Zenaida Aurora Cabrera Arango es la delegada de la Circunscripción 56, en El Fanguito; educadora hace 30 años. Foto: Ana Álvarez Guerrero/Cubadebate
En El Fanguito, Zenaida no tiene descanso
Ana Álvarez Guerrero - Cubadebate - Video: Canal Caribe / TV Cubana.- Por estos días, El Fanguito es todo ruido. Adonde vayas, en la callejuela que sea, lo encuentras. O él a ti. Un taladro que abre el concreto. El seco y rítmico claveteo en la madera. Una pala que roza el piso momentáneamente mientras se carga de arena.
Pero no es solo lo que se ve y escucha.
En El Fanguito huele a cemento y pintura, donde algunos dicen que antes solo olía a óxido, tierra mojada y desechos húmedos.
Aquí, cerca de las márgenes del río Almendares, nada parece estar inmóvil. La gente se mueve de un lado a otro. Algunos cargan en sus manos martillos, palas, brochas. Los que no, miran incrédulos la cara del cambio. O lo que se va pareciendo al cambio que por años esperaban.
En este pedacito del municipio Plaza de la Revolución, en la capital cubana, viven más de 1 500 personas. Muchas llegaron de “llega y pon”. Sus casas estaban en condiciones precarias: fango de piso, madera de estructura y zinc o nylon como techo.
Sin gas, sin luz, sin agua, sin libreta de abastecimiento. Sin teléfonos públicos ni servicio de correo, sin asfalto por el que caminar.
Desde 2007 muchos trabajan con tal de darle un vuelco a las vidas de los que aquí habitan. Crearon un proyecto y lo nombraron, sencillamente, El Fanguito.
En esencia, consiste en darle dignidad a los pobladores y convertir la ciudadela en un epicentro cultural. El talento comunitario existe y, por fortuna, llegaron los refuerzos: el Ministerio de Comunicaciones (al frente) y un grupo de otros organismos estatales (que lo secundan).
En otras circunstancias es probable que el ruido moleste, pero aquí es hermoso. Es el ruido de lo que crea y mejora.
Hoy El Fanguito es una obra en construcción y Zenaida, la delegada, es una de las obreras.
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Cuando, en 2017, los electores eligieron a Zenaida Aurora Cabrera Arango como delegada de la circunscripción 56, en el consejo popular El Carmelo, ella no tenía muy claro qué era lo que debía hacer. Solo sentía el entusiasmo de ser “la elegida” y las ganas de conquistar la confianza de sus vecinos.
“No tenía conocimiento de lo que era un delegado en una circunscripción. Más en una como la mía, tan compleja, carente de tantos servicios”, confiesa.
“En la Asamblea Municipal del Poder Popular comenzaron a prepararnos. A los nuevos fueron dándonos indicaciones, explicándonos cómo sería el trabajo. Iba preguntando dudas. Me dijeron que tenía que hacer ‘despachos’ y yo me preguntaba ‘¿y eso qué cosa es?’.
“Y pregunté. Me dijeron: ‘Ahí tú recoges las inquietudes de la población y después las tramitas en cada entidad, según lo que ellos han planteado’. Y así lo comencé a hacer.
“Iba a las entidades y donde podían, me decían: ‘Delegada, no hay problema, ese planteamiento la semana que viene lo estamos resolviendo’, pero había otros que eran a largo plazo y no se podía, como el de la vivienda o el agua”, cuenta mientras toma el café que nos sirvió Claudio Aguilera, el dueño de esta casa, fuente de cultura de todo el barrio.
Zenaida recuerda los nervios que tenía cuando fue a su primera rendición de cuentas. Y se ríe. Era complejo enfrentarse a la población, que –dice–, “tenía desconfianza”.
“Llegué y comencé a explicar que el proyecto El Fanguito se lo había entregado al vicepresidente… Ahí comenzaron: ‘Ya estamos cansados de ese proyecto. Son años de espera y es lo mismo’.
“Les dije: ‘Señores, denme un voto de confianza. Estoy haciendo lo posible por que esto tenga algún día su solución”.
Fue entonces que Zenaida, educadora desde hace más de 30 años, se propuso conocer más a “los suyos”. Ir casa a casa a mirar, preguntar y descubrir las realidades de todos.
Bajo su responsabilidad tiene siete CDR, 598 viviendas… una larga lista de peticiones.
“Muchos planteamientos iban quedando envejecidos; por los problemas económicos del país no se podía llegar a todos. En mi agenda se fueron acumulando y acumulando… hasta que llegó el momento de la transformación.
“Cuando me citaron por primera vez en el Ministerio de Comunicaciones y nos dijeron que iban a colaborar, a ‘transformar El Fanguito’, me emocioné. Preguntaron por las principales problemáticas de impacto social. Es lo que se ha ido resolviendo.
“Hay viviendas a las que no les llegaba el agua desde hacía más de 30 años. Estaban pasando mucho trabajo. En una ‘pilita’, así bajito, cogían algo, compartían, buscaban en otras cuadras. A veces teníamos servicios de pipas. Así se lo dijimos. Fuimos llevándolos en el recorrido y diciéndoles lo que necesitamos”, recuerda.
“Otra cosa. Muchas personas no tenían cambios de dirección, algunas han nacido aquí. Como el último censo fue en 1987 y no se aprobó dar más entrada en este lugar, varias se quedaron flotantes, sin cambio de dirección, sin libreta de abastecimiento, sin el abasto de agua, sin contrato de gas licuado. Todo se ha ido resolviendo.
“Llegó el momento de darle la vuelta a esto y que el pueblo se sienta feliz. Realmente hubo demora, pero no vamos a pensar en lo que ya pasó que no se hizo. Pienso en lo que se está haciendo ahora: mejorando las viviendas, reconstruyendo… Ya las casas tienen agua.
“Las calles, nosotros ni soñábamos con tenerlas… En mis planteamientos pedía asfalto para ‘tal calle y tal otra’, pero ahora se hizo todo y surgió otro: el transporte. Estamos tratando de que pase por aquí, al menos, una gacela. No pasa ni una ruta de guagua ni máquina, solo carros particulares y, bueno, quien tenga bicicleta.
“Como ves, las paradas son bastante distantes. Todo es lomas. Vino un asesor de transporte, vamos a ver qué sucede”, dice.
Caminamos por estrechos callejones. Zenaida va nombrándolos, como les pondrán de acuerdo con el proyecto. Este sábado se inauguró el de “la Cubanía”. Y así irán surgiendo, embellecidos, otros.
La delegada, a quien paran cada dos metros para preguntarle y agradecerle “cualquier cantidad de cosas”, tiene una manía. Al menos, eso me parece.
Señala las áreas vacías y calcula la cantidad de casas que cabrían ahí, y hasta el número de cuartos que podrían tener.
Algunas ya son planes escritos. Las otras serán de “sus luchas por venir”.
“Van a entrar 24 viviendas en reparación de ese lado de la orilla del río, en estos momentos hay ocho. De acá tenemos seis, hay dos que se van a hacer nuevas y dos que se van a reparar”, comenta y sigue contando.
A Marcia ya casi le acaban de reparar la casa. Se ocupa de darle merienda a los obreros que ahora repellan y salpican paredes con cemento. Habla con Zenaida de los avances, de la alegría.
Cuando me acerco y le pregunto por la delegada, dice que nunca antes nadie los había echado pa’ lante como ella.
Algo así sucede con Mohamed, un joven de 31 años que hace algún tiempo decidió reparar su casa. Avanzó muy poco, casi nada. Ahora lo acompañan trabajadores de la ECOA-53.
“Esto ha sido tremenda ayuda aquí, no contábamos con esto. Nos vino como anillo al dedo. Empezamos ayer y mira por dónde vamos. Olvídate de eso, esta gente sí, son rapidísimos. Yo agradecido con todo esto. Olvídate de eso. Ahora sí le pusieron la tapa al pomo. Rápido, rápido. Con la unidad se vence”.
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“¿Te gustaría ser delegada por otro mandato?”, le pregunto. Ella responde: “A mí me preguntaron y dije que sí. Vamos a ver la población, tiene la última palabra”.
Claudio, el dueño de la casa donde nos sentamos a conversar, interrumpe: “Si no es ella, a quién van a poner. No tiene hora, ni día ni nada. A cualquier hora le tocan la puerta”.
Zenaida lo complementa: “Así es. Yo no paro. No tengo descanso. Entro a mi casa a las 9 y 10 de la noche. Menos mal que tengo el apoyo de mi familia que me ayuda y comprende. A veces, cuando llego solo tengo que bañarme, comer y acostarme. Hay días que no tengo chance de nada, porque me quedo dormida”.
“¿Y te gusta vivir así, con tantas tareas?”, insisto. “Sí, sí. En mi trabajo soy secretaria del sindicato y no me han querido quitar para nada. Porque, además, bueno... soy una líder bastante expositiva y me gustan las actividades, cumplir tareas, que todo me salga bien”.
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Hoy se celebran los 45 años de los órganos locales del Poder Popular. En esta estructura laboran mujeres y hombres valiosos que “no tienen descanso” como Zenaida, por tal de tramitar soluciones y gestionar barrios más prósperos. A todos ellos, gracias.