De izquierda a derecha: Alexander Savchenko (Sacha), Maribel Acosta y Graciela Ramírez


Cubaperiodistas - Tomado de Cuba en Resumen / Resumen Latinoamericano - Foto: Cubaperiodistas.- En el día de ayer, 27 de abril, desde la sede de la Unión de Periodistas de Cuba (Upec), en el Vedado capitalino, se reunieron en una cita virtual algunas de las personas que hicieron posible la producción del documental “Sacha, un niño de Chernóbyl”, estrenado en la Televisión nacional, el 29 de marzo cuando se cumplieron 31 años de la creación del programa humanitario de los niños de Chernobyl en nuestro país.

Desde Cuba, conversaron la periodista Maribel Acosta Damas y la Directora de la Corresponsalía nacional de Resumen Latinoamericano, Graciela Ramírez; desde Ucrania, la Embajadora cubana, Natacha Díaz Aguilera acompañada por algunos como Víctor Pasak, Presidente de la Asociación de Amistad Ucrania-Cuba; Olena Pantsiuk, periodista ucraniana y el Director del canal ucraniano NTN.

Este encuentro virtual es parte de una especie de vínculo establecido por nuestra investigación en Cuba y  nuestra presencia en Ucrania-dice Maribel Acosta, realizadora del documental junto a Roberto Chile- son esos vínculos de amistad, de familia que uno va estableciendo y que forman parte de la vida de hoy (…) es un modo de sentarse en la casa a conversar”.

 

También somos los niños de Cuba

Liset García - Bohemia - Tomado de Cuba en Resumen / Resumen Latinoamericano

Las conmovedoras historias de la atención solidaria que recibieron en Cuba niños y niñas afectados por el accidente de la planta de Chernóbil, volvieron este 26 de abril a las pantallas de varias televisoras del mundo al cumplirse 35 años de aquel desastre nuclear, con el estreno del documental «Sacha, un niño de Chernobyl», de los realizadores Roberto Chile y Maribel Acosta.

De esa obra audiovisual y su repercusión conversaron este martes varios de sus realizadores y protagonistas, y quienes impulsaron y facilitaron su realización, en una videoconferencia desde la sede de la Unión de Periodistas de Cuba, que enlazó a Kíev con La Habana.

Ese documental, que es también el relato de la gratitud de quienes tuvieron la oportunidad de salvarse gracias a la mano extendida de un país distante geográficamente de Ucrania, pero próximo cuando de dolor humano se habla, fue estrenado en el programa Mesa Redonda de la televisión cubana el pasado 29 de marzo, a 31 años de la apertura del programa humanitario más largo e invisibilizado de la historia.

Su inicio se debe a una solicitud del entonces Konsomol soviético, a la cual Cuba no tardó en responder. Aquel día de marzo, el Comandante en Jefe Fidel Castro recibió en el aeropuerto a los primeros niños y sus familiares, al pie de la escalerilla del avión que los trajo para recibir tratamiento y rehabilitación. La atención se prolongó por más de dos décadas, período en el que se salvaron miles de ellos. Por eso, Olexandr Savchenko, o Sacha, el protagonista del documental, confesó en la videoconferencia que ellos son también los niños de Cuba.

Producido por el multimedio Resumen Latinoamericano, cuenta en 39 minutos las experiencias de médicos y trabajadores que laboraron en ese programa, la vida de Sacha y el cáncer que lo retuvo por más de un año en un hospital habanero, y el dolor y la esperanza de Lidia Savchenko, su madre, símbolo de resistencia que resume lo que otras muchas mujeres han debido soportar en pasajes similares de zozobra y angustia.

En medio de los graves problemas económicos por los que atravesaba la Isla, tras la desaparición de la URSS y el campo socialista, se trataron más de 26 mil pacientes –el 84 por ciento niños–, entre 1990 y 2016, procedentes fundamentalmente de Ucrania, Rusia y Belarús.

“El documental resulta muy necesario en los tiempos actuales. No solo para Ucrania, sino para todo el mundo. Muestra la solidaridad, el humanismo y la importancia de prestar ayuda a los que la necesitan, como también hace Cuba ahora en tiempos de pandemia, dijo en la video-conferencia la embajadora cubana en Ucrania, Natacha Díaz Aguilera.

En la sede diplomática de Cuba en Kiev, participaron también Víctor Pasak, presidente de la Asociación de Amistad Ucrania-Cuba; Alexander Bashkov, del Fondo Juvenil de Niños de Chernobyl; Olena Pantsyuk, periodista ucraniana, y el director del canal ucraniano NTN, quien contó que también fue un niño de Chernóbil.

Además de esa televisora ucraniana, el material audiovisual cubano fue trasmitido por canales y otros medios turcos, argentinos y uruguayos, y se espera que se extienda a otras naciones, según informó en la video-conferencia Graciela Ramírez, directora de la corresponsalía de Resumen Latinoamericano en Cuba.

Conmueven los testimonios de niños y niñas, y de sus familiares, que lucharon por vivir y se curaron, y de otros que no tuvieron igual suerte. El espectador se deja acompañar por una bien llevada banda sonora fruto del joven Jorge Fernández Acosta, para volver al escenario del holocausto, recorrer lo que queda de Pripyat, sede de la central electronuclear; caminar por Chernigov, la ciudad de Sacha, y, en contraste, revivir la esperanza en Tarará, un paraíso costero de La Habana donde fueron acogidos en descomunal gesto de solidaridad.

Quienes vieron la miniserie de cinco capítulos, Chernobyl, de la HBO, se perdieron, porque no lo mencionó, el programa humanitario más duradero del mundo.

 

Cuba por Chernobyl: el hondo humanismo que benefició a más de 26 000 personas

«El mundo recuerda la tragedia de Chernobyl, ocurrida hace 35 años en la ciudad ucraniana de Pripyat. Cuba hizo suyo ese dolor al ofrecer tratamientos y cura a miles de niños afectados por el accidente nuclear», destacó en Twitter el Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez

Yaditza del Sol González

Granma

 

Basta ver a Fidel, al pie de la escalerilla del avión IL-62, dando la bienvenida a los primeros 139 niños afectados por el mortífero accidente nuclear de Chernobyl, para saber –o al menos intuir– que el amor de Cuba se multiplicaría, y abrazaría, en su tierra, a quienes más lo necesitaban. Y así fue.

Era el 29 de marzo de 1990, y con el anuncio del Gobierno cubano de que recibiría a no menos de 10 000 infantes para brindarles una atención altamente especializada, en pocos meses el Campamento de Pioneros José Martí –radicado en Tarará– se convirtió en un gigantesco sanatorio para el tratamiento de los niños víctimas de la catástrofe, procedentes, sobre todo, de Ucrania, Bielorrusia y Rusia.

«El mundo recuerda la tragedia de Chernobyl, ocurrida hace 35 años en la ciudad ucraniana de Pripyat. Cuba hizo suyo ese dolor al ofrecer tratamientos y cura a miles de niños afectados por el accidente nuclear», destacó en Twitter el Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez.

Sin embargo, esta parte de la historia, que es, esencialmente, de profundo humanismo y amor, no siempre aparece reflejada en las series y en los libros extranjeros que buscan relatar lo acontecido después de aquel fatídico 26 de abril de 1986.

Muy pocas de esas producciones narran que, ante la solicitud de ayuda de la entonces Unión Soviética, la respuesta de Cuba no demoró, y nuestro sistema de Salud fue el único en el mundo que diseñó un programa integral y gratuito para las víctimas del que se considera uno de los eventos más graves en la Escala Internacional de Accidentes Nucleares (ines, por su sigla en inglés).

Tampoco cuentan que la cifra de pacientes creció con los años ni que el programa no se detuvo después de la caída del campo socialista, ni en los años más tensos del periodo especial en la Isla. Contrario a eso, entre 1990 y 2016, se ayudó a más de 26 000 personas.

En otra lección épica de altruismo y solidaridad con el mundo, Cuba compartió, entonces, su ciencia y su pan, a pesar de la vuelta de tuerca con que el bloqueo económico de Estados Unidos, en esos años difíciles, creyó poder decretar el fin del socialismo en el archipiélago. Vaya fiasco.

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