Víctor Fowler, ensayista, poeta, crítico literario y escritor. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.


Ana Álvarez Guerrero, Irene Pérez - Cubadebate

Habían transcurrido poco más de treinta meses desde el triunfo de la Revolución. Todo nacía: los cambios, la esperanza, un país diferente. Cuando en junio de 1961 Fidel Castro, el Primer Ministro, habló a los intelectuales cubanos, también persistía la incertidumbre. “Las condiciones de los artistas han variado”— les dijo. ¿Tendrían libertad para crear?

Sobre este acontecimiento pesa mucho de tergiversación y mitos. Sin embargo, siempre hay que volver, incluso a 60 años.

— ¿Por qué?

“Es un discurso honesto, abre espacios de pensamiento que siguen siendo preguntas para hoy. En realidad, las preguntas sobre el arte y la literatura dentro de una Revolución no se agotan nunca. En él es una particularidad, puede ser renovado todos los días. Por eso lo celebramos”.

Responde Víctor Fowler en una de estas lluviosas tardes de la capital. Estamos en el Ministerio de Cultura. Él, ensayista, poeta, crítico literario y escritor, asume con sencillez el desafío de encontrar otros enfoques de un hecho que siempre regresa.

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Fowler no quiere hacer énfasis en la polémica del documental PM (Pasado Meridiano). “Todos o casi todos la conocen”, dice. Cree que fue un “elemento disparador”, mas señala, lo importante es entender el contexto de Cuba a un par de años de su victoria.

Por un lado, estaba el asedio hostil del gobierno de los Estados Unidos. La CIA y sus planes. Playa Girón, la victoria. Los cambios políticos y económicos. Del otro, lo inaudito: cuarteles convertidos en escuelas, la alfabetización de una punta a la otra de la isla. La justicia, la igualdad.

“La Revolución tenía un carácter fundante y el discurso viene a ser una guía de temas esenciales del proceso de transformación social. Presenta una serie de postulados de carácter metodológico, como si fuera posible, creo lo es, reunir los hilos para construir una teoría de las revoluciones.

“Además, era la primera vez que los artistas cubanos, de todas las manifestaciones, escuchaban a un gobierno haciéndoles ofertas de protección, proponiendo estar al lado de los más desfavorecidos. Era la semilla de un tremendo problema estético que llega hasta hoy: ‘¿cómo se construye un arte, una literatura y cultura nuevos?’.

“Los escritores y artistas plantearon preocupaciones, incógnitas que tenían respecto a cómo iban a ser tratados los temas de cultura por parte del nuevo poder. Mientras, las autoridades presentaron elementos importantes de lo que era el proyecto revolucionario en términos de política cultural”.

—Muchas veces eso se resume a la frase “Dentro de la Revolución todo, contra la Revolución nada”.

Cuando lo reducen así no han leído el discurso. Esa idea, además, estuvo precedida por el momento donde Fidel dice que la condición del intelectual había cambiado. La Revolución se proponía crear un marco de realización como no había existido nunca antes. Eso significaba un ‘dentro de la Revolución’.

Toda la cadena de fundación de instituciones para promover, proteger, divulgar arte y literatura era un ‘dentro’ de la Revolución.

La parte más compleja no es esa frase, sino su contraparte: los revolucionarios no se hacen esa pregunta del ‘adentro y el afuera’. Además, Fidel asegura estar completamente convencido de que las autoridades del gobierno no tienen siempre la razón, que no son inapelables.

Él, cosa que no se puede subestimar, es abogado. Habla como un jurista y subraya que no se trata de si las autoridades deciden o no sobre la obra, sino de que la nueva cultura funcione como una construcción común entre el nuevo poder, los artistas y la vocación de servicio al pueblo.

Claro, defiende el derecho de la Revolución a defender su existencia. De ahí la distancia de a quienes llama ‘incorregiblemente contrarrevolucionarios’, lo cual, en este contexto, podemos asociar a quienes se articulan con la hostilidad exterior.

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Para Víctor ser un artista revolucionario significa estar “de manera radical, sin pensarlo un segundo, como dijo Fidel en Palabras..., del lado de los más desfavorecidos”. Reconoce que su estilo “enrevesado, tal vez”, no les llegue a todos. Le complace saber que quienes lo lean “entiendan que escribe para este país, para su mejoramiento, con la ilusión de un mejor futuro, y muy particularmente, para los que menos han tenido siempre.

Cree que la Revolución cubana es, para ellos, su única oportunidad:

—En la década de los ochenta, el entonces ministro Armando Hart se propuso que cada municipio del país tuviera diez instituciones culturales básicas, iban desde una biblioteca, un coro, una galería de arte a un teatro, un cine y una casa de cultura. Se convirtió en un proyecto de Estado con presupuesto, construcciones, fondos salariales...

Eso, absolutamente delirante para un país pobre, del tercer mundo, a nosotros nos parecía normal. Hablamos de que si las instituciones funcionan o no. Decimos 'no sirve' porque en la galería no vienen las mejores exposiciones.  En la realidad de países como Cuba, ni pueden soñar con las galerías.

El nivel de la demanda nuestra es el resultado de la obra extraordinaria que ha hecho el Estado cubano para extender la cultura. Los países como nosotros, no mandan guerrillas de teatreros a las montañas. No pueden, no tienen dinero. Eso no lo paga nadie. Ese es nuestro mundo. Tenemos que celebrar lo extraordinario. Hay que entender la política cultural de este país, que tuvo su base en aquellas Palabras… qué hace y hasta dónde llega.

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—A seis décadas de Palabras a los Intelectuales, ¿cuáles son los desafíos que tienen los creadores?

Son múltiples.

Uno: Tratar de entender hasta el último vericueto de la historia del país.

Dos: Intentar comprender hasta lo que no pueden de las decisiones de las autoridades e incluso, siempre que puedan, contribuir a que sean mejores, más justas. Debemos actuar siempre pensando en el bien mayor.

Tres: Hay que mirar el mundo contemporáneo con ojos descolonizados. Buscar conexiones, admirar, agradecer y aplaudir los grandes desarrollos, pero tampoco dejar de ver las grandes humillaciones, las grandes violencias.

Cuatro: Encontrar las causas por la emancipación del sujeto humano y crear desde esa perspectiva.

Cinco: Hacer un arte revolucionario. Consiste en explorar los conflictos del individuo que nos rodea, de la sociedad en que vive; con justicia, buscando siempre la belleza, la posibilidad de abrir más caminos: de percepción, sensibilidad y análisis.

—¿Y el Ministerio de Cultura?

El gesto anticolonial que hay en Palabras... sigue siendo la guía de trabajo del Mincult. Las instituciones tienen que mantener las esencias de aquel pasado, a la vez reinventarse para las nuevas circunstancias, para otros escenarios de diálogo, de intercambio y debate social.

Hay que encender la llama del diálogo revolucionario, multiplicarla, ampliar sus temas y conceptos en Cuba y para el mundo. Lo otro es llegar a los jóvenes, escucharlos: quiénes son, qué quieren, qué buscan; integrarlos, ofrecerles espacio, oportunidad de proyectos propios.

Fidel lo dijo en su discurso y debemos tenerlo en cuenta, por encima de las diferencias hay que preservar la condición de supervivencia de este país: la unidad. La unidad es un grupo de personas que contribuye de formas y fuerzas distintas a un proyecto que es esencialmente de nación.

Los jóvenes deben formar parte de ese proceso, si no la Revolución se termina, se muere. Esas son las batallas que tenemos. Deben apropiarse del ministerio, la institución no es un enemigo. Hay que poner por delante la justicia, no el ego. Es una dura tarea, un ejercicio de humidad y amor a la gente.

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