Foto: Jorge Luis Baños/IPS


TV Cubana.- Hasta el Consejo Popular de #LaGüinera, en el municipio de Arroyo Naranjo, llegó un equipo de #CanalCaribe para conocer cómo se ejecuta un plan de transformación integral en varias comunidades de La Habana. Este proceso contribuye a fortalecer la participación popular y el funcionamiento de las instituciones en cada territorio.

 

¿Cuánto han cambiado los barrios de Tamarindo y La Güinera?

Dinella García Acosta, Jorge Suñol Robles, Darío A. Extremera Peregrín, Irene Pérez

Cubadebate

Todos los barrios deberían tener una Madrina. Probablemente varios la tengan. Quizás hasta coincidan en el estilo y la forma. Quizás algunas se parezcan físicamente. La Madrina de La Güinera está vestida completamente de blanco y lleva un pañuelo en la cabeza. Es de esas personas que carga unos cuantos años a cuesta, pero que no pudieras precisar cuántos. Uno de sus lugares preferidos del barrio es El Triángulo. Al menos ahora, que ha sido restaurado después de años de profundo deterioro. Allí la encontramos un viernes de julio, al mediodía, con unos mangos y una tanqueta de pintura delante.

La Madrina está esperando por algún joven del barrio para pedirle de favor que pinte unos muritos de este espacio recreativo en el corazón de La Güinera, una de las 62 comunidades de 15 municipios de La Habana que reciben transformaciones desde el pasado año. “La juventud aquí no se niega a las cosas. Lo que hay que entrarle como se debe”, dice confiada.

En agosto pasado fueron identificados en La Güinera más de 1 000 jóvenes sin vínculo alguno al estudio o al trabajo. Este, la situación de la vivienda, la inmigración desde otras provincias, el embarazo en la adolescencia, la violencia doméstica, la prostitución, y otros problemas como el estado crítico de calles y establecimientos junto a los salideros de agua han sido durante años el paisaje de un día cualquiera en este barrio al sur de la capital.

Pero en los últimos meses -coinciden varios vecinos- el barrio ha ido cambiando, “algo”, “de a poco”, “ahí vamos”. Las calles han sido pavimentadas, muchos de los salideros eliminados, y se han restaurado consultorios médicos, políclinicos, escuelas y bodegas.

Uno de los mayores orgullo del personal médico del barrio es el consultorio 11 de la circunscripción 51, un edificio de tres pisos que está casi completamente remodelado. La doctora llegó aquí, desde Guantánamo, hace más de dos años, cuando el espacio se filtraba y estaba bastante dañado.

“La mayoría de las personas a las que damos atención vienen de comunidades en tránsito, a las cuales se les están construyendo viviendas; y madres de tres hijos que viven en condiciones desfavorables. Pero, aunque se pongan un poco remolonas, logramos que vengan a las consultas y que los niños se vacunen. También les traemos hasta aquí a los especialistas médicos”, cuenta la enferma María Josefa García, fundadora del programa del Médico de la Familia.

Según María de los Ángeles Herrera, la funcionaria de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) que atiende La Güinera, una de las principales problemáticas del barrio es la situación en la que viven las madres que vienen, casi siempre, del Oriente del país y se establecen ilegalmente sin dirección.

La función de Herrera, graduada de Rehabilitación Física, es guiar y ayudar a todas estas mujeres. Antes de que comenzara la transformación de los barrios en La Habana, este trabajo “se hacía por voluntad propia, pero no como debía. Ahora yo pasé un curso y ya lo hacemos con la preparación y la estructuras creadas. Nos estamos capacitando constantemente”.

“Apoyamos a las jóvenes embarazadas para que no dejen la escuela. Trabajamos con las amas de casa. Nos sentamos e intercambiamos con ellas. El Estado las ayuda, pero tienen que trabajar. Estamos haciendo un grupo para que una vaya motivando a la otra. Les hemos dado camas, colchones. Ellas se acercan para pasar cursos. Se les orienta para que puedan crear su propio negocio, pues hay mucho capital humano que no quiere trabajar en el Estado. Les decimos: `prepárense, no importa la cantidad de hijos que quieran tener`. Orientamos a los padres para que se involucren en la familia, para que las mujeres no se dejen violentar, y sepan los derechos que tienen”, explica mientras nos lleva a visitar a Isache.

Con 33 años y “madre y padre” de tres niñas, Isache Lao Gonne forma parte de las beneficiadas del programa de ayuda a las madres de tres hijos que espera porque le sea construida su vivienda. En La Güinera han sido identificadas más de 100 viviendas que es necesario reparar o construir completamente. Algunas de ellas ya están listas, otras a medio empezar o terminar, y otras aún esperan. La situación con los materiales de la construcción es altamente compleja en el país.

Isache vive en La Habana hace siete años. En lo que antes era una ponchera. Llegó desde Mayarí, Holguín, luego de una relación de 11 años con el padre de la hija mediana. Antes vivió en Santiago de Cuba, Guantánamo y Camagüey. El padre de la hija mayor, de 16 años, jamás la inscribió en el Registro Civil. El de la mediana no tiene condiciones económicas y no le envía ninguna ayuda. El de la menor, alérgica e ingresada en el hospital William Soler hasta los 11 meses y 21 días, vive a unos metros y se quedó con toda la ropa que le había comprado a la niña. “Él me dice que cuando vaya a salir se la pida, pero si él me la quitó, ¿para qué se la voy a pedir? Tenemos, ¿cómo decirlo?, desavenencias familiares y no me ayuda para nada”.

Cuando Isache se estableció en este terreno los vecinos la ayudaron “a forrarlo más o menos. Me pusieron la corriente. Me regalaron un socket y un bombillo, un poquito de hormigón. Hasta que vino el programa de las madres. De vez en cuando viene la de la Federación y me dice: “dime qué te han hecho”. Viene la Madrina y me dice: “¿qué te han hecho?”.

De acuerdo a la funcionaria de la FMC esto es un caso que se repite en el Consejo. “Personas que ocupan un lugar que es del Estado sin condiciones. Entonces pasa que al listado donde tenemos identificadas a las personas que vamos a ayudar hay que incorporar otras. Y a ella, que tiene niños y vive en unas condiciones de vulnerabilidad pésima, hay que priorizarla. Además, nosotros como vecinos tratamos de ayudarla en lo que se pueda”.

Las trabas que nos detienen

Como parte de las transformaciones en La Güinera, también fue restaurado El Triángulo, “el espacio donde la juventud viene a coger aire y se recrea. Aquí damos talleres, ofertamos productos a precios asequibles y estamos luchando porque aquí se hagan todas las actividades del Consejo”, puntualiza la Madrina o Iliana María Macías Pulido, presidenta de uno de los CDR de la zona 50.

“Ha sido una transformación bastante positiva. Han llegado al barrio muchas cosas que necesitábamos y, sobre todo, lo que pedimos que necesitábamos. Por ejemplo, el arreglo de las calles porque ya no se podía transitar, y las viviendas para madres de más de tres hijos, y para personas que viven en situación de vulnerabilidad. No ha sido tan rápido como esperábamos porque todo el mundo sabe que con una covid y después de un bloqueo, las cosas tienen que llegar más lentas”.

– ¿Qué falta?

“Nos falta mucho. Tenemos muchos problemas atrasados y la deuda es extremadamente grande. No te puedo decir que con lo que se está haciendo se está resolviendo, pero lo estamos haciendo, que es lo importante”.

– ¿Por ejemplo?

“Las viviendas. No hay muchos materiales. Con los que hay se están terminando las casas que comenzaron, pero hay algunas casas que todavía no se han podido ni comenzar del proyecto que estaba previsto de hacer más de 100 casas porque no hay materiales. Las personas saben que en estos momentos no se les está haciendo, pero que sí se les van a hacer. Lo que no pueden es perder la confianza en esta oportunidad. Tenemos que seguir pa´ alante, batallando.

“Tenemos también algunos problemas con los jóvenes. La compañera de la Federación ha tenido que salir a buscarles trabajo en otros lugares para que tengan ofertas. Los jóvenes no tienen mucho trabajo aquí para desarrollarse. A veces no tienen perfil ninguno, pero para que tengan algo. Es lo que hemos pedido, que la juventud se mantenga trabajando y estudiando. Lo que necesitamos es que ellos sepan que estar sentados en una esquina no es bueno, que si salen a trabajar siempre va a ser mejor. También hay que cambiar las mentalidades, que es muy importante”.

– ¿Cree que la gente se siente escuchada, atendida?

“Bueno, por lo menos a mi casa van muchísimo para que yo los escuche y los atienda. Ellos me llevan las quejas y se tramitan. Siempre tienen una respuesta, sea negativa o positiva. Pero tienen una respuesta, que es importante. Hay que escuchar a todo el mundo y a la gente que se tiene desatendida.

“En estos momentos en que no tenemos nada que dar una de las cosas que podemos dar es la atención. Con eso se pueden lograr resultados. Nosotros vamos a salir pa´ alante, pero porque todo el mundo tiene que confiar en que lo vamos a hacer y todos tienen que poner su granito de arena”.

– Hay cosas que no se pueden cambiar, como el bloqueo, pero existen otras trabas internas que sí se pueden quitar, ¿qué necesitaría usted que cambiaria para dar más respuestas positivas?

“Yo necesitaría que cambiaran los frenos. Que cuando tú tienes las propuestas te escucharan y las acciones fueran más rápidas. Por ejemplo, tenemos a un hombre que quiere hacer una cría de tilapias para abastecer al barrio con esos peces, porque existe un pozo donde se puede utilizar el agua para eso. Pero tenemos que esperar a que la Agricultura libere el terreno. Tenemos que esperar y esperar, y el tiempo va pasando, y esa acción que se podía hacer rápido ya no se puede hacer de esa forma.

“Es cierto que hay que tener un proyecto escrito, pero nosotros no sabemos escribir el proyecto, y tenemos que buscar a las personas que nos lo hagan. Eso es una traba. Y esas son las que demoran y que hacen que las cosas no salgan en el momento adecuado.

“Aquí en el Triángulo nosotros queremos hacerle más actividades a la población, pero no tenemos audio. Dependemos de los audios que nos quiera brindar la población voluntariamente. Si tuviéramos audio podríamos hacer actividades todo el tiempo con el talento que hay en la comunidad. Esa misma gente son a las que tú le dices después: `hace falta que me ayudes a pintar eso ahí, a chapear`, y ellos vienen y lo hacen. La juventud aquí no se niega a las cosas, lo que hay que entrarle como se debe.

“Esas cosas que son pequeñitas, pero que a la hora de hacerlas se vuelven muy grandes por las demoras es lo que hace que no se agilicen los trámites”.

Hay cambios, pero hacen falta más

Hay algo que tiene que tener la Madrina del barrio, cuando camine por la calle la gente tiene que saludarla, pedirle cosas, recordarle quejas, y también preguntarle por su salud. Dentro del Consejo La Güinera se encuentra el barrio Capri, quizás la zona más residencial de la localidad. Allí, aunque no lo llamen así, hay un padrino. Se llama Miguel Ávila y se ha dedicado a la comunidad por casi 20 años.

Lo primero que hace es enseñarnos la bodega que ha sufrido “un cambio de 180 grados. Aquí tú tocabas el mostrador y era comején. Se filtraba. Esta bodega nunca se había reparado desde que fue intervenida. Así estaban todas las bodegas. Esta es una de las insatisfacciones que se convirtió en satisfacción”.

Los vecinos de Capri llevaban años pidiendo la reparación de las bodegas, policlínicos, consultorios, calles, supresión de salideros, y una buena estrategia de recogida de desechos sólidos. “Existía mucha acumulación, tanto de planteamientos, como de inquietudes y peticiones. Se acumularon y aún queda mucho por transformar, pero esto no había tenido un avance como lo tiene ahora”.

Uno de los vecinos, Rafael Pérez, dice que se encuentra “satisfecho”. Considera que el barrio ha cambiado, pero que no han terminado de arreglar calles y aceras, y no intervienen fachadas.

Ernesto Reyes, a su lado, esperando por las balitas de gas que no llegan, añade que “lo que falta es arreglar las calles para que esto esté como antes. Así el reparto se verá mucho mejor”.

También esperando por el gas se encuentra Rosaida Mas. Para ella un tema crucial que no ha sido escuchado es el de las tiendas. “Ahora mismo las personas que vivimos aquí en Capri no podemos comprar. Hay mucho desorden y no hay organización. Vienen muchas personas a comprar ahí y hacen listas de tres y cuatro días. Entonces no hay oportunidad de poder comprar. Y es un tema que no se acaba de resolver. Llevamos todo este tiempo pidiéndolo”.

Ávila explica que el municipio no tiene la cantidad de tiendas necesarias para dividir las ventas. “Aquí están despachando el cigarro de todo el Consejo en un punto de combustible. Eso provoca muchas colas. ¿Qué yo haría? Estableciera la libreta como control de eso y me quitaría las colas”.

“El 60% de la población de esta circunscripción no puede comprar. Si yo tuviera la facultad de cambiar yo desintegraría todas las colas y utilizaría todos los establecimientos que tenemos en el Consejo para una mayor satisfacción de la población y que todo el mundo alcance”.

Precisamente los establecimientos del barrio han sido reparados, entre ellos, el mercado Capri, donde se despacha la canasta básica, y el cual ya cuenta con cámaras de frío, baños, y diversos quioscos. De igual forma, han sido remosados consultorios, agros y espacios de ventas de productos frescos y de la minindustria.

Ávila considera que se trata de un municipio con un amplio territorio y “son muchos problemas acumulados. Había burocracia y tecnocracia. Eso mata”.

“Las insatisfacciones -considera- son un problema de organizarnos. Dar la respuesta en el momento oportuno, con respeto y amor. Yo te puedo decir que no, pero explicarte por qué no. Le echamos la culpa al bloqueo y es verdad que tiene un alta incidencia, pero hay un bloqueo que es interno y este tiene que cesar. El sistema de nosotros es el mejor del mundo, pero hay hombres que no cumplimentan lo que tiene que hacerse. Hay que establecer y regir las políticas. Yo como delegado soy una persona que exijo y trabajo. Toco las personas. Y lo otro es explicarle a la gente cuándo se puede y cuándo no. Y que la gente participe y tenga comida. Eso de las colas es una insatisfacción total. Hay que dividir eso y ponerlo por la libreta”.

El delegado también insiste en “la cultura del detalle que de calidad para que dentro de 10 años lo que hagamos tenga sostenibilidad. Tenemos que transformar todo y ser sistémicos. Si no lo somos no vamos a lograr la plena satisfacción de la población”.

En el reparto Capri viven 1 434 personas y más del 50% es mayor de 60 años. “Los jóvenes nos piden más espacio, y se están creando. Se están creando más oportunidades de trabajo. Yo trabajo con ellos. No voy a hacer un viejo con un bastón delegado. No puede ser. La motivación se logra partiendo del ejemplo”.

Tamarindo, “seguir cambiando, poco a poco”

Es la tarde de un viernes de julio en el parque Santos Suárez, el centro del consejo popular Tamarindo, en Diez de Octubre. A pesar del calor, hay personas sentadas en los bancos de mármol, niños jugando en los aparatos deportivos, vendedores de encajes y otras piezas de tela, señoras esperando su turno para comprar en el puesto de dulces en una de las aceras, y una actividad especial con música para los niños del parque y de un grupo de la primaria César Escalante.

Hace casi un año el parque, delimitado por las calles Zapotes, San Indalecio, Santa Emilia y San Beningno, pasó por un proceso de reparación, que incluyó las edificaciones de los alrededores: la primaria, la escuela secundaria básica, un círculo infantil, el consultorio médico, la biblioteca y las fachadas de las casas vecinas, que recibieron una capa de pintura.

Las instituciones locales, con el apoyo del Ministerio de la Agricultura, dirigieron este empeño como parte de las transformaciones que desde hace meses se llevan a cabo en este y otros barrios habaneros.

Tamarindo es un consejo compuesto por 88 manzanas y 27 calles. Tiene 1.2 km² de extensión, en los que se ubican 44 bodegas, 29 consultorios, cinco farmacias, ocho escuelas, tres secundarias y dos círculos infantiles.

Para los habitantes de este consejo y los del vecino Santos Suárez, quizás el mayor cambio fue el arreglo y bacheo de las calles, que llevaban años en mal estado. La reparación de los viales de la localidad era un reclamo de la población desde hace tiempo que, según las autoridades del municipio, no se había podido llevar a cabo en su totalidad por la carencia de fondos.

El rehabilitado parque Santos Suárez y las edificaciones próximas son los proyectos más visibles de la transformación en este barrio de Diez de Octubre. Sin embargo, otros sitios de importancia social también han sido intervenidos por las autoridades municipales.

En el espacio que ocupó el cine Santos Suárez, en la esquina de Santos Suárez y San Benigno, se ubica el mercado agropecuario insignia de la localidad, como lo definió Rafael Ortega, delegado de la circunscripción 71.

Luego de varios años de explotación, y con el proyecto de las transformaciones en marcha, las autoridades decidieron reemplazar la construcción casi rústica de ese agromercado por una nueva, techada y de mampostería, que finalizará, según las proyecciones, en septiembre.

Ortega mencionó que, para no detener el servicio, se habilitaron quioscos temporales cerca del agro en construcción.

Una bodega mixta, cercana al parque, que atiende a 1 160 consumidores, lleva 11 meses en un proceso de reparación capital que se espera que termine antes del fin de este mes, especificó Yuneisy Setién, directora de la Empresa Filial Municipal de Comercio de Diez de Octubre. El establecimiento estaba en pésimas condiciones, manifestó su administradora durante más de 15 años, Natividad Cartas.

La recuperación de las fachadas de la antigua calzada de Jesús del Monte, hoy Diez de Octubre, con la colaboración de varias mipymes, es otro de los proyectos de Tamarindo, informó el presidente del consejo, Miguel Bernabé Gálvez.

A pesar de la renovación del parque y otros espacios públicos, en Tamarindo persisten problemas como el estado de las aceras (con la reparación de las calles se arreglaron algunas), el alumbrado público, los salideros de aguas albañales y agua potable, la recogida de basura en las esquinas y el de la vivienda, que Gálvez, reconoció como el mayor planteamiento de los vecinos.

Con respecto al tema de la vivienda, se han emprendido algunas acciones en el consejo. Una de ellas es la reparación de la ciudadela Las Margaritas, que ya está en su etapa final.

Teresa Castellanos, una vecina del parque, afirmó que el entorno ha cambiado bastante durante los últimos tiempos, e insistió en la necesidad de que se mantenga y no se destruya lo construido.

Una madre joven, Wendy Castellanos, dijo que piensa que se debe trabajar más en los arreglos en las casas y sus alrededores, y en la recogida de basura. Para Castellanos, “puede que el barrio haya mejorado un poco”, pero la situación general es compleja, con el desabastecimiento y el poco poder adquisitivo del salario.

Lazmay Martin, directora de Cuadros del Consejo de la Administración Municipal, afirmó que el avance es paulatino y “no se va a ver de un día para otro”.

Según el delegado Ortega, “la gente ha visto el cambio, y eran cosas que se tenían previstas desde hacía tiempo atrás, lo que no se habían hecho por temas estratégicos de la dirección del país”, afirmó.

El proceso de transformación se llevó a cabo con base en planteamientos antiguos de la población, que no se habían cumplido porque el municipio tenía pocos recursos, reconoció el presidente del consejo popular Tamarindo.

Isabel Miranda, una vecina del parque, insistió en que hay que hacer más transformaciones. “¿Por qué? Porque cuando uno tiene un lugar bonito, un lugar donde te sientes bien, hasta uno mismo va cambiando su forma de ser. Y cuando hagas las cosas, enseñar a las personas que hay que cuidar el lugar para poder seguir luchando y que sigan haciendo otras cosas más”, manifestó.

Para Miranda, las personas que manifestaron sus problemas hace un año aún tienen algunas insatisfacciones. La vecina del consejo Tamarindo aseveró que “hay que seguir cambiando, hay que cambiar mucho, poco a poco”.

 

Estado cubano busca soluciones en los barrios del país

La Habana, 11 jul (Prensa Latina) El Estado cubano no se detiene en la búsqueda de soluciones en los barrios del país, afirmó hoy la viceprimera ministra, Inés María Chapman.

En las comunidades hay elementos que se han acumulado en el tiempo a partir de la imposibilidad de dar solución inmediata.

Por su experiencia anterior en el Instituto Nacional Recursos Hidráulicos, la funcionaria expresó que hoy queda mucho por hacer en lo relacionado con la infraestructura, el abasto y saneamiento en los barrios cubanos.

Sin embargo, manifestó al programa Ruta 10 de la televisión nacional, que se ha avanzado en algunos lugares, pero no en todos.

Mencionó además que el tema de la vivienda es otro asunto acumulado por el déficit financiero y el bloqueo que limita el avance del país.

El desarrollo social, dijo, va aparejado a la infraestructura porque la persona se transforma en la medida en que lo hace el lugar donde vive.

Acotó que la nación cubana busca alternativas para solucionar problemas con una estrategia económica y social bien definida y con nuevas medidas que se actualizan e implementan en función de las condiciones propias y actuales del país.

En este sentido, argumentó que cada estrategia a implementar es debatida por científicos, académicos y personas que tienen experiencia en los temas en cuestión.

Chapman reafirmó que actualmente es imprescindible la comunicación con las personas de los barrios, los líderes, las organizaciones políticas y de masas porque esa relación estrecha permite dar salidas a los problemas, «que a veces no son soluciones físicas, pero está la comunicación directa de escuchar, explicar , convencer y cumplir, que es tan importante».

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