El saxofonista César López, nos acerca  desde Zona de Arte al jazz como filosofía y estilo de vida. Foto: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate.


Abel Padrón Padilla, Sheyla Delgado Guerra Di Silvestrelli, Reno Massola - Cubadebate

Llegamos a su casa cerca del mediodía, la víspera del estreno —este viernes— del videoclip Vivo en Cuba. La familiaridad con que nos recibió, parecía dibujar una más de tantas tardes compartidas, en lugar de nuestra primera vez en realidad en aquella sala espaciosa y, al mismo tiempo, tan acogedora. Allí todo inunda arte.

Su esposa Seiko se anticipa a la conversación con el mejor café que he tomado de manos japonesas. La verdad, fisonomía aparte, a ella se le adivina su buena dosis de cubanía. En tanto él, con un habano en pleno deleite, complace nuestra curiosidad por los cuadros más cercanos, la mayoría de artistas camagüeyanos: el del fondo del set espontáneo para Zona de Arte es de Ileana Sánchez, donde aparece nuestro anfitrión con el saxo; en otra pared hay una obra exquisita de Joel Jover, más adelante una de Agustín Bejarano...  Compartiendo techo con ellas hay también, entre pinturas de varios artistas, una de Tamayo donde le satiriza realidades a Van Gogh en cuanto espacio posible cabe en un cuarto amarillo.

Ya Reno da la señal de grabación y Abelito empieza a retratar el testimonio para Cubadebate. Y ahí está él, más grande cuanto más sencillo y espontáneo. Como si el nombre de César López no tuviese ese calibre tan alto en nuestra cultura, como si no intimidase la calidad de su música a cualquiera que se le siente delante, así de fácil y fascinante se hace conversar con este maestro del jazz y el saxo. Abrimos el diálogo por el niño trovador que, en el agramontino municipio de Florida, se soñaba con una guitarra en manos. Y, sobre todo, cómo llegó a enamorarse y a defender el saxofón.

Nos cuenta de la escuela vocacional de arte en la Ciudad de los Tinajones —nuestro Camagüey—, de la cual es fundador. Y cuándo el saxo se instaló a su vida para acompañarle en las alegrías y en las nostalgias, en las incertidumbres y en las certezas, más allá de la dirección de destino.

Luego regresa a La Habana que le viera nacer en abril de 1968, aunque Camagüey fuese la patria chica que le ayudó crecer en tamaño y sueños.

Afrojazz, Bobby Carcassés; Irakere, Chucho Valdés... hasta Habana Ensemble, ¿cuánto han significado para César López estas experiencias y nombres en su carrera musical? “Muchísimo”, confiesa. Nada sucede por gusto, dice, y ese cúmulo de grandes experiencias te marcan para toda la vida.

Sus años con Bobby, desde los 16 que tenía cuando le abrió las puertas de Afrojazz, los resume como una “de las experiencias más vitales” en su carrera. A Chucho le debe, entre tantas enseñanzas y oportunidades, la universidad que significó Irakere, una de las bandas más grandes que ha dado Cuba y Latinoamérica, y de las grandes también en el mundo.  

Un verdadero privilegio —en mayúsculas— conocer apuntes de la historia de vida, revelados por este hombre/institución en en el saxo; de los formidables jazzistas que, generación tras generación, han hecho de este país una verdadera plaza de referencia mundial, desde esa pasión y ese universo llamados JAZZ.

La familia, el hogar como esa dimensión de refugio que trasciende una casa, y esa necesidad de dar amor, son algunas de las tantas virtudes de este excepcional músico y compositor, hijo de La Habana y de Camagüey, cubanísimo hasta en el sueño; de un virtuosismo que agradecen oídos y alma, y, definitivamente, alguien que ha hecho del saxo un lenguaje para convertirse en uno de los más grandes exponentes en la historia de ese instrumento en Cuba.

Decía Nina Simone que “el jazz no es solo música; es una forma de vida, una forma de ser, una forma de pensar”. Y nuestro entrevistado comparte sin duda  esa certeza. Así, nos acerca a su cosmovisión como artista: al jazz como filosofía de vida y al saxofón como lenguaje…

César López irradia —de verdad— música, y posee una versatilidad increíble: compositor, arreglista, profesor, instrumentista y dueño de una voz que nada le envidia a la altura de su saxofón… Defender a los jóvenes talentos de nuestra música ha sido desvelo y ocupación constante en su carrera, desde su ejercicio como profesor, hasta los más recientes proyectos en que ha ayudado a visibilizar su calidad artística.

Llegamos así a Vivo en Cuba, una propuesta musical construida a muchas manos y talentos… Sobre esa necesidad tan suya de abrir puertas a los más jóvenes nos cuenta de su página en Facebook. Cuenta que la fundó en febrero para dar espacio a jóvenes y otros no tan jóvenes con una obra que merecía ser escuchada y merecía, también, una plaza de concierto que a veces no se enfoca en los medios: empecé a recibir tantos videos, comparte César, de diferentes lugares del país, que su página de talentos en esa red social terminó en un proyecto hermoso, cuya realización audiovisual le debe mucho a la sensibilidad y valía de Hazeem Velázquez.

Hazeem es un soñador que ayuda a materializar los sueños de otros también. Y aunque la cámara es su aliada en el oficio de la realización, prefiere conversar sin cámaras de por medio con Zona de Arte.

“César me presentó el tema y me cautivó inmediatamente. Como canción, la sentía como un himno. Y al hablarme de su proyecto, donde le da espacio a jóvenes que tocan como genios pero no han tenido oportunidad de mostrar sus talentos públicamente, entonces retomé esta idea de hace alrededor de un año y medio, de filmar en las instalaciones del Capitolio. Esa grabación la había reservado para una ocasión especial y, en cuanto César me presentó el tema, todo hizo conexión, la musa bajó... todo fluyó. Sentí que esa era la canción para aquel proyecto”, nos confiesa el realizador del videoclip en exclusiva.

Desde su perspectiva, cuenta Hazeem sobre este videoclip cargado de simbolismos y de cubanía:disfruté mucho el proceso de preproducción, producción y de postproducción, más allá del poco tiempo que teníamos, porque queríamos estrenarlo en este Día Internacional del Jazz. Lo disfruté de inicio a final, desde crear el primer boceto hasta cerrar corrección de color hoy en la madrugada. Mi equipo de me apoyó inmensamente, sin ellos no hubiera sido posible solidificar esta idea y este sueño que llevamos a cabo”.

Y cierra el realizador de Vivo en Cuba con un testimonio nacido del agradecimiento: “Colaborar con César López fue muy fructífero. César y yo tenemos mucha química a la hora de crear, logramos un equilibrio: él, por su parte musical, y yo lo apoyo con la visualidad. Siento que nada de esto hubiera sido posible si mi padre, Ahmed Velázquez —Premio José Martí Post Mortem— no me acompañase, en realidad para mi corta edad siento que estoy viviendo un sueño hecho realidad”.

De vuelta a César... por último, un reto. Porque a nuestro espacio le gusta desafiar a sus invitados a que se nos presenten tal y como son, como se sienten… cual un autorretrato, solo que el autorretrato de hoy tiene, además, banda sonora. ¿Qué pieza musical escogería? Y si nos hace el honor de mostrarnos cómo se escucharía…

Entonces él se nos descubre tal cual es, piel y sentimientos adentro. Escoge para la banda sonora una canción de Adolfo Guzmán y luego el saxo desborda de emociones el set de Zona de Arte en la sala de su casa.

Tarde de las que agradece el alma, con la maestría y virtud de uno de los saxofonistas más grandes que le ha nacido a este país; más grande aún por esa forma tan única con que sabe llegar, como pocos, al epicentro del alma.

Con el ángel y luz de César López, multiplicamos la felicitación para quienes aman y sueñan el jazz en Cuba y en cualquier geografía. Y lo hacemos con el coro que afianza un sentimiento y garantiza la continuidad de ese género en la Isla, de las manos de los ya consagrados a las de quienes le custodiarán el sueño:

Del Cabo de San Antonio

hasta la Punta de Maisí:

¡Cómo te quiero mi tierra,

Cuba yo lato por ti!

 

César López: Cuba, “la tierra que llevo en el alma todos los días”

El saxo llegó como un accidente, dice él que —después de todo—, esa maestra lo salvó. A veces la salvación llega con un “No”. Y aquella maestra en Camagüey le negó la guitarra al niño trovador de Florida por sus dedos cortos, pero lo lanzó al saxo. Para suerte de él, dice, pero yo me atrevería a decir que para suerte de la música cubana toda.

Nacido en La Habana, su otra mitad inseparable es el Camagüey que le vio crecer en edad y en sueños. Allí César López empezó el viaje que, años después, lo llevara a la Escuela Nacional de Arte en la capital. Y, con solo 16, entraba ya al escenario por la puerta grande, con Bobby Carcassés en Afrojazz y luego con Chucho Valdés en Irakere. Bobby ha sido un maestro para él, como también lo ha sido Chucho, e Irakere… pues Irakere es un tatuaje que se le ha quedado piel adentro: ha sido la universidad que debió interrumpir por los grandes escenarios.

En 1997 decidió ponerle nombre propio a otro sueño: nacía así el proyecto que aún hoy dirige, Habana Ensemble, toda una institución —como lo es César— si de jazz se habla.

Y el jazz… ¡qué decir! “Es un estilo de vida”, en eso coincide —de a todas— con Nina Simone, es definitivamente mucho más que música.

Cuba es la casa, la familia. Tal vez por eso no existe fama que le haya hecho alejarse: “Figúrate, Cuba es la tierra donde nací; la tierra que llevo en el alma todos los días. La quiero, la respeto y la llevo todos los días en mi corazón”.

César López está hecho de esa cubanía que trasciende la cubanidad. En sus venas, además de música, corre sangre de coronel mambí revivida en aquellos días de finca y recuerdos de familia; hay sangre de la Tula, Gertrudis Gómez de Avellaneda.

 

Hay una jovialidad que te hace sentir en casa, y una casa que te hace sentir en un hogar, aunque sea la primera vez que compartes con él el diálogo. Hay también una sonrisa, el deleite de un tabaco y un bombardeo de arte por doquier. Te habla de artes plásticas con la pasión con que interpreta a Adolfo Guzmán. Él es un cuerpo habitado por arte: compositor, arreglista, profesor en un Conservatorio, el hombre detrás de la página de Facebook abriéndole puertas a otros siempre, merecedor de la Distinción por la Cultura Nacional…

 

El de la voz que te enamora con la misma magistralidad con que le saca las emociones al saxo. Él, el hombre a quien han llamado el “Charlie Parker cubano”, y el cubano convertido en uno de los mejores saxofonistas en la historia de ese instrumento en el país.

Al César lo que es del César, profesa la frase, y a este César quizás nunca podamos darle todo lo que merece: a este, nuestro César López, la cultura le agradece lo que Cuba disfruta cada vez que toma un saxofón y nos hace la luz.

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