Kenneth Fowler Berenguer - Granma - Video: Canal Caribe.- El Héroe de la República de Cuba y coordinador nacional de los CDR, Gerardo Hernández Nordelo, en su discurso del 17 de julio de 2021 en La Piragua expresó que «la Revolución siempre ha sabido que puede contar con sus hijos de las comunidades más humildes, ahora ellos también tienen que saber que pueden contar con la Revolución».


Se nos ha convocado a los barrios, especialmente aquellos donde habitan poblaciones en estado de vulnerabilidad social, para trabajar en la eliminación de las condiciones que hacen posible que estas personas se vean desfavorecidas en una sociedad que no ha logrado alcanzar toda la justicia.

Hay mucha voluntad en el campo de la Revolución, hay mucha sensibilidad, mucho ímpetu y ganas de hacer; pero esa fuerza debe acompañarse de un pensamiento consciente que analice cómo, cuándo, dónde, con cuál intensidad, propósitos precisos y organización desplegarse.

Nos han llamado a las comunidades, pero ¿cómo impactar de la mejor manera? ¿Qué puedo hacer yo desde mi posición para resolver los problemas y solventar las necesidades? ¿Cómo lo hago sin sentirme –y que me sientan– como un intruso? ¿Cómo deberán encadenarse las intervenciones para que resulten no solo efectivas, sino sostenibles e incluso crecientes en el tiempo? ¿Cómo hacer para que se desate un aluvión de acciones desde el interior de las comunidades? Existen elementos que deben tenerse en cuenta al acudir a este llamado. Aquí resumo algunos, aunque de seguro hay otros de importancia cardinal.

NO SON HUMILDES PORQUE QUIEREN

En Cuba existe igualdad de oportunidades de acceder a la educación a distintos niveles y a empleos dignos. Estas oportunidades no están mediadas en lo formal por estatus de clase alguno, ni por criterios de color de la piel, género, orientación sexual, estado civil ni lugar de procedencia.

Nuestra educación es gratis, laica y cubre todos los territorios del país. Es precisamente esa una de las mayores conquistas de la Revolución. No obstante, existen condicionantes sociales, prejuicios, sesgos, inequidades, elementos del imaginario, entre otros, que hacen que en la práctica las dinámicas de acceso a la educación y al empleo no se comporten de igual manera atendiendo a las diferencias en los grupos sociales.

Que una persona no cuente con estudios avanzados (habiendo cursado estudios básicos y habiéndosele presentado –como a todos– la oportunidad de continuarlos) o que esté involucrada en mercados laborales informales –muy frecuentemente resultando en capacidades económicas disminuidas– no hacen de ella una persona «vaga», «irresponsable» o «que no ha aprovechado las oportunidades que ha tenido ante sí».

Las situaciones de vulnerabilidad social son generalmente multidimensionales y reducir el análisis a decisiones binarias que toman las personas sobre su futuro es, cuando menos, poco serio y no ayuda a nadie. Es preciso desterrar estos sesgos sobre la pobreza si se quiere, de veras, impactar de manera positiva en comunidades desfavorecidas.

LAS DESIGUALDADES SE TRANSVERSALIZAN

En la sociedad actual, donde existen condiciones de desigualdad mediadas por diversos factores como el económico, el sexoafectivo, el credo, el color de la piel, la edad o el género, es importante tener claro que estas desigualdades, en primer lugar, perviven en relación dialéctica con los privilegios (existe un sector en condiciones favorables para el acceso a posibilidades de realización social y otro desfavorecido que, incluso, como se acaba de ver, queda estancado o en situación de olvido, preterido).

En segundo lugar, estas tienen carácter transversal. Esto es que, por ejemplo, está sujeta a más desigualdades (y en consecuencia a más vulnerabilidad) una mujer, negra, pobre, poco letrada, no-heterosexual, en situación de migración, etc. Es un imperativo desarrollar estrategias, así como movilizar solidaridades, con una intención cada vez más personalizada, para ayudar a las personas a lidiar con tales desigualdades, y a empoderarse en sus proyectos de vida; más allá de que siempre está la tarea de librar las luchas generales en toda la sociedad que conduzcan al fin de todo privilegio de una persona sobre otra.

LA TECNOCRACIA, UNA FORMA DE OPRESIÓN

Vivimos la Cuarta Revolución Industrial, se construye en el mundo una Sociedad del Conocimiento. Pero si miramos al conocimiento como un bien que se tiene o no, y a partir del cual se accede a los privilegios que este brinda; y no como un proceso en el que todos somos partícipes de su construcción, este conocimiento se convierte entonces en una forma de opresión.

La gente no vale en cuanto sabe, debemos desterrar la idea arraigada de «que hablen los que saben» y escuchar a todos, pues todos tienen algo que aportar en la resolución de los problemas. La experticia es importante, pero precisamente los habitantes de una comunidad tienen mucho que decir en cuanto a identificar y buscar –desde sí mismos– vías de solución a sus propias problemáticas.

También debemos evitar toda predisposición con respecto a la interacción con las personas. Siempre, en todo lugar, encuentras un interlocutor para tu mensaje. No involucrar a los beneficiarios de las soluciones por considerar que el diseño o implementación de estas es demasiado complejo es un craso error.

AGENTES DE SU PROPIO CRECIMIENTO

Una sociedad realmente transformada en clave emancipatoria es aquella en la que sus pobladores están empoderados en la concreción de sus proyectos de vida, en la que son agentes de sus propios cambios. Cierto es que el Estado, en cumplimiento de sus funciones, ha creado instituciones varias cuyo deber es organizar e impactar positivamente en distintos aspectos de la vida en sociedad, para viabilizar la convivencia y crear las condiciones de posibilidad para que la mayoría de los proyectos de vida se desarrollen.

No obstante, el propio Estado y el Gobierno, bajo la guía política del Partido, dejan abiertas (con la necesidad constante de reinventarse y perfeccionarse) vías para canalizar la inventiva y el ímpetu personal que puedan resultar en mejores condiciones de vida y en la realización de los sueños individuales o colectivos.

Hay que buscar esas vías (y proponer y crear otras) para canalizar las fuerzas de una comunidad e involucrarlas en la realización de todas aquellas aspiraciones que sea posible realizar, o al menos impulsar, de manera inmediata o planificada (pero sin nunca renunciar a la vocación de cambio emancipador y al mejoramiento de la vida de las personas).No vale ir apertrechado de un asistencialismo a ultranza, la cuestión no es ir a «resolverles los problemas» a los habitantes de una comunidad.

Lograremos modificar las condiciones de ese barrio (que es, al final, nuestro barrio) si introducimos mecanismos más efectivos de participación y control popular, esquemas cooperativos barriales para la producción y distribución de alimentos, la generación de bienes y servicios nuevos, la recogida de desechos, la atención a la población de riesgo; en general, si propiciamos el despliegue de la más desmesurada creatividad para transformar todos las condiciones de vida en estas comunidades desfavorecidas.

Aquí el impulso institucional deberá combinarse con la participación activa de los pobladores, pues las personas no se van a sentir identificadas con el proyecto revolucionario si no sienten que lo construyen con sus propias manos.

LA CULTURA ES LO PRIMERO QUE HAY QUE SALVAR

Tenemos situaciones económicas complejas que desembocan en dificultades para solventar necesidades básicas. Esa es una realidad insoslayable. Tan real como eso es que no existe una varita mágica que brinde la solución a tales dificultades de manera rápida ni definitiva.

Pero cuando hablamos de condiciones de vulnerabilidad social no hablamos solo de ingresos económicos ni de acceso a los alimentos, el aseo, los medicamentos o servicios básicos como la electricidad o el agua (todos problemas acuciantes); esa vulnerabilidad es también (y más que todo) un tema cultural.

Preguntémonos, ¿cuántos de los problemas que vemos hoy a flor de piel en nuestra sociedad están vinculados al acceso desigual a la cultura? ¿Pueden las iniciativas culturales que trabajan en los barrios y han nacido de ellos brindar «agencia» a las personas en su propio crecimiento?

Un bosquejo rápido por nuestras aulas universitarias (hablo por La Habana que es donde habito) nos permitirá observar las disparidades ya conocidas en el acceso a la educación superior, pero, ¿hacemos Ferias de Ciencia en esas comunidades? ¿Por qué al día de hoy existen zonas de la ciudad donde la escasa oferta cultural obliga a sus habitantes a desplazamientos constantes hacia el centro urbano? ¿Qué sabemos de las potencialidades científico-técnicas y artísticas de esas comunidades en las que conviven poblaciones con los más diversos niveles de instrucción?

En cada rincón de esta Isla encontramos tradiciones, idiosincrasia, historias disímiles, intereses comunes, modos de relacionarse entre las personas que son patrimonio de dichas poblaciones. Es ahí donde la cultura, en su sentido más amplio, puede impactar. Nuevamente, no se resuelve nada convocando a trabajos voluntarios de siembra o repartición de alimentos con gente de «fuera» y matizados con músicos archiconocidos (en el mejor de los casos, en vivo; en el peor, a través de una bocina).

Las instituciones y proyectos de la cultura deben llevar vida a las comunidades. Concursos en el barrio, competencias deportivas, ferias de artesanía, cursos, talleres, ciclos de películas, casas de estudio, discusiones, actividades que estimulen el conocimiento y amor por los universos de la ciencia y la tecnología, que atraigan y enamoren a niños y jóvenes hacia el trabajo de investigación. Todo ello con la participación de los propios habitantes en el diseño y desarrollo de las actividades. Hacer partícipes a los pobladores de su propio crecimiento espiritual y cultural.

El Héroe de la República de Cuba y coordinador nacional de los CDR, Gerardo Hernández Nordelo, en su discurso del 17 de julio de 2021 en La Piragua expresó que «la Revolución siempre ha sabido que puede contar con sus hijos de las comunidades más humildes, ahora ellos también tienen que saber que pueden contar con la Revolución». Siempre he creído que solo podremos contar con ella si constantemente la hacemos, porque la mejor defensa de la Revolución está en construirla todos los días.

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