“No me parece posible que sean patriotas los que desean bloqueos e intervenciones contra su país”.


Entrevista al trovador cubano, de regreso en La Habana pocos días después de sus conciertos en la Ciudad de México.

Arturo López-Levy - Oncuba.- No recuerdo el momento en que empecé a escuchar las canciones de Silvio Rodríguez. Debe haber sido en el preuniversitario cuando crecí y quise buscar otra manera de decir las cosas, de forma que aquellos y aquellas a quienes quería, las entendieran mejor. Desde entonces he seguido a Silvio como un amigo, aunque él no supiera de esa amistad. A veces he estado de acuerdo con él, a veces en desacuerdo pero siempre he sido admirador de su arte y de su condición, siempre con voz propia, nunca eco. En Estados Unidos, Silvio me permitió abrir puertas en el mundo universitario con otros latinoamericanos que sabían sus canciones.

Cuando lo conocí personalmente en Washington al inaugurarse la embajada cubana tras el restablecimiento de relaciones diplomáticas, me honró con un abrazo y un dedo en el pecho al decirme que había leído algo de lo que escribí. Hoy tengo la oportunidad de entrevistarlo y conversé con respeto a su talento, sin falsos parejerismos —para acordarnos de Jorge Mañach— pero ajenos a falsas formalidades. En mi cabeza, por alguna razón inexplicable, sonaba el estribillo “guajirito soy”. Aquí van las preguntas de un admirador y las respuestas del artista martiano que no pudo ser más gentil al contestarlas.  

Silvio, has sido un cantor al amor en su sentido más sublime y abarcador, a la mujer, a la naturaleza, a la familia, al pueblo de donde vienes, a los héroes, a Cuba, a América Latina, a la humanidad, “en cualquier parte del mundo” ¿Cómo mezclas esos amores? ¿Se trata solo de un sentir o hay —al estilo de Segunda Cita— un intelectual público que racionaliza pasiones?

Cierta vez le escuché decir a Alfredo Guevara que los pueblos, por su necesidad identitaria, empezaban por hacer un inventario de sí mismos: su geografía, su flora y su fauna, las cualidades físicas y espirituales de su gente, etc. Con los años me fui dando cuenta de que a quienes tenemos la vocación de cantar nos sucede otro tanto, porque empezamos describiendo lo que nos rodea, tanto lo objetivo como lo subjetivo. Ambas reacciones son un autoreconocimiento que hace la conciencia, una suerte de acto totémico que consiste en nombrar las cosas. Todos saben que el mundo existe, porque lo ven, lo sienten. Pero algunos necesitamos cantarlo, para que la realidad cobre otra verdadera vida y acaso se complete.

Por otra parte, aunque como cualquiera nací con intelecto, nunca me he visto como un intelectual. Eso sí, siempre he tenido una suerte de vocación de comunicador. Segunda cita [el Blog] fue un accidente, un hallazgo que dio lugar a otros. Su más alta expresión fue cuando se convirtió en comunidad, con todo lo complejo que eso significa. Esto fue, en cierto modo, un propósito, porque los primeros meses no puse límites y había todo tipo de comentarios, algunos soeces y ofensivos. Aquello me llevó a moderar el blog, aunque por dentro echaba en falta cierta amplitud perdida. Entonces empecé a insistir en la franqueza unida al respeto al otro. Y poco a poco ese espíritu fue impregnando el espacio. Es obvio que el primero que tuvo que aprender fui yo. Y puede que haya tratado de racionalizar alguna pasión (eso es humano), aunque también intenté exponer razones.

¿Qué significa en el siglo XXI de alegada globalización y transnacionalización el amor por Cuba? ¿Cuan importante sería para tus hijos, nietos y los que vengan, saber que “en Tampa tu abuelo habló con Martí”?

Ese privilegio me tocó porque Pancho Domínguez, padre de mi abuelo Félix, era uno de los cientos de torcedores cubanos que iban anualmente a la zafra de Tampa, a fines del siglo XIX, cuando en esa ciudad de la Florida se manufacturaba un millón de puros al año.

El porqué estaba allí mi abuelo no lo supe por él, sino muchos años después gracias a la Dra. Beatriz Marcheco y sus trabajos de ADN. Él sólo me contó que estando en una bodega de Tampa, cuando era niño, un señor le había preguntado qué hacía por aquellas tierras y que él le había respondido que su padre trabajaba en cierta tabaquería. El señor había sonreído y le había dicho que era una casualidad, porque dentro de pocos días él iba a visitar el lugar donde trabajaba su papá, para hablar con los trabajadores.

Y aquel hombre amable era José Martí —siempre concluía mi abuelo.

Cierto que los tiempos, las épocas pueden matizar los amores, la percepción de las cosas. Mucho más hoy, con semejante cantidad y calidades de contenidos. Pero, además de esta variedad abrumadora que la tecnología nos ofrece, lo cierto es que ya nadie podrá nacer y contar que su abuelo conoció a Martí, en Tampa. Seguramente por eso lo canté, levemente envidioso de mi abuelo Félix.

Dijiste una vez que no veías a Cuba “como un altar o una catedral a la que se va” ¿Implica ser cubano o cubana alguna responsabilidad? ¿Tenemos los cubanos algún defecto del que te sientes parte? ¿Qué crees de la postura dentro de Cuba que establece una equivalencia por la cual para ser patriota habría que ser revolucionario?

Nunca he entendido las sacralizaciones. Pudiera ser por la forma en que veo lo esencial, además de por la ceguera que implica el concepto de “sagrado”, como algo intocable. Y es que todo lo que se respeta, incluso lo que se venera, tiene causas más o menos profundas, ciertamente explicables.

Es obvio que ser cubano es algo diverso, y supongo que esto será más o menos parecido para cualquier nacionalidad. Es una intensidad que depende, creo yo, de la formación de cada cual. Hay vidas, circunstancias que evidentemente determinan un apego supremo al yo, al uno mismo por encima de todo; hay otras que no sienten tanto eso, o que lo relegan a otro plano por verse como parte de un todo, como si la suerte común fuera la verdadera vida. Hay algo de abeja en esto último, como de conciencia de enjambre. En mi caso, me siento bien cuando me veo como parte del todo que es un pueblo y su historia. Encuentro en eso una explicación que ayuda, en parte, a explicar el gran misterio que es la vida. Creo que a esto contribuyó mucho mi familia y su modesta huella dentro de la historia nacional; y también por haber leído a los 10 años aquel prólogo a la Edad de Oro de Emilio Roig (Ed. de 1953), titulado Martí y los niños. Martí niño.

Por último, creo que puede haber sentimientos patrióticos que no coincidan con aspectos de la Revolución o con el gobierno cubano. Pero no me parece posible que sean patriotas los que desean bloqueos e intervenciones contra su país.

Varios estudiosos han considerado a la nueva canción latinoamericana, movimiento del cual la Nueva Trova fue parte esencial, un importante formador de cultura alternativa, no solo frente a los poderes oligárquicos y las dictaduras militares de derecha, sino también a la izquierda más tradicional. ¿Qué significó para ti ser parte de ese movimiento?¿Qué experimentaste al cantar en esos países después de las aperturas —resultante de pactos y compromisos políticos— de fines de los 80?

Por suerte desde muy joven me gustaba leer historia, literatura, así como temas científicos. Haber participado de la campaña de Alfabetización me hizo comprender que el país se estaba ensanchando intelectualmente. Esa conciencia fue importante cuando pocos años después empecé a hacer canciones. Mis primeros temas los hice durante mi servicio militar, sin confrontar ideas sobre el oficio con nadie; por eso fue un grato descubrimiento cuando salí del ejército y empecé a descubrir a otros jóvenes que hacían lo que yo. Poco a poco se fue creando un espíritu de grupo, de generación; la prensa empezó a percibirlo y a registrarlo.

A la consolidación y relieve de nuestra generación de trovadores contribuyó mucho el acercamiento que nos ofreció Casa de las Américas. Allí no sólo tuvimos un espacio para exponer lo que hacíamos sino que profundizamos en el conocimiento de Latinoamérica. Por ejemplo: la primera vez que escuché todo un disco de Violeta Parra fue en casa de Haydée Santamaría; y gracias a aquella cercanía pudimos compartir con intelectuales como Mario Benedetti, Roque Dalton, Julio Cortázar y muchos otros; por no hablar del privilegio de escuchar conversar a Lezama o a José Zacarías Tallet, a quienes incluso visité.

Año 1968, Silvio Rodríguez, Noel Nicola y Pablo Milanés.

Después Alfredo Guevara nos invitó a fundar el Grupo de Experimentación Sonora y a trabajar para la cinematografía cubana. Por entonces Pino Solanas puso La era está pariendo un corazón en su documental La hora de los hornos. Un día Isabel Parra me hizo la visita y empezamos a cantar juntos. Daniel Viglieti llegó y grabó su disco “Trópicos” con nuestro grupo. Acompañamos a Soledad Bravo en la canción Santiago de Chile, para un documental de Juan Carlos Tabío. En la cinemateca de Cuba hicimos dos semanas de un concierto de identidad que titulamos Cuba-Brasil.

En septiembre de 1972 Noel Nicola, Pablo Milanés y yo fuimos invitados por Gladys Marín al VI Congreso de las Juventudes Comunistas de Chile. Allá cantamos todas las noches en la Peña de los Parra, junto a los cantores y grupos más sobresalientes, entre ellos, por supuesto, Víctor Jara. Aquello fue una experiencia tremenda, no solo en el sentido profesional, sino en cuanto al compromiso. Faltaba un año para el golpe y vivimos un momento muy tenso de aquel proceso que en varios sentidos era doloroso, porque la izquierda criticaba tanto o más a Allende que la derecha. En lo personal pudimos también probarnos, porque más de una vez nos sorprendieron en la calle manifestaciones que eran disueltas a palos y gases lacrimógenos.

En 1974 Noel y yo fuimos invitados a 7 días con el pueblo, un Festival de Nueva Canción que hacía un sindicato en República Dominicana. Allí coincidimos con Mercedes Sosa, a quien habíamos visto en La Habana, y conocimos al catalán Francesc Pi de la Serra y a los españoles Ana Belén y Víctor Manuel. Nuestros hermanos anfitriones eran Sonia Silvestre y Víctor Víctor, y tuvimos la suerte de escuchar a un muy joven Luís Díaz. Estaban Los Guaraguao, de Venezuela. Y los estadios, siempre llenos, rugían “Joaquín Balaguer, asesino en el poder”, ante una policía impotente. Al terminar todo aquello un correcto coronel nos dio 24 horas para abandonar el país.

Gabriel García Márquez, Haydée Santamaría y Silvio Rodríguez. Foto: Zurrón del Aprendiz

En México, que a partir de 1975 solíamos visitar más de una vez al año, participamos en casi todos los eventos que organizaba el exilio uruguayo. Siempre el primero era Alfredo Zitarrosa, y nunca faltaba Sanampay, que estaba formado sobre todo por argentinos exiliados, algunos exintegrantes del grupo Huerque Mapu (Hebe Rosell y Naldo Labrín). Allí estábamos cuando llegó del Perú Tania Libertad, fuimos amigos de la extraordinaria Amparo Ochoa, de Oscar Chávez, de Marcial Alejandro, de Gabino Palomares, y vimos surgir a intérpretes de la trascendencia de Eugenia León y Guadalupe Pineda.

A Violeta Parra no alcancé a conocerla personalmente, pero a Yupanqui pude acercármele en Berlín, en febrero de 1985, cuando coincidimos en un Festival de la Canción Política que auspiciaba la Juventud Libre Alemana, todavía en tiempos de la RDA. Lo fui a ver al concierto que dio en un teatro junto a mi amigo Ángel Parra, que lo acompañaba en algunos temas porque la artrosis ya no le permitía mover los dedos. Después nos vimos algunas veces en Buenos Aires, en una de esas ocasiones me acompañó Eduardo Aute. Unos meses antes de su muerte, Don Ata me hizo el honor de ir a un concierto mío en el Gran Rex que, por supuesto, le dediqué.

Lo cierto es que hacíamos todo aquello satisfechos de ser parte de la Latinoamérica antimperialista, con una identidad cultural e histórica muy fuerte. Semejante satisfacción todavía me acompaña y pudiera afirmar que es una de las cosas que más agradezco haber vivido.

Hace muy poco llenaste dos noches seguidas el Auditorio Nacional de México y después asistieron a tu concierto en el Zócalo cerca de 100 000 personas, donde cantaste “El Necio”, una vez dedicada “a Fidel, ahora a Andrés Manuel”, ¿Qué significó en tu historia como cubano, Fidel Castro y haber conversado con él? ¿Cómo ves la nueva ola de izquierda en el continente que muchos han llamado rosada de la que AMLO en México es figura medular?

En los últimos años de la década del 50 había un alto grado de complicidad en el pueblo, contra la tiranía. Imagínate, hacía un mes que había cumplido 12 años cuando triunfó la Revolución. De Fidel sabíamos por la Radio Rebelde, que escuchábamos muy bajito, algunas noches. Fidel era todo un símbolo. Por alguna razón, nunca lo vi como un dios; siempre lo entendí como un hombre especial, pero hombre al fin y al cabo.

La primera vez que lo tuve cerca fue en 1961, cuando fue a despedir a los alfabetizadores que al día siguiente saldríamos de Varadero hacia los rincones de Cuba. Yo estaba exactamente debajo de la tribuna; poco a poco me abrí paso hasta allí. Recuerdo mi asombro al descubrir que su barba era castaño-rojiza y no negra, como parecía en las fotografías. Allí escuché todo lo que nos dijo sobre la importancia de nuestra misión y me sentí por primera vez parte de algo grande, algo que me trascendía como persona.

Vine a intercambiar algunas palabras con él en 1984, cuando Pablo y yo llegamos de aquel primer viaje a la Argentina, que fue muy destacado por la prensa de allá y de otros sitios. Era una recepción que hacía Casa de las Américas por nuestro regreso. De pronto él se apareció y estuvo largo rato intercambiando fraternalmente con todos. Al final nos hicieron unas fotos y al día siguiente salimos en primera plana del periódico Granma.

Por Julio Le Riverend, de quien fui amigo, supe que Fidel, en 1968, había preguntado qué pasaba conmigo, en el llamado Congresillo, previo a un Congreso de Educación y Cultura que hubo ese año. Alfredo Guevara después me corroboró que Fidel había dicho que privar del trabajo a un artista no era correcto (a mi me habían botado de un organismo cultural) y que si había algún tipo de problema había que conversarlo.

Más tarde tuve otras oportunidades de hablar con él, sobre todo a finales de los 80, cuando elaboré un plan para construir mejores estudios de grabación en Cuba. Un día me sorprendió una invitación para asistir a un almuerzo que Fidel le haría a Rafael Alberti. En medio del almuerzo Fidel me preguntó si después podía quedarme un rato y le dije que sí. Era para preguntarme sobre los estudios que le habían dicho que yo quería construir. Fue el principio de todo lo que se hizo después.

El necio, en cierta medida, es una canción que tiene de Fidel. Por ser un hombre que más de una vez pareció actuar en contra de la lógica; alguien que no daba su brazo a torcer, que sentía tener una fuerza moral capaz de enfrentar cualquier adversidad. Digo “en cierta medida” porque El necio tiene también bastante de mi propio camino y de cómo veo ciertas cosas. Y en lo que muchos ven firmeza y determinación yo describo a quien sencillamente asume el destino que le ha tocado, la senda que factores propios y ajenos armaron para dibujar una historia. Y creo que lo expreso muy claramente cuando digo:

Yo no sé lo que es el destino,

caminando fui lo que fui.

Allá Dios, que será divino:

yo me muero como viví.

Concierto de Silvio en el Zócalo, 10 de junio de 2022. Foto: Kaloian Santos.

Un tema que no falta en tu blog Segunda Cita es el bloqueo económico, comercial y financiero de sucesivos gobiernos de EEUU contra el pueblo de Cuba. Admiro tu posición meridiana de considerarlo una causa fundamental de los problemas de Cuba. Es importante porque hoy la estrategia de cambio de régimen impuesto desde fuera y aupada por algunos sectores supuestamente moderados es rebajar su relevancia, y abogar por una supuesta flexibilidad en temas de soberanía. ¿Cuán importante consideras que AMLO, quien postula una relación flexible y hasta de integración con Estados Unidos haya definido la oposición total y sin concesiones al bloqueo como una cuestión de dignidad latinoamericana?

Alrededor del bloqueo giran interpretaciones sobre por qué Cuba tiene tantos problemas. Están los extremos: los que se lo achacan todo al bloqueo y por otra parte los que culpan al gobierno cubano. Pero hay que ver que los que mantienen el bloqueo, cuando descubren cualquier medida que le da un respiro a Cuba, dicen que es oxígeno para el régimen y lo cortan a como dé lugar. Eso no deja dudas de que saben que sin el bloqueo Cuba estuviera mejor. Y eso desnuda la profunda maldad de sus intenciones y el alcance monstruoso de su práctica. El Gabo estaba claro cuando calificó el bloqueo a Cuba como genocidio.

Dediqué El necio a Andrés Manuel porque se ha atrevido a defender a Cuba como pocos; y porque esa defensa significa el derecho de cualquier pueblo a ser como decida ser y a resolver sus problemas internos sin injerencias ni acosos de nadie. En AMLO vive el espíritu de Juárez, que dijo que la paz era el respeto al derecho ajeno. En él están Bolívar y Martí, como también estaban en Fidel.

Y no me extraña que los superizquierdistas le digan rosado a Andrés Manuel. Eso mismo nos decían los izquierdosos cubanos a los trovadores de mi generación, cuando defendíamos la Revolución a ritmo de rock, como en Cuba va.

Miguel Angel Revilla, AMLO y Silvio el 28 de noviembre de 2015, ruinas de Palenque, Mexico. Foto: Niurka González.

En los años de Obama diste memorables conciertos a lo largo y ancho de los Estados Unidos. Te vi en el mítico Teatro Paramount en Oakland, donde vivo y luego en Carnegie Hall en Nueva York, sitio emblemático de la gran cultura estadounidense, a teatro lleno. Fue sintomática la presencia notable allí de latinos y cubanos que coreaban tus canciones, ¿Qué opinión te merece el planteamiento de que Estados Unidos es hoy también un país latinoamericano?

Al segundo concierto que hicimos en Carnegie Hall fue Pete Seeger. Un año antes había cumplido 90 y no pude asistir al homenaje porque no me llegó la visa a tiempo. Fue muy especial el intercambio que tuvimos después, aquella noche, que fue la última vez que lo vi. Me dijo que sabía que América Latina y que Cuba no podían progresar por culpa de la política injerencista de los gobernantes de su país. Lo decía muy avergonzado y con una emoción visible. Me consta que otros norteamericanos piensan así, aunque no hay que ser tan lúcido para tener sentimientos de equidad y de respeto por el prójimo.

No dudo de que los Estados Unidos, en cierta medida, son hoy también un país latinoamericano; y es probable que algún día este ingrediente pueda llegar a determinar más positivamente en sus políticas. Aunque es obvio que muchos de los que van para allá lo hacen por no encontrar suficientes oportunidades en nuestros países. Por eso mientras más amplias sean nuestras oportunidades menos personas se verán en la necesidad de emigrar y menos tensiones migratorias tendrá Estados Unidos. Ese fue el enfoque que Andrés Manuel le hizo a Trump, cuando este hablaba de construir su muro fronterizo. Me fio más de esa ecuación, al menos por ahora, que de la influencia positiva que pueda tener la abundancia de nuestra gente allá.

Con Pete Seeger en el Carnegie Hall, junio 2010. Foto: Miriam Berkley.

Estuviste en el acto de transformación de la oficina de intereses de Cuba en embajada en Washington, donde nos encontramos por primera vez. ¿Qué visiones tienes sobre el papel de la emigración patriótica en el futuro de Cuba y la relación con Estados Unidos? ¿Darías algún día un concierto en Miami?

Creo que el futuro de Cuba pasa por la responsabilidad de todos los que la quieren y ayudan. Sucede como en cualquier familia. Los que se comprometen, los que se solidarizan son los que responden constructivamente a los problemas. Yo soy capaz de respetar y trabajar con quien no piensa como yo. Espero que eso crezca.

Y sobre dar un concierto en Miami ¿hay barrios marginales allí? Me gustaría hacerlo en un barrio de ese tipo, como los que hacemos en Cuba. Si lo sobrevivo seguramente haría dos, quien sabe si hasta tres.

“Yo soy capaz de respetar y trabajar con quien no piensa como yo.”

Por lo menos en una ocasión, Carlos Alberto Montaner en 1986, los incitó a Pablo Milanés y a ti a cambiar de bando, y poner su éxito artístico al servicio de la estrategia de cambio de régimen impuesto desde fuera. Ustedes respondieron: “nadie nos paga para defender lo que creemos. Sólo nuestra propia conciencia nos somete cada día a un riguroso pero necesario examen y cuando no estamos de acuerdo con algo, así como cuando estamos de acuerdo, lo cantamos y lo asumimos en Cuba y donde sea necesario”. ¿Ha sido difícil “la necedad de vivir sin tener precio” y a la vez en “necesario y riguroso examen”? ¿Alguna vez pensaste en las alternativas?

Vivir en Cuba, en el sentido material, puede ser una una lata para cualquiera, Arturo. Incluso para quien ha tenido cierto éxito y tiene algún recurso. Si vives en Miami o en Madrid, nadie cuestiona la suerte que tuviste.

Ya en 1961 (yo con 14) empezaron a notarse escaseces, sobre todo de medicinas. El intercambio de la Brigada 2506 por abastecimientos fue un alivio momentáneo. Pero las limitaciones materiales que han sufrido los cubanos, las incomodidades de muchos tipos, las carencias en la vida cotidiana darían para una serie mil veces más jugosa que “Los Soprano”, y acaso hasta para una Biblia donde el crucificado no sería un hombre sino todo un pueblo.

Desde el punto de vista de la circulación de ideas también ha sido complejo. La mentalidad ultradefensiva que indujeron tantas agresiones y algunas interpretaciones esquemáticas de lo que debía ser una sociedad socialista generaron conflictos. Ha habido períodos compulsivos, momentos que marcan la vida de muchos y que nos hacen bajas.

Lo cierto es que en todos los tiempos, países y sistemas ha habido gente mejor y gente menos buena. En todas partes hay seres inteligentes y seres que no. En todos los ámbitos hay personas honradas, altruistas y solidarias, y también hay mediocres, oportunistas y corruptos. Nunca se me ocurrió culpar a la Revolución de algún mal rato que pude haber pasado. Desde joven me di cuenta de que eran cosas de los humanos, circunstancias: un día te dan una patada, pero al siguiente alguien te da un beso.

Empezando por uno mismo, no hay nada perfecto en este mundo; a veces ni siquiera las ideas que en determinado momento nos parecen mejores. Siempre surgen factores cuestionantes, que traen dudas, que nos amplían las perspectivas. Eso sucede naturalmente, sin intervenciones externas. Imagínate lo que provoca el proyecto emancipador de un país pequeño que desafía los intereses más poderosos y mezquinos del planeta.

Hace poco hablábamos de temas parecidos en Otra cita (el blog que continúa al que yo tuve: Segunda cita). Y llegamos a la conclusión de que pensar era algo por supuesto muy importante, aunque más importante es lo que hacemos después de pensar.

Hay en EEUU sin excluir a Miami una emigración en la que los valores patrióticos cubanos viven. La derecha ha tratado de construir una identidad que exige adoptar su amargura y odio pero muchos, incluyendo los que nacieron allí, sienten una doble identidad en la que son de allá y de Cuba en múltiples proporciones. Ser norteamericano no invalida ser cubano y viceversa. Tengo primos en Miami que salieron de Cuba en los 50 y 60 y que escucharon tus canciones en una época de intolerancia con los cristales del carro hasta arriba. Eso ya no es necesario ¿Qué importancia das al intercambio cultural entre cubanos y entre Cuba y Estados Unidos como forma de acercarnos?

No tengo la más mínima duda, y lo dije varias veces ante la desconfianza por la apertura de Obama, de que en ese intercambio las razones de Cuba ganarían. Quiero decir que en Estados Unidos hay una imagen distorsionada de lo que es Cuba, mucho más de la que puede haber aquí respecto allá. Y creo que por eso la mayoría de los gobiernos de EEUU no dejan que sus paisanos vengan. No les gusta el posible resultado de ese intercambio porque los norteamericanos vienen y conocen a un pueblo alegre, amistoso, instruido, seductor. Además del beneficio económico que nos puede traer ese intercambio, ¿Cómo explicar su política de asfixia contra un pueblo así?

Arturo López-Levy y Silvio Rodríguez, La Habana, junio 2022.

En «Llegué por San Antonio de los Baños» cantas una visión martiana de «patria es humanidad» que empieza por el lugar donde nacimos. Un área donde los cubanos podríamos cooperar más allá de diferencias es en hacer mejor nuestros pueblos y ciudades, campos, ríos, presas y playas. En China y Vietnam por ejemplo muchos emigrados contribuyen e invierten y colaboran con su pueblo y el de sus ancestros. ¿Cuán importante es lo que llamas el «detalle universal de mi comarca natural» para ser «un tilín mejores y mucho menos egoístas»?  

“… Pero el detalle universal

de mi comarca natural

fue el hombre

abriendo trillo en el reloj”

…quiere decir que en todas partes tenemos algo básico en común: nacemos como seres humanos y la sucesión de generaciones nos da la oportunidad de aprender y mejorar.

He vivido mis 75 años en Cuba y puedo afirmar con toda responsabilidad que aquí estamos más que preparados para compartir con cualquier pueblo, por supuesto incluido el de los Estados Unidos de Norteamérica.

Es imposible compararnos con China o con Vietnam. Ningún banco del mundo le da un crédito a Cuba porque Estados Unidos, gracias a sus leyes extraterritoriales, les impone millones de dólares de multa. Son contadas las navieras que se atreven a mandar un barco con abastecimientos a Cuba, porque Estados Unidos prohíbe la entrada de esos barcos a sus puertos. China es un país riquísimo, con muchos recursos naturales. Vietnam es más pequeño pero también es rico. Sufrió expolios, vejaciones y guerras pero actualmente no tiene bloqueo y comercia libremente con el mundo, incluso con Estados Unidos. Eso se nos ha negado a los cubanos durante más de 60 años, y cuando lo han permitido nos imponen comprar al cash, con maletas de dólares.

Nosotros repartimos nuestros médicos y vacunas por todo el planeta. Miles de profesionales del tercer mundo se han formado en nuestras universidades. Cuba lleva décadas demostrando que es un país civilizado, que trabaja en función de la convivencia pacífica —promovimos y fuimos cede del diálogo de paz para Colombia—; sin embargo, Cuba ha sido estigmatizada por un gobierno imperial, con un enorme expediente de abusos en muchos lugares.

Soy muy consciente de que nos falta ser un tilín mejores (y a veces más que un tilín) en algunos aspectos. Pero nos corresponde a nosotros arreglar nuestras deficiencias y es inadmisible que se nos chantajee con eso, como si fuéramos una mancha. Por eso, por decencia elemental, antes que nada cierro filas con mi pueblo que sufre una tortura calculada de seis décadas. A algunos gobernantes de Estados Unidos les falta no un tilín sino mucha humanidad por alcanzar. Espero que nuestros descendientes de allá lo comprendan y decidan ser consecuentes.

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