El Presidente cubano Miguel Díaz-Canel entrega la Orden Félix Varela a Gerardo Alfonso Morejón. Foto: Estudios Revolución.


Presidente de Cuba afirma que la Revolución tiene espacio para todos

La Habana, 28 jun (Prensa Latina) El presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, afirmó hoy que dentro de la Revolución existe espacio para todo y todos, excepto para quienes pretenden destruir el proyecto colectivo.

El mandatario expresó esas ideas en el acto de evocación por el aniversario 60 del discurso del líder histórico Fidel Castro, conocido como Palabras a los Intelectuales, que tuvo lugar en la Biblioteca Nacional José Martí, en esta capital.

De acuerdo con la cuenta de Twitter de la Presidencia el jefe de Estado destacó que cuando Fidel Castro aludió a que 'dentro de la Revolución todo', significó que lo único que no estaba en discusión era precisamente el proceso revolucionario.

'No es ella un hecho en disputa. Es el hecho mismo, la razón de ser de aquel encuentro' con los intelectuales y artistas cubanos, precisó.

Palabras a los Intelectuales es considerado un texto esencial, en el cual se proyectó lo que sería la política cultural del país.

El discurso tuvo lugar en la clausura de una serie de encuentros entre artistas e intelectuales y dirigentes de la naciente Revolución, en la Biblioteca Nacional en 1961, los cuales estuvieron encabezados por Fidel Castro, entonces primer ministro.

Asuntos como la libertad de creación, los vínculos de los artistas con las instituciones y las necesidades culturales del país fueron llevados al debate, en el cual se expusieron también las inquietudes del sector artístico.

Dichos intercambios de ideas constituyeron una plataforma para la unidad, así como marcaron el camino de la política cultural cubana.

Fueron además el punto de partida para la naciente Unión de Escritores y Artistas de Cuba, Uneac.

 

“Dentro de la Revolución” sigue existiendo espacio para todo y para todos

Miguel Díaz-Canel Bermúdez

Queridas amigas y amigos:

Ante todo la felicitación a los condecorados, desde la admiración, el respeto y el cariño.

Muchas veces en los últimos tiempos he pensado: quién me iba a decir a mí que tal o más cual cuestión me iba a tocar. Pues casi todas me han tocado y ¡de qué manera! Esta es una de las más desafiantes, sin dudas: pensar, escribir y pronunciar unas palabras en recordación de aquellas trascendentales y polémicas, 60 años después.

Confieso que siempre me ha llamado la atención que, al abordar aquel momento, solo reparemos en el discurso del Comandante en Jefe y de forma fragmentada, cuando de aquella reunión debió y debe decirse más, publicarse más, quizás todo lo que aún pueda ser rescatado, como pedía Roberto Fernández Retamar 40 años después, porque es preciso entender las motivaciones de aquellas Palabras que, como ha dicho Jorge Fornet, fueron, quizás, la primera estocada al sectarismo presente entonces.

Hace unos días, preparando las ideas que quiero compartirles hoy, me fui a la cama después de releer lo que dijo Fidel hace 60 años y otros textos, escritos por algunos de ustedes y por otros intelectuales, hoy ausentes solo físicamente, en ocasión de sucesivos aniversarios de aquel histórico diálogo. Confieso que me entusiasmé ante la proximidad de este encuentro por la confirmación de la vigencia de esas Palabras… Bajo esas emociones, escribí el esbozo de lo que voy a expresarles ahora:

Hace 60 años, en diálogo real y honesto con la intelectualidad artística y literaria, el muy joven líder revolucionario Fidel Castro planteaba las bases fundacionales de lo que a lo largo de estos años ha conformado la política cultural de la Revolución Cubana.

Quien dice aquellas Palabras… es un hombre que aún no ha cumplido los 35 años y ya es aclamado como un héroe en Cuba y en gran parte del mundo. Pero no viene a imponer el peso de su heroísmo, ni siquiera el encanto de su fascinante personalidad.

Todavía hoy impresiona su humildad para reconocer que “nosotros estamos aprendiendo (…) nosotros hemos venido aquí a aprender”. Esa parte de su discurso es una lección de ética y de solidez cultural, de respeto al otro; es una prueba de cómo funciona el diálogo verdadero, con el oído atento a las voces inconformes o disonantes y la palabra dispuesta a responder, pero no para vencer, sino para aprender, aceptar, convencer: sin prepotencia y sin soberbias estériles.

No impone, razona. Es un dirigente abierto a una discusión que los propios intelectuales y artistas no habían logrado resolver entre sí.

Como nos recuerda en el catálogo de la exposición Omar Valiño, Fidel “no elude la cita, a pesar de la complejidad de la esfera artístico-literaria, donde grupos y liderazgos luchaban entre ellos por zonas de poder y entre la cual revoloteaba el fantasma de la concepción estalinista de la cultura”.

Recuerdo haberle escuchado a Eusebio alguna vez, tras las emociones vividas en un día de celebraciones patrias, que Fidel había condenado a Cuba, en el sentido más cariñoso del término, a tener siempre una guía intelectual.

Entiendo que hablaba de la intelectualidad en su acepción más amplia y diversa y no reducida a la artística-literaria. Pero no hay dudas de que pensaba en aquella reunión primera, donde el jefe guerrillero, el líder político, el estratega de todas las horas se revela de manera sencilla, pero firme, ante artistas e intelectuales de reconocida obra, como el intelectual indiscutido que siempre fue.

Por eso se detiene en la libertad formal, en el nexo artista-Revolución, hasta llegar a la necesidad de tener en cuenta también a los que honestamente se declaraban no revolucionarios en aquel momento.

En aquellas palabras fundadoras, que han sido referente de cada acción cultural durante todos estos años y de las que a menudo solo se ha extraído una frase, yo advierto dos líneas fundamentales que confluyen en un mismo fin.

Primero aparece claramente la convocatoria a todos los creadores a llevar el arte al pueblo y, a la vez, la afirmación de que la Revolución garantizaría la mayor libertad de creación.

A mi modo de ver, al referirse con claridad a la más amplia libertad formal, distinguiéndola de la siempre compleja y más sutil libertad de contenido, se está abordando abierta y honestamente, sin cortapisas, el desafío que tienen ante sí las nuevas instituciones culturales frente al hecho artístico dentro de la Revolución.

“Dentro de la Revolución”. Esa formulación, que suelen sacar de contexto y presentar como expresión excluyente a los que leen malintencionadamente las Palabras…, es central e insustituible. “Dentro de la Revolución todo” significa que lo único que no está en discusión es la Revolución. No es ella un hecho en disputa. Es el hecho mismo, la razón de ser de aquel encuentro.

Se ha dicho muchas veces y de mejor manera seguramente, pero nadie puede negar que la Revolución Cubana es el hecho cultural multidimensional total, el que despertará a una nación entera al conocimiento y reconocimiento de sí misma; el que abrirá las compuertas de la poderosa creatividad del ser nacional dondequiera que habite, el que nos dará nuevo rostro y alma nueva para hablar de tú a tú y sin minusvalías con el resto del mundo, ya no solo desde las voces y las obras de la vanguardia artística e intelectual que siempre existió, pero en minoría, sino desde la masa pujante y generosa que aparecería, hasta debajo de las piedras de las lomas, a partir de ese otro hecho cultural indispensable que se deriva de la Revolución y solo de ella, que es la Alfabetización.

Basta con mirarlos a ustedes y admirar sus obras, con recorrer las salas de Bellas Artes, el Ballet Nacional, el cine cubano, el teatro, la literatura, la música. ¿De dónde salieron los nombres que no puedo citar porque la lista sería muy larga de tanto talento que nos enorgullece hoy?

El patrimonio cultural que la Revolución encuentra, magnífico por su originalidad y trascendencia, pero excepcional y disperso, por la falta de respaldo institucional hasta 1959, se multiplicó mil veces como consecuencia de una voluntad política que siempre ha tenido a la Educación y a la Cultura como centro de su acción transformadora.

Sin la Revolución, la deslumbrante cultura cubana de nuestra época no sería. Ni siquiera existiría esa parte de la cultura cubana cuyos creadores un día rompieron con la Revolución por disímiles causas, pero han aportado al patrimonio de la nación obras inseparables del curso revolucionario de nuestra historia.

Creo sinceramente, gracias a varias relecturas y análisis de Palabras… en los últimos años, que la intelectualidad cubana derrotó la idea reduccionista que pretendían imponer los adversarios de la Revolución, encerrando en debates estériles una frase, mientras se desconocía la evolución de esas propias palabras en los hechos, la transformación cultural profunda que se había iniciado con el triunfo mismo de 1959 y se desataría después cada vez con mayor fuerza y alcance.

Pero sería un error confinar las llamadas Palabras a los intelectuales a un momento único, a aquel instante de junio de 1961, retador y trascendente como todo nacimiento, en el que confrontan certezas y dudas los intelectuales y artistas y el líder, intelectual también, de un proceso absolutamente nuevo que deslumbra y asusta, según quienes lo miren.

La reunión de la Biblioteca Nacional tuvo una continuidad en el tiempo que llega a nuestros días. Este acto es parte de ese proceso. Los diálogos sucesivos entre Fidel y una buena parte del Gobierno con la intelectualidad artística del país no se interrumpieron ni en los momentos más inciertos tras el derrumbe del socialismo en Europa del Este y la Unión Soviética. Más bien se afianzaron, dejando para el resumen de los acontecimientos otra frase que se hizo principio: “…la Cultura es lo primero que hay que salvar…”.

Una y otra vez, muchas a lo largo de estos 60 años, volvieron a encontrarse ambas partes para dialogar sobre temas medulares de la política cultural y más, sin limitaciones, sin censura, sin prejuicios. Y se confirmó lo que decía Retamar en el aniversario 55, que el concepto incluía la crítica de la Revolución, dentro de la Revolución. Más de una fractura se evitó con esos diálogos. Y más de una se produjo cuando se subestimó su importancia.

Si se siguen las huellas de esos sucesivos diálogos, se verá el impacto que dejaron en la sociedad cubana y no solo en sus ámbitos culturales.

El nacimiento de la UNEAC en agosto de ese mismo año, que al decir de la doctora Graziella Pogolotti “habría de ser un espacio de convergencia para la diversidad de credos estéticos”, es quizás el hecho cultural inmediato más sobresaliente.

Pero no es posible encontrar en las siguientes décadas del devenir de la Revolución Cubana, transformaciones sustanciales, giros y correcciones políticas en las que no haya participado activamente la intelectualidad artística, con propuestas osadas, alertas y señalamientos adelantados. Fidel, desde el Partido y el Gobierno, mantuvo viva y actuante la interacción con los creadores, garantizando su participación, que equivale a decir su compromiso con la vida del país en todos sus ámbitos.

Nada ha escapado a la contribución de la vanguardia: desde la calidad de la enseñanza, el funcionamiento de las instituciones culturales o la economía de la cultura, el peso de la burocracia, la tecnocracia y la mediocridad, hasta los vacíos y los olvidos que podrían poner en riesgo el destino de la nación cubana, como la reemergencia de fenómenos tan nocivos como la prostitución, la corrupción o el racismo, que ingenuamente creíamos superados con las leyes revolucionarias.

Siento que hoy nos debemos una relectura responsable y comprometida de los debates que desde 1961 caracterizaron la relación del Gobierno con sus intelectuales y artistas, preguntándonos cuántos de los problemas señalados a lo largo de estos años se han resuelto o permanecen entorpeciendo la salud del proceso social en curso.

Todos estamos de acuerdo en que el mundo vive un cambio de época dramático, bajo la guía de entes tan despiadados y enajenantes como el mercado neoliberal, a cuyo ciego rumbo se subordinan lo mismo el progreso tecnológico que la inteligencia humana.

¿Hasta qué punto somos conscientes del impacto de esos cambios en una sociedad singular como la cubana, empeñada en conquistar, junto con la mayor cuota de justicia posible, la emancipación definitiva de sus ciudadanos?

¿Cuál sería el papel del arte y de los artistas para seguir siendo revolucionarios en un contexto universal que parece moverse siempre en sentido contrario?

¿Qué hace, qué busca, qué crea, qué deja como legado un artista revolucionario en la veloz era digital y las procelosas, turbias, confusas tendencias que imponen, con sus algoritmos engañosos, las neurotizantes redes que mi amigo Frei Betto se niega a llamar “sociales” por todo cuanto atentan contra cualquier tipo de armonía social?

A esas preocupaciones de carácter más universal habría que sumar las interrogantes internas. Y entre todas, la fundamental: ¿Cómo sostenemos la Cultura y su vasto esquema de instituciones, estructuras, producciones, en las condiciones actuales?

¿Cómo perfeccionamos las vías y métodos para que pueda apreciarse el arte desde las escuelas y las familias?

¿Qué entendemos hoy por unidad, continuidad, sostenibilidad, prosperidad? ¿Qué por libertad, soberanía, antimperialismo, anticolonialismo, emancipación? ¿Cuánto puede aportar la intelectualidad artística y literaria al propósito impostergable de dar contenido y belleza, sustancia y atractivo a todos esos conceptos, libres del lastre panfletario?

¿De qué modos nuevos contamos lo cotidiano: el sacrificio, la resistencia, la creatividad?

¿Cómo enfrentamos la guerra cultural de símbolos y esencias que precede, como los bombardeos de ablandamiento, a las invasiones reales?

Hoy estamos, como hace 60 años, hablando de arte y de cultura, de creadores y artistas, de obras y de públicos, mientras el mundo arde afuera. Qué seguridad, qué confianza, qué coincidencias nos juntan para conmemorar Palabras que algunos, alguna vez y todavía, quisieron malinterpretar como la negación de la libertad que en realidad habría.

En medio de una pandemia cuyas consecuencias multidimensionales, psicológicas y económicas aún no alcanzamos a medir, el Gobierno ha cuidado particularmente a la Cultura, a los artistas e intelectuales, destinando fondos y recursos al sostenimiento de quienes a su vez alimentan la espiritualidad que nos salva de una cuota importante de angustias.

Para que se tenga una idea, y no se asusten, que no los voy a atormentar con números: el Presupuesto del Estado, sin afectar los recursos asignados a la Cultura, ha destinado 620 millones de pesos para el financiamiento a artistas no subvencionados, beneficiando con ello a 10 457 músicos y artistas escénicos y a 3 222 personas que ejercen como personal de apoyo de la producción artística y en la asistencia técnica. Estamos hablando de sostener la economía del (segmento) sistema empresarial de la Cultura, que es el que aporta a la economía nacional en condiciones normales.

No se esperó la demanda de los artistas. Se pensó en todos y en sus necesidades fundamentales en un contexto plagado de incertidumbres y malas noticias económicas globales que mantienen en suspenso los magros ingresos de una nación pobre y bloqueada. No traigo esos números aquí para que conste un apoyo que nos sentimos en el deber de dar y nos entusiasma poder dar. De algún modo estamos rindiendo cuentas. Con el cuerpo herido de dolencias y escaseces, Cuba no olvidó a sus artistas.

Eso no tiene otro nombre que Continuidad. Aquel diálogo de 1961 está vivo, aunque en más de un momento en estos años lo hayamos descuidado, pospuesto, malentendido y puede que hasta maltratado.

Como dirigentes del Partido único de la nación cubana y de un Gobierno que debe enfrentar cotidianamente un cerco económico y financiero brutal, en tiempos inciertos en los que ni los que más recursos poseen se sienten seguros, hemos apostado a la resistencia creativa. Luchamos todos los días contra el inmovilismo, la parálisis y los posibles retrocesos.

Hemos apostado a la innovación, a la ciencia, al talento y a la disposición del pueblo para enfrentar los múltiples desafíos que entraña avanzar rompiendo monte en cueros, como los cimarrones, como los mambises, como los rebeldes.

Leo todos los días algún post o análisis pidiéndonos liberar las fuerzas productivas, ¿en serio creen que nos interesa atarlas, contenerlas, o frenarlas? ¿Cuál es la fórmula mágica por la que creen que podemos, con un decreto presidencial, hacer que todo funcione y broten bienes y productos del cuerno de la abundancia?

Los invito a que mediten. Creo que es hora de actualizar y de refundar, en el espíritu liberador de aquellas Palabras a los intelectuales que Fidel pronunció para entonces y vuelven para provocar nuestros análisis, 60 años después.

Hay muchos testimonios de hechos en nuestra historia cultural que da placer revisitar para aprender del pasado; para que las experiencias negativas no se repitan y tampoco se eternicen en la memoria con efecto paralizador; para que las positivas se sistematicen; para que los miedos infundados no se tornen creíbles; para que los oportunistas y mediocres no tengan jamás poder sobre la creación; para que los mercenarios no desprestigien nuestro abanico cultural; para que la crítica se haga desde lo artístico y lo profesional y no desde las apreciaciones externas, que suelen ser estériles y producir reacciones contrarias; para que la Revolución que se hizo por la justicia y la  libertad no dé pie a confusiones que las nieguen.

En cuanto a los jóvenes verdaderamente motivados por la creación artística, tengo claro que, como todos los jóvenes de todas las épocas, son rebeldes o no son jóvenes, entonces, la responsabilidad de su formación para discernir e identificar la causa justa es nuestra, con respeto y sin condicionamientos, como ha sido la política cultural de la Revolución.

Cuando las personas de formaciones diversas, cuando los artistas se unen y trabajan para la comunidad, están trabajando por el país y por el futuro. Están transformando el ocio estéril, la apatía, la desmotivación en participación, en esperanza, en valores. Están haciendo la Revolución más útil: la que provee de herramientas espirituales al ser humano para que sea cada vez mejor.

A ustedes no tengo que decirles lo que saben, pero nunca sobra reiterar, para que nadie crea que lo subestimamos: el enemigo histórico de la nación cubana cambia de trajes, pero no de propósitos. Sigue siendo el mismo, a pesar de los afeites y maquillajes de la nueva época.

Su apuesta se afinca en el lógico agotamiento que podrían significar, que significan 62 años de resistencia. Y como no ha logrado jamás horadar el muro infranqueable de la sólida cultura e identidad nacional, opta por la vulgaridad y la banalidad que el mercado de la pseudocultura pretende imponer desde esos espacios que dejamos vacíos, confiados en que la masificación de la educación y la cultura iban a resolver espontáneamente un acumulado histórico de desigualdades de siglos que no se curan ni en seis décadas de Revolución.

Somos responsables también de nuestros índices de marginalidad, por eso no puede cejar la querella abierta por Fidel contra la incultura, desde aquellas Palabras... Instrucción no es sinónimo de cultura, ni siquiera lo es de civismo y cortesía; desde las carencias ya habituales hay que seguir apostando a la decencia y a la riqueza que aporta al ser humano la cultura artística, sin cansarnos.

No somos ingenuos. Está demasiado claro que nuestros adversarios tratan, por todas las vías, de provocar un estallido social y han escogido para inducir provocaciones un momento especialmente difícil para el país por los daños acumulados debido al reforzamiento criminal del bloqueo y el desgaste generado por el largo e intenso período de pandemia, asociado a los brotes y rebrotes de la COVID-19.

Y aquí me permito darles otros números, con perdón de los que los detestan. Para empujar un país, parafraseando a Barnet, hay que leer muchos números y hacer arte con ellos, el arte de hacerlos rendir más allá de las posibilidades reales. Entonces, perdónenme los números que no puedo dejar de darles hoy:

Como resultado del bloqueo y la pandemia hemos visto reducidos a niveles mínimos los ingresos en divisas. En el año 2020 se ingresaron 2 413 millones de dólares menos que en 2019, y en el primer semestre de 2021, 481 millones de dólares menos que en el primer semestre de 2020. En lo que va de este año se han importado 655 millones de dólares en alimentos que no alcanzan para satisfacer la demanda. La COVID-19 ha obligado a utilizar para su enfrentamiento más de 300 millones de dólares, que pudieron haberse destinado a la producción e importación de otros medicamentos. Tan solo en 2021 el Presupuesto del Estado ha asumido más de 4 300 millones de pesos para el enfrentamiento a la pandemia, de ellos, 596 millones de pesos en garantías salariales; 574 millones en salarios; 1 181 millones de pesos en medicamentos y 246 millones de pesos en alimentos.

Ustedes y yo sabemos que a los adversarios más frontales de la Revolución Cubana y a sus asalariados que se victimizan mientras atacan todo cuanto intentamos hacer, a ninguno de ellos le importa la salud del pueblo ni la alimentación del pueblo, como no les importa el diálogo con nadie ni entre nadie. Derrocar a la Revolución sigue siendo el gran objetivo. Se han empeñado en deslegitimar nuestra soberanía y devolvernos a los tiempos de vergonzosa subordinación imperial, cuando los embajadores norteamericanos dictaban las agendas del gobierno nacional y hasta nos contaban a su manera la historia de Cuba.

Preservar, bajo el peor de los ataques, la independencia y la soberanía nacional seguirá siendo la primera prioridad para quien se sienta revolucionario y patriota, aunque esas palabras en ciertos círculos se consideren obsoletas.

Obsoleta es la dependencia, obsoleta es la humillación al poderoso. De todas las libertades, la más preciada es la que nos libera a todos los que compartimos un sentimiento, la que nos inflama de orgullo ante el triunfo de un compatriota, la bandera que se iza y el himno que se entona.

No vamos a regalar la Revolución ni sus espacios. Debemos y podemos gestionarlos mejor, aprendiendo más de todo y de todos. Mientras mayor calificación y experticia tengan las personas que lideran los espacios culturales, se apreciarán las obras con mayor rigor y justicia.

Creemos firmemente que la obra de arte tiene no solo el derecho sino la misión de ser provocadora, arriesgada, desafiante, cuestionadora, también enaltecedora y emancipadora. Someterla a la censura subjetiva y cobarde es un acto de lesa cultura. La libertad de expresión en la Revolución sigue teniendo como límite el derecho de la Revolución a existir.

Tengo muchas más preocupaciones y sobre todo ideas y demandas que compartirles, pero no en un discurso conmemorativo, sino en el diálogo vivo, que no ha cesado ni cesará. No solo mantenemos reuniones periódicas con un grupo de ustedes para dar seguimiento al Congreso de la UNEAC.

Semanalmente, en espacios diferentes, compartimos ideas y proyectos con prestigiosos intelectuales y artistas, a los que agradezco valiosos aportes al análisis de algunos de los temas más complejos y desafiantes de la realidad actual, en el empeño de construir consensos y articular acciones.

Nuestra generación es depositaria de un legado y se debe al pueblo que optó por el socialismo como destino definitivo, apenas unos días antes de aquellas históricas jornadas de debate cultural que concluyeron con las Palabras a los intelectuales.

Me honra ratificarles hoy que “Dentro de la Revolución” sigue existiendo espacio para todo y para todos, excepto para quienes pretenden destruir el proyecto colectivo. Así como Martí excluyó de la Cuba con todos y para el bien de todos a los anexionistas y en sus Palabras en 1961 Fidel separó a los incorregiblemente contrarrevolucionarios, en la Cuba de 2021 no hay cabida para los anexionistas de siempre ni para los mercenarios del momento.

Queridas amigas y amigos:

Hoy he hecho muchas preguntas y estoy seguro de que ustedes tienen muchas más que devolverme. Juntos nos toca dar respuestas a todas para seguir sosteniendo en el tiempo las Palabras que nos guían.

Concluyo al estilo de poetas que respeto y aprecio mucho: “(…) No lo van a impedir ni ausentes millonarios ni arribistas, ni aspirantes al hacha del verdugo (…)” ¡El futuro no comienza con un hachazo! Los “convido a creerme cuando digo futuro”.

¡Viva la cultura cubana!

¡Viva Cuba libre!

Y reitero con convicción eterna: ¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

(Ovación)

 

“Creo que no te entiendo” o cómo hablar de Palabras a los intelectuales, 60 años después

Dinella García Acosta, Abel Padrón Padilla

Cubadebate

Llegamos tarde. Helmo Hernández está sentado en una silla apartada con su perro, Telémaco, enganchado a la mano. El perro nos ladra, alguien se acerca a su dueño. Helmo está sentado con los pies al frente, en chancletas. De fondo, la vista del Vedado desde la Fundación Ludwig, que el historiador de arte preside hace más de 20 años. Nos pide que esperemos. Se pone a escuchar algo en el móvil. Puede ser que Helmo nos esté haciendo pagar por llegar tarde. Y es justo. El perro, que no paraba de ladrarnos, se calla y se acuesta. Helmo dirige su vista a un lado, a esa imagen nada terrenal que tiene a unos metros y escucha. Cuando termina, mira algo en el móvil. Una hora antes nos había dejado en visto en WhatsApp y pensamos, ingenuamente, que no le gustaban los móviles. Pero, no, no era eso. Y tampoco estaba molesto porque llegáramos tarde.

Cuando acaba nos pide que nos sentemos para la entrevista con una mesa de por medio. “Tengo alma de profesor”, dice. Hoy hemos venido a hablar de Palabras a los intelectuales, un tema sobre el cual, Helmo, ensayista e investigador, ha conversado en innumerables ocasiones y tiene su conferencia preparada. De entrada, pide que le lean las preguntas. El profesor no quiere ser interrumpido cuando comience a hablar. Las “dudas” al final.

Pero hay una que debe aclarar antes que todo. ¿Qué pasa con la política cultural de la Revolución hoy? ¿Quiénes son los encargados de darle ese contenido que los tiempos actuales exigen?

“Yo no puedo decir que la política cultural de la Revolución se estableció en Palabras... porque eso no es verdad. La política cultural de la Revolución es un constructo. Las políticas son una construcción permanente que no ha parado. ¿Qué fue ese discurso? La creación de un consenso entre Fidel y los intelectuales. Desde el punto de vista de Fidel, sí.

“¿Y por qué tenemos que revisitarlo constantemente? Porque tenemos que aprender a seguir construyendo consensos. ¿O es que nos creemos que en la Cuba actual no hay consensos que construir? ¿No hay diversidad de pensamientos? ¿No tendríamos que encontrar los caminos de encuentro permanentemente? De eso se trata, hay que revisitar Palabras... para saber encontrar y meternos por los caminos del encuentro. No porque yo crea que ahí se estableció una política cultural para siempre, porque esa no es la verdad”.

Dice Helmo que hace unos días, cuando se conoció la noticia del 92.28% de eficacia del candidato vacunal Abdala, él volvió a sentir que tenía 20 años. “Yo estaba eufórico, pero veía que los jóvenes a mi alrededor no estaban como yo.

“Lo peor del subdesarrollo y del colonialismo es lo que nos hacen con la cabeza, es cómo nos muelen la capacidad de soñar y pensar, es lo que sucede cuando muchos de los paradigmas de los jóvenes están en otro lado. ¿Cómo los puedo convencer, si efectivamente nuestro mal trabajo ha hecho todo lo posible por convencerlos de eso? Eso no es culpa de ellos. Nosotros somos responsables de eso. Cuando los jóvenes fueron al 27N, al día siguiente había quien decía: ´pero yo no entiendo, tanto que trabajamos nosotros´. Pero yo decía: ´estoy muy triste porque yo sé que el único culpable soy yo´.

“Porque yo lo único que puedo arreglar es lo que hago yo y algo hice mal. No hice lo suficiente, lo que los llevó a tomar un camino que no era el que yo quería que tomaran. No todo el mundo ahí era de la CIA. ¿Por qué me ganaron los agentes de la CIA? La única culpa es mía. Primero me mejoro yo, y después vamos a ver qué hacemos con los demás”.

¿Volver a Palabras… 60 años después?

Antes de hablar sobre el documental PM (pasado meridiano), que daría lugar a las reuniones y a Palabras a los intelectuales, Helmo quiere hacer alusión a una producción que se estrenó poco antes. “Asamblea General, un documental de Tomás Gutiérrez Alea (Titón) sobre la primera Declaración de La Habana en la Plaza de la Revolución, que muestra el nacimiento de ese pueblo, que es una sumatoria de individuos que cuando se unen para construir la figura de pueblo cobra otra cualidad porque está actuando y decidiendo conscientemente.

“En ocasiones me han dicho: ´la gente que aparece en PM puede ser mucha de la que estaba en la Plaza ese día´. Es cierto, pero la diferencia entre ser individuo y pueblo, que fue quien se enfrentó a los mercenarios en Girón, es muy notable”.

PM es un documental de Orlando Jiménez y Sabá Cabrera Infante, con la colaboración de Néstor Almendros, “donde un grupo de personas llegan de noche a los bares de Casa Blanca. ¿Qué muestra PM? Una zona de la población habanera que efectivamente estaba ausente de nuestra producción de la época, de sectores empobrecidos de la ciudad que no habían tomado parte en la lucha revolucionaria directamente. No teníamos por qué entender que no eran parte de la Revolución. No había que transformarlos ni reeducarlos, eran parte”.

Se exhibió en el canal del periódico Revolución, Lunes en TV, pero la comisión creada en el Icaic, responsable de la divulgación cinematográfica en Cuba para determinar qué se exhibía y qué no en sus circuitos, determinó no exhibirlo.

“La gente del periódico Revolución asumió que era porque a partir de ese momento, debido al poder que los sectores del Partido Socialista Popular (PSP) estaban adquiriendo dentro del nuevo Gobierno Revolucionario, se iba a implementar una especie de política estalinista con respecto a la cultura. Iba a empezar la censura y un nuevo lenguaje: el realismo socialista. Eso es lo que asumieron ellos. La verdad es que lo que se estaba discutiendo eran las cuotas de poder que le correspondían a cada cual, qué cuota al Icaic, cuál al periódico Revolución, cuál al Directorio Revolucionario”.

¿Cómo se llegó ahí?

Para Helmo todo parte de la radicalización de la Revolución, “en la medida que fuimos recibiendo agresiones del imperialismo norteamericano. En 1961 ya se habían dado demasiadas agresiones y sabotajes. Coubre, guerras en el Escambray, estaba andando la monstruosa Operación Peter Pan y, sobre todo, había ocurrido la invasión de Girón.

“Girón fue significativo no solo para los cubanos, no solo para América Latina donde ocurría eso por primera vez, sino para el mundo. Por primera vez el imperialismo norteamericano había sido derrotado en menos de 72 horas en un paísito pequeño donde todos decidieron defender la dignidad y la soberanía nacional.

En ese momento yo me estoy preparando para alfabetizar. La experiencia más intelectual de mi vida. Yo aprendí lo que era la cultura en la Campaña de Alfabetización cuando me di cuenta cuán diferente era el resto de Cuba y los lugares que yo visitaba de mi vida cotidiana, cuando entendí que la cultura era más que el arte y la literatura. Era un modo de vida, de pensar. Cuba, en general, también empezó a aprenderlo con la llegada de los campesinos a La Habana”.

Cuando Virgilio Piñeira dijo que “tenía miedo”

Las grabaciones de las reuniones de Fidel con los intelectuales “fueron lamentablemente secuestradas y publicadas parcialmente en la revista Encuentro de la Cultura Cubana. Por eso, hasta el día de hoy todavía hay mucha gente que sigue diciendo que Virgilio se paró a decir que tenía miedo. Cosa que es una mentira. Virgilio dijo algo totalmente diferente. No tenía miedo. No creo que Virgilio fuera una persona que tuviera miedo a nada”.

Helmo quiere enfatizar que “cuando se produjo la reunión, la obra fundacional, en términos culturales, de la Revolución ya estaba hecha. Una vez pasado Girón, a un mes de la creación de la Uneac y creadas las escuelas para instructores de arte, Fidel decide que es el momento de crear un consenso. Es algo que él dijo allí y casi nunca se cita: ´yo vengo a aprender a esta reunión. Yo ni siquiera he visto la película. Yo vendo a aprender con ustedes porque nosotros no tuvimos nuestra reunión previa como otras revoluciones con los intelectuales. Esta es la primera vez que nos reunimos´.

“La razón de esas reuniones y de Palabras... es establecer las bases sobre las cuales se iba a construir en aquel momento, 1961, el consenso necesario entre los dirigentes de la Revolución, la institucionalidad revolucionaria y los intelectuales. Cuando digo en aquel momento es porque cada vez que Fidel se ha reunido con los intelectuales ha reconstruido ese consenso de manera diferente. No traiciona ni dice mentira, ese consenso crece cualitativamente porque la complejidad de los problemas crece, los problemas son otros y exigen nuevos compromisos”.

Este hecho nunca se menciona

“La Revolución debe tener la aspiración de que no solo marchen junto a ella todos los revolucionarios, todos los artistas e intelectuales revolucionarios (…) la Revolución debe aspirar a que todo el que tenga dudas se convierta en revolucionario (…) la Revolución nunca debe renunciar a contar con la mayoría del pueblo, a contar no solo con los revolucionarios, sino con todos los ciudadanos honestos, que aunque no sean revolucionarios —es decir, que no tengan una actitud revolucionaria ante la vida—, estén con ella”.

Fidel en Palabras a los intelectuales

Al hablar de una de las frases más polémicas de aquel discurso, el presidente de la Fundación Ludwig dice que “tratan de resumir ese compromiso que Fidel planteó en la frase: ´dentro de la Revolución todo y contra la Revolución nada´. La Revolución tiene un primer derecho: el derecho a existir. Si nos hemos jugado la vida hasta aquí tenemos ese derecho”.

Helmo menciona uno de los momentos “menos citados de ese discurso: ´la Revolución solo debe renunciar a aquellos que sean incorregiblemente reaccionarios, que sean incorregiblemente contrarrevolucionarios´.

“Dicha esta frase por Fidel, inmediatamente les dice: ´pero óiganme bien, la Revolución se hace por el pueblo´. ¿Cuál pueblo? Básicamente el mismo que había definido en La historia me absolverá. Si voy a definir al pueblo, es quienes me acompañan en esta batalla”.

El historiador recuerda, en especial, una petición. “Después Fidel les pide una sola cosa a los artistas: ´la Revolución tiene que darle un espacio a cada uno de ustedes. Les pido que me ayuden con los millones de integrantes de ese pueblo que no han tenido el acceso a la educación y el arte que han tenido todos ustedes, precisamente para que el diálogo entre ustedes y esa gente sea más fluido´.

“¿Cuál fue la respuesta de los intelectuales a ese compromiso? Ese compromiso todavía está pendiente y de eso muy poquitos se acuerdan. Esa es la razón por la que yo me fui cuando terminé mi carrera, a finales de los 60, a trabajar seis años en el Escambray con la doctora Pogolotti, haciendo un proyecto de desarrollo cultural. Me fui tratando de responder al compromiso con Fidel y la cultura en la que yo vivía. Este hecho nunca se menciona”.

El día que nadie proteste nos chivaron

Para Helmo, Cuba nunca ha vivido un momento tan complejo como el que está viviendo actualmente. Hablamos del ordenamiento, de colas, de hoteles construidos en el malecón habanero, del dólar. Dice que todos los días uno tiene que lidiar con torpezas y que todos los días uno es torpe.

Al presidente de la Fundación Ludwig se le había olvidado que habíamos quedado para una entrevista. No era que estaba molesto porque llegamos tarde. Cuando termina de “hacer historia”, pasamos a hablar de actualidad, de cómo está esperando que pase la pandemia para continuar con las actividades de la Fundación, un espacio fundado en 1995 para impulsar a los artistas cubanos contemporáneos.

- ¿Cuán difícil es construir consensos?

“En este momento nos cuesta cada vez más construir los consensos. Gran parte de la responsabilidad la tienen el mal trabajo político-ideológico y nuestros medios, que deberían ayudarnos más en la construcción de esa realidad compleja. Yo quiero conocer a los héroes nuevos. Los jóvenes necesitan héroes. Si los médicos son los héroes yo los quiero ver todos los días, con sus contradicciones y sus logros. Yo quiero oír a la gente de tu edad y saber qué piensan, incluso hasta cuando disienten y no piensan igual que yo.

“Para encontrar la verdad hay que entender que las verdades son complejas y contradictorias. Nosotros los revolucionarios estamos obligados constantemente a revelarla. Esa es nuestra gran arma de triunfo. El enemigo está obligado a simplificar la verdad porque no tienen la razón. La razón la tenemos nosotros. Vamos a revelar la complejidad de las verdades. Es lo que no hacemos cotidianamente”.

- ¿Políticas culturales de la Revolución hoy?

“La realidad en Cuba se ha vuelto mucho más compleja. El mundo ha dado un cambio tecnológico brutal. Yo he tenido que aprender de la gente joven con un teléfono delante. Me toca a mí construir el consenso, convencerte que yo soy más interesante que el celular, o yo puedo caer en la tentación de hablar contigo a través del celular.

“Yo no conozco a un pueblo que sea más político que el pueblo cubano. Todos los cubanos en las colas, en todas partes, se están expresando políticamente, me guste o no. El día que vamos a perder es el día que nos deje de interesar la política, el día que tú oigas que los cubanos no protestan, que nadie dice nada. Ese día nos chivaron porque nos neutralizaron”.

A Helmo le gustaría que en vez de hablar sobre la diferencia entre arte y política, se hiciera sobre las dificultades del diálogo entre arte y funcionarios. “La verdadera poesía y Política, con mayúsculas, son mucho más complejas de encontrarse, pero a esas honduras muy pocas veces vamos. Y en esas honduras es donde está Fidel Castro el día de Palabras a los intelectuales. Por eso hay que volver.

“Construir ahora los consensos pasa también por entender los cambios operados por razones tecnológicas en nuestras realidades, donde todo se hace más difícil. Son varias generaciones coexistiendo y no todos entienden de igual manera los términos en que se expresa la verdad o los términos en que se plantean los problemas”.

Al final de la entrevista, Helmo pregunta si nos ha parecido una persona demasiado apasionada. Y lo ha sido. No solo por los pequeños golpes con la pluma en la mesa y los gestos cuando se emociona. Sus palabras son las de un joven que tiene 20 años y acaba de ver a Fidel bajar de la Sierra. “Las cosas que no me apasionan, me parecen muy tristes.

“Yo soy muy fidelista. Es probable que el día más triste de mi vida haya sido el día en que él se enfermó y dijo que no iba a trabajar más. Mi vida pudo haber sido cualquier cosa, pero yo conocí la gloria, la pude tocar porque me tocó ser contemporáneo de Fidel”.

- ¿Qué pasa ahora que no está Fidel?

“Pero estas tú. Estoy yo. Está él. Yo sé que no es lo mismo, pero a uno no se le puede olvidar eso nunca. Ahora es tu responsabilidad”.

- ¿Y si nos destruimos?

“Fidel dijo que había una sola manera de destruir la Revolución, nosotros mismos, haciendo las cosas mal. Pero si mi vida es esa Revolución, también te tendría que decir que yo estaré muerto cuando la Revolución se destruya”.

A Helmo le entra una llamada y el reloj inteligente que lleva en la mano se activa. Se escucha la voz de una mujer robotizada: “Creo que no te entiendo”. Dice Helmo que esto lo hace a menudo, y él no puede más que reír. Va andando por ahí y el reloj le dice que no lo entiende. “Los cambios operados por razones tecnológicas en nuestras realidades”, como los llama él, haciéndose entender con la old school. ¿Seguimos hablando de consensos?

 

Aquel diálogo de 1961 está vivo

Alina Perera Robbio - Cubadebate

Hay un hilo intacto que va desde aquel vivo diálogo entre Fidel y los intelectuales en la Biblioteca Nacional de Cuba –donde el primero pronunció las Palabras que ya cumplirán sesenta años este 30 de junio-, y el momento actual del país, el cual fue definido en la tarde de este lunes por el Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista, y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, de este modo: “es hora de actualizar y de refundar”.

En el mismo recinto donde el Primer Ministro del Gobierno Revolucionario, el Fidel que no había cumplido sus 35 años, compartió sus ideas a modo de conclusión de las reuniones con los intelectuales cubanos -efectuadas los días 16, 23 y 30 de junio de 1961-, el Presidente Díaz-Canel expresó que “no vamos a regalar la Revolución ni sus espacios. Debemos y podemos gestionarlos mejor, aprendiendo más de todo y de todos”.

En una intervención diáfana, firme, unitaria, emotiva, transida de argumentos y de preguntas que invitan al análisis, el Primer Secretario del Comité Central del Partido dijo a los presentes: “Creemos firmemente que la obra de arte tiene no sólo el derecho sino la misión de ser provocadora, arriesgada, desafiante, cuestionadora, pero enaltecedora y emancipadora. Someterla a la censura subjetiva y cobarde es un acto de lesa cultura. La libertad de expresión en la Revolución sigue teniendo como límite el derecho de la Revolución a existir”.

Sus reflexiones, como parte del acto oficial por el aniversario 60 de Palabras a los intelectuales, tocaron un asunto medular, de definición ante el suceso humano, transformador e inacabado que significa la Obra iniciada en Enero de 1959: “Me honra ratificarles hoy –resaltó Díaz-Canel Bermúdez ante un grupo de destacados intelectuales- que dentro de la Revolución sigue existiendo espacio para todo y para todos, excepto para quienes pretenden destruir el proyecto colectivo.

“Así como Martí excluyó de la Cuba con todos y para el bien de todos, a los anexionistas y en sus Palabras en 1961, Fidel separó a los incorregiblemente contrarrevolucionarios, en la Cuba de 2021 no hay cabida para los anexionistas de siempre ni para los mercenarios del momento”.

Este lunes también se produjo un histórico encuentro entre la máxima dirección del país y parte de su vanguardia creadora, porque, ¿acaso muchos de los desafíos planteados por el guerrillero Fidel el 30 de junio de 1961 forman parte del pasado perfecto? Desde luego que no: porque nos sigue preocupando “la Revolución misma” –palabras textuales de la intervención del líder histórico. Y cómo él, cualquier cubano de bien puede y debe preguntarse:

“¿Es que nosotros creemos que hemos ganado ya todas las batallas revolucionarias? ¿Es que nosotros creemos que la Revolución no tiene enemigos? ¿Es que nosotros creemos que la Revolución no tiene peligros?”.

Todavía son cardinales los conceptos enunciados por el joven rebelde, de que la Revolución “tiene también sus derechos; y el primer derecho de la Revolución es el derecho a existir”; de que esa misma Revolución debe acoger a todos los que, sean más o menos transgresores, no le nieguen su derecho a existir; de que la Revolución no puede pretender asfixiar el arte o la cultura; y de que su vanguardia artístico-literaria tiene como meta esencial ascender al corazón del pueblo.

Marcado por ese mismo espíritu de transparencia y de emancipación, el Presidente cubano recordó que “hace 60 años, en diálogo real y honesto con la intelectualidad artística y literaria, el muy joven líder revolucionario Fidel Castro, plantaba las bases fundacionales de lo que a lo largo de estos años ha ido conformando la política cultural de la Revolución cubana”.

El mandatario elogió el estilo del joven rebelde, su discurso que es “una lección de ética y de solidez cultural, de respeto al otro; es una prueba de cómo funciona el diálogo verdadero, con el oído atento a las voces inconformes o disonantes y la palabra dispuesta a responder, pero no para vencer, sino para aprender, aceptar, convencer; sin prepotencia, sin soberbias estériles”.

“Dentro de la Revolución”, subrayó Díaz-Canel esas palabras pronunciadas por Fidel sesenta años atrás, para luego afirmar que “esa formulación, que suelen sacar de contexto y presentar como expresión excluyente los que leen malintencionadamente las Palabras…, es central e insustituible. Dentro de la Revolución todo, significa que lo único que no está en discusión es la Revolución. No es ella un hecho en disputa. Es el hecho mismo, la razón de ser de aquel encuentro”.

Rearmar al pueblo en lo material y en lo espiritual ha estado entre las motivaciones que dan sentido a todas las transformaciones vividas desde 1959; y las ondas expansivas de la gran explosión que parieron las montañas, esas que llegan hasta hoy, han tocado a cada hijo del país desde una obra que desborda cotos cerrados, o creaciones de élite, que ha llegado a pupitres y a los sucesos más comunes.

“Sin la Revolución –razonó el Primer Secretario del Comité Central del Partido en referencia a cómo cada decisión tomada en la línea del tiempo abrió los portones a la realización de muchos-, la deslumbrante cultura cubana de nuestra época no sería. Ni siquiera existiría esa parte de la cultura cubana cuyos creadores un día rompieron con la Revolución por disímiles causas, pero han aportado al patrimonio de la nación obras inseparables del curso revolucionario de nuestra Historia”.

En otro momento de su intervención el dignatario dijo: “Siento que hoy nos debemos una relectura responsable y comprometida de los debates que desde 1961, caracterizaron la relación del Gobierno con sus intelectuales y artistas, preguntándonos cuántos de los problemas señalados a lo largo de estos años, se han resuelto o permanecen entorpeciendo la salud del proceso social en curso”.

Preguntas trascendentales hizo el Presidente cubano desde la Biblioteca Nacional de Cuba: “¿Cuál sería el papel del Arte y de los artistas para seguir siendo revolucionarios en un contexto universal que parece moverse siempre en sentido contrario? (…) ¿Qué hace, qué busca, qué crea, qué deja como legado un artista revolucionario en la veloz era digital y las procelosas, turbias, confusas tendencias que imponen, con sus algoritmos engañosos las neurotizantes redes que mi amigo Frei Betto se niega a llamar sociales por todo cuanto atentan contra cualquier tipo de armonía social?”

Y otras interrogantes, Cuba adentro, se sumaron: “¿Qué entendemos hoy por unidad, continuidad, sostenibilidad, prosperidad? ¿Qué por libertad, soberanía, antimperialismo, anticolonialismo, emancipación? ¿Cuánto puede aportar la intelectualidad artística y literaria al propósito impostergable de dar contenido y belleza, sustancia y atractivo a todos esos conceptos, libres del lastre panfletario?¿De qué modos nuevos contamos lo cotidiano: el sacrificio, la resistencia, la creatividad?¿Cómo enfrentamos la guerra cultural, de símbolos y esencias, que precede, como los bombardeos de ablandamiento, a las invasiones reales?”.

Porque hay desafíos sostenidos en el tiempo, Díaz-Canel Bermúdez aseveró: “Aquel diálogo de 1961 está vivo, aunque en más de un momento en estos años lo hayamos descuidado, pospuesto, malentendido y puede que hasta maltratado”.

Acompañar a los jóvenes en su natural rebeldía, no cejar como pidió Fidel en la querella abierta contra la incultura, seguir apostando por la decencia y por la riqueza que aporta al ser humano la cultura artística,formaron parte de las reflexiones compartidas por el mandatario, quien también expresó claramente que “preservar, bajo el peor de los ataques, la independencia y la soberanía nacional, seguirá siendo la primera prioridad para quien se sienta revolucionario y patriota”.

Así se vivió la fortuna de la continuidad, en una jornada que también contó con la presencia del Primer Ministro, Manuel Marrero Cruz; el miembro del Secretariado del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y jefe de su Departamento Ideológico, Rogelio Polanco Fuentes; la viceprimera ministra, Inés María Chapman Waugh; el ministro de Cultura, Alpidio Alonso Grau, así como otro dirigentes de instituciones y organizaciones.

De homenajes y emociones

En la Galería El reino de este mundo, de la Biblioteca Nacional “José Martí”, podía verse este lunes la exposición fotográfica “Palabras… imagen y posibilidad”, cuyo contenido eran diversos encuentros del Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz, con intelectuales y artistas de la Isla y de otras latitudes.

Entre esas imágenes tomadas por inolvidables artistas de la fotografía, tuvo lugar la ceremonia oficial de entrega -como parte del acto por los sesenta años de Palabras a los intelectuales- de la Orden Félix Varela y la Medalla Alejo Carpentier a distinguidas personalidades del arte y la literatura en Cuba.

La Orden Félix Varela –que se otorga a ciudadanos cubanos y extranjeros en reconocimiento a los aportes extraordinarios realizados en favor de los valores imperecederos de la cultura nacional y universal- quedó colocada sobre los pechos, de manos del Presidente Díaz-Canel, de cinco trabajadores por la cultura: Antón Arrufat Mrad, Gerardo Alfonso Morejón, Beatriz Márquez Castro, Héctor Echemendía Ruiz de Villa, y Enrique Molina Hernández.

Otro grupo de intelectuales y artistas de probados méritos recibieron la Medalla Alejo Carpentier; y ese fue el pórtico que dio paso a la evocación de Palabras a los intelectuales desde el mismo teatro donde sesenta años atrás Fidel pronunciara su medular intervención.

El poeta, escritor, etnólogo y Presidente de Honor de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, Miguel Barnet Lanza, recordó la emoción de aquellos tres días vividos por él cuando era muy joven: “Fidel sembró allí una semilla que hoy muestra sus frutos”, dijo; y añadió que ese ser iluminado nos enseñó a luchar contra un enemigo implacable, nos enseñó a perder… pero solo el miedo.

Por su parte el joven historiador Elier Ramírez Cañedo, quien ha estudiado aquellas horas de 1961 en la Biblioteca Nacional de Cuba, definió que Palabras a los intelectuales es una propuesta anclada en la espiritualidad martiana, donde se nos recuerda que la Revolución no puede ser, por esencia, enemiga de la libertad creadora.

No dejemos de sentir el influjo de su innegable vigencia, dijo Elier Ramírez en alusión a las palabras de Fidel. Será imprescindible siempre, dijo, que cada generación haga su propia interpretación de esa medular propuesta.

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