María Carla O´Connor - Cuba Joven - Cubadebate.- Un aguacero tiene muchas lecturas espirituales. Viene a limpiar lo malo. Trae lluvia, vientos, rayos y es parte del ciclo del agua. De este modo nació el proyecto Aguacero en octubre de 2020, como un proceso de creación y transformación a través del que compilar información cultural, trabajarla y devolverla en forma de “precipitación” a la gente.


Así lo recuerdan sus integrantes y no, no estamos hablando de un grupo de mecenas del arte, ni emprendedores, profesionales, ni artistas. Nos referimos a estudiantes de segundo año de la carrera de Periodismo de la Universidad de La Habana, quienes supieron darle un giro de tuerca al aburrimiento pandémico con esta atractiva propuesta para la difusión y consumo cultural en La Habana.

Dainary Nápoles, directora general de Aguacero, cuenta que la canción Rabo de nube de Silvio Rodríguez sirvió de inspiración para el nombre del proyecto y los objetivos que este persigue: “Queríamos conseguir diversidad y confluencia de artistas, manifestaciones y actividades. Queríamos empapar a las personas con conocimiento y cultura”.

Durante la pandemia, sus compañeros de aula mantenían contacto por las redes sociales. No se conocían físicamente, solo por los intercambios en el chat de WhatsApp. “Hablé con aquellos que pudieran estar interesados en tener un proyecto para informar a 'los culturosos' y quizás, algún día, soñar con expandirlo más allá del mundo digital”, rememora.

Dainary conversa con Cubadebate a nombre de Patricia, Alejandra, Francis, Mike, Alma y demás colaboradores de Aguacero, quienes han aportado su talento, esfuerzo y dedicación al crecimiento y consolidación de este proyecto.

Parte del equipo de Aguacero. Foto: Cortesía de los entrevistados.

“El único momento que yo tenía para salir al teatro o a un concierto era los fines de semana porque estaba becada en la Lenin, pero los medios para informarse allí eran muy limitados; y a menudo, la promulgación cultural en los medios especializados estaba desactualizada o con información errónea. No resultaba confiable. Conclusión: No me enteraba de nada.

“Cuando comenzamos el proyecto nosotros decíamos 'cómo nos vamos enterar de las cosas, si es tan difícil localizar esa información'. Pues llamábamos a todos los teatros, por la calle anotábamos todos los cartelitos que veíamos. Como parte de la investigación de fondo para crear nuestras propias carteleras, nos dimos cuenta que hay muchas instituciones culturales, que incluso, no conocemos porque no trabajan bien su estrategia de comunicación; no le dan difusión a sus actividades y no hacen buen uso de las redes sociales”, expresa Dainary.

La hora de ponerlo en marcha fue meses después, cuando se levantaron las medidas restrictivas en torno a la COVID-19 en La Habana y gradualmente reabrieron los lugares de esparcimientos y recreación. La joven enfatiza que Aguacero es la respuesta a una necesidad personal que resultó ser una demanda colectiva de jóvenes que como a ella, les interesa el arte en sus distintas manifestaciones:

“Nuestro objetivo es brindar información confiable, actualizada y que responda a los intereses de nuestro público meta (aunque ya se ha diversificado y ampliado) que son los jóvenes. Por otra parte, Aguacero busca ser un espacio también que incluya a músicos noveles que quieran darse a conocer así como sus presentaciones”.

La también estudiante de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana explica que tras la pandemia y los distintos rebrotes en la ciudad, hubo un cambio en la percepción del público en torno a los lugares para disfrutar la cultura. Cines, teatros y galerías se mantuvieron cerrados o con capacidad mínima de audiencia debido a la incidencia del virus. ¿Qué pasó entonces? El sector privado o cuentapropistas comenzaron a abrir sus locales a músicos, actores y humoristas, sobre todo, a figuras menos conocidas o emergentes en el  escenario cultural habanero.

“Ser artista cuesta. Cuesta grabar un sencillo y mucho más un disco. Tras la nueva apertura de la ciudad, la gente paga por ir a ver un cantante en un bar o a un emprendimiento que le dé dentro de sus instalaciones espacio para conciertos o performance”, añade.

Conquistar el espacio físico

El espacio fundamental de Aguacero ha sido principalmente las redes sociales. Actualmente, cuenta con nueve grupos de WhatsApp; aunque Telegram es la plataforma con herramientas que se ajustan más a las necesidades del proyecto. Hasta la fecha poseen más de 3 200 seguidores en esta plataforma.

“Tenemos presencia también en Facebook e Instagram con el objetivo de continuar socializando nuestro trabajo de acuerdo a las características de cada plataforma”, dice Dainary Nápoles; no obstante, agrega que a través del espacio físico también llegas a otro público: “Los seguidores de los temáticas y artistas que invitas a tus eventos”.

Así nació el evento Voilá, extensión física del proyecto Aguacero, cito en la Casa Víctor Hugo, en La Habana Vieja, con el fin de promover la cultura desde un espacio dedicado a la francofonía. Allí, primero se proyecta al aire libre una película y después se realiza un concierto; todo acompañado con propuestas gastronómicas. De igual forma, surgió Cinema Paradiso en colaboración con la Cinemateca de Cuba, para acercar a los jóvenes a la cinematografía cubana y sus protagonistas, con la proyección de obras del cine nacional y charlas con figuras relacionadas a la industria.

Cinema Paradiso en colaboración con la Cinemateca de Cuba. Foto: Cortesía de los entrevistados.

De la mano de todas estas actividades, el podcast Bajo la lluvia (con el asesoramiento y producción del profesor Max Barbosa y el equipo de Nexos Radio de la Facultad de Comunicación) enriquece y complementa los valores y contenidos que promueve el proyecto:

“Su dinámica es escoger una palabra y que esta sea el hilo conductor de todo el episodio. En función de eso, se elige la película de la que se va a hablar, una coreografía de un grupo de danza, una obra de teatro, un artista, un disco… Por ejemplo, el término –zapato-. Con este de inspiración vas a hablar de la escena icónica de Chaplin comiéndose un zapato. También abundarás sobre el baile del tap y reproducirás la canción ¿Dónde está la cutara? por William Vivanco, y así”.

Cuando la montaña va a Mahoma

Sin lugar a dudas, Aguacero es un ejemplo perfecto del correcto empleo de las redes sociales para la gestión de la comunicación entre las instituciones y el público. Una de las muestras de aceptación que ha tenido el proyecto en el sector de la cultura es que diferentes centros culturales han buscado asesoramiento de estos jóvenes para la promulgación de su agenda y su presencia en el mundo online. “En lugar de mejorar su estrategia de comunicación y atención al público, han visto en Aguacero un espacio que le proporciona un beneficio en la difusión de sus actividades. Han visto en Aguacero una solución”, reconoce.

Dainary Nápoles afirma que esta experiencia les ha servido pata crecerse desde el punto de vista personal y profesional:

“Nos ayudó a crecer al tener que lidiar con el confinamiento de la ciudad a finales de 2020. De no buscar soluciones ante la situación que se vivía, el proyecto hubiese muerto. Decidimos mover un poco el concepto sin perder el objetivo principal. Allí fue cuando comenzamos a hacer secciones de cine, series, películas, literatura… Anunciar excelentes películas que ponían en la televisión que a veces uno ni se entera.

“Hemos aprendido a comunicarnos con el público, a indagar sobre sus intereses, opiniones, sugerencias. Asimismo, hemos adquirido experiencia sobre producción y logística; dominio de la locución en el podcast; y sobre todo, hemos tratado de satisfacer un amplio espectro del público que le interesa el arte”.

Concierto de Fito del Río en el espacio Voilà. Foto: Cortesía de los entrevistados.

Concierto de Fito del Río en el espacio Voilà. Foto: Cortesía de los entrevistados.

 

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