“Lo quisimos durante mucho tiempo, por cada fecha: Día de los niños, Día de la infancia y no podíamos lograrlo. Ahora pudimos hacerlo”, dice Yarelis Herrera, de 32 años, fundadora junto a su esposo de este pequeño negocio, creado en mayo de 2021.

Querían hacerlo desde el inicio, “pero, cuando uno comienza un emprendimiento y, como nosotros, no cuentas con un fondo para emprender, eso hace que partas desde un dinero muy básico, y no podíamos donar porque no era rentable el negocio”, explica.

Entre diciembre y enero, sobre su moto eléctrica, Herrera y Hernández, llevan sus juguetes a círculos infantiles, escuelas especiales y casas para niños sin amparo familiar.

Una necesidad

Sovi juguetes didácticos surgió de la necesidad. Cuando nació Carolina, hoy de tres años, Yarelis, microbióloga, y Daniel Hernández, matemático, vieron “la necesidad y la falta de espacio y herramientas para incentivar en nuestra niña las habilidades que se requieren durante la primera infancia, tan importante”.

En plena pandemia, decidieron crear la marca infantil, que abarca las etapas de la primera infancia, de cero a seis años, para interactuar con los niños y apoyar el aprendizaje, de manera didáctica.

Sovi se dedica a producir una alternativa ecológica de juguete con alto valor educativo, empleando en su producción materiales residuales biodegradables usualmente descartados, en tres líneas fundamentales: madera, tejidos, papel o impresa.

Entre sus beneficios, de los que disfrutan Carolina y un grupo de infantes, se encuentran fomentar el juego libre, la creatividad, el lenguaje y estimular el desarrollo motor.

Aprender jugando

Torres de apilar, mordedor, bloques de construcción, clavijeros, encajables varios, autos de madera, Sovi en equilibrio, set sensorial, bosque interactivo y tarjetas de fauna, dinosaurios y conjuntos numéricos, son algunas de las propuestas de este equipo.

Al principio, una persona se encargó del diseño, pero con el tiempo, Hernández asumió esa función, tras cursos en línea que le permitieron diseñar tarjetas y libros.

Con las tarjetas, dijo Herrera, “no solamente intentamos mostrar los elementos de la fauna, por ejemplo, sino que tienen por detrás alguna información que los niños ya pueden ir aprendiendo cuáles están de extinción y que eso significa, como una manera contribuir también a la educación medioambiental desde la infancia”.

Actualmente, se comercializan mediante redes sociales y plataformas de Internet y están en la tienda Matti, en La Habana Vieja.

Aceptación

La idea de donar tuvo una buena recepción en las entidades beneficiarias. Yusladis Fajardo, directora del círculo infantil Pequeñines de la villa, en Guanabacoa, municipio de La Habana donde residen Yarelis, Daniel y Carolina, consideró ese gesto como “algo grande”.

“Estamos atravesando por momentos bastante difíciles, son juguetes que no teníamos. Esta donación Sovi contribuye al aprendizaje y el desarrollo de niñas y niños”, señaló.

Por ello, aseguró que los emplearán “en las diferentes actividades, fundamentalmente en las edades más tempranas, cuando tienen que desarrollar la pinza digital como parte de una serie de habilidades factibles para su vida futura, incluso para su escritura en las edades posteriores”.

Juguetes con mensajes subliminales

Los juguetes de Sovi sintetizan varios principios y una actitud social y ambiental responsable: reciclan, promueven la equidad y generan empleo para siete personas, principalmente de la tercera edad o que necesitan complementar sus ingresos.

“Participamos en un concurso de economía circular y nos percatamos que teníamos incorporados objetivos de la agenda 2030. A partir de ahí, volvimos a redireccionar la estrategia y nos enfocamos en reciclar toda la madera. Como microbióloga, el medio ambiente me toca muy cerca, la biología y el entorno son mi pasión”, dijo Herrera.

Sovi, palabra rusa que significa lechuza, apuesta por el reciclaje y la economía circular: para sus mantas sensoriales, por ejemplo, se emplean recortería textil de emprendimientos como Lin de Tails, una sastrería; Color café, bar-sastrería; Chié Cuba, una marca de ropa infantil, así como Irma Colecciones, que al cerrar, donó parte de lo que le quedaba.

Los juguetes “no diferencian colores para niños y niñas, sino para jugar, el rosado es para las niñas y los niños, todos debemos saber los colores sin importar el género”, apuntó.

Asimismo, destacó que “la idea es fomentar la igualdad de género en los juguetes, porque a las niñas les gusta tanto jugar con autobuses como a los niños y, en el futuro, nuestras profesiones pueden ser muy variadas y es bueno desde las niñez darles esa posibilidad”.

Además de los juguetes, dijo Herrera, los padres  pueden encontrar asesoramiento sobre qué juguete es el ideal para cada etapa, qué actividades pueden hacer con él. “En fin, somos una familia de padres que, sin saber la verdad absoluta, estamos intentando educar de una manera mejor”, valoró la emprendedora. (2023)