Cubadebate - Video: Canal Caribe / TV Cuban - Foto: Omara García.- Casa de las Américas recibió la triste noticia del deceso este 5 de abril del destacado escritor e intelectual Ambrosio Fornet (Veguitas de Bayamo, Cuba 1932-2022), anunció la institución cultural en su canal de Telegram.


“Lamentamos profundamente la pérdida de quien fuera uno de los más queridos y cercanos colaboradores de la institución. Su obra constituye parte fundamental de la cultura de la nación, que él defendió siempre”, apuntó el comunicado.

Presidente cubano sobre Ambrosio Fornet: “Sobre años grises, él puso luces que le sobreviven”

El presidente cubano, Miguel Díaz-Canel Bermúdez lamentó el fallecimiento del escritor y ensayista Ambrosio Fornet y transmitió sus condolencias en su cuenta de la red social Twitter.

“Ha muerto un gran intelectual, raíz bayamesa y proyección universal, un ensayista profundo, sensible, visceral, cubanísimo. Sobre años grises, él puso luces que le sobreviven. Mucho vamos a extrañar a Ambrosio Fornet. Mis condolencias a #Cuba”, escribió el mandatario.

Sobre el escritor, ensayista, guionista, investigador y crítico ha dicho Abel Prieto en su cuenta de Twitter: “Falleció el gran ensayista Ambrosio Fornet. Siempre generoso, siempre agudo, siempre ayudando a los jóvenes, siempre cercano a nuestra @CasAmericas, su ausencia nos deja dolor hondísimo. Reciban su viuda, sus hijos y nietos, sus amigos, un abrazo muy fuerte”.

Ambrosio Fornet, un hombre que amaba los libros

Yuris Nórido/ CubaSí

Ha fallecido en La Habana Ambrosio Fornet Frutos. Ciudadano notable de nuestra República de las Letras, deja un legado inmenso para la cultura cubana. Para muchos él fue referente indiscutible en debates y polémicas. La suya fue una voz preclara, puso puntos sobre íes pero lo hizo con una nobleza y una serenidad ejemplares. La historiografía del libro cubano, del movimiento editorial, le debe no pocos aportes. Su obra como editor en varias instituciones fue pródiga. Ha fallecido un cultor de las letras.

Narrador, ensayista, investigador, guionista de cine y editor... no hay ámbito literario que le hubiera sido ajeno. Académico, profesor y conferencista en universidades cubanas y extranjeras, consagró buena parte de su obra a la atenta relectura de obras significativas de la literatura cubana, haciendo énfasis en las diásporas. Ese cuerpo teórico ha sido punto de partida de numerosas periodizaciones y acercamientos críticos. Fornet fue formador de varias promociones de intelectuales.

Sus lecturas y viajes de adolescencia y juventud solidificaron una base cultural sólida... y su perspicacia y permanencia le permitieron formular juicios que han contribuido a la consolidación de claras jerarquías.

La promoción de autores y obras esenciales de la literatura cubana y universal mediante la conformación y asesoría de colecciones editoriales también distinguió su itinerario profesional.

Fue un respetado crítico literario, y su labor en ese sentido está recogida en varios volúmenes y en numerosas publicaciones especializadas.

Acuñó varios términos que de alguna manera han marcado derroteros en los estudios culturales cubanos: "Quinquenio gris", "literatura de campaña"... se han naturalizado, forman parte de debates permanentes, integran análisis y compendios...

Él siempre apostó por el diálogo, amaba las tertulias, los coloquios, las presentaciones de libros... toda oportunidad de intercambiar, de mover ideas.

Los Premios Nacionales de Edición y Literatura reconocieron un ejercicio serio, comprometido. Las instituciones culturales contaron siempre con su apoyo. Conoció y compartió con grandes figuras de las artes y las letras. Fue un trabajador incansable. Ambrosio Fornet dejó una huella. Sembró y esos frutos se cosecharán por mucho tiempo.

 

Ambrosio Fornet: un intelectual convincente

En los últimos tiempos, aun desde su atalaya del Vedado, Fornet no dejó de aportar, de involucrarse en empeños literarios, de aconsejar, de concebir o planear libros; de producir y de soñar.

Mario Cremata Ferrán - Juventud Rebelde

Lector insaciable, temprano aprendió a elegir las palabras correctas y ordenarlas «con gracia y malicia», a la usanza de los taumaturgos antiguos.

Mientras su avidez por el conocimiento moldeaba aquel que llegaría a ser, aguzó el sentido de la orientación y el espíritu crítico.

Martí, Dostoievski, Ortega y Gasset, Kafka, Unamuno y Herman Hesse despertaron en él una vocación a la que no todos llegan antes de la madurez: trascender el hecho de informarse o buscar puro deleite a través de la lectura, para aproximarse a zonas inexploradas de nuestro propio ser y luego lanzarse a la formulación de preguntas y respuestas sobre el universo y el lugar que en este ocupamos.

Con tales arpegios Ambrosio Fornet se erigió, sobre todo, como un intelectual convincente. Y también en uno de los pilares de nuestra cubanía pensante. Por eso duele tanto su partida este 5 de abril, a pocos meses de que cumpliría 90 años de fecunda y lúcida existencia.

Nacido en Veguitas, Granma, el 6 de octubre de 1932, su ruta como creador se inaugura con cuentos y narraciones breves, para además de ejercer como editor, investigador y profesor, durante más de seis décadas hacer del género ensayístico su reino.

Como a otros jóvenes intelectuales de su generación, la dictadura de Batista lo obligó a seguir el camino del exilio. Durante su estancia en Nueva York, como periodista y cuentista escribió para las revistas Carteles y Ciclón, respectivamente. Pero en 1959 decidió regresar a Cuba y desarrollar aquí su misión literaria.

El periódico Revolución y su mítico suplemento de los Lunes le abrieron las puertas. Allí compartió ilusiones, partos y angustias junto a un puñado de contemporáneos que, en poco tiempo, inscribirían sus nombres en los predios más encumbrados de la ensayística y la narrativa: Lisandro Otero, Edmundo Desnoes, Jaime Sarusky, Walterio Carbonell…

Trabajó luego con Alejo Carpentier en la Editorial Nacional. Desde entonces, además de testigo excepcional del entramado editorial cubano de la década de los 60 y uno de los más sistemáticos cantores de gesta de sus avatares, se consagró al estudio de su devenir histórico y legó una obra monumental que se llama El libro en Cuba, de culto no para bibliófilos, sino para la academia y para muchísimos editores, correctores, maquetadores, impresores y otros integrantes del gremio.

Con periodicidad, asumió proyectos editoriales y todos los supo llevar a buen puerto. Se desempeñó también, con éxito, como guionista cinematográfico, e impartió talleres y cursos sobre esa disciplina.

Fue multifacético y generoso con todos, especialmente con los jóvenes. Aun en su ancianidad conservó aquello que tanto lo distinguió: acuciosidad, modestia, perspicacia y un admirable sentido del humor.

Conocedor y narrador experto de nuestro pasado, hace muchos años le escuché una de esas sutiles jocosidades que responden a una verdad irrefutable: dado que los viajes seguían siendo por mar en las postrimerías del siglo XIX, los separatistas apodaron «cubanos pasados por agua» a los autonomistas que se trasladaban a la metrópoli.

En otra ocasión, tras provocarle una reflexión precisamente sobre nuestra insularidad, me confesó que, en lo que atañe a la identidad nacional y cultural, nunca le dio demasiada importancia a esa «categoría» que tanto ha inspirado y desvelado a pensadores y poetas, tal vez por haber nacido y haberse criado en tierra adentro.

Sin embargo, nunca estuvo en discusión su postura de patriota, de cubano raigal y comprometido hasta la médula con su herencia:

«¿Cómo medir los diferentes grados de cubanidad o, como diría Fernando Ortiz, de cubanía? Ortiz decía que cubano es el que quiere serlo, lo cual equivale a decir que cubano es el que no quiere ser otra cosa: no quiere ser inglés ni francés, tiene un alto grado de autoestima en lo que respecta a su nacionalidad, a su origen… ¿Y eso por qué? ¿Qué tiene este dichoso país que no nos cansamos de quejarnos y hablar mal de él, y sin embargo lo llevamos tan adentro? Algo será», reflexionó en una entrevista que le hice para estas páginas.

Por su notable trayectoria recibió el Premio Nacional de Edición (2002) y el Premio Nacional de Literatura (2009), y desde 1997 ocupó una butaca en la Academia Cubana de la Lengua, corporación donde animó no pocas investigaciones de gran valor para la cultura cubana.

En los últimos tiempos, aun desde su atalaya del Vedado, Fornet no dejó de aportar, de involucrarse en empeños literarios, de aconsejar, de concebir o planear libros; de producir y de soñar.

Ahora, con su fallecimiento, se despide también una época de creación que casi seguro no volvamos a conocer. Pero quisiera pensar que ha comenzado su sobrevida. Porque a quienes hace rato lo elegimos como faro, el sacerdocio de este hombre discreto y menudo de cuerpo —aunque inmenso como gestor y brillante como intelectual—, habrá de impulsarnos para no permitirnos naufragar.

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