Los escritores Zuleica Romay, David López y Nancy Morejón comparten sus experiencias. Foto: ACN.


Cuba baila con la fuerza de África

Susana Besteiro Fornet

Granma

¿Cómo explicar a un grupo de estadounidenses curiosos por Cuba, que mientras «afroamericano» es un sustantivo para hablar de las personas negras nacidas en ese país, «afrocubano» es un adjetivo presente en cada aspecto de nuestra identidad nacional?

Ese quizá fue el reto mayor del encuentro sostenido ayer entre intelectuales cubanos y la delegación proveniente de EE. UU., liderada por el artista Andy Shallal; mientras que la poetisa Nancy Morejón; Zuleica Romay, directora del Programa de Afroamérica de Casa de las Américas, y el poeta y ensayista David López, encabezaron el diálogo desde la luz antillana.

En un amplio bosquejo, dibujado a seis manos, cubrieron momentos como la esclavitud, la trata, los negros que compraban su libertad, los que escapaban, los que fueron liberados cuando abolieron la esclavitud y los que, muchos años después, seguían cargando con grilletes, aunque la sociedad los llamase «libres».

Zuleica Romay contó la historia de su bisabuela, quien nació en un barracón cuando, supuestamente, ya no existían esclavos, y luego, durante sus últimos años de vida, a veces se asustaba de la nada y gritaba que la querían golpear con el látigo.

En el intercambio se recordó que durante el siglo XIX y los primeros años del XX las familias negras cubanas, que ya eran libres, se dedicaban a las labores domésticas y a los trabajos de fuerza. De ahí que, aun después de que la colonia terminase y dejasen de ser la mano de obra encadenada de los campos cubanos, los negros constituían un eslabón clave en en la vida y en la economía del país.

Andy Shallal preguntó por qué los descendientes de africanos que viven en Cuba no se llaman a sí mismos «afrocubanos», como sucede en otras naciones del continente.

No se trata en lo más mínimo de un desprecio a África, sino que es el resultado de un proceso cultural que se ha llevado a cabo en este territorio durante siglos, aclaró David López.

La música, los bailes, la cocina y la religión africanos cambiaron todo lo que llegaba de Europa a la Isla. No es que los negros adoptaran las costumbres de los españoles ni viceversa, comentó Romay, sino que ambos se fueron combinando hasta crear nuestra identidad.

«Al principio, cuando los nacidos en Cuba se comenzaron a reconocer como criollos, este término solo se usaba para los descendientes de padres blancos; los hijos de los negros eran afrocubanos. Pero fue tanto el mestizaje de colores y culturas, que pronto pasó a ser un calificativo para todo lo que tuviera alguna influencia africana. Ellos no eran afrocubanos, eran cubanos y negros» continuó Romay.

«Hoy tú oyes sonar un tambor, un buen tambor cubano, y cuando salimos a bailar no se sabe quién es blanco ni quién es negro, todos bailamos con la fuerza de África», expresó Nancy Morejón, quien puso fin al encuentro con la lectura de versos de su libro Madrigal para un príncipe negro, cuaderno que contiene 12 poemas dedicados a George Floyd, recalcando una vez más los nexos sentimentales que unen a los pueblos de Cuba y Estados Unidos.

 

Escritores cubanos intercambian con delegación estadounidense en panel sobre racismo

Cubadebate

Sobre el estado de la racialidad y los aportes a la formación de la nacionalidad y la nación en Cuba intercambiaron, en Casa de las Américas, los escritores Zuleica Romay, David López y Nancy Morejón con la delegación estadounidense que desde este lunes visita el país.

A través del panel Cuba y su negritud. Racismo y antirracismo. Influencias en la vida social y cultural, el grupo encabezado por el periodista Andy Shallal conoció las vivencias no solo de tres intelectuales de las letras cubanas, sino de personas cuyos pasados familiares evocan recuerdos de la esclavitud que durante cuatro siglos vivió la mayor de las Antillas.

Zuleica Romay Guerra explicó a los visitantes que la abolición de la esclavitud en la nación antillana fue un proceso gradual que se alcanzó en 1886 y dejó secuelas psicológicas en quienes sufrieron de primera mano sus efectos.

Expresó que la Revolución de 1959 otorgó a los cubanos y, específicamente a la población negra, una vida digna y respetable que si bien era una clase media extensa tuvo una participación importante en los procesos sociales gestados en el territorio nacional, a los cuales le incorporaron el orgullo por la historia de sus antepasados.

La escritora y ensayista acotó que la crisis económica de los años 90 retomó prácticas y manifestaciones de racismo, las cuales se creyeron erradicadas con el proceso revolucionario y añadió que en ese período hubo personas que sintieron superiores respecto a otras por el solo hecho de no ser negras.

Aseguró que Cuba vive un momento de reactivación crítica porque es necesario revisar todas las políticas de la Revolución para fortalecerlas e individualizarlas acorde a las situaciones que atraviesan los diversos sectores de la sociedad.

Detalló que el Estado revolucionario implementa programas y proyectos de carácter popular como es el caso del Programa Nacional contra el racismo y la discriminación racial, que data de 2019, y experimenta una comunión entre la academia, los intelectuales y artistas, la ciudadanía y las estructuras de gobierno para desterrar prejuicios, viejas costumbres y hacer de la mayor de las Antillas un país mejor.

Los cubanos no deben sentirse conformes, a pesar de la enorme ventaja que tienen las personas negras en el archipiélago respecto a sus homólogas en otras partes del mundo, afirmó Romay Guerra.

En el intercambio, la delegación de Estados Unidos obtuvo detalles del proyecto Ciencia, conciencia y paciencia, liderado por el poeta y abogado David López, y se presentó el poemario Madrigal para un príncipe negro, de Nancy Morejón, obras que desde distintas perspectivas exaltan los valores de la cultura negra para la historia nacional y regional.

(Con información de ACN)

 

La persistencia de la amistad

Con la develación de una tarja en la sede de la Uneac la mañana de ayer, la organización homenajeó la amistad que creció entre Langston Hughes y Nicolás Guillén

Susana Besteiro Fornet

Granma

Apenas seis meses separaron el nacimiento de Langston Hughes y Nicolás Guillén. El primero originario de Misuri, Estados Unidos, y el segundo de Camagüey, Cuba. Han pasado 120 años desde que ambos poetas llegaran al mundo.

Quiso la vida que no solo compartieran el 1902, sino tantos otros elementos; en palabras del escritor y periodista Pedro de la Hoz: «desde los signos externos como el color de la piel hasta las causas que debían promover y defender».

Ambos escritores compartieron en su obra la defensa de la cultura y la identidad africanas. Por la confluencia de sus ideales y su coincidencia como dos de las personalidades más importantes de la literatura americana en la primera mitad del siglo XX, se convirtieron en amigos y compañeros en la lucha contra el racismo, usando las letras como balas.

Se conocieron en La Habana en 1930, por mediación del periodista José Antonio Fernández de Castro, editor de El Diario de la Marina, quien había versionado al español los poemas del norteamericano. En aquella jornada intercambiaron versos y anécdotas que fundarían las bases de la alianza y resultarían en la primera traducción al inglés de la obra de Guillén.

Con la develación de una tarja en la sede de la Uneac, en la mañana de ayer, la organización homenajeó la amistad que creció entre esos dos símbolos de las letras.

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