En una declaración, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba señala que "la cumbre virtual convocada por el gobierno de Estados Unidos el pasado 9-10 de diciembre, con discursos pregrabados de los invitados y una agenda totalmente manipulada, fue un ejercicio demagógico, con beneficio nulo para la comunidad internacional y sin propuesta alguna para solucionar los problemas más acuciantes del mundo que compartimos".
La cumbre convocada por Estados Unidos fue un ejercicio demagógico, afirma Díaz-Canel
La Habana, 13 dic (ACN) Miguel Díaz-Canel Bermúdez, Presidente de la República de Cuba, afirmó hoy que la cumbre convocada por el gobierno de Estados Unidos entre los días 9 y 10 de diciembre fue un ejercicio demagógico.
El mandatario indicó en su cuenta de la red social Twitter, que con una agenda totalmente manipulada, el encuentro tuvo beneficio nulo para la comunidad internacional.
Añadió además que no se realizó propuesta alguna para solucionar los problemas más acuciantes del mundo.
“La cumbre convocada por el gobierno de Estados Unidos el pasado 9-10 de diciembre, con una agenda totalmente manipulada, fue un ejercicio demagógico, con beneficio nulo para la comunidad internacional y sin propuesta alguna para solucionar los problemas más acuciantes del mundo”, tuiteó.
En reciente declaración, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba (MINREX) resaltó que, como artificio político, la Cumbre solo sirvió para mostrar el creciente aislamiento, la enajenación y la pérdida de influencia de la nación más poderosa del planeta.
El único resultado aparente es el compromiso de destinar 400 millones de dólares a la subversión política de estados soberanos en franca violación del derecho internacional, destaca la nota del Minrex.
Añade que para esta reunión no se invitó a más de 80 países, incluida entre ellos Cuba, y no sorprende.
Somos una nación que durante casi 63 años ha rechazado exitosamente la pretensión estadounidense de subyugarla y ha defendido con eficacia su derecho inalienable a la libre determinación. En una cumbre destinada a promover el capitalismo, y el papel central y dominante de los Estados Unidos en su fomento, no se debe esperar la presencia de Cuba socialista, ratifica el comunicado del Minrex.
Minrex: Una cumbre tan irreal como la “democracia” que defiende
Declaración del Ministerio de Relaciones Exteriores
La cumbre virtual convocada por el gobierno de Estados Unidos el pasado 9-10 de diciembre, con discursos pregrabados de los invitados y una agenda totalmente manipulada, fue un ejercicio demagógico, con beneficio nulo para la comunidad internacional y sin propuesta alguna para solucionar los problemas más acuciantes del mundo que compartimos.
Como artificio político, solo sirvió para mostrar el creciente aislamiento, la enajenación y la pérdida de influencia de la nación más poderosa del planeta. En sentido práctico, el único resultado aparente es el compromiso de destinar 400 millones de dólares a la subversión política de estados soberanos en franca violación del derecho internacional.
Han pasado algunas horas desde que finalizó el evento y ya pocos son capaces de explicar o recordar qué sucedió allí.
El gobierno estadounidense perdió la oportunidad de convocar a un encuentro inclusivo, promotor de la cooperación y de la búsqueda de soluciones a cualquiera de los problemas que con más apremio y gravedad impactan la vida de la mayoría de la población del mundo.
No tuvo la voluntad de aunar esfuerzos para enfrentar el hambre, la desnutrición, la pobreza y crecientes desigualdades, la insalubridad, los problemas migratorios, el narcotráfico, el crimen organizado y transfronterizo, la carrera armamentista o el cambio climático. No concibió siquiera la idea de convocar a los líderes del mundo para debatir y articular una respuesta concertada a la pandemia de la COVID-19 y otras enfermedades transmisibles. Y es que Estados Unidos no puede aportar soluciones mientras sus políticas sean parte esencial de tan graves problemas.
Con gran demagogia, convocó al encuentro irreal bajo el tema de la “democracia”, asumida como la defensa del capitalismo y aplicable únicamente a gobiernos que no desafíen la autoridad hegemónica de los Estados Unidos. Tal fabricación pone en clara evidencia el verdadero propósito divisionista y el interés en desviar la atención mundial de los graves problemas que enfrenta hoy la sociedad y el sistema político estadounidenses.
Un país donde el dinero pesa más que la voluntad popular de los ciudadanos, en el que se promueve la venta libre y uso irresponsable de armas letales, la intervención y la injerencia en los asuntos internos de Estados soberanos, donde el racismo es sistémico y la guerra constituye el negocio más lucrativo, no tiene nada que enseñar a la comunidad internacional.
Como Cuba ha venido alertando, el gobierno estadounidense protagoniza una campaña peligrosa, dirigida a crear un cisma internacional, a dividir el planeta y a castigar a los países que defienden proyectos progresistas o no aceptan los modelos impuestos por los Estados Unidos.
Pretender imponer una única receta aceptable de sistema político a todos los países es, en sí mismo, profundamente antidemocrático. Es contrario a la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz, firmada en La Habana por todos los países de nuestra región, que establece el compromiso de respetar plenamente el derecho inalienable de todo Estado a elegir su sistema político, económico, social y cultural, como condición esencial para asegurar la convivencia pacífica entre las naciones.
Esa visión torcida es la que los lleva a actuar al margen de las Naciones Unidas, donde sufren creciente aislamiento por sus reiterados desafíos a los principios de convivencia civilizada, respeto al multilateralismo y a la autodeterminación de los pueblos e igualdad soberana entre sus Estados Miembros, conceptos que hoy resultan inaceptables para los gobernantes estadounidenses.
No se invitó a más de 80 países, incluida entre ellos Cuba, y no sorprende, porque somos una nación que durante casi 63 años ha rechazado exitosamente la pretensión estadounidense de subyugarla y ha defendido con eficacia su derecho inalienable a la libre determinación. En una cumbre destinada a promover el capitalismo, y el papel central y dominante de los Estados Unidos en su fomento, no se debe esperar la presencia de Cuba socialista.
En la cooperación para encontrar solución a los graves problemas del mundo, la comunidad internacional podrá contar siempre con nuestro concurso, con el aporte constructivo, activo y solidario de los cubanos para la búsqueda de consenso, para unir voluntades, para enriquecer y beneficiarse de la diversidad y privilegiar lo que nos une en lugar de lo que nos separa. La trayectoria internacional de los últimos 60 años avala esa afirmación.
El mundo reclama paz, desarrollo, justicia, solidaridad, cooperación y confianza mutua. No se beneficia con la división, la selectividad y las imposiciones unilaterales.
(Tomado de CubaMinrex)
EE.UU. hoy: ¿democracia o dictadura global?, ¿derechos humanos o inhumanos?
Pedro de la Hoz - La Jiribilla
Al actual presidente de los Estados Unidos no se le ocurrió otra idea que celebrar el Día Internacional de los Derechos Humanos con una Cumbre de la Democracia.
No hace falta demasiada suspicacia para develar las motivaciones políticas del espectáculo: la administración Biden está a la baja en la arena internacional; entre el abandono de la prolongada intervención en Afganistán, dejando atrás un panorama desastroso y un cúmulo enorme de críticas de socios y aliados, y los palos de ciego en el intento de demonizar a Rusia y China como sólidos y cada vez más influyentes contrapesos de la hegemonía global, pretende de golpe y porrazo recuperar protagonismo e insuflar nuevos aires al vuelo de un águila imperial en la que no creen las personas serias y sensatas de este mundo.
Más la iniciativa, por sí misma, es un acto fallido. Por una parte Estados Unidos decide quién es y no es “demócrata”, y ahí está nada menos que una invitación a Juan Guaidó, en momentos en que muchos se desmarcan de hacer coro a la marioneta venezolana; por otra, la operación despide el rancio olor de una práctica totalitaria de antiguo anclaje en la naturaleza del sistema. Si no eres como yo, no existes; si no te pareces a mí, no te tomo en cuenta; si no haces lo que yo hago, estás perdido: tal es el rasero impositivo de Washington, el que por dos siglos ha aplicado para juzgar e intervenir países, derrocar Gobiernos, subvertir sociedades. Con toda razón se ha dicho que es una reunión en nombre de la democracia para conspirar contra la democracia.
Resulta revelador el hecho de que voces que forman parte del sistema, que responden a sus intereses, que se sitúan a buena distancia del más mínimo empeño por apoyar ideas socialistas, se pronuncien contra el espejismo que trata de vender el gobierno estadounidense en coincidencia con el Día Internacional de los Derechos Humanos.
“…la administración Biden está a la baja en la arena internacional; (…) pretende de golpe y porrazo recuperar protagonismo e insuflar nuevos aires al vuelo de un águila imperial en la que no creen las personas serias y sensatas de este mundo”.
El 13 de septiembre pasado, Cristina Lafont, catedrática de la Universidad de Northwestern, en Chicago, ha puesto en solfa los efectos de la engañifa de la política exterior de Biden en el seno de la sociedad estadounidense, donde las secuelas de decisiones tecnócratas y populistas se hacen sentir: “Si el descontento de la ciudadanía se debe a la exclusión, la solución no puede ser más exclusión. Por muy diferentes que parezcan el populismo y la tecnocracia, los dos son incompatibles con la inclusión democrática. Representan una amenaza al compromiso democrático de que todos los ciudadanos puedan determinar las decisiones políticas a las que están sujetos. El populismo defiende el gobierno de la mayoría electoral a la que identifica como ‘verdadero pueblo’ y exige que las minorías defieran ciegamente a las decisiones de la mayoría. La tecnocracia defiende el gobierno de la minoría a la que identifica como ‘los expertos’ y exige que la mayoría ignorante defiera ciegamente a las decisiones de la minoría. Ambas opciones aceptan una división permanente entre los ciudadanos que toman decisiones políticas y los que obedecen ciegamente”.
El economista Alasdar S. Roberts, en el medio digital The Conversation, expresó: “Desde hace bastante tiempo la identidad real de Estados Unidos no está dada por el lavado de cerebro de la prensa corporativa acerca del discurso sobre nación y democracia, sino su identidad está claramente definida por su rol imperial, y esa es la esquizofrenia que viven hoy los estadounidenses y da lugar a la enfermedad que vive la nación. Es crítico poner atención al hecho de que este imperio no solo ejerce una dictadura militar global, sino que tiene firmemente las riendas del sistema económico global, junto a la banca europea. El Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la única moneda de intercambio mundial, el dólar, el dólar que debe reservar cada país del planeta para poder comerciar, etc. Más allá de la cortina de humo de los medios de comunicación globales con la que pretenden haber logrado la alternativa anti Trump, el tema de fondo y crítico en importancia hoy para los Estados Unidos y el resto del mundo es el colapso del sistema económico estadounidense y la banca europea. Desde Nixon los Estados Unidos imprime billetes que no tienen fondo, y hoy, en el 2021, a la llegada de Biden, USA está imprimiendo más billetes que su producto interno bruto, trillones. O sea, el hoyo, el fraude es cósmico. La economía estadounidense está en bancarrota y, sin embargo, su poder militar y control global son capaces de mantener un valor ficticio del dólar y —lo más enfermizo— los dirigentes pretenden mantener el mismo sistema económico obsoleto y corrupto impuesto al resto del mundo. Lo cual es suicida para USA y todas las otras naciones amarradas al sistema”.
Con unos y otros truenos, es difícil conciliar los ideales democráticos supuestamente promovidos por la Casa Blanca y la élite económica-militar de la nación norteña, con las realidades internas y externas del ejercicio de su poder.
Si hubiera un verdadero y raigal compromiso con los derechos humanos, el primero que tendrían que defender es el de otros modelos o alternativas a existir y expresarse en igualdad de condiciones. Y el derecho de todos los seres humanos a ser tales en términos de dignidad y oportunidades. Y eso, está lejos siquiera de parecerlo.