Martí de luz. Foto: Abel Padrón Padilla/Cubadebate. Video: Centro Martiano. En un aniversario más de la caída en combate de José Martí, desde el Centro de Estudios Martianos, Aleida Piñero y William Capote, del Servicio Informativo de la TV Cubana, entrevistan a la Directora del CEM, la Dra. Marlene Vázquez.


Levantarnos con Martí: Motivación permanente

Yusuam Palacios Ortega

Cubadebate

Hace 25 años un martiano entrañable nos provocó el pensamiento y su palabra se centró en descifrar cuán presente estaba Martí en la Cuba de entonces, cuánto más nos hacía falta su asimilación crítica y qué significaba ese hombre extraordinario para los cubanos. Así, con “Martí en la hora actual de Cuba”, nos adentrábamos en un necesario debate que tocaba las fibras más sensibles de la Patria. Cintio nos convocaba desde la convocatoria que nos hacía el propio Martí.

Y hoy, en un contexto extremadamente desafiante y retador, en que el país libra una batalla por la vida, enfrentando resueltamente la terrible pandemia, al tiempo que implementa su estrategia de desarrollo económico-social, que robustece la Revolución Socialista; todo ello en medio de una hostilidad creciente del gobierno estadounidense cuya política no es otra que derrocar nuestro proceso revolucionario socavando las bases ideológicas y culturales más genuinas de la nación cubana; en esta hora que vivimos, nos sigue haciendo falta Martí. Asirnos a su pensamiento es pilar esencial, no solo para resistir los embates imperialistas y neoliberales, enfrentar los intentos de reinstauración capitalista en Cuba, defender nuestra cultura e identidad; sino para continuar formando patriotas, ciudadanos con capacidad crítica, revolucionarios de verdad.

Nos es muy necesario Martí en la defensa de la Patria; de ahí que, como él hizo siempre, que llevó el remo de proa bajo el temporal; hoy es preciso que naveguemos también con el remo de proa. Es Martí referente para nuestra praxis revolucionaria, es expresión de nuestro carácter entero, de nuestra condición de cubanos. Martí sigue siendo guía espiritual de la nación, brújula de la creación heroica que ha significado la Revolución y el Socialismo en Cuba. A él vamos, como hicieron Mella y Fidel, buscando apoyatura política, ética y cultural; o ¿cómo se explica qué haya sido el autor intelectual del Moncada? La mejor definición del Apóstol de la Independencia nos la dio el propio Fidel:

(…) Para nosotros los cubanos, Martí es la idea del bien que él describió. Los que reanudamos el 26 de julio de 1953 la lucha por la independencia, iniciada el 10 de octubre de 1868 precisamente cuando se cumplían cien años del nacimiento de Martí, de él habíamos recibido, por encima de todo, los principios éticos sin los cuales no puede siquiera concebirse una revolución. De él recibimos igualmente su inspirador patriotismo y un concepto tan alto del honor y de la dignidad humana como nadie en el mundo podría habernos enseñado”.

Cuando conmemoramos el aniversario 126 de la heroica caída en combate de José Martí es preciso revisitar su antimperialismo fundador, la advertencia martiana ante el peligro que representaban para nuestra América las apetencias de los Estados Unidos, cuyos propósitos verdaderos tenían un carácter expansionista y colonizador. El Apóstol comprendió la esencia de esa política y alertó a los pueblos del Sur desde su estancia reveladora en Nueva York. He ahí sus escenas norteamericanas, que devienen obligada lectura para entender por qué, a la altura del siglo XXI, sigue siendo el imperio, una real amenaza a la seguridad, armonía y equilibrio de nuestros pueblos.

Y esta idea del peligro que representaba (y representa hoy) el imperialismo es cardinal en uno de sus medulares textos. Desde el comienzo del ensayo martiano Nuestra América Martí advierte, indirectamente, del peligro expansionista que acuñaba –“…y le pueden poner la bota encima”– el imperio del Norte a la aldea americana. Esta alerta lleva implícita una crítica a los pueblerinos que, por avivar su apetito vanidoso y egocéntrico, descuidan la guarda y custodia de su aldea y no saben del peligro anunciado. Ya coloca Martí, en el inicio ensayístico, el llamado al combate en defensa de nuestra América; éste con las armas del juicio, con las ideas pues en lenguaje metafórico califica las armas del gigante de las siete leguas como de piedras: “trincheras de ideas valen más que trincheras de piedras”.

Más adelante, en la última parte de Nuestra América, vuelve Martí sobre el peligro externo y mayor de la región: los Estados Unidos y su tradición de conquista: “pero otro peligro corre, acaso, nuestra América, que no le viene de sí, sino de la diferencia de orígenes, métodos e intereses entre los dos factores continentales, y es la hora próxima en que se le acerque, demandando relaciones íntimas, un pueblo emprendedor y pujante que la desconoce y la desdeña”; que no es otro que el que personifica el imperialismo yanqui.

La visión martiana antimperialista lo llevó a rechazar todo vestigio de propuesta indigna para Cuba, todo rastro de anexionismo, por ejemplo. Nos alerta Martí que: “(…) Y una vez en Cuba los Estados Unidos ¿quién los saca de ella? Ni ¿por qué ha de quedar Cuba en América, como según este precedente quedaría, a manera –no del pueblo que es, propio y capaz-, sino como una nacionalidad artificial, creada por razones estratégicas? Base más segura quiero para mi pueblo. Ese plan, en sus resultados, sería un modo directo de anexión. Y su simple presentación lo es (…)”.

Hagamos cada día más vigente a Martí; es deber generacional traerlo al presente, llevar el remo de proa en esta batalla definitoria; y muchos son los obstáculos, lo sabemos; pero ante el temporal o la tempestad, se levanta el amigo sincero (nosotros con él), y nos da las herramientas teóricas y prácticas para hacer Revolución, para sembrar ideas y sembrar conciencia, para sentir y pensar la Patria como esa fusión dulcísima y consoladora de amores y esperanzas.

En la hora actual de la humanidad, hablar de Martí deviene compromiso con nuestro tiempo, y asumir su fortaleza ideológica, una necesidad. Martí es el alma moral de la nación y motivación permanente a militar por la justicia social. La fuerza de las ideas martianas constituye un basamento esencial para la salvaguarda de la nación; por ello precisamos que su ideario sea asumido y practicado para transformar la realidad, para continuar la búsqueda invariable de la idea del bien y la utilidad de la virtud, para la construcción del socialismo en Cuba.

 

Actualidad de José Martí para el mundo

Luis Toledo Sande

A ciento veintiséis años de la muerte de José Martí en combate, se confirma cada vez más el valor de su legado. El deterioro ecológico y ético del planeta se inscribe en los males que de modo abarcador quiso él impedir o frenar con su proyecto revolucionario, centrado en la liberación de Cuba tanto del coloniaje español como del sistema de colonización que se forjaba en los Estados Unidos y él denunció tempranamente.

Lo ilustran numerosos textos suyos, entre ellos dos de las cartas fechadas el 25 de marzo de 1895, “en vísperas de un largo viaje” o “en el pórtico de un gran deber”, como se lee en las dirigidas, respectivamente, a su madre, Leonor Pérez Cabrera, y a su amigo dominicano Federico Henríquez y Carvajal. En la segunda se lee: “Las Antillas libres salvarán la independencia de nuestra América, y el honor ya dudoso y lastimado de la América inglesa, y acaso acelerarán y fijarán el equilibrio del mundo”.

Esa idea, programática, conduce a otra carta suya, la inconclusa que el día antes de morir le escribió al mexicano Manuel Mercado, también amigo suyo y su confidente por excelencia.

A este le dice: “ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber—puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo—de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América”.

Por el peso misional del propósito abrazado, enfatiza: “Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso”. En lo que le queda por hacer se halla la posibilidad de morir en combate, pero su afán es —le ha dicho a Henríquez y Carvajal antes de exponerle el significado que le reconoce a la emancipación de las Antillas— “servir a este único corazón de nuestras repúblicas”. Sabía urgente impedir que los Estados Unidos acumularan fuerzas que usarían contra esta región y contra todo el mundo.

El apoyo hoy de ese país al poder sionista de Israel para que le sirva como la representación más ostensible de su poderío en el Medio Oriente no es un hecho aislado, sino un capítulo más en una trayectoria larga y abominable. Que en ese contexto Israel funja como un poder tiránico en aquella zona, se corresponde con prácticas que Martí vio como representativas de los Estados Unidos.

En la citada carta a Mercado se refiere a las tácticas de esa nación para sus manejos internacionales. Tiene en cuenta el alerta que para él representó, entre 1889 y 1890 —en “aquel invierno de angustia”, como lo llamó en el preámbulo de Versos sencillos—, el Congreso Internacional celebrado en Washington. Los Estados Unidos buscaban sentar bases institucionales para controlar a toda nuestra América.

Atendiendo a señales que viene escrutando de años atrás, analiza el foro y aprecia la trama que la poderosa nación norteamericana teje en función de sus intereses. A Mercado le trasmite información que habla “de un conocido nuestro y de lo que en el Norte se le cuida, como candidato de los Estados Unidos, para cuando el actual Presidente desaparezca, a la Presidencia de México”.

Como se dirige a un hijo de ese país, solo a él se refiera, pero piensa con perspectiva abarcadora. No excluye a Cuba, que aún no se ha independizado y sobre la cual pende un plan estadounidense todavía más tenebroso, como le escribe a Gonzalo de Quesada Aróstegui a propósito del mencionado congreso: apoderarse de ella.

Ya en combate, escribe —fruto de una entrevista con el corresponsal de The New York Herald en Cuba— un mensaje dirigido al pueblo y al gobierno de los Estados Unidos. A tono con su sentido general, el texto contiene lo que debe leerse como advertencia, reto o increpación, no como indicio de confianza: “No es en los Estados Unidos ciertamente donde los hombres osarán buscar sementales para la tiranía”.

Que el periódico —con respecto al cual Martí había expresado aprensiones esenciales— mutilara y tergiversara el mensaje, corroboró las razones de la desconfianza de Martí hacia el diario, que él sabía vocero de las pretensiones imperialistas. Y entre la aparición del texto en el Herald —precisamente el 19 de mayo de 1895, día de la muerte de Martí— y la actualidad, han proliferado rotundas pruebas del modo como los Estados Unidos buscan tener en el mundo representantes locales de sus tiránicos afanes de dominación.

El mapa de la América Latina lo puntean, además de un país criminalmente cercenado, México, otros invadidos o intervenidos de distintas maneras para derrocar gobiernos legítimos o frustrar revoluciones —asesinando incluso a algunos de sus representantes mayores— e imponer o respaldar dictaduras cruentas. El Plan Cóndor no es historia antigua. Al gobierno de Colombia lo respaldan los Estados Unidos para usarlo contra la Venezuela bolivariana.

La Cuba revolucionaria, que luchó heroicamente para librarse de un dictador sanguinario apoyado por la potencia norteña y ahora sublimado por servidores de esta, conoce hasta qué nivel de criminalidad llegan las agresiones y los rejuegos por parte de los Estados Unidos, en orgánica prolongación internacional de su estructura interna.

Tan tempranamente como en 1884, Martí caracterizó al monopolio, institución representativa de la economía y la sociedad estadounidenses, “como un gigante implacable” sentado “a la puerta de todos los pobres”, y añadió: “Todo aquello en que se puede emprender está en manos de corporaciones invencibles”. Sobre esa realidad concluyó: “Este país industrial tiene un tirano industrial”.

Acerca de las consecuencias de tales hechos sostuvo: “Este problema, apuntado aquí de pasada, es uno de aquellos graves y sombríos que acaso en paz no puedan decidirse, y ha de ser decidido aquí donde se plantea, antes tal vez de que termine el siglo”.

No solo no se decidió entonces, sino que se tornaría cada vez más grave, en la medida en que, a partir de 1898 —con la intervención que privó a Cuba de la independencia que había probado merecer y era capaz de alcanzar contra la España colonial—, la nación del Norte propiciara y capitalizara, como ha hecho, el desequilibrio del mundo.

Al calor del Congreso de 1889-1890, Martí hizo observaciones medulares en torno a prácticas de poder con que aquel país sigue medrando hoy. De su rumbo el agudo observador hallaba señales básicas en la prensa, eufórica hasta la desfachatez, que mostraba a una potencia que emergía ufanándose del presunto “mesianismo” con que se aplicaría a dominar el planeta, ambición que mantiene.

En crónica acerca del foro fechada 4 de octubre de 1889, escribió Martí: “Se abre el Mail and Express, el diario vespertino de los republicanos de Nueva York, y se lee: ‘los huéspedes que vienen a seguir nuestra guía; la alianza que hemos solicitado y que vienen a ajustar nuestros huéspedes’”, mientras que el ya mencionado Herald describe de manera descarnada, o cínica, la maniobra publicitaria con que los anfitriones inauguran el foro: “Es un tanto curiosa la idea de echar a andar en ferrocarril, para que vean cómo machacamos el hierro y hacemos zapatos, a veintisiete diplomáticos, y hombres de marca, de países donde no se acaba de nacer”.

El Congreso buscaba imponer un arbitraje comercial que, basado en una falsa reciprocidad —Martí venía denunciándola de años antes—, dejara las riendas del mercado continental en poder de los Estados Unidos. No lo consiguió así entonces esa nación, pero ya empezaba a consolidar la maquinaria montada para lograrlo.

En crónica del 18 de abril de 1890, valiéndose también de lo difundido en la prensa estadounidense, Martí se refiere a valoraciones hechas desde las perspectivas de los partidos que se disputan el poder, lo que puede animar a quienes no comulgan con el secretario de Estado, republicano en ese momento, el corrupto James G. Blaine, artífice del Congreso. De ahí el criterio de que este no ha sido “un triunfo de la diplomática americana”, traducción literal de lo dicho en “el Evening Post de Nueva York, que estudia y sabe”.

Pero Martí señala lo que puede considerarse perspectiva esencial de tales medios y, en general, de la política del país. En el espíritu de lo difundido por quienes ven en el foro un arma útil para los fines imperialistas, el triunfo del Congreso, resume Martí, es “ofrecido a las comarcas agresivas del oeste, y a los manufactureros menesterosos, que quieren atar por la espalda, con lazos políticos, las manos de los pueblos compradores para llenarles los bolsillos indefensos de cotones a medio pintar y jabones de Colgate”.

Ojalá el periódico enemigo de Blaine hubiera acertado al decir no solo que no había habido tal triunfo estadounidense, sino al certificar “la victoria patente y completa del pensamiento hispanoamericano sobre arbitraje, marcadamente opuesto al pensamiento de los Estados Unidos”. Pero quizás tal formulación podía servir incluso para que se desmovilizara el espíritu vigilante que hubiera en nuestra América en defensa de los intereses propios.

Martí, que miraba a lo hondo y en lo hondo veía, sabía que el asunto era mucho más complejo que lo planteado en esos términos. “A lo que se ha de estar no es a la forma de las cosas, sino a su espíritu. Lo real es lo que importa, no lo aparente. En la política, lo real es lo que no se ve”, sostuvo en su crónica, publicada en el número de mayo de 1891 de la Revista Ilustrada de Nueva York, sobre la Conferencia Monetaria de las Repúblicas de América, que en ese año dio continuidad al foro de 1889-1890, y en la cual él, como representante de Uruguay, contribuyó a frenar entonces el plan de validar el dólar como moneda panamericana.

Sabía que el peligro de la dominación estaba en pie y no se debía incurrir ni en ingenuidad ni en descuidos. La maquinaria propagandística de los Estados Unidos funcionaba con engranajes de falsificación y edulcoramiento ante los cuales ninguna prevención sería excesiva. Según crecieran su poderío y su deshonor, la potencia emergente podía aplicar, fuera de sus lindes nacionales también, prácticas similares a las que usaba para manipular la opinión pública en su propio territorio.

Por encima de contradicciones entre los dos partidos que alternaban en el poder —y que Martí vio igualados en las ambiciones y en la corrupción— las fuerzas políticas y económicas interesadas en la preponderancia del gigante que estaba “sentado, como un gigante implacable, a la puerta de todos los pobres”, conservan su pujanza en general, y sus modos de actuar.

Ante eso Martí diagnostica: “se ríen a la callada de la fe que en público profesan”, porque “creen que el sufragio popular, y el pueblo que sufraga, no son corcel de raza buena, que echa abajo de un bote del dorso al jinete imprudente que le oprime, sino gran mula mansa y bellaca que no está bien sino cuando muy cargada y gorda y que deja que el arriero cabalgue a más sobre la carga”.

Se piensa en la extensión de esa realidad ante el cinismo con que, aduciendo que actúan al servicio de la democracia y los derechos humanos, promueven y apoyan cuanto poder dictatorial y corrupto sirve a sus intereses hegemónicos, y llevan a cabo actos genocidas donde se les antoja: larga es la lista. Mientras tanto, buscan manejar la opinión pública mundial como a la de su propia ciudadanía, y no faltan indicios de que lo consiguen.

Si el sentido común no estuviera tan dominado por el poderío mediático del imperio, cabría esperar que la decencia planetaria se pusiera firmemente en guardia frente a todo lo que él apoye, y por lo menos dudase de la legitimidad de los modelos que intente presentar para que sean aceptados como paradigmas. Evidencias sobran para que vea la realidad quien quiera verla.

(Tomado de Cubaperiodistas)

 

Raúl y Díaz-Canel dedicaron ofrendas florales en homenaje a José Martí

También se le rindió homenaje al Apóstol en Dos Ríos, lugar donde derramó su sangre –el 19 de mayo de 1895– el más universal de los cubanos

Eduardo Palomares Calderón

Granma

 

SANTIAGO DE CUBA.- El General de Ejército Raúl Castro Ruz y el Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, dedicaron sendas ofrendas florales en homenaje a José Martí, que fueron depositadas en su mausoleo del cementerio Santa Ifigenia.

En Twitter, el Presidente cubano publicó durante la mañana «Para #JoséMartí el primer pensamiento este 19 de Mayo, 126 años después de su caída en combate y de su testamento político: impedir a tiempo, "con la independencia de Cuba", la expansión del imperio sobre las tierras de América». 

Para quien aquel domingo de 1895 legara un ejemplo de valentía y dignidad que perdurará siempre, se sumaron las flores en igual tributo a nombre del miembro del Buró Político Esteban Lazo Hernández, Presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular y del Consejo de Estado, y del pueblo de Cuba, durante una ceremonia iniciada con una guardia de honor asumida por combatientes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).

Los miembros del Comité Central del Partido, Lázaro Expósito Canto y Beatriz Johnson Urrutia, presidente y vicepresidenta del Consejo de Defensa Provincial, respectivamente, encabezaron, junto a integrantes del secretariado provincial de la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media, la reverencia ante la cripta cubierta por la bandera cubana que guarda los restos del Apóstol.

En tan sagrado lugar y observando las medidas dictadas ante la COVID-19 , los presentes, entre quienes además se encontraban jefes de las FAR y el Ministerio del Interior, y dirigentes de organizaciones de masas, colocaron flores en honores extendidos ante sus respectivos monumentos funerarios a los padres fundadores de la nación: Carlos Manuel de Céspedes, Mariana Grajales y Fidel Castro Ruz.

A DOS RÍOS CON LA IMPRONTA DEL MAESTRO

DOS RÍOS, Granma.– En el sitio sagrado de la Patria que señaliza el lugar donde derramó su sangre –el 19 de mayo de 1895– el más universal de los cubanos, también se le rindió este miércoles sentido homenaje a nuestro Héroe Nacional, José Martí, al conmemorarse el aniversario 126 de su caída en combate.

Una ofrenda floral, en nombre de los jóvenes, fue depositada frente al obelisco de 10 metros de altura erigido en el lugar exacto de la caída en combate del Apóstol, por Federico Hernández Hernández y Francisco Escribano Cruz, presidente y vicepresidente del Consejo de Defensa Provincial en Granma, respectivamente.

En la conmemoración Dilberto González García, primer secretario de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) en la provincia, resaltó el compromiso que entraña para las nuevas generaciones de cubanos mantener vivo el legado del Maestro en la continuidad de todos los procesos emprendidos por los estudiantes y bisoños trabajadores.

Dijo que ser martiano hoy no puede ser una consigna vacía, y mucho menos «cuando los enemigos intentan socavar la unidad del pueblo y enfilan sus cañones contra nuestra sociedad», remarcó.

Durante el acto, también se recordó con versos y canciones al amigo sincero, y se repasaron fragmentos de su obra literaria Abdala, como necesario referente para enfrentar las batallas cotidianas que libra la Revolución en defensa de su soberanía.

En la ocasión, el joven cantautor granmense Reynier Velázquez Álvarez (Teniente Rey) y el consagrado músico y director de la orquesta Original de Manzanillo, Wilfredo (Pachi) Naranjo Verdecia, fueron reconocidos con el Premio Joven Patria, que otorga el Movimiento Juvenil Martiano a propuesta del Buró Nacional de la UJC a quienes realzan con su obra la impronta del Apóstol.

Asimismo, les fue entregado a varios jóvenes destacados el carné que los acredita como militantes de la UJC.

Al acto asistió también Marisol Fuentes, secretaria del Sindicato Nacional de las Comunicaciones, y otras autoridades del Partido y el Gobierno en el municipio de Jiguaní, así como una pequeña representación de estudiantes.

 

En Dos Ríos, un domingo

Martí se hallaba a caballo, con el revólver empuñado, de frente al enemigo, a un lado del monte. Pasó por allí un oficial, Ángel Guardia, que iba a unirse al general Masó, después de haber cumplido una orden de este, y díjole Martí: «¡Joven, vamos a la carga!»

José Miró Argenter

Granma

 

Martí se hallaba a caballo, con el revólver empuñado, de frente al enemigo, a un lado del monte. Pasó por allí un oficial, Ángel Guardia, que iba a unirse al general Masó, después de haber cumplido una orden de este, y díjole Martí: «¡Joven, vamos a la carga!»; y salieron los dos al limpio, al espacio menos intrincado, en medio de la confusión de aquellos momentos. Cayó Martí de dos balazos, uno de ellos mortal; fue herido el caballo que montaba, regalo de José Maceo, y muerto el caballo de Ángel Guardia. Así se desarrolló el drama y se desenlazó, en menos de dos minutos. Los grandes infortunios suelen precipitarse así, súbita y momentáneamente. Cuando Ángel Guardia se unió a la comitiva, lo contó a Gómez y a los que iban a su lado hablando de otras peripecias: «¡General, le dijo con voz entrecortada: han matado al Presidente!». Y refirió los tristes pormenores del suceso.

En estos mismos momentos, el caballo que montó Martí se dirigía hacia el grupo consternado; venía sin el jinete y chorreando sangre. Gómez buscó con prontitud a los más conocedores del campo para arrebatarles el trofeo a los españoles; pero estos, que habían identificado el cadáver de un modo inequívoco, por las manifestaciones de un oficial que conocía a Martí y por varios objetos que le hallaron encima, cartas y documentos, forzaron la marcha de retroceso para que la agresión de Gómez no les cogiera en el camino más peligroso. Jiménez Sandoval, jefe de la columna, dejó un papel a una mujer anciana que halló al paso, en el que escribió, entre signos masónicos, estos dos nombres: Jiménez Sandoval.: –José Martí.:– y le dio este recado verbal: «Dígale a Gómez que si Martí cura se lo devolveré, y si muere le haré un buen entierro». Aunque nada hay ya que tenga interés después de la sorpresa de la catástrofe, es conveniente señalar estos últimos pormenores para que la verdad histórica no sea jamás adulterada. El lugar del desastre se llama Dos Ríos por una razón de fácil inteligencia y la gran desgracia acaeció a la una de la tarde del 19 de mayo de 1895; era domingo.

Así, tal como queda narrado, entre episodios festivos y episodios bélicos, cayó para siempre el egregio cantor de la libertad, entre las flores de la montaña; el panorama de la naturaleza y el rumor del manantial, emblemas de su vida soñadora. 

Fragmentos del libro Crónicas de la guerra.

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