación de la Ley Helms-Burton, calculando en su euforia, que llegaba el momento de la caída de la fruta madura en sus manos y decretar la liquidación de la Revolución.

En respuesta, la Asamblea Nacional aprobó la Ley 80, Ley de Reafirmación de la Dignidad y la Soberanía Cubana en diciembre de 1996 que califica la Ley Helms-Burton como inaplicable y sin valor ni efecto jurídico alguno, y convocó a todo el pueblo de Cuba a continuar el examen profundo y sistemático del plan anexionista y colonial del Gobierno de los Estados Unidos.

En consecuencia, el 15 de marzo de 1997, en ceremonia en la Plaza de la Revolución José Martí, se hizo entrega de la Declaración de los mambises del siglo XX, firmada por más de ocho millones de cubanos. En esa ocasión el Comandante en Jefe, pronunció un discurso memorable, en el que hizo una reflexión profunda sobre el valor y la inteligencia de los cubanos en más de un siglo de lucha heroica, resaltando la moral, experiencia y nivel combativo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.

«Pienso que este es un día histórico en el sentido real de la palabra ─expresó─, porque hoy estamos haciendo exactamente igual que lo que hicieron nuestros mambises hace 119 años en Baraguá; no es una protesta formal, es una protesta real, puesto que nos vemos exactamente igual que en aquellos días, cuando nos ofrecen la paz sin independencia, la paz sin honor, la paz sin dignidad, sin equidad, sin justicia; cuando nos ofrecen la renuncia de la sangre vertida y de los sacrificios que se han hecho durante más de 100 años.»

«Este es el contenido glorioso de este acto de los mambises del siglo XX y de los mambises del siglo XXI, porque tenemos que hacer que los que vengan detrás sean mejores que nosotros, y yo veo que los que vienen detrás son mejores que nosotros.»

Cuba, entregada a la obra de creación material y espiritual, que ha hecho posible un desarrollo humano más justo y solidario, se enfrenta hoy a grandes retos, como los que imponen la pandemia, el bloqueo de Estados Unidos y las medidas de la estrategia económica y social del país.

En esos desafíos está presente, a veces sin darnos cuenta, el compromiso con el legado de Maceo, Martí, Fidel y de otros hombres y mujeres ejemplares, cuyas vidas constituyen una brújula inapreciable a la hora de interpretar las realidades más complejas y obrar en consecuencia.

 

De Baraguá, Maceo y la trascendencia de una protesta

Baraguá devino ejemplo del afán del cubano por alcanzar su independencia...

Luis Fidel Acosta Machado

Cubahora

Protesta de Baraguá: Negativa a aceptar el convenio de paz conocido como Pacto del Zanjón. Fue lidereada por el mayor general Antonio Maceo, otros altos jefes, oficiales y tropas orientales a su mando, protagonizada en Mangos de Baraguá, territorio oriental, el 15 de marzo de 1878.

A fines del año 1877 la situación en el campo insurrecto en varias regiones del país, de aquellas que se habían alzado en armas entre 1868 y 1869, no resultaba nada halagüeña.

Diez años de dura lucha contra un enemigo superior en armamentos y condiciones materiales; la falta casi crónica de pertrechos de guerra, producto de una emigración en el exterior prácticamente inoperante, sumida en profundas divisiones y enfrentamientos; la desaparición física, a lo largo de la contienda, de figuras de altísima radicalidad y pensamiento revolucionario que no siempre fueron sustituidas por hombres de igual relieve y entrega a la causa independentista; la exacerbación de fenómenos como el caudillismo y el regionalismo, fatales para la unidad y el concierto de las fuerzas liberadoras; así como la agudización de tensiones raciales y clasistas, y la reaparición del anexionismo; fueron algunos de los elementos que condujeron a la Guerra Grande a una profunda crisis que se evidenciaría del todo insalvable.    

Si a las cuestiones anteriores se suma el arribo a la Cuba, a fines de 1876, del nuevo gobernador español Arsenio Martínez Campos, quien llegaba dispuesto a terminar con la insurrección cubana de una vez por todas, con la puesta en práctica de un plan que desarrolló en dos terrenos: el estrictamente militar y el ideológico, que incluía la aplicación de una serie de medidas dirigidas a quitar el sentido a la Revolución, y a sacar partido del agotamiento natural y las crisis internas por las que atravesaba el proceso liberador, se entienden perfectamente las razones por las cuales se firmaba, el 10 de febrero de 1878, el Pacto del Zanjón: una paz sin independencia ni abolición de la esclavitud, los dos objetivos fundamentales que habían guiado la Guerra de los Diez Años.

No obstante, no todo el campo insurrecto se encontraba en situación tan precaria, en Oriente, las fuerzas mambisas que operaban en las jurisdicciones de Santiago de Cuba, Guantánamo y Baracoa, al mando del general Antonio Maceo, se hallaban en posición de continuar batiendo al enemigo.

Mientras que en otras regiones se discutían las bases del Zanjón, en los meses de enero y febrero el “Titán de Bronce” obtenía algunos de sus triunfos más relevantes en la guerra: el combate de la Llanada de Juan Mulato, el combate de Tibisí, y la aplastante victoria sobre el famoso batallón español de “San Quintín”, en la zona de San Ulpiano, donde los colonialistas lamentaron más de doscientas cuarenta bajas.

Ello, junto a otros elementos como la coherencia clasista de las tropas del “Titán”, la férrea disciplina y unidad establecida por su jefe, junto a las cualidades revolucionarias de Maceo, expresadas en su máxima radicalidad, explican las razones por las cuales las fuerzas bajo el mando del héroe santiaguero asumieron una actitud de rechazo absoluto al Pacto del Zanjón.

Sobre lo acontecido aquel día en Mangos de Baraguá, y el diálogo establecido entre Maceo y Martínez Campos, mucho se ha escrito y representado, incluso en el cine, donde destaca la actuación, en Baraguá, de un Mario Balmaseda, que aún estremece al pronunciar aquel “¡No, no nos entendemos!”, frase que ha quedado recogida como símbolo de la intransigencia revolucionaria maceísta, y su decisión de continuar la lucha por la independencia.

Aunque, dicho sea de paso, no fueron el general español y el general mambí los únicos en hacer uso de la palabra ese día. Hay que recordar que en apoyo de Maceo se encontraban algunas de las figuras de mayor relevancia en la guerra, o que luego tendrían un desempeño significativo en las contiendas por venir, como Manuel de Jesús Calvar, Vicente García –que si bien no se hallaba dentro del grupo de oficiales protestantes, se encontraba con sus tropas en los alrededores, protegiendo el sitio de la entrevista-, Guillermón Moncada, etc. Fue precisamente Calvar quien resumió la posición cubana al expresar: “Puesto que no podemos conseguir la independencia, ni los esclavos su libertad, tampoco debemos aceptar el convenio por que nos deshonramos”, con lo cual se refería, por supuesto, al grupo de revolucionarios allí presentes, pero de manera simbólica, también al resto de los combatientes cubanos, de ahí que no resulte vana la afirmación de que, con la Protesta de Baraguá, se salvó la moral y honra del pueblo de Cuba.

Justo es recordar en estas líneas una actitud similar adoptada frente al Zanjón por otro patriota digno, Ramón Leocadio Bonachea, quien también protestó contra el pacto en abril de 1879, en lo que se conoce como la Protesta del Jarao.

Sobre la trascendencia histórica de la Protesta de Baraguá, y las lecciones que dejó para el futuro se podrían escribir infinidad de páginas, que irían desde la irreverente actitud asumida por Maceo, hasta el precedente que resultó la Constitución redactada en el sitio, luego de la entrevista, de la cual poco se habla, para los posteriores intentos independentistas. Sin embargo, se quieren significar cuatro cuestiones que se consideran fundamentales.

La primera ya se mencionó, y resulta el valor simbólico del hecho, no solamente para los tiempos inmediatamente posteriores, sino para la historia de Cuba en general. Baraguá devino ejemplo del afán del cubano por alcanzar su independencia, de la intransigencia revolucionaria de Antonio Maceo, de la fuerza de un ideal cuando se considera justo y, tal como se apuntó en otro lugar de este artículo, salvó la honra y moral de un pueblo entero.

Por otra parte, Baraguá queda como recordatorio de la actitud a asumir frente a proposiciones deshonrosas, que no marchen en el sentido del sentimiento nacional de independencia, y que incluyan el olvido de la historia y el devenir histórico de la Isla, como proponía el Convenio del Zanjón en uno de sus puntos: “olvido de lo pasado” entre cubanos y españoles. Un pasado glorioso que, como los mambises de ayer, no podemos olvidar los cubanos de hoy.

También representa lo ocurrido en Mangos de Baraguá, la decisión del pueblo de Cuba de no cejar jamás en sus empeños de justicia, pese a las adversidades presentes y futuras. A continuar la guerra, aún bajo la crisis que sufría la contienda, y la generalización de la paz en la mayoría de los territorios, y a hacer frente a la acometida de un ejército infinitamente superior en el sentido material de la palabra, fue el llamado de los protestantes de aquel 15 de marzo.

Finalmente, el hecho protagonizado por Antonio Maceo viene a significar la búsqueda incesante, y la preservación una vez alcanzada, de la independencia y soberanía absoluta de Cuba, el bien mayor que debe poseer todo cubano digno.

 

Béisbol entre mambises y mujeres

 

Juventud Rebelde

En ocasión de celebrarse el aniversario 143 de la Protesta de Baraguá, dos nuevas tarjas relacionadas con el béisbol fueron develadas en el Estadio Latinoamericano, una dedicada a patriotas de las guerras de independencia en el siglo XIX y otra a las mujeres pioneras de este deporte en la Isla.

Según publicó Jit, el emotivo acto estuvo presidido por Teresa Amarelle Boué, miembro del Buró Político del PCC y Secretaria General de la Federación de Mujeres  Cubanas, junto a Osvaldo Vento Montiller, presidente del Inder.

El Dr.C. Félix Julio Alfonso López, historiador adjunto de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana (OHC), tuvo a su cargo la disertación sobre los nuevos mármoles instalados en el salón antesala del palco principal del estadio, donde a finales de diciembre pasado fueron repuestas las históricas tarjas del Salón de la Fama y una dedicada a un grupo de peloteros mambises.

Higinio Vélez Carrión, presidente de la Federación Cubana de Béisbol (FCB), destacó el significado del evento y agradeció este regalo de la OHC al Inder en su aniversario 60.

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