Los conductores y guionistas de Con Filo se han visto sometidos al acoso de los opositores del gobierno cubano. Foto: Tomada de la página de Facebook del entrevistado.


Yilena Héctor Rodríguez - Cubadebate

En ocasiones, el contexto y las necesidades comunicativas llevan a la esfera pública a quienes no imaginaron pararse algún día en un estudio de grabación, con micrófonos, luces y cámaras incluidos.

Algo así ocurrió con Michel Ernesto Torres Corona, el presentador principal de Con Filo. ¿Quién le diría, al graduarse de Derecho, que sería conductor de un espacio estelar cuatro años después?

Lo cierto es que, más allá de su militancia política, hablar desenfadado y sentido del sarcasmo, poco se conoce de este joven, devenido “figura pública” hace algunos meses. Por eso, conversamos con él sobre sus proyectos, deberes y esa “vida común” que todos tenemos.

¿Cómo fue la infancia de Michel?

–Yo tuve una niñez feliz. Puedo decirlo. Nací en Maternidad Obrera, aquí en La Habana, y he vivido siempre en Playa. Como casi todos los niños, quise ser muchas cosas: bombero, científico, tuve una etapa de interés por la literatura. Pero, cuando llegó el momento, me decidí por el Derecho. Y, luego, he ido “siendo” por el camino.

¿Por qué estudiar Derecho?

–La razón fundamental fue mi abuelo, Enrique Corona Zayas. Era abogado y profesor de la universidad. Murió antes de que yo naciera, pero, como dije en los agradecimientos de mi tesis, me enseñó el verdadero significado de “la vida después de la muerte”, porque la única noción lógica de vida tras el fallecimiento es que la gente que te sobrevive te recuerde.

“Además, pudiera decirte que siempre me gustaron las películas y series de abogados y, aunque no he ejercido mi profesión ni un día, el Derecho me aportó una lógica específica para asumir los problemas y sus posibles soluciones. También me permitió entender, al menos en parte, el funcionamiento del poder y me dio una visión más dialéctica de la vida y los fenómenos sociales”.

Interesante… ¿Cómo llega entonces un profesional del Derecho a los medios de comunicación?

–Bueno, a los medios fui llegando de a poco. Primero comencé a opinar desde mi muro de Facebook sobre temas políticos. Un “opinólogo” cualquiera, de los que abundan en Facebook. Después fui publicando en algunos blogs, en algunos medios alternativos (de los de verdad, de los que no pagan), hasta que tuve la posibilidad de escribir en Granma y Cubadebate, que son plataformas de mucha mayor difusión.

“A la televisión sí llegué casi de imprevisto, porque al principio era suplente en el programa Con Filo. Más tarde, azahares de la vida hicieron que asumiera la conducción principal y el guion.

“Te mentiría si dijera que alguna vez me gustó la exposición mediática. No me llamaba la atención ni siquiera tirarme fotos. Pero fue un proyecto que se dio, y he tratado de defenderlo lo mejor posible. Hoy para mí Con Filo es un reto, un camino y un deber”.

Ya que estamos hablando del programa, cuéntame un poco cómo es su rutina productiva.

–Se resume en lo siguiente: el día antes de la emisión de Con Filo nos sentamos a la mesa un grupo de cinco personas a discutir los temas que han estado en la palestra pública en la semana y a analizar qué instituciones, personas o iniciativas han sido atacadas. Ahí vamos hallando una estructura más menos lógica del guion, que luego se escribe.

“Cada presentador redacta su parte. Gabriela escribe lo suyo, si Ana está hace lo  que le corresponde y yo lo mío. 'Armamos el muñeco' y al otro día en la mañana grabamos, a veces bajo estrés, por el ritmo trepidante. Pero es la única forma de lograr que las cosas que se discuten en el programa estén lo más cercanas posible a la actualidad”.

No es secreto que los periodistas de medios estatales y, en particular, ustedes, que debaten temas políticos, son blanco de ataques por quienes se oponen al gobierno. ¿Cómo asumes ese acoso?

–Uno se acostumbra. Al final uno entiende que eso es más producto de la sensación de impunidad que otorgan las redes sociales, que otra cosa. La gente —como “tira” lo que sea para ahí y no pasa nada—, desatan sus peores instintos y sentimientos. Pero uno aprende a darle el justo valor a eso, que es ínfimo.

“Lo mejor es tratar de asumirlo con humor. Y nunca, bajo ningún concepto, demostrar a ese aparato de terror que te causó algún daño. No se les puede dar esa satisfacción, incluso, si en algún momento llegan a herirte”.

Además de conductor y guionista de Con Filo, eres el director de la editorial Nuevo Milenio. ¿Qué implica desempeñar esa labor para alguien tan joven?

–Estar al frente de Nuevo Milenio es una de esas cosas que no pude prever y que asumo como una tarea. Estaban buscando un director joven, que brindara otra óptica a la editorial y pensaron en mí. Yo decidí asumir el reto, que ha sido eso, un desafío en todo el sentido de la palabra, por desconocimiento mío y falta de experiencia.

“Pero también es una oportunidad tremenda de conocer y trabajar con mucha gente y de aportar a la literatura científica en Cuba. Siempre fui un lector asiduo, sobre todo del sello Ciencias Sociales, que pertenece a Nuevo Mileno. En ese sentido me siento cómodo. Y, nada, he tratado de ser de alguna utilidad y de hacer mi trabajo lo mejor posible”.

¿Cómo es un día común en la vida de Michel?

–La verdad, yo no tengo días comunes ya. Eso “se murió”. Me puedo levantar en la mañana y no saber qué es lo que me toca, porque siempre surge algo y cambian los planes. En cada jornada hay algo diferente. Eso de “días comunes” lo perdí.

Pero, algún pasatiempo tendrás…

–Mi pasatiempo preferido es leer, aunque no lo practico como antes, por lo que te digo, tengo menos tiempo y menos energía.

¿Cuáles son tus proyectos de cara al futuro?

–Hacer algún libro, lo mismo un compendio de las cosas que he ido publicando en Granma, que de otros artículos que he escrito. También quisiera terminar un texto sobre personas que han fallecido y fueron importantes para mí. En resumen, concretar algún título. Eso me gustaría. Y salir adelante con la editorial. Ya ves, el muchacho que leía y escribía ahora está enredado en el mundo del libro.

Aunque la entrevista se ha movido en el ámbito personal, no puedo dejar de preguntarte sobre política y principios. Para ti, ¿qué implica ser un joven revolucionario en estos tiempos?

–El primer deber de un joven comprometido con su historia es “hacer la Revolución” y defender lo que las generaciones previas construyeron. Pero ser revolucionario también implica tratar de ser mejores que nuestros antecesores, porque no tiene sentido pensar que debemos ser iguales o “hay que estar a la altura”. No, si nosotros partimos de una posición de ventaja.

“En las actividades científicas se dice que uno se yergue sobre los hombros de aquellos que lo antecedieron. En la Revolución y en la política es igual. Nosotros tenemos que llegar más lejos que quienes estuvieron antes, como el lema de los Juegos Olímpicos: 'Más rápido, más alto, más fuerte'. Esa debería ser la mayor aspiración de un joven revolucionario: ser mejor persona, mejor militante, mejor activista, mejor ciudadano. Ser mejores”.

¿Y si te tuvieras que definir en una palabra?

–Eso es un viejo chiste. Te diría "inefable", que es como "indefinible", pero más culto, como para impresionar en la fiesta.

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