Canal Caribe.- Durante una semana, La Habana ha acogido a artistas de nueve países en el Festival Internacional "Jazz Plaza 2022. La edición 37 del evento que concluye este domingo, creó puentes musicales de reencuentro, luego de dos años de una pandemia que paralizó el mundo. A la cita acudió Ignacio «Nachito» Herrera, pianista cubano que lleva más de 20 años residiendo en EE.UU., pero ni el tiempo ni el intenso frío de MINNESOTA han frenado la conexión con su Patria. Justo a las 9:00 de la noche de este domingo, con la gala "Cuba Vive", Nachito rinde homenaje a los médicos estadounidenses y cubanos que lo salvaron de la COVID19, y nos recuerda los históricos lazos entre ambos pueblos.
El pianista y compositor Ignacio Nachito Herrera intercambió con la Jazz Band en el Conservatorio Amadeo Roldán, como parte de la clase magistral que impartió allí. Fotos: Enrique González Díaz / Juventud Rebelde.
Nachito Herrera y la música para unir, nunca dividir
Enrique González Díaz - Juventud Rebelde.- A Ignacio «Nachito» Herrera le corre pura cubanía por las venas. Tras más de 20 años residiendo en Estados Unidos, ni el frío intenso ni la nieve abrumadora que azotan con frecuencia su casa en el estado de Minnesota han podido frenar su conexión con su patria caribeña, a la que con frecuencia acude con el propósito de ayudar en lo que sea necesario y traer consigo el arte del piano que aprendió de sus maestros cubanos.
Junto a Aurora, su esposa, y un grupo de amigos de diversos estados de la nación norteña, Nachito Herrera aprovechó su participación en la edición 37ma. del Festival Internacional Jazz Plaza 2022 no solo para traer un mensaje de unidad mediante la música, sino también para transportar algunos insumos médicos y material necesario para las escuelas de arte, instituciones de las cuales se considera un deudor agradecido.
Luego de dejar inaugurada la presente gran fiesta del jazz cubano en la sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba, en una presentación cargada de intensidad y ternura puramente cubanas, el compositor se prepara para compartir escenario con la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba, bajo la dirección de la maestra estadounidense Marlene Pauley, por primera vez en el archipiélago cubano, en la gala Cuba vive.
Serán acompañados por otras agrupaciones y artistas del patio, como el Coro Nacional de Cuba, dirigido por la maestra Digna Guerra, así como por la Habana Jazz Orquesta —agrupación integrada por solistas norteamericanos y cubanos—, e interpretarán temas de la nación cubana, repertorio clásico mezclado con latin jazz y temas de la más reciente producción musical de Nachito Herrera, Con sentimiento cubano: Patria o muerte (Colibrí, 2021), con el único propósito de transmitir el mensaje: «La música une».
Al espectáculo también asistirá la Jazz Band del Conservatorio Amadeo Roldán, bajo la dirección de Enrique Rodríguez Toledo y compuesta por jóvenes estudiantes de la institución artística, con quienes el compositor cubano radicado en Estados Unidos compartió un momento singular durante la entrega de algunas donaciones que el músico y sus amigos hicieran durante esta visita.
En medio de la sorpresa y el disfrute por regresar a la escuela donde se formó como artista, entre los pasillos y el bullicio propio de una escuela de música, JR sorprendió a Nachito Herrera para conversar sobre esta visita a la Mayor de las Antillas que asegura que no será la última.
—Apenas entrar a la sala de conciertos del conservatorio Amadeo Roldán, quedó sorprendido al ver que el mismo piano donde realizó su pase de nivel, hace varias décadas, seguía ahí. ¿Muchos recuerdos?
—Ese Estonia es el mismo piano con el que hice mi pase de nivel; es increíble. La carrera de Música tiene tres niveles: elemental, medio y superior. Cada vez que terminamos una de esas etapas, debemos hacer una prueba conocida como «pase de nivel», en la que a veces, debido a la limitación de capacidades de la escuela, no era posible hacerlo en el centro donde uno estudiaba y había que trasladarse a otra institución: a veces era en la Escuela Nacional de Arte (ENA) y otras aquí, en el Amadeo Roldán.
«Cuando terminé mis primeros siete años de carrera en el conservatorio Alejandro García Caturla, en Marianao, Amadeo Roldán fue la escuela que se escogió, y ese es el piano que en aquel tiempo tenía unas condiciones excepcionales para que los estudiantes de piano hicieran su prueba de pase de nivel. «Tuve la suerte de ser uno de los escogidos y me transfirieron a la ENA, pero aquí también tenía muchos amigos que estudiaron conmigo, como el maestro violinista Dagoberto González, con quien comparto hermosos recuerdos. También guardo un gran cariño por mi maestro Roberto Chorens (1947-2020), que merece ser reconocido y recordado por siempre, por su defensa de la educación de los estudiantes y su amor por el trabajo que tuvo hasta el día en que cerró los ojos.
«Para honrar su memoria estamos preparando todo para que, a mi regreso en mayo, podamos inaugurar una sala con su nombre dedicada a la realización de conciertos y grabaciones, aquí en el conservatorio. Estamos trayendo todos los sistemas de audio, pianos y otros insumos que, desafortunadamente, no cabían en las cargas de los aviones durante este viaje.
«Aclaro que esto no lo hago para ser reconocido. Lo hago porque quiero a Cuba, por encima de todas las cosas. A eso deseo seguir poniendo mi granito de arena: a contribuir a la educación y el desarrollo de mis hermanos cubanos dentro del Archipiélago, porque nuestros jóvenes son los médicos, los profesores, los artistas que un día, cuando los más longevos no podamos más, nos van a ofrecer su talento y su creación para seguir creciendo».
—Es un oficio muy sacrificado el que escogió usted…
—Mi maestro de piano a veces me daba las clases en su casa los sábados desde las 9:00 a.m., y a veces a las 5:00 p.m. estábamos trabajando todavía si debía prepararme para un concurso de piano. Es una carrera fuerte, sacrificada, pero tiene sus recompensas, porque el hecho de poder dominar el lenguaje de la música, que te permite unir, sumar y nunca dividir, es maravilloso y enriquecedor.
«Por ejemplo, el jazz tiene muchas cosas en común con la vida real. El jazz es creación y unidad, porque cuando se trata de un trío, un cuarteto, a veces no es necesario hablar para conectar, crear, improvisar y hacer disfrutar.
«El jazz une y eso es lo que yo quiero: unir. Y quiero que este viaje también sirva para eso. Llevo mi amor y mi arte al lugar donde me lo piden y donde guste. Como tantos colegas y grandes creadores, siempre he querido mostrarle al mundo que Cuba tiene talento y mucho que ofrecer. Entonces, si esto lo hacemos así, bajo el recrudecimiento de un embargo brutal, ¿qué no podría hacer Cuba si no tuviéramos hace más de 60 años un embargo que nos apremie?»
—Ese mensaje de tender puentes lo ha defendido en materiales como Con sentimiento cubano: Patria o muerte (Colibrí, 2021). ¿Qué líneas creativas utilizó para articular esta producción?
—Ese disco no es nada más que eso; es la prueba de que la música es una sola, une y puede mezclar, así como podemos mezclarnos con los haitianos, con los jamaicanos, los chinos, los japoneses, con los europeos y que cuando creas un proyecto tan grande como ese solo salen buenos resultados. Ese es el mensaje del disco: la unión, no la separación.
Entonces con esa premisa tocamos un preludio de Frédéric Chopin a ritmo de danzón, un preludio de Johann Sebastian Bach en latin jazz y también aparece un tributo a uno de los grandes de la música cubana, Ernesto Lecuona, y a mi querido maestro, el señor Frank Fernández, a quien debemos agradecer mucho la valentía de permanecer a la disposición de la formación artística cubana y el engrandecimiento de nuestra cultura.
—El Festival Internacional Jazz Plaza se ha erigido en uno de esos momentos de rencuentro entre colegas y grandes exponentes de la cultura cubana y foránea. ¿Qué representa para usted encontrarse con tantos amigos y colegas en eventos como este?
—Rencontrarme con grandes amigos como Dagoberto González o Tomás Ramos Ortiz «El Panga», una de las leyendas de la percusión cubana, es simplemente recordar esos tiempos que vivimos en Cuba como estudiantes y luego como jóvenes intérpretes, cuando viajábamos al extranjero para una gira y pensábamos, por ejemplo, en cómo ayudar, cómo traer una batería u otro instrumento para apoyar a la escuela o alguna agrupación.
«Ayudar a nuestra gente no es una idea que naciera hoy; siempre ha estado en nuestros corazones, intrínseca en nosotros. Volver a mi tierra y recordar aquellos años de la juventud me llena de energía, y encontrarme con mi maestro Frank Fernández es un disfrute exquisito. Como sé que disfrutaremos de lo que se cocinará en la gala Cuba vive, con una versión entre música clásica y jazz de Rhapsody in Blue, de George Gershwin, o algunas canciones de la novela cubana Tierra brava y la serie La gran rebelión, obras que recuerdo con mucho cariño.
«Dondequiera que esté siempre añoraré volver a mi Cuba y descargar con mi gente, tomarme un buchito de café cubano o simplemente pasear por el malecón y escuchar el susurro de la brisa que me trae Yemayá, como diciéndome «Bienvenido a casa».