Canal Caribe.- Y como parte de la serie de testimonios realizada por el Centro Fidel Castro Ruz en homenaje al sexto aniversario de la partida física del Comandante en Jefe, hoy nos acercamos a algunos de los tantos recuerdos que atesora el destacado economista de Cuba, José Luis Rodríguez, un hombre que, durante 25 años, fue colaborador cercano del Líder de la Revolución Cubana.
José Luis Rodríguez: “Para Fidel no había economía sin política ni política sin economía”
Cubaperiodistas.cu
septiembre 3, 2019
Para Recordar a Fidel en su 93 cumpleaños, la Unión de Periodistas de Cuba auspició un conversatorio con el Dr. José Luis Rodríguez, quien fuera colaborador del Comandante y ministro de Economía durante los duros años del Período Especial.
Rosa M. Elizalde: Quien va a hablarnos es muy conocido. Fue Ministro de Economía durante todo el Período Especial, uno de los arquitectos —con Fidel, por supuesto, como maestro de obra— de la estrategia que permitió que el pueblo cubano sobreviviera en la peor crisis que ha vivido la Revolución en sus más de 60 años de existencia.
Actualmente José Luis Rodríguez es asesor del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial, colaborador de Cubadebate y uno de los pocos economistas que está tratando de interpretar con objetividad, desde la pedagogía de Fidel y su visión socialista, las transformaciones económicas y sociales que se iniciaron con los Lineamientos del Partido en ya casi una década.
Hoy nos hablará del pensamiento económico Fidel, porque mañana es el cumpleaños 93 del líder de la Revolución. A tono con las nuevas medidas que han celebrado los periodistas y todo el sector público, consideramos que debíamos recordar de dónde vienen estas decisiones que benefician a millones de cubanos, con un hombre que estuvo todos los días junto al Comandante en Jefe —mañana, tarde y noche—, tratando de alimentar a un pueblo y de desarrollar a un país en las condiciones más adversas.
Gracias, José Luis, por estar acá, un abrazo y bienvenido. Tienes la palabra.
José Luis Rodríguez: Gracias a ustedes por la invitación. Hay muchos compañeros que pueden hablar de esa época y de otros momentos, de la obra de Fidel y del trabajo con Fidel. Realmente me considero muy afortunado. La vida de una persona tiene momentos determinantes, y para mí lo fue sin duda alguna haber podido colaborar con Fidel durante veinticinco años.
Esa colaboración empezó cuando se crea el Centro de Investigaciones de la Economía Mundial (CIEM), en 1979, durante el período en que Cuba presidió los No Alineados. El objetivo del CIEM era asesorarlo a él en temas de economía internacional, de economía mundial, y a partir de ahí comenzamos un trabajo, primero de ayuda en la elaboración de materiales y discursos. Pueden imaginar la enorme responsabilidad que tuvimos encima -Osvaldo Martínez, que dirigía el CIEM en ese momento, y yo, que era el subdirector, aunque ambos éramos profesores con cierta experiencia en la universidad.
En mi caso, había trabajado en empresas (era contador) y, además, había trabajado los temas económicos por dentro. La experiencia de haber dado clases en la universidad desde 1967 ayudaba mucho a la hora de traducir ideas, de presentarlas lo más sencilla y objetivamente posible.
Relevancia del pensamiento económico
Hay toda una serie de anécdotas que revelan la importancia que Fidel le daba a ese trabajo y a la economía propiamente dicha, de todas formas era realmente un trabajo de mucha responsabilidad.
Los primeros contactos que tuve con él fueron telefónicos. Me acuerdo que un día de un discurso en un aniversario de los CDR me avisaron en mi casa: “lo va a llamar el compañero Fidel”. Me quedé electrizado, era la primera vez que iba a hablar directamente con él, y estuvimos conversando como dos horas por teléfono. Ustedes saben cómo era Fidel, habló de cuanta cosa en ese momento estuviera discutiéndose en la economía, en la política internacional, etcétera. Él hacía preguntas y yo trataba de responderlas.
Empezamos a trabajar directamente con Chomy (José Ramón Miyar Barruecos) que era el secretario del Consejo del Estado y atendía directamente los vínculos de Fidel con el Equipo de Apoyo. También estaban otros compañeros que atendían los temas que no eran de economía, como el periodista Julio García Luis; Pedro Álvarez Tabío, que era el editor del Consejo de Estado: su último trabajo fue enorme: Cien horas con Fidel, que se desarrolló con mucha calidad, y había otro grupo de compañeros que eventualmente colaboraban en este sentido.
El interés de Fidel por los temas de economía internacional creció mucho a partir su discurso en Naciones Unidas en 1979. Fidel levantó la idea de crear un fondo de trescientos mil millones para impulsar el desarrollo. Empezó un trabajo muy intenso para promover estas ideas con participación en una serie de eventos. Eso fue entre 1980 y 1983, aproximadamente.
La crisis económica y social del mundo
Ya a finales de 1982 y principios del ‘83, Cuba tiene que entregar la presidencia de los No Alineados a la India. Fidel decide hacer un libro que se llamó La crisis económica y social del mundo, que se entregó en la Cumbre de Nueva Delhi. En el texto se analizaba la coyuntura internacional en todos sus aspectos: los problemas de alimentación, la industrialización, del medioambiente (que empezaban a tratarse en ese momento). Fue un trabajo muy intenso. Un grupo de compañeros, prácticamente estuvimos internados durante dos meses preparando los borradores, después de haber discutido con Fidel el esquema y los borradores de cada uno de los capítulos. Teníamos sesiones de discusión con él en relación a lo que se presentaba, a lo que él creía.
Fidel revisó y, en definitiva, palabra por palabra de ese libro. Es decir, se leyó todos los capítulos, discutió todos los capítulos y, desde luego, de cada discusión salían nuevas versiones y nuevos elementos a incluir. Al final él tuvo la gentileza de reconocer en el prólogo del libro el trabajo del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial, y de otros como el Centro de Investigaciones de la Economía Internacional, de la Universidad de La Habana, que también había colaborado con un grupo de compañeros.
Sobre ese libro hay muchas cosas que se pudieran contar. Ya en ese momento, los criterios de Fidel eran muy firmes en relación a temas como la crisis. El título del libro él lo defendió (La crisis económica y social del mundo), aunque en el mundo había países capitalistas y países socialistas.
Se hicieron traducciones a cuanto idioma fundamental existía: el inglés, el francés, el alemán, el ruso, el árabe, y todo eso se preparó en paralelo, para entregarlos en la Cumbre de Nueva Delhi en el ’83. Cuando llega la traducción al ruso los camaradas soviéticos dijeron que ellos no estaban de acuerdo con el título, porque se incluían los países socialistas, pero Fidel no cedió y dijo que la crisis económica y social estaba afectando al mundo.
Esto, provocó una reacción no muy agradable por parte de los soviéticos, y la edición rusa del libro fue de sólo cuatrocientos ejemplares, que no alcanzaban ni a uno por biblioteca en la Unión Soviética de entonces. Pero él no cedió con el título del libro y el libro en ruso también se llama La crisis económica y social del mundo. No del mundo capitalista, no del mundo subdesarrollado: del mundo. Porque ya había elementos suficientes para hablar de ciertas crisis en los países socialistas.
Era la etapa, año 1983, en que Cuba estaba participando en las guerras de liberación de África. Hay toda una serie de historias que contar también en ese sentido, sobre la participación de los soviéticos en esos hechos. Ocurrieron también otros intercambios en los que Cuba tuvo que asumir expresamente la defensa del país.
Recordemos la famosa conversación de Yuri Andropov con Raúl cuando le dijo que si había un ataque a Cuba ellos no iban a participar directamente; es decir, había toda una serie de elementos que ya daban señales de que no estábamos, digamos, de acuerdo en una serie de cuestiones, y Fidel tenía sus criterios muy firmes en ese sentido, no todos públicos, desde luego. Él se cuidaba mucho de no crear un cisma, cualquier grieta que pudiera ayudar al enemigo en ese momento, pero en realidad tenía criterios muy definidos en relación a lo que estaba ocurriendo en la economía mundial y la responsabilidad que, en este sentido, tenían los países socialistas.
Fidel en ese momento, inmediatamente después del año ’83, nos pidió que le preparáramos un plan de estudio de los temas de economía en general, pero de economía mundial en particular.
Precios del petróleo
Hay que decir que habíamos sufrido un examen con él ya previamente, porque olvidé contar que en 1981 nosotros veníamos entregando materiales. Él nos llamaba por teléfono, intercambiábamos, pero nunca nos habíamos sentado con él en una mesa a discutir una serie de temas.
Y un día nosotros fuimos a llevarle un material a Chomy, quien nos dice al llegat: “Quédense aquí, que Fidel va a hablar con ustedes ahora”. Yo estaba con un pullover todo desteñido, un pitusa más desteñido que el pullover. En fin, le digo: “Chomy, ¿por qué tú no nos dijiste nada?, estamos en una facha que parecemos cualquier cosa”. Y respondió: “No, no, espérense aquí”.
Efectivamente, a los quince minutos nos llamó y nos recibió Fidel en el buró que él tenía. Nos sentó a mí en una esquina y a Osvaldo en la otra y empezamos una conversación que se extendió alrededor de cinco horas, donde nos preguntó todo lo que usted se puede preguntar en economía en general, en economía internacional, sobre las coyunturas de aquel momento.
Estaba muy efervescente el tema de la deuda y de los precios del petróleo. Al cabo de las cinco horas ya yo no sabía de qué más me podía preguntar, porque es que prácticamente había agotado todo el arsenal de temas.
Fidel era una persona que no se conformaba con cualquier respuesta. Era preferible, si uno no tenía la certeza de que dominaba un tema, decirle: “Mire, Comandante, yo en eso no puedo avanzar más porque no domino perfectamente el tema”, que ponerse a inventar, porque tenía un olfato para descubrirlo. Él penetraba y se daba cuenta de que uno le estaba dando vueltas al asunto, pero que no lo dominaba perfectamente, lo cual los obligaba a ir bien preparados cuando conversábamos con él. Eso nos sirvió de experiencia, porque él trataba de educar a los compañeros en la búsqueda de la misma profundidad con que él analizaba los temas.
Es decir, en primer lugar había que dominar una serie de datos, había que tener en la memoria una serie de datos, no era cuestión tan sencilla, o como pudiera imaginarse, de que bueno, uno traía los datos y abría una libreta y empezaba a dar datos. No, no, no, tenía que salir rápido una respuesta adecuada, porque él no esperaba. Eso no ocurría sólo con nosotros sino con cualquier persona que fuera a hablar con él, fuera nacional o extranjero. Era su forma de conectarse, de conversar.
A partir de ahí empezamos ese programa, pero vino la situación de la guerra de Angola y eso lo absorbió muy fuertemente y tuvimos que, prácticamente, posponer ese trabajo de aquello años. De todas maneras, continuó las campañas que él desarrolló.
El pago de la Deuda Externa
La siguiente campaña fue contra el pago de la deuda externa. En 1985 Fidel dio una serie de reuniones en La Habana (creo que fueron siete): con los campesinos, con los intelectuales, con los obreros, con cuanto conglomerado existía en América Latina, en particular, para discutir el tema de la Deuda Externa y crear conciencia.
La tesis de Fidel no era descabellada aunque, desde luego, iba en contra de los intereses del capitalismo, porque Fidel planteó no pagar la deuda externa, pero no simplemente dejar de pagar, sino tomar los recursos de los gastos militares para compensar la situación de los acreedores. De manera que, no dijera alguien: que bueno, me han expropiado mis recursos. No, no.
Los recursos existen, ¿de dónde son los recursos? Bueno, de los gastos militares. Es decir, que la tesis iba por dos direcciones. Una: la ilegitimidad del pago de la deuda, porque había aumentado tremendamente por el disparo de las tasas de interés. La crisis empieza en el ’81.
La deuda con México, se declaró prácticamente en default. Es decir, se dejó de pagar, y eso tiene una serie de elementos que dispararon la crisis prácticamente en América Latina. Por otro lado, digamos que él ofrecía una salida razonable: no se puede pagar la deuda, pero si quieren que eso se compense, que se rebajen los gastos militares y por ahí se pueden sacar los fondos -ya los gastos militares en aquel entonces eran escalofriantes. Recordemos la carrera armamentista, a mediados de la década de los ochenta.
Esto llevó a toda una serie de entrevistas, sobre todo con la prensa extranjera. Siempre recuerdo la entrevista con el académico Jeffrey Elliot y el congresista Mervin Dymally, en marzo de 1985 y recogida en un libro Nada podrá detener la marcha de la Historia. Entonces Fidel argumentaba por qué era impagable la deuda. Pero eso, desde luego, iba sustentado en cálculos, y la calculadora éramos nosotros, que estábamos en la otra habitación sacando cuentas. Cada vez que él iba a abordar algún tema nos pasaban un papel: “Calculen esto, si la tasa de intereses sube, si baja, por dónde se paga”. No había computadoras en ese momento, todo era a nivel de una calculadora chiquita y nosotros sacando cuentas.
Desde luego, la tarea tuvo un resultado impactante. La campaña de Fidel caló hondo en muchas personas. Creo que algunos dirigentes vinieron a Cuba por primera vez en ese momento. Es el caso de Evo Morales, por ejemplo. Estuvo en la reunión de los campesinos; es decir, había toda una serie de elementos que la vida probó después que fueron sensibles a esos planteamientos y a las enseñanzas de Fidel en ese punto en particular.
Calidad humana
No puedo pasar por alto la calidad humana de Fidel y los principios de él a la hora de trabajar en temas tan sensibles y tan importantes desde el punto de vista de la política.
A nosotros nos pasó algo que prácticamente era inevitable. Y es que un cálculo nos salió mal y entonces nos estuvimos debatiendo: “Bueno, ¿cómo hacemos ahora?, porque este dato que se le dio no es así, ya rectificamos y sabemos esto”. Entonces se lo planteamos: “Bueno mire, Comandante, este dato no es así, es otro”. Él lo apreció como una muestra de honestidad y nos dijo: “Bueno, eviten que se repita”, es lo único que dijo. Jugamos limpio con él todo el tiempo, y eso era vital para mantener una relación con Fidel.
Después, en mi etapa como Ministro del gobierno, viví con más intensidad esa experiencia. Con Fidel había que ser totalmente transparente y honesto. Él apreciaba mucho esa virtud, y más si era alguien que estaba trabajando con él en tareas revolucionarias o de dirección en la economía del país.
Desde luego, a eso nos ayudó mucho también el hecho de poder compartir con él una serie de viajes al exterior. El primero que hicimos con él fue el de la Cumbre de los No Alineados de la India, en 1983. Después estuvimos en Zimbabwe; en la Cumbre de los No Alineados de 1986; en la Cumbre de los No Alineados de Belgrado, en el ’89; en el ‘92 en Bahía. Es decir, empezamos a ir sistemáticamente a todos los eventos como sus asesores. Discutíamos en el avión cuestiones relacionadas a cómo presentar un tema, cómo variar un discurso, algo que él no veía muy bien si no se le fundamentaba profundamente.
Ya uno iba cogiendo cierto entrenamiento. Julito García Luis se sabía las palabras que a él no le gustaban. Por ejemplo, detestaba que le hablaran en un discurso de “la problemática”, esa era una palabra que estaba excluida de facto de todo discurso. Había una serie de términos, que ya se sabía por el estilo que él desarrollaba en los discursos, por la forma de mostrar sus ideas y de demostrar sus tesis, que no le resultaban adecuados. Eso lo sabía, sobre todo, Pedro Álvarez Tabío y Julito, que eran los que colaboraban en los discursos de orden político. Nosotros, con los datos económicos, teníamos que trabajar también con esa misma perspectiva.
Fidel desarrolló una gran cultura económica
Nosotros hicimos un libro que todavía está en proceso de impresión, aunque lo habíamos preparado para el noventa aniversario de Fidel, sobre las ideas económicas del Comandante. Porque Fidel —sin ser economista— llegaba a una serie de conclusiones que después fueron recetas establecidas en relación con la calificación de hechos económicos o económico-sociales.
Una primera prueba está en la propia Historia me absolverá. Cuando él habla de hacia dónde se hubieran dirigido nuestros esfuerzos de haber conseguido el triunfo en el asalto al Moncada, menciona una serie de temas donde está implícita una idea que años después se convertiría en una especie de verdad ya establecida en los temas económicos. Es la mezcla de solución de problemas económicos y problemas sociales. Ahí está el problema de la tierra y de la industrialización, pero también los sociales. Entre ellos, el desempleo, la salud, la educación del pueblo y está el problema de la vivienda. Todo esto da una idea de que él tenía en mente que ya no se podía trabajar los temas económicos sin ver los temas sociales asociados.
Hay un discurso muy poco conocido, que lo pronunció en el Grupo de los 21, en mayo de 1959, donde Fidel aborda los temas del desarrollo ya utilizando el lenguaje que en esos momentos empleaba, por ejemplo, la CEPAL. Es decir, en ese discurso introduce un lenguaje que tiene como eje la industrialización sustitutiva de importaciones de la CEPAL de esos años, de Raúl Prebisch y de toda la época de CEPAL. Él fue suficientemente capaz en ese momento —mayo del ‘59— de llegar con un nivel de profesionalidad a esa reunión de los 21, que prácticamente no se conoce otro jefe de Estado que haya llegado con esa preparación a ese tema. Específicamente, en un tema de desarrollo económico y en un grupo que estaba analizando los problemas del desarrollo en toda América Latina.
Él siempre mantuvo un gran interés en los temas de economía y, yo diría sin temor a equivocarme, que aunque no participa directamente en las ideas y las polémicas que se generaron en los años sesenta a partir del pensamiento económico del Che y las discusiones que hubo en ese momento por el modelo de desarrollo socialista, si uno analiza el discurso de Fidel en 1987, por el veinte aniversario de la caída del Che, se da cuenta de que estaba prácticamente identificado en todo lo esencial que el Che había planteado en temas de la economía.
Es decir, Fidel conocía de lo que se estaba discutiendo y aunque no participaba directamente en el debate en el que un grupo de compañeros defendía el cálculo económico y otras ideas del Che a partir del financiamiento presupuestario. Me atrevería a decir que, en lo esencial, estaba completamente de acuerdo con el Che. La prueba está en ese discurso de 1987, que ocurre en medio de un proceso de rectificación de errores y tendencias negativas, cosa que no debemos pasar por alto, donde una de las preguntas que él se hace es qué pensaría el Che de todo esto que ha venido ocurriendo y de todos los errores que se han cometido.
No hay economía sin política ni política sin economía
Fidel dijo en varias ocasiones, expresamente (en 1981, la primera vez, después lo va a decir varias veces hasta el 2003, que lo vuelve a repetir), que no hay economía sin política ni política sin economía. Es decir, para él estaba muy claro que los elementos políticos y los elementos económicos estaban unidos indisolublemente. Pero, muy importante: la política tenía prioridad en la construcción del socialismo. Y eso Fidel lo dice también en el informe central al Primer Congreso del Partido, cuando se aprueba el nuevo sistema de dirección y planificación de la economía, que en relación a lo que se venía haciendo en esos momentos en el inicio de la institucionalización del estado, introduce una serie de elementos positivos de organización de la economía, etcétera.
Pero era un modelo que estaba basado en el cálculo económico, no el que se aplicaba en la Unión Soviética en ese momento, sino el cálculo económico más primario, de menos desarrollo, de lo que estaban siendo las reformas económicas en la Unión Soviética después de 1965. Y Fidel dice en ese informe que no se pueden emplear los mismos mecanismos del capitalismo, porque en el socialismo tiene que existir otra forma de conducción de la sociedad, donde los elementos de la solidaridad, los morales, etcétera, son los que deben tener prioridad.
Esa idea la va a volver a repetir en el Tercer Congreso del Partido en 1986. Ese Congreso tuvo dos convocatorias. Una primera: no se pudo llegar a todo lo que se quería analizar en ese momento en relación a los problemas que se generaron a partir del sistema de cálculo económico primario que se aplicó en Cuba entre 1975 y 1985, más o menos.
Y es muy interesante, porque él inicia un proceso de búsqueda de mecanismos donde se mezcle la eficiencia económica con la movilización política. Eso es lo que le da base a la idea de Fidel de los contingentes, que se empiezan a crear en 1985-1986. El Blas Roca surgió en ese momento, que fue el primero y, probablemente, el abanderado de esas ideas en las que Fidel plantea que de lo que se trata es de buscar una mejor fórmula donde los factores de movilización política estén presentes con una racionalidad económica apropiada.
Recuerden que Fidel dio durante tres años reuniones con todos los dirigentes empresariales de la ciudad de La Habana, en el Carlos Marx. Y allí se producían discusiones muy valiosas, muy ricas, en relación a los problemas que había habido, a las ideas que se tenían por los dirigentes, tanto de tipo empresarial como académico. La Facultad de Economía de la Universidad de La Habana jugó un papel también, y él estaba buscando una forma de conducir la economía y la sociedad en la que se unieran estos dos elementos, economía y política.
Hay muchas formas de mostrar la visión prioritaria de política en temas económicos, y voy a poner el ejemplo del turismo. Cuba no había desarrollado una política de desarrollo turístico hasta mediados de los años ochenta. Así es que en 1986 empieza la promoción del turismo en Cuba. Tengo mi interpretación sobre ese tema, porque además lo veía en función de lo que él pensaba o cómo lo pensaba, y es que nosotros prácticamente nos vemos abocados a tener que abrir el turismo en Cuba, el turismo internacional, a partir de una situación que se crea en ese momento ya con la administración de Gorbachov en la Unión Soviética.
Cuba había logrado desde 1976 un acuerdo con los soviéticos mediante el cual se mantenía constante la relación de términos de intercambio. Quiere decir que si aumentaban los precios de lo que comprábamos en la Unión Soviética, ellos aumentaban proporcionalmente los precios de lo que nos compraban a nosotros. Eso se mantuvo durante un grupo de años, hasta 1986. Pero en ese año se produce —por decisión de los soviéticos— una rebaja de precios de lo que le compraban a Cuba.
Nunca se me olvida la rebaja del azúcar, ellos nos la compraban a novecientos quince rublos la tonelada y, de pronto, la bajaron a ochocientos cincuenta. Por casualidad estaba presente en el momento en que él hablaba con nuestro representante allá, con Carlos Rafael Rodríguez, y se podrán imaginar ustedes lo que se oía por ese teléfono. Porque fue una decisión totalmente no consultada, cosa que nos había pasado ya con los soviéticos.
Recordemos la Crisis de Octubre, la retirada de la brigada en el año ’78. Y de nuevo se repetía el mismo fenómeno en 1986, con el agravante de que se creaba una situación muy difícil para nosotros, porque Cuba había tenido que renegociar también su deuda externa en moneda convertible desde el año ‘82 y estábamos en un punto clave en 1986, que es el momento en que los soviéticos nos rebajan el precio del azúcar y se trancan las negociaciones con el Club de París: no podemos seguir pagando la deuda bajo las reglas del Club de París, porque trataron de imponernos un programa neoliberal en Cuba, y Cuba, desde luego, no lo aceptó. Y ahí mismo se quedó la cosa, y esto no se va a resolver hasta el 2015.
Pasaron un montón de años. En ese momento la deuda con ellos estaba en alrededor de siete mil millones de dólares y la demora hasta el 2015 costó que llegara a dieciséis mil millones, lo que finalmente, se negoció bajo otros términos y se logró una rebaja y una renegociación favorable, pero no se aceptó, lógicamente, lo del Club de París.
Eso ocurrió en el mismo momento en que los soviéticos toman esa decisión. Como consecuencia, más allá de los errores que puedan atribuirse a la gestión interna en Cuba, con las cuales siempre fue muy crítico también, esos factores hicieron que prácticamente el país no creciera entre el ‘86 y el ’90. El crecimiento que se tiene, si mal no recuerdo la cifra, es de 0.4 por ciento, un mínimo. Práctica y técnicamente no hubo crecimiento. Y ese es el escenario en el cual se abre el turismo.
En varios discursos de esos años explica que no habíamos querido entrar en este terreno del desarrollo del turismo, porque sabemos las consecuencias que el turismo tiene: prostitución, drogas, enfermedades, etcétera, y el país se había preservado en ese sentido. Pero ya él en 1986 está claro de que hay que buscar otras fuentes de ingresos, porque entre la situación con los soviéticos y la situación con el Club de París teníamos que ver cómo salíamos adelante.
También en 1982 se había aprobado la primera decisión de inversión extranjera en Cuba: el Decreto Ley 50, que permite la inversión extranjera, para inversiones complementarias; es decir, aquellas que no nos podían resolver los países socialistas. Las primeras inversiones complementarias en ese sentido entran después de esta decisión, con la apertura de los hoteles con capital mexicano, fundamentalmente, en 1987.
Están todos estos discursos, y cuando se inauguran esos hoteles, precisamente en mayo de 1990, él hace toda una recopilación de las ideas con relación al turismo. En particular, por qué el turismo puede en nuestras condiciones favorecer el desarrollo. Él creó las condiciones para que aquellos aspectos negativos del turismo no eliminaran los aspectos positivos que podía traerle al país. Eso ocurre mayo de 1990 y el 29 de agosto se publica el editorial de Granma donde se anuncia que estamos entrando en el Período Especial.
Nadie le ganó a Fidel en integridad de principios
Después vendrían las Cumbres Iberoamericanas. Estuvimos en Guadalajara en el ‘91, luego Brasil, después en España en el ‘92, etcétera. Estuvimos en todas esas Cumbres donde el papel de Fidel brilló en ese sentido como estadista en el contexto latinoamericano y en el contexto hispanoamericano.
Hay anécdotas sobre esas reuniones de determinadas posiciones que se pretendieron asumir con Fidel. En aquellos años, sobre todo, ya una vez comenzado el Período Especial, prácticamente a Cuba se le consideraba un caso de enfermedad terminal, a aquello le quedaban días. Hay un libro que se hizo: La hora final de Castro. Lo hizo un periodista argentino que reside en Estados Unidos —Andrés Oppenheimer— y todavía creo que está esperando la última hora. Eso fue en el ‘94 y nunca sucedió esa última hora.
Pero en una parte de esas reuniones mostraban una hostilidad abierta contra Fidel. Y las posiciones de Fidel los descolocaba a todos, sin duda alguna. Hubo algunos dirigentes que pretendieron, por ejemplo, limitar el uso de la palabra Fidel, pero no lo lograron en ningún caso, porque además, Fidel convencía a todo el mundo de que lo que él estaba diciendo tenía importancia, y no era para decirle: “Tienes tres minutos y cállate”, no. Ustedes saben que eso con Fidel no funcionaba. Él jamás admitió que se le coartara, y no sólo yo diría que se defendió de que no lo coartaran en el uso de la palabra, sino que él con sus argumentos se ganó prácticamente al público, aún más, en muchas discusiones se gano a sus adversarios.
Hubo una reunión, creo que fue en Bariloche, Argentina, donde se reúnen todos los dirigentes de Hispanoamérica, incluyendo al rey de España, y un cipayo de aquellos años sale con el manido argumento de la violación de los derechos humanos, la dictadura y la falta de democracia, esto y lo otro. Fíjense si la fuerza moral de Fidel era grande, que Fidel no tuvo que defenderse, otro presidente latinoamericano que no era de izquierda, y ni siquiera simpatizante de la izquierda en ese momento, salió en defensa de Fidel y allí mismo se terminó el debate. Es decir, no progresó ni un milímetro la provocación sin que Fidel tuviera que hablar, porque Fidel, además, hacía sus propias cumbres.
Recuerdo que en Bariloche se reunía en el hotel con todos los dirigentes y allí iba todo el mundo, desde el Rey hasta los tipos menos pensados iban a ver con Fidel, qué es lo que estaba pensando, porque tenía un atractivo, tenía un potencial moral y de principios tan fuerte que simplemente los otros presidentes no se resistían. Nunca conocí de alguien que pudiera ganarle en ese plano una discusión a Fidel de temas de principios. Ninguno. Es que bastaba su presencia para que inmediatamente la gente se coartara, midiera sus palabras y eso es una enseñanza enorme de aquellos años, no sólo para Cuba sino para toda Latinoamérica. Por eso se explica la ascendencia de Fidel en el pensamiento revolucionario latinoamericano, que se evidenció durante todo este período especialmente difícil.
Cuando empieza el Período Especial, lógicamente las condiciones se agudizan más porque la situación económica del país no está nada bien. Cuba había tratado de resistir lo que se veía venir, y esto es muy interesante porque Fidel vio claro lo que iba a pasar. Ahí está el discurso del 26 de julio de 1989 en Camagüey, que es el famoso discurso que tiene las palabras de: “Si algún día desapareciera la Unión Soviética, cosa que esperamos que no ocurra, nosotros seguiríamos defendiendo las ideas del socialismo”.
Fidel ya sabía. Ese es el momento en que se hace pública esa idea, pero yo diría, conociendo las conversaciones de él y las conversaciones con él, que ya él desde hacía algún tiempo estaba claro de lo que iba a suceder, y tomó medidas para garantizar en nuestro país un nivel de defensa lo más amplio posible. Así nosotros llegamos a acumular, antes de que se cayera la Unión Soviética, tres mil millones de dólares de inventarios aquí en Cuba. Se trajeron todas las cosas posibles habidas y por haber, porque ya la perspectiva que había era que eso no tenía solución, y él ya hace público el planteamiento en 1989 con una precisión casi perfecta. Eso es 26 de julio del ‘89, ¿no?, pero en agosto del ‘89 se desgaja el primer país socialista, que es Polonia, donde gana las elecciones el Sindicato Solidaridad, pura contrarrevolución, y empieza todo el desgajamiento de Europa Oriental hasta la caída del Muro de Berlín, a finales de ese año. Ya el tiempo que quedó hasta la caída de la Unión Soviética, que es en diciembre del ‘91 prácticamente fue más de lo mismo.
El Período Especial no comienza con la caída de la URSS
Mucha gente piensa que el Período Especial empezó cuando se cayó la Unión Soviética, y no fue así. El Período Especial empieza oficialmente el 29 de agosto de 1990, ahí está el anuncio de Granma que lo dice, estamos entrando en el Período Especial en tiempo de paz, que era el apellido que se le ponía en esos momentos para diferenciarlo de una coyuntura bélica. La nomenclatura original de Período Especial llegaría cuando se cortara todo tipo de suministros desde el exterior.
¿Por qué ocurre en ese momento? Eso él lo explica en el Informe Central al IV Congreso del Partido del año ‘91. En medio de todo ese desastre que va ocurriendo en la Unión Soviética, ellos toman una decisión unilateral en el verano de 1990 que ya se hizo prácticamente insoportable para nosotros, y es que deciden que para el año ‘91, es decir, al año siguiente, todo el comercio exterior de la Unión Soviética se va a hacer a precios del mercado mundial y en moneda libremente convertible.
Se podrán imaginar lo que eso significaba, desbarataron, volaron en pedazos el rublo transferible, los precios indexados, todo, todo lo hicieron desaparecer. Él informa en el IV Congreso del Partido que hubo un intercambio de correspondencia ente él y Gorbachov sobre ese tema, porque lo que le provocaba esa decisión a Cuba, no sólo a Cuba, a Vietnam, a Mongolia, a los menos desarrollados, era una situación desastrosa. Pero esos intercambios no dieron resultado.
Eso ocurre en el verano del año ‘90, y el 29 de agosto de 1990 ya se proclama que vamos al Período Especial, porque hay que tomar una serie de medidas con el combustible fundamentalmente, con la alimentación. Entran en la libreta una serie de productos que habían salido, etcétera. Es decir, que esa decisión se toma en el ’90.
Aunque la Unión Soviética sigue hasta el ’91, ya aquello fue bajando cada vez más, bajo esas condiciones fue muy difícil el intercambio ya en el año ‘91, pues los acuerdos de intercambio del ‘91 se firmaron en abril del ’91. Es decir, había transcurrido ya una parte del año cuando se llega a algunos acuerdos, incluso hubo acuerdos para el año ‘92 que aparentemente se iban a mantener y no fue así.
Eso se ve en el combustible, pues en el año ‘89 nosotros recibimos alrededor de trece millones de toneladas de petróleo equivalente; en el año ‘90 ya eran diez millones de toneladas de petróleo, estoy dando cifras redondas; en el año ‘91 ya fueron ocho millones de toneladas de petróleo, y en el año ‘92 se suponía que entraran seis, y entraron 1,2 millones de toneladas de petróleo de la ex Unión Soviética.
Es decir, dejaron de mandarnos el petróleo que estaba conveniado. Desde luego, cuando voló aquello en pedazos todos esos acuerdos pasaron al olvido o pasaron a las manos de los aprovechados de aquellos años, porque lo que se produjo en la Unión Soviética fue una cosa inimaginable, ni la tiranía peor diseñada de América Latina hace lo que hizo el gobierno de Boris Yeltsin en 1992; a pesar de que Boris Yeltsin tenía una alta opinión de Fidel, y la refleja en sus memorias. Y ese es otro rasgo del Comandante.
En efecto, cuando Fidel asiste a los actos del setenta aniversario de la Revolución de Octubre en 1987, habían acabado de destituir a Yeltsin como alcalde Moscú y le habían dado un cargo, un ministerio de la Construcción. Los soviéticos tenían muchos ministerios, y tenían varios ministerios de la Construcción y a él le dieron uno de los ministerios, y estaba allí en la recepción apestado, y Fidel fue adonde estaba Yeltsin, lo saludó, y Yeltsin se acuerda de todo eso y lo pone en las memorias después. Otro rasgo inédito en dirigentes, porque Fidel apreciaba a las personas, no era solamente el cargo, y lo vio y decidió que ¿por qué a este hombre no lo voy a saludar si hasta antier estuvo en la dirección aquí? La humanidad de Fidel es una de las cosas más increíbles y hermosas de todos estos años.
Entramos ya en el Período Especial, ustedes saben lo que sucedió. Viene el ‘90, el ’91, todavía existe la Unión Soviética. Más o menos se logra pasar el temporal ese año, pero cuando desaparece ya la Unión Soviética, desaparece el combustible. Nosotros libramos en aquellos años comprándole combustible a los traders petroleros: a firmas como Trafigura, Vitol, Mark Rich, que eran compañías que comerciaban con el petróleo aquí en Cuba.
Realmente fueron años muy duros en ese sentido. Porque nosotros llegamos a la situación de tener que comprar el petróleo por partes en las bodegas de los barcos. Es decir, en el Ministerio de Economía, yo me acuerdo de esas reuniones, lo que teníamos de dinero era para bajar solo una bodega del barco completo. Entonces había que hablar con el personaje representante de esas compañías y decirle: “Mira, bájame la bodega tal que te lo voy a pagar de tal forma”. A ese nivel llegaron las cosas en esos primeros años, cuando el país requería como mínimo seis millones de toneladas de petróleo por lo menos para funcionar. Hoy el mínimo son 8,5 aproximadamente, pero en aquel momento el mínimo vital era de seis millones de toneladas y a veces no había de dónde sacar un centavo y entonces había que reducir el consumo, especialmente de electricidad.
Del CIEM al Ministerio
Les decía que una vez que ya entramos en el Período Especial se presentaron estas situaciones muy tensas. No obstante, Fidel no dejó de atender los problemas de la economía internacional en esos años, pues era consciente de la importancia de que se escuchara la voz de Cuba. Se siguió asistiendo a las Cumbres. En el ‘92 estuvimos en España, donde hubo una confrontación muy fuerte con el gobierno español de entonces. Después él estuvo también en las otras Cumbres hasta que ya dejó de tener, digamos, beligerancia el nivel de esas Cumbres y estuvo presente por los menos hasta el año ‘96.
No obstante, seguía los temas, se mantenía al día. Yo me acuerdo en las conversaciones con él, que eran conversaciones ya en estos años de madrugada siempre, era la sesión nocturna, empezaba sobre las once de la noche y nos cogía a veces las ocho de la mañana, se conversaba de todos estos temas, de todas las situaciones y todos los elementos de la economía internacional y también de los temas económicos nacionales.
Y él me otorgó un enorme privilegio en el año ’93. Yo estaba de subdirector todavía del CIEM y un día me llaman del Consejo de Estado y me dicen que pasara urgente por allá y cuando llego al Consejo de Estado el Secretario, Carlos Lage en aquel momento, me dice: “Dice Fidel que si tú te puedes hacer cargo del Ministerio de Finanzas”. Dije: “¿Pero cómo del Ministerio de Finanzas?” Yo confieso que la especialidad de finanzas y contabilidad era la menos deseada por mí, no me gustaba mucho. Había trabajado entre 1962 y 1967 de contador y de financista, y realmente no me atraía. Yo le dije: “Bueno, si él cree que yo puedo dile que sí” Y me dijo: “Mañana tomas posesión ya” “¿Pero mañana?” “Sí, va a salir en el periódico, así que no hay tiempo”. Y así empezaron las tareas como ministro que durarían 16 años.
Viene la reestructuración en el ‘94, se crea el Ministerio de Finanzas y Precios, es decir, absorbimos Precios. Eso fue el 4 de agosto de 1993, y empiezan una serie de reuniones con él para ver qué solución le podíamos dar a los problemas que había en ese momento. Había una cantidad enorme de dinero en la calle. No había nada que comprar o muy poco que comprar, y la inflación se había disparado. Eso se medía sobre todo por el precio en la bolsa negra o en la economía informal del dólar norteamericano. Así el dólar norteamericano en esa economía estaba a siete pesos por un dólar en el año ‘90, pero en el ‘94, febrero del ‘94, llegó a ciento cincuenta pesos por un dólar, y eso había que pararlo.
De este modo, las dos tareas que yo tenía por delante eran, uno: reducir el déficit presupuestario, que había llegado en el ‘93 al treinta y tres por ciento del producto interno bruto. Imagínense ustedes que el FMI ya pone un bombillo rojo con más del tres por ciento de déficit, y nosotros estábamos en el treinta y tres por ciento de déficit, cosa que era insoportable. Y, por otro lado, ver cómo nosotros volvíamos a darle valor al dinero, porque estaba ocurriendo un fenómeno ya mucho más grave, y es que se estaba desmonetizando la economía. Es decir, la gente ya no quería dinero.
Los más viejos se acordarán de que se introdujo el trueque: una lata de leche condensada por una libra de arroz, dos jabones por una caja de cigarros, y la gente no quería el dinero. Eso es lo más grave que puede ocurrir en una economía, porque se pierde la medida de valor, y había que restituir la medida de valor del dinero. Esas fueron las tareas que él me planteó, y me dijo: “Tú vas a ir a explicar esto a la Asamblea Nacional”.
Efectivamente, en diciembre del ‘93 yo empecé por explicar todo eso en la Asamblea Nacional. Una larga sesión donde se explicaron los problemas que había, las dificultades, las vías de solución que se veían. Y él hizo una cosa que también marcó su pensamiento para el tratamiento de los temas más importantes con la población, y fue la discusión masiva de eso. Se acordarán de los “parlamentos obreros”, que se desarrollan en ese momento, creo que fue entre enero y marzo de 1994. Se recogieron así —nunca se me olvida la cifra—, quinientas treinta mil opiniones, quinientas veinte mil o quinientas treinta mil, sé que eran más de quinientas mil opiniones en ese sentido. Fuimos por toda la isla dando explicaciones a los diputados, a los dirigentes de las organizaciones, y la gente proponiendo cosas. Eran años de locura. Había gente proponiendo, por ejemplo, vender un cayo: “vamos a vender el Cayo Coco a ver cuánto nos dan por él y sacar un poco de dinero”; otros proponían restituir la lotería nacional, que la gente invierta comprando billetes y por ahí sacamos liquidez.
Participante: Todavía hay gente que lo propone.
José Luis Rodríguez: Sí, es decir. Había que procesar todo aquello de nuevo sin computadora, eso era a nivel de cálculos con máquinas de sumar. Yo tenía un equipo en Finanzas que vivía prácticamente sumergido en ese proceso y preparando propuestas en ese sentido. Las propuestas, desde luego, había que discutirlas con él, esas eran las sesiones más complicadas porque él le daba tres vueltas al problema, lo viraba al revés, lo viraba al derecho y todavía no quedaba convencido y quedaba pendiente.
También había un poco de inexperiencia. Me acuerdo que un día ya él se retiraba, lo acompaño allí hasta la salida de su oficina, y me dice: “Bueno, José Luis, tenemos que ir pensando en la solución”, no me acuerdo exactamente el tema, pero era un tema un tema importante, “Tenemos que ir pensando en la solución de este tema, para que ustedes piensen en esto”, y yo le digo: “No, pero es que ya hemos pensado en eso”, dice: “¿Sí?”, y así hasta las ocho de la mañana duró aquello. Viró para atrás como un huracán y a esa hora a sentarse a discutir el tema como si hubiéramos empezado a las cinco de la tarde.
No es posible dejar de plantear que Fidel tenía una capacidad enorme para recuperarse del cansancio y del sueño, porque esas son cosas excepcionales también. Es decir, no es que Fidel no durmiera, él, como decimos, tiraba un pestañazo, pero con cinco minutos cargaba pilas para seis horas más; es decir, tenía una capacidad enorme de recuperación. Dicen que hay otros personajes en la historia que lo hacían, dicen que Napoleón era así también. En fin, que tenía una capacidad enorme de recuperación, y yo lo viví exactamente en ese sentido.
También el Comandante tenía hábitos de trabajo de toda la vida, desde su época de estudiante, de trabajar por las noches. Lo que sí era imposible era conseguir con Fidel una reunión a las ocho de la mañana. Creo que la Asamblea Nacional se puso a las diez de la mañana por eso precisamente, porque no había tiempo para que él pudiera descansar. A veces se acostaba a las seis, a veces no se acostaba, y lógicamente había que darle un mínimo de tiempo al descanso y Fidel se recuperaba y volvía a discutir cualquier cantidad de horas un tema.
Era un hombre que en medio de esas dificultades tenía, como decía, unos rasgos de humanidad tremendos, tremendos, y preservaba a la gente. Me acuerdo que él me dijo una vez: “Fíjate, José Luis, a ti te van a ofrecer casa, y te van a ofrecer esto y te van a ofrecer lo otro, el único que puede aprobar eso para ti soy yo, más nadie”, “Bueno, Comandante, como usted diga, yo desde luego que cumplo lo que usted me oriente”. Y así fue, es decir, yo no fui de los ministros que una vez nombrado ministro recibían una, pues el preservaba el prestigio de los dirigentes en las difíciles condiciones de los años 90 con el ejemplo ante las tremendas dificultades que enfrentaba el pueblo. Yo vine a recibir una casa en el año 2001. Es decir, yo vivía aquí mismo en un pequeño apartamento en Ayestarán 414 y allí viví todo el tiempo del Período Especial. Entonces él cuidaba mucho esas cosas, igual que se interesaba por la familia. Preguntaba. Cuando menos te lo esperaba te estaba preguntando por tus hijas, por tu mujer, qué está haciendo, cómo es. En eso también debo decir que Raúl es igual, es decir, una gran humanidad presidía la actuación cotidiana de los máximos dirigentes del país.
Participante: Debes hacer el cuento del papelito que te hizo una madrugada, cuando preguntó que si tu mujer entendía.
José Luis Rodríguez: Sí, un día me dice Fidel en medio de esas sesiones hasta la cuatro, las cinco de la mañana: “Ven acá, José Luis, ¿qué piensa tu mujer de estas reuniones tuyas, ella se cree que tú estás conmigo?”. Le dije: “Bueno, Comandante, imagínese usted, se lo tiene que creer porque no tengo otra explicación”. Entonces dijo: “Bueno, vamos a hacer una cosa”, y cogió así y arrancó, me acuerdo que era una caja de algo, no me recuerdo si era una botella que había venido en una caja, cogió la tapa y puso: “A quien pueda interesar: certifico que José Luis ha estado reunido conmigo hasta tal hora, después de este momento no doy fe, Fidel Castro”. Llegué a la casa y desperté a mi mujer y le dije: “Mira, te manda Fidel, para que sepas en que yo ando”. Todavía ella lo tiene guardado, es un recuerdo tremendo.
Igual que se ocupaba de los cumpleaños. Fidel Castro después de que se enfermó incluso, hasta el último día de su vida, me estuvo mandando el día de mi cumpleaños un regalo. Me llamaban de 11: “Ven a buscar un paquete aquí”. Eran libros de él, libros de historia, lo que fuera. Ahí los tengo guardados todos; es decir, él atendía a la gente con una humanidad y un nivel de detalle increíble, tomando en cuenta un hombre de su responsabilidad. Además, lo vi en muchas ocasiones incluso preocupado. Recuerdo un compañero de su escolta que murió, y él vino muy preocupado del entierro y dijo, “Debimos atender más a Fulano, no me di cuenta de lo mal que estaba”. Porque él realmente se sentía dolido consigo mismo por no haber atendido más a ese compañero que ya estaba enfermo de muerte, no era algo que se pudiera hacer por él, y así era con todo.
Cuando yo entro ya en el Ministerio venía con presión alta, incluso él dijo un chistecito sobre esto en la Asamblea Nacional en medio de todas estas sesiones turbulentas del ‘93, ’94. Él a cada rato sacaba el tema un poco para distender: “Bueno, José Luis, vamos a cuidarte, vamos a parar aquí para que no te suba más la presión”. Por suerte yo logré controlar la presión en esos años, pero trabajo me costó. Incluso lo que a mí me dispara la presión es el libro del año ‘83, pues voy para la Unión Soviética para la presentación del libro y de pronto no podía dormir, unos insomnios de esos increíbles, un día, dos días, tres días sin dormir. Se lo dije a los médicos allá y me dijeron: “No, no, para Cuba”. Y cuando llegué aquí no me ingresaron porque no había cama en ese momento. Yo estaba todavía en el CIEM, y terminé con un tratamiento de acupuntura en el Hospital Naval, que fue lo que me niveló la presión, y después todo el tiempo manteniéndome ahí a raya con ese tema, pero realmente en aquellos años 90 la presión le subía a cualquiera con los problemas que había.
Fidel era muy sensible no sólo con los temas estos personales, sino con los temas de orden social, los medicamentos, por ejemplo. Nosotros llegamos a tener más de cuatrocientos medicamentos en falta en el año ’94 y la preocupación de Fidel era totalmente obsesiva con este tema con toda su razón. Incluso en aquel entonces el ministro que atendía los medicamentos, el del MINBAS, el secretario del Consejo de Estado y yo también, teníamos que darle cuentas a él del déficit de medicamentos. Ya a finales de los noventa no se admitía si se pasaba de diez medicamentos en falta en el año. Yo tengo ahí los discursos míos guardados donde consta cuantos medicamentos en falta había en el año: siete medicamentos en falta, ocho medicamentos en falta, porque no se concebía que en este país no hubiera digamos aspirina en ese momento. Es decir, las preocupaciones de Fidel por los problemas de la población así, al detalle, era una cosa increíble. Él lo mismo te hablaba de un tema macroeconómico que de pronto caías en un tema de estos y tenías que tener respuesta también para cualquier detalle importante, especialmente si afectaba directamente a la población.
Fidel te ponía a prueba cada instante. Recuerdo una reunión de un Consejo de Ministros donde empezó a preguntar los precios de unos productos alimenticios, el ministro de la Alimentación dio una serie, y había otros que me correspondían a mí del Ministerio de Economía. Me preguntó el primero y le di el precio, me preguntó el segundo y le di el precio, me preguntó el tercero y le dije: “No, ese no lo tengo”, “Bueno, pues lo tenías que saber”, porque era exigente al máximo en ese sentido, pero con la misma exigencia que había, se terminaba esa reunión y te tiraba el brazo por arriba; es decir, tú con Fidel no te podías quedar apesadumbrado por nada, al menos esa fue mi experiencia personal en muchos años.
La crisis energética
Y tuvimos situaciones muy complicadas realmente en esos años. Incluso un año que ya no estábamos en el peor del Período Especial, estoy hablando del 2004, que teníamos una situación comprometida con el tema de la electricidad. Nosotros en el 2004 tuvimos una cantidad de apagones peores que los del año ‘94, porque en el año ‘94 era que no había combustible, pero las termoeléctricas estaban. En el 2004 el combustible estaba, pero empiezan a fallar las termoeléctricas.
Primero se paró la Guiteras, después Cienfuegos, después Nuevitas, y se creó una situación donde se llegó a generar el treinta y ocho por ciento de la capacidad. Como resultado se presentaban los apagones de ocho por ocho, ocho horas de electricidad y ocho sin electricidad. Fidel tomó esta tarea en sus manos y tomó decisiones, porque él sabía que si no había electricidad se paraba el país, y parecía que ya habíamos salido de lo peor del Período Especial y estábamos en el 2004 con el mismo problema. Inmediatamente mandó a comprar, primero las plantas pico para frenar los apagones por la noche, y después las plantas de generación descentralizada, los grupos electrógenos de fuel que están por todo el país, para asegurar que si se cae una termoeléctrica el grupo de fuel pueda responder.
Pero eso costó mucho dinero, que además, hubo que desembolsar al contado. Los americanos calcularon que ese, el golpe del combustible del 2004, de la electricidad del 2004, nos costó a nosotros por lo menos ochocientos millones de dólares de un solo planazo. Yo creo que la cifra realmente que fue mayor. Esa situación lógicamente, que además había surgido, por lo que se pudo evaluar en ese momento, por errores cometidos por los compañeros de la dirección del Ministerio de la Industria Básica. Hubo cambios en el equipo de dirección y empieza todo un proceso para restituir la capacidad de generación, que no la pudimos restituir en el 2004 ni en el 2005. Es en el 2006 que se normaliza un poco la situación a partir de la entrada de todos estos equipos, pero esa entrada obligó a un gasto muy fuerte en el país.
Me acuerdo que él, al cierre del 2004, planteó ya una situación que incluso fue muy controversial en su momento, pero yo creo que fue totalmente justificada: volver a centralizar toda la divisa del país en las cuentas del Banco Nacional, mediante la famosa Resolución 92, de diciembre del 2004. ¿Por qué? Porque simplemente teníamos que acumular la mayor cantidad de dinero centralizadamente para poder atender las cosas más esenciales. No se podía dejar fuera un centavo, aunque económicamente, en teoría fuera más eficiente la descentralización. No había manera de poder dirigir el país con el dinero que teníamos si no lo centralizábamos, y eso creó muchas discusiones. Todavía hoy se sigue debatiendo el tema de la centralización o descentralización, y es verdad que cuando hay recursos la descentralización puede ser muy eficiente, pero ante una situación grave de escasez de recursos, como fue todo el Período Especial, y todavía en el 2004 estábamos en esa situación, la centralización era la única medida posible.
Él tiene un discurso que no se reprodujo, que no salió en la prensa, en diciembre del 2004, donde explica todo esto. Fidel decía: “Hemos ido de la descentralización extrema y ahora tenemos que ir a la centralización extrema, estamos obligados por las circunstancias”. Es decir, explicó por qué había que tomar esa decisión, que era una decisión, en teoría no la más correcta, pero la situación que tenía concretamente el país no dejaba otra alternativa.
Igual pasó con la Batalla de Ideas. Este ha sido y sigue siendo todavía un tema de mucho debate producto, yo diría, de errores en el equipo de dirección de la Batalla de Ideas, que se conocen. Pero el hecho estratégico de recuperar los servicios sociales fue clave para Fidel, y eso él lo planteó por primera vez en el Congreso de la Juventud del año ’98; explicó por qué había que recuperar los servicios sociales muy afectados por el Período Especial. Y si uno si no ve las cifras no se da cuenta de por qué, pero en el año ‘99 nosotros habíamos perdido el 51 por ciento de los profesores de preuniversitario. La gente se había ido de las universidades, y eso llevó a profesores emergentes, llevó a pérdidas de calidad en la educación que todavía tienen repercusiones.
El Comandante planteó una estrategia. Primero, restituir la seguridad social, trabajadores sociales: cuarenta y cinco mil para atender a la gente que está peor en la sociedad, los ancianos que viven solos, las madres solteras. Y cambió la situación de todas esas personas. Después educación: masiva introducción de computadoras en la educación, reducción de alumnos por aula, toda una serie de medidas para restituir la calidad de la educación, con el agravante de tener que trabajar con maestros emergentes. Pero no había otra alternativa, o se caía la educación masiva.
Y una tercera etapa, que no logró culminar: los servicios de salud. Viene todo el equipamiento de alta tecnología para la salud pública, la recuperación de los hospitales, los médicos, seguir avanzando con los médicos. Ya en ese momento, 2004, existen todos los programas; incluso avanzan más los programas con Venezuela, Barrio Adentro, todo aquello que se venía trabajando desde el ‘99, se siguen desarrollando, y la demanda de médicos en el exterior creció mucho a partir de ese momento partiendo de un concepto del internacionalismo de Fidel que era muy importante.
Es decir, nosotros no compartimos lo que nos sobra, compartimos lo que tenemos, y así se montó la Escuela Latinoamericana de Medicina, así se montaron todos aquellas experiencias de la Batalla de Ideas que dio unos resultados tremendos en el corto plazo.
Yo digo que no es justo hablar solo de los desastres de la Batalla de Ideas a partir de errores cometidos por algunos de los dirigentes vinculados a esta experiencia, pues los resultados de la Batalla de Ideas fueron incuestionables e indispensables para elevar la moral de la población, elevar la solución de los problemas graves de la población, que se habían extendido mucho por lo que pasó en el Período Especial.
De este modo, a la altura del 2005 estábamos en una situación muy mala en ese sentido. Es cuando él produce, en el primer semestre del 2005, todo ese programa que llevó finalmente a la revolución energética: la sustitución de equipos para ahorrar combustible… Pero acabó aumentando el salario mínimo, las pensiones mínimas, aumentando los productos de la libreta, todo eso para elevar el nivel de consumo de la población, que había quedado totalmente deprimido en el Período Especial. Y eso era indispensable, si no, ¿cómo lograr apoyo de la población si no se atendían los problemas esenciales de la población? Es decir, todos los que estábamos con él en ese momento trabajando nos dábamos cuenta de la importancia que tenía esa visión que Fidel tenía de lo estratégico que eran esas medidas y esas decisiones, que fueron las que él desarrolló sobre todo ya en la última etapa de su vida activa, antes de enfermarse en el año 2006. Realmente fue muy dolorosa la enfermedad de Fidel, sin duda alguna, porque a él se le veía muy cansado ya en el 2006, por el agotamiento que tenía de todos aquellos años. Recuerden las tribunas abiertas, todo lo que se hacía en ese momento.
Globalización y desarrollo
Desarrolló una iniciativa original, también en el campo de la economía, que eran los eventos de Globalización y Desarrollo en Cuba, que arrancaron en el año ‘99 y duraron hasta el 2009, reuniendo dirigentes aquí de muchos países, incluyendo el Fondo Monetario Internacional, para discutir las ideas de la economía mundial aquí. En estos eventos Fidel participó en buena parte de ellos, creando un ambiente de discusión y de análisis inédito en el mundo.
Nadie en el mundo ponía en un mismo local para discutir a dirigentes de la izquierda, del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial y de países capitalistas desarrollados. Aquí venía toda esa gente, y estuvo Stiglitz y estuvieron una serie de Premios Nobel de Economía, y él les daba un tratamiento prácticamente de jefes de estado a todos ellos, se reunía, discutía con ellos, analizaba con ellos los temas. La iniciativa de los eventos de Globalización y Desarrollo no ha sido evaluada en su justa dimensión, pero sin duda alguna fue un elemento muy importante, ya en esta última fase de Fidel, influyendo en el pensamiento revolucionario de muchos países y consolidando la personalidad del Comandante como estadista.
Entonces, compañeros, pudiera hablar de muchas otras cosas, pero creo que he contribuido en algo por lo menos a que se vea desde otra perspectiva cómo se trabajaba con Fidel en aquellos años, y el privilegio enorme que eso representaba. Cada vez que me reunía con él y él me preguntaba sobre algo le decía: “No, es que yo estoy pasando otra universidad con usted, porque esto es mucho más que un doctorado, vaya, es diez veces el conocimiento”. Porque además, él establecía un nexo de confianza absoluto con las personas con las que trabajaba directamente. El me llamaba a veces al Ministerio de Economía y me preguntaba por teléfono cosas, que qué yo pensaba de esto, qué yo pensaba de lo otro, recuerdo los chequeos de zafra, lo duras que fueron esas reuniones, en las que él siempre nos apoyó, es decir, apoyó al Ministerio de Economía, y así, era prácticamente una enseñanza constante, no había momento para perder el tiempo.
También, cuando uno cometía errores se los señalaba sin duda alguna, y a veces con dureza de acuerdo la magnitud del error. El más duro, la más dura de las discusiones que yo recuerde en todos estos años ocurrió precisamente en el 2004, a finales del 2004, cuando él plantea la centralización de todos los recursos en las cuentas del banco. Se dieron seis Consejos de Ministros a finales de ese año, y él planteó la responsabilidad de aquellos que no habían previsto lo que había ocurrido con la energía y lo que eso le había provocado en gastos enormes al país, situación que nos había colocado en una coyuntura muy delicada. Estaba sentado frente por frente a él y lógicamente, el balancista de todos los recursos era el ministro de Economía. Entonces tuve que pararme a hacerme una autocrítica y estuve una hora parado, porque además, en el Consejo de Ministros cuando se hablaba uno se paraba para hablar con él, y recuerdo que la reacción de él al final fue: “Bueno, José Luis, por ahora no te vamos a quitar, vamos a ver cómo se resuelve este problema”.
No puede olvidarse, además, que la responsabilidad que uno tenía era muy grande, porque yo era el que tenía que pedir las reservas del país, y cada vez que había un momento de esos de tener que pedir las reservas del país yo decía: “Bueno, no sé si amaneceré como ministro o amaneceré otra vez como investigador del CIEM”, porque sabía lo que eso representaba. Eran discusiones muy duras porque lógicamente él defendía la reserva a capa y espada.
Por otro lado, no podía permitir que por no plantear una situación sucediera algo peor. De modo que a mí no me quedaba más remedio que argumentar y solicitar lo mínimo necesario. Sobre todo los fines de año era una situación que uno decía: “No, no pido”. Recuerdo un 31 de diciembre en medio del Período Especial. Nos íbamos a quedar sin gas de la calle aquí en La Habana y la gente sin poder cocinar nada el 31 de diciembre. Aquello era una catástrofe, era el único momento de cierta animación que le podía dar uno a las personas en el año ‘95, ‘96, ’97. Estuve hasta las doce de la noche del 31 de diciembre de ese año esperando a que se encendiera el flare de la refinería, que era el quemador que indicaba que estaba entrando el gas y que se estaba procesando en la planta de Melones para poder alimentar el gas de la calle. Hoy no, hoy es ENERGAS la que suministra el gas, pero entonces no era así, y yo tuve que garantizar eso con llamadas que me hacían cada diez minutos, “¿Ya llegó el gas, cuándo entra el gas, por qué no ha llegado el gas?”. La responsabilidad de uno era ineludible, ineludible, pero te enseñaba el nivel de responsabilidad que debías tener, que tú tenías que responder, no valían en ese momento excusas ni pretextos de ningún tipo.
Preguntas y respuestas
Rosa M. Elizalde: Hemos pasado casi por treinta años de vida no solo de José Luis, sino en la Historia de Cuba. ¿Quiere alguno de ustedes hacer alguna pregunta o algún comentario?
Participante: ¿Cuántos años trabajó con Fidel directamente?
José Luis Rodríguez: Fueron veinticinco años, desde 1981 hasta el 2006, que él se enferma. El Centro nuestro se crea en el ’79. Empezamos a colaborar telefónicamente, indirectamente, pero ya reunidos con él y discutiendo con él temas, etcétera, a partir del ‘81, primero como investigador y después ya como ministro a partir del ‘93.
Participante: ¿Cuál fue el destino de los planes especiales ante el inicio del periodo especial?
José Luis Rodríguez: Cuando se crea esta circunstancia complicada con la URSS y con el pago de la deuda, del año 1986, se evidencia que no va a resultar fácil el desarrollo del país a partir de ese momento. Se planteó entonces la necesidad de incrementar la producción de alimentos partiendo desde la base prácticamente, de las comunidades, de los municipios; es decir, que se tratara de producir todo tipo de alimentos con todo tipo de tierras con el mínimo de recursos posibles. Así surge la idea del abastecimiento municipal, que la gente no tuviera que transportarse, que no hubiera que gastar mucho combustible para llevar los insumos, para transportar lo que se producía, que se empezara por producir en el mismo territorio.
En esos años finales de los noventa se hicieron una serie de inversiones de cierta importancia en la agricultura también, pero de todas maneras el Programa Alimentario no culmina en el ‘90, se trata de impulsar todavía ya en medio del Período Especial, después del ‘91, que desaparece la Unión Soviética. Prácticamente pasamos a un programa de sobrevivencia más que de desarrollo alimentario, era producir el alimento indispensable para que la gente pudiera comer en los territorios.
Bajó mucho la alimentación de la población en esos años. Nosotros teníamos que consumir, el insumo mínimo normado eran dos mil cuatrocientas kilocalorías y cincuenta y seis gramos de proteína diaria. Nosotros llegamos a estar en mil ochocientos treinta o cuarenta kilocalorías y cuarenta y seis gramos de proteína diaria. Se acordarán los más viejos del Polivit, que se empezó a repartir masivamente en el año ‘93 porque había que darle algo a la gente, para que no siguiera avanzando las neuritis, pues a partir de esa caída del sistema inmunológico empiezan a aparecer enfermedades oportunistas, y eso fue lo que engendró las neuropatías, que tienen su derivación más grave en el Síndrome de Guillain-Bárré, que mató personas en este país. Me acuerdo cuando se hizo un informe sobre esto en el año ‘97, el nivel de incidencia había llegado a más de cuatrocientas sesenta personas por cien mil habitantes, que era muy alto. Es decir, fue de cierta masividad producto de que las personas no tenían la suficiente alimentación y fuerza para mantener su sistema inmunológico y cualquier enfermedad oportunista los atacaba. Recordemos la conjuntivitis hemorrágica también, el dengue, todo eso. Había que tratar de preservar a la población, pero no se pudo evitar totalmente, y estuvimos comiendo por debajo del mínimo desde el ‘93 hasta el ’97. Se fue subiendo, poco a poco la alimentación, pero ya las normas mínimas se empezaron a cumplir solo a partir del año ’97.
Participante: ¿Esa fue la situación más dura?
José Luis Rodríguez: Sí, yo pienso que sí sin duda alguna, porque nos la vimos muy negras para sobrevivir incluso.
Participante: ¿Qué puede decir sobre las medidas adoptadas en 1993 y la dualidad monetaria?
José Luis Rodríguez: Sí, yo me he saltado algunas cosas, ¿no? La situación comienza a enfrentarse a partir de agosto de 1993. Ya en el primer semestre del ‘93 se crean las situaciones más críticas que el país podía tener. Fue el año en que hubo la Tormenta el Siglo, en el primer semestre; fue el año en que la zafra cayó y perdimos cuatrocientos millones de dólares de un palo; fue el año en que ya prácticamente se estaba desmonetizando aceleradamente la economía. Y Fidel explica eso en el discurso del 26 de julio del ’93. Dice que hay que adoptar una serie de medidas, y el primer decreto fue precisamente el 140, que fue el que creó la despenalización de la divisa y la dualidad monetaria. Ahí él rompió también un conjunto de esquemas. Yo me acuerdo que había compañeros que decían que lo que había que hacer, y eso fue hasta la Asamblea Nacional la discusión, era simplemente hacer un cambio de moneda. Sin embargo, un cambio de moneda, nosotros lo habíamos estudiado tomando en cuenta las experiencias de cambio de moneda en otros países, y sólo había tenido éxito en coyunturas de guerra, cuando el desastre era de tal naturaleza que no había más remedio que hacerlo, pero en tiempos de paz un cambio de moneda podía ser desastroso. En eso nos ayudó la experiencia de los vietnamitas, que intentaron hacer un cambio de moneda en el ‘86 y por poco se les crea una situación muy grave. Ellos nos decían: “No lo hagan, no lo hagan, no lo hagan”, pero de todas maneras se discutió mucho en la Asamblea Nacional.
Me acuerdo la discusión de mayo del ‘94, que es cuando ya se aprueba el programa de re-equilibrio financiero interno, que había compañeros que decían que no, que lo que había que hacer era el cambio de moneda. Fidel citó a todos esos compañeros a una reunión con los que teníamos otro punto de vista. Él les desmontó todos los argumentos. Entonces por suerte no se tomó esa medida, porque el problema del cambio de moneda es que priva a la gente de la confianza en el dinero, porque de pronto un billete que dice cien se convierte en uno. La gente dice: “Bueno, ¿pero qué cosa es esto?”. Ya eso es una receta de desastre si no se ejecuta con una situación de guerra, una situación muy excepcional.
La Unión Soviética hizo cambio de moneda en el año ‘47, pues había estado ocupado una buena parte del territorio nacional. En fin, había falsificaciones, había millones de cosas que apuntaban a eso. Vietnam lo hizo después del triunfo de la guerra en el año ‘75, pero cuando trataron de hacerlo en el ‘86 otra vez, con el Doi moi, tuvieron que parar. Yo el primer viaje que hice al exterior como ministro de Finanzas fue a Vietnam precisamente, y ellos no se cansaban de decirnos todo el tiempo de que no hiciéramos eso, que viéramos la mala experiencia que ellos habían tenido.
Desde luego, eran medidas muy difíciles en el contexto en el que habíamos venido nosotros funcionando en aquellos años. El Comandante tiene un discurso que es del 5 de agosto del año ‘95, cuando vienen a Cuba una serie de personas, brigadas de solidaridad, etcétera, y él se reunió con ellos y me llevó a mí a explicar lo que estábamos haciendo, y después tiene un discurso que contiene frases muy duras, dice: “Sí, estamos haciendo concesiones de tipo capitalista, las estamos haciendo, sí, porque no tenemos otra alternativa”. Pero todas las medidas que él aprueba en los años noventa son medidas, digamos, ajustadas a una coyuntura, ninguna es irreversible. Por lo tanto, yo creo que se equivocan aquellos que hablan de una reforma económica en los noventa. No hubo tal reforma económica, lo que hubo fueron medidas que se fueron aplicando gradualmente: una decisión, una medida. Eeso fue así. De tal modo que, mientras quedara un resquicio de algo que se pudiera hacer que no consolidara esas tendencias, él trabajo siempre por restituir el poder del estado, las posibilidades del estado. Fidel lo explica muy claro en el V Congreso del año ‘97, que es uno de los discursos más largos que hizo: siete horas hablando sin moverse, ahí parado en un micrófono. Explicó todo esto y por qué teníamos que dar atrás en algunas cosas en la medida en que las condiciones lo fueran permitiendo.
Desde luego, la dualidad monetaria no se pudo eliminar de un solo golpe. Todavía hoy persiste ¿Por qué? Hay una frase que Raúl ha repetido muchas veces y muchos compañeros se olvidan de ella. La reunificación monetaria tiene dos momentos, uno, que hay que devaluar la tasa oficial, y otro, que hay que reevaluar la tasa de CADECA. Y eso, compañeros, tiene un apellido atrás que dice “nadie será afectado”. Mientras eso se mantenga, cuando usted devalúe un dólar le entra en el costo como un peso. Si mañana usted devalúa, como hay que hacer, y ese dólar ahora es diez pesos, ese diez pesos se mete en el costo y va al precio, y para que nadie sea afectado usted tiene que poner un colchón en el medio o le tiene que subir los ingresos a la población. Por eso Marino hablaba de la variante de ir poco a poco creando condiciones para la reunificación monetaria, aumentando ingresos de la población, y se habla del aumento salarial actual como parte de esas medidas, porque no es posible, no es posible evitar el efecto inflacionario de una devaluación, y para evitar que eso le llegue al consumidor final tienes que hacer algo que te cuesta dinero, y esa es la primera etapa. Ahora imagínese usted para desaparecer la tasa CADECA; suponga que la primera etapa dio que la devaluación es de diez por uno; es decir, lo que es hoy uno por uno mañana va a ser uno por diez, pero usted tiene que llegar a una sola tasa, y tiene la otra en veinticuatro a veinticinco pesos por un dólar, entonces tiene que ir de veinticuatro a veinticinco hasta diez otra vez, y eso es reevaluar la moneda, no es devaluarla, eso es darle más valor a la moneda. Eso lo hicimos en el 2005, la gente se olvida pero hubo esa experiencia, esa sí se probó.
La tasa en el 2005 estaba en veintiséis-veintisiete pesos por dólar, en ese momento ya CUC, porque se elimina el dólar en el 2004 producto del bloqueo y todas las medidas que nos aplicaron. Se planteó entonces por el Comandante buscar una alternativa que le diera más poder de compra a la gente en los mercados de las TRD, y se logró bajar de veintiséis-veintisiete a veinticuatro-veinticinco, y eso costó, compañeros, cientos de millones de dólares, porque la gente en la misma medida en que tuvo un poquito más de poder de compra se lanzó a comprar. Ocurrió lo mismo que cuando la rebaja de los precios en el 2016, inmediatamente lo que le viene encima es la conversión de mi dinero por bienes. Así se informó entonces que la tonelada de pollo, estoy citando un poco de memoria, pero se vendían unas treinta toneladas por día, se rebajaron los precios en el 2016 y pasaron a venderse ciento veinte toneladas diarias porque la gente empieza a convertir eso. Y no olvidar un pequeño, no tan pequeño detalle, las remesas, eso tiene un peso enorme en la demanda interna del país hoy. Entonces no es sólo el dinero que nosotros generamos; no, es el dinero que viene de afuera y se convierte en pesos y entra a demandar en el mercado. Si usted no considera las remesas no entiende nada de lo que ocurre en el mercado interno.
Y hoy tenemos situaciones a las que hay que prestar atención. Por ejemplo, la masa monetaria entre el producto interno bruto es de cincuenta y nueve por ciento, una tasa muy alta. Llegó a ser en el Período Especial sesenta y seis, ya estamos en cincuenta y nueve; es decir, que hay que ver cómo nosotros vamos deflactando porque se nos puede crear una situación de inflación sin control, y eso Fidel lo tuvo muy presente junto a otras consideraciones.
Él estuvo muy consciente de la necesidad de adoptar decisiones extraeconómicas en el momento en que se aplica el programa de saneamiento financiero interno, que fue aumento de precios, recuerden, gasolina, cigarros, electricidad, una serie de bienes, bebidas alcohólicas.
Participante: Los teléfonos.
José Luis Rodríguez: Eran las que más apoyo habían tenido, pero no quiere decir que el apoyo fuera unánime, había gente que no entendía cómo en medio del Período Especial iban a aumentar el precio de algo, y gente viviendo bien. Bueno, pero es que se han olvidado de una decisión que se tomó, el Decreto Ley 149, conocido como el decreto de los macetas, por enriquecimiento indebido, que se aprueba en mayo de 1994. Se creó un aparato Fiscalía-Ministerio de Finanzas para ejecutar lo que planteaba el decreto. A mí me pasaban los expedientes. Yo analicé en dos años o año y pico cuatrocientos expedientes de gente que ganaba dinero y no se sabía de dónde lo sacaban, o lo sacaban de cualquier cantidad de especulación, y yo decidía sobre esos expedientes si era confiscación total o parcial, y liquidado el incidente. Si el afectado no estaba de acuerdo apelaba, pero a mí otra vez y yo decidía ya finalmente aquello, se podrán imaginar las simpatías que yo coseché en ese medio ¿no? A mí me zafaron la goma del carro particular y por poco se matan mis hijas en la Quinta Avenida. Otro día se me colaron en la casa de Ayestarán. Es decir, a quien tú le nacionalizabas un negocio de esos, que le quitabas casa, carro, esto y lo otro, no se iban a olvidar. Por eso Fidel me puso escolta en ese año ’94, por esa razón precisamente. Él se asombró que no la tuviera. “¿Cómo que tú no tienes escolta?”. Al otro día tenía ya dos choferes escoltas, porque no bastaba con uno.
Aun así se hicieron cosas que compensaron en parte una medida que fue fuerte, sin dudas, la del aumento de precios, con que se operara contra aquellos que vivían de la especulación, del robo, en fin. Fue una medida excepcional realmente, porque ya te digo, era enriquecimiento indebido, y eso era una gran bronca con los juristas, por qué era indebido o no es indebido para acá o para allá. Entonces Fiscalía sustanciaba los expedientes y yo era el que tomaba las decisiones, era el ministro de Finanzas el que tenía que tomar las decisiones sobre ese tema, y causó efecto, porque el pueblo lo reconoció sin duda alguna, pero fue un momento muy tenso, también porque le fuimos arriba a toda aquella gente.
Hay que decir que se declararon con lugar las reclamaciones, muchos casos de herencias, por ejemplo. Yo tuve, el hermano de una compañera mía de la universidad que le fueron arriba con todo lo que él tenía y se comprobó que era una herencia y se le restituyó. El hombre después me fue a ver allá al Ministerio para darme las gracias. Le dije: “No, tu caso está claro, una herencia no te la vamos a confiscar”, pero el que no tuviera modo de demostrar nada ya ustedes saben, había que proceder y se procedió.
Participante: ¿Cómo Fidel afrontó estas duras situaciones?
José Luis Rodríguez: El genio de Fidel se multiplicó en esos años. Además, revisas todos los discursos y son discursos que te dan siempre la perspectiva de que hay algo mejor, que vamos a salir, y que vienen cosas difíciles pero vamos a enfrentarlas por aquí y por allá, y todos los días te decía te decía algo. La cantidad de veces que Fidel habló por televisión entre el ‘93 y el ‘94 yo creo que pasa de cien, explicando constantemente que había que hacer y por qué.
Participante: ¿Va a escribir un libro sobre toda la historia de la economía de esos años?
José Luis Rodríguez: Tengo un libro que llega hasta el ‘89 que se llama La estrategia de desarrollo económico en Cuba, que se utiliza todavía como texto. Ha sido reeditado por la Universidad varias veces. Y estoy terminando un libro que se llama El Período Especial en Cuba: la batalla económica, que ya tiene más de trescientas cuartillas escritas (me falta el último capítulo) y estoy tratando de terminar porque ya llevo casi cinco años tratando de escribirlo. Pero es difícil, muy difícil. Además, hay una cosa que siempre hay que tener muy presente: tiene uno que estar jugando exactamente con qué elementos públicos hay, qué se publicó, qué no se publicó. He tenido que revisar todas las Gacetas Oficiales del año ‘89 para acá, discursos de Fidel, todo prácticamente que tratara de estos temas internos. Es decir, me ha llevado un trabajo enorme, pero espero terminarlo. Si no me muero antes creo que terminaré el libro este año, es la meta que me he impuesto en ese sentido, y después a buscar que me lo editen, que esa es otra historia.
Futuro de hombres de Ciencia
Participante: Háblenos del desarrollo de la ciencia en el periodo especial…
José Luis Rodríguez: Fidel fue un visionario. Está el famoso discurso del año ‘60 cuando él habla de que este país tiene que ser un país de hombres de ciencia, ya desde ese momento, aunque parezca muy temprano, él tenía una visión muy clara al respecto.
Se crea el CENIC en el año ’65, que fue la incubadora de científicos en ciencias médicas y biología en Cuba. De ahí salió Rosa Elena Simeón, Luis Herrera y todos los compañeros que después fueron para la biotecnología, para sanidad animal. Yo era dirigente de la Juventud en la Universidad en ese momento y uno de los comités de base más fuertes que había era precisamente el del Centro Nacional de Investigaciones Científicas. Porque allí se había reunido lo mejor de los estudiantes de ciencias médicas y de otras especialidades afines.
En paralelo con las ciencias médicas se avanzaba en la computación. Se ha olvidado, digo así en general, la historia de que Cuba produjo su primera computadora en el año ‘71, la CID-201. Cuba tenía capacidades superiores —incluso— a otros países socialistas europeos. Recordemos las computadoras soviéticas, por ejemplo. Era un sótano completo, ahí en la calle Línea y E. Allí estaba el centro de cálculo de JUCEPLAN y estaban las computadoras soviéticas, eran unos aparatos que trabajaban con tarjetas, enormes. Cuba hizo la primera computadora como la conocemos hoy, computadoras personales, ya en 1971, y se crea el Instituto de Investigaciones Digitales.
Cuando Cuba ingresa al CAME en el ’72, tratamos de insertarnos de manera que nos dieran la posibilidad de trabajar en líneas de alto valor agregado. Pasarían unos años, para que nos permitieran empezar (1976-77) a producir partes y piezas de computadoras y se creó la planta de componentes electrónicos de Pinar del Río.
Pero, y eso tendría que ser otra conferencia, la situación en el CAME no es tampoco como se ve por fuera, había mucha reticencia en ese sentido, y de ahí resultó que a nosotros nos aprobaron la especialización un mes antes que se disolviera el CAME, en el año ’91. Ya eso quedó para la historia. Pero nunca se quiso aceptar que Cuba pudiera producir computadoras o producir por lo menos partes y piezas, que fue lo que se hizo aquí en concreto, y nos pasó con otras cosas, como la maquinaria para la industria azucarera. Cuba tenía más experiencia que cualquier país; sin embargo, la especialidad la tenía Polonia, y nunca se logró que los polacos compartieran con nosotros la producción de maquinaria azucarera para todos los países, porque la producción de maquinaria azucarera es válida para el azúcar en el caso de la caña y en el caso de la remolacha. Bueno, nunca nos dieron esa especialización tampoco.
Entonces estas líneas de desarrollo, como la computación y la biotecnología, que sí se trabajaron en el CAME, se trataron de desarrollar. Ya en el año ‘80 se tenía la percepción clara de que esto no caminaba por el CAME, no existía la visión de que era una rama de desarrollo, y simplemente Fidel tomó la decisión de mandar la gente adonde más desarrollo había en esa línea que fue Francia, y ahí se formó nuestra gente específicamente en la biotecnología.
A partir del año ‘81 es que se obtienen los primeros resultados en esta línea de desarrollo, y es lo que va a permitir que en el ‘86 se cree el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, que costó seiscientos millones de dólares, y esa línea se desarrolló sin parar pasara lo que pasara. Prueba de ello es que el último centro que se crea es el Centro de Ingeniería Molecular, el de Agustín Lage, en el año ‘94, en medio del Período especial. De tal modo, la producción de productos farmacéuticos biotecnológicos en Cuba llegó a ser uno de los cinco renglones exportables más importantes en los últimos años, no sólo para la producción interna, también para la exportación. Cuba tiene competitividad en esa línea por una visión de muy largo plazo de Fidel, cuando nadie en el CAME creía en eso y hoy todavía siguen siendo buena parte de los ex países socialistas de la retaguardia en ese sentido. Esa fue otra de las genialidades de Fidel, darse cuenta de que por ahí había una posibilidad, porque para Fidel estaba muy claro que Cuba no era un país que tuviera grandes volúmenes de recursos naturales, aunque tiene recursos naturales. Recientemente hubo una polémica sobre ese tema, tiene recursos naturales pero no para decir que es un país tipo Vietnam, que no necesita termoeléctricas porque tiene una riqueza hidráulica tremenda, o Venezuela, que tiene un petróleo abundante ¿no?
Entonces Fidel siempre estuvo muy centrado en el desarrollo del hombre en su sentido más amplio, en el sentido específico de formación de producciones de alto valor agregado y por ahí marchó. Aún con el Período Especial se siguió invirtiendo en la biotecnología y se ha seguido ese proceso porque esas producciones se han seguido ampliando. Incluso hoy día estamos en la perspectiva de ver cómo se financia el posterior desarrollo de esa ciencia, porque lo que es un producto válido hoy ya dentro de un año o dos si no tienes un producto nuevo no vuelves a entrar en el mercado, y se requiere financiamiento.
Esto implica conceptos nuevos, como capital de riesgo. En la ciencia es capital de riesgo lo que funciona. Puedes invertir en algo y te da resultados inmediatos, felicidades, pero puede ser que eso se demore diez años. Si no, analicen la historia del tratamiento del pie diabético ¿Cuántos años llevó ese proceso? Creo que alrededor de diez. Entonces usted no puede decir: “Vamos a poner este dinero aquí y el año que viene tiene que haber un descubrimiento”. Hubo gente que pensó eso, que la ciencia se financiaba como se financia la producción de aguacates y eso no puede ser, y todavía estamos en esa batalla de lo que es capital de riesgo y lo que es la inversión en la ciencia o en la educación. No es fácil porque no se tiene la cultura de lo que es una inversión en la ciencia, y por suerte Fidel sí apostó en ese sentido muy claramente por esas inversiones, y es lo que nos ha llevado a los logros que tenemos hoy día, y si no se avanzó más es porque no tuvimos el acompañamiento del CAME en ese sentido.
En general los países socialistas europeos se concentraron en tres productos en sus relaciones con Cuba: azúcar de caña, cítricos y níquel, y todo lo destinaron a Cuba por esas líneas.
Así llegamos a producir un millón de toneladas de cítricos en el ’89, más de ocho millones de toneladas de azúcar y llegamos a producir más de setenta mil toneladas de níquel a principios de los 2000. Pero aun así, hacen falta muchas más inversiones en esa dirección.
Nosotros tenemos mucho níquel, tenemos el quinto lugar mundial en reservas, pero una planta de níquel para refinar, la que ha estado en proyecto varias veces y no se ha logrado el financiamiento, vale setecientos millones. Es decir, hace falta plata por todos lados, y no cae del cielo. Pero bueno, logramos avanzar todo ese camino gracias a la visión de Fidel.