Ana Álvarez Guerrero - Cubadebate.- Entre proyectos de desarrollo y soluciones tecnológicas transcurren los días laborales de Mario. Tiene 28 años y trabaja en la empresa Copextel, en La Habana. A ese sitio llegó hace cuatro primaveras y desde entonces no ha parado de crecer. Carga consigo conocimientos, oportunidades y experiencias diversas. Sin embargo, no está “completo” del todo.


Mientras gestiona el diseño, la  programación, montaje y mantenimiento de sistemas automáticos para instalaciones de pequeña y gran magnitud, piensa en tener ese pequeño espacio de tiempo en el que pueda sacar acordes a su guitarra. 

Mario Sergio Mora Rodríguez es ingeniero automático, pero también trovador. 

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“Cuando era niño, mis padres no podían comprarme un instrumento musical. Mi mamá me confesó que ellos notaban mis aptitudes, pero no podían permitirse un gasto así. Tampoco me llevaron a una escuela de música.

“En el preuniversitario hice una gran amistad con un muchacho que tocaba la guitarra y tenía buen oído. Era capaz de acompañarme en la canción que yo quisiera. Con él aprendí acordes y otras cosas muy elementales.

“Empezando en la carrera de Automática, para sorpresa mía, también había un guitarrista en el aula. Hicimos dupla y participamos en festivales. En una semana de vacaciones me prestó la guitarra. Estuve tocando sin parar todo el tiempo, sentí que podía, logré tocar acordes básicos y cambiarlos fluidamente.

“Durante la universidad, vinieron otros amigos que me prestaban la guitarra para practicar, hasta que en cuarto año de la carrera, la novia de uno de ellos me vendió una vieja que tenía guardada en su casa. Le faltaban varias cuerdas. Ahí empezó la verdadera etapa de aprendizaje, de manera autodidacta por YouTube, libros y manuales. Al día de hoy sigo estudiando todo lo que puedo, porque se ha vuelto una necesidad”.

Mario Sergio nació en la provincia de Villa Clara, pero fue en Ciego de Ávila donde creció y comenzó a jugar a ser músico desde temprano. Su madre le recuerda que, con apenas tres años, andaba con un palo de escoba cargado, a modo de guitarra, entonando una canción muy popular por aquellos días: Sentimientos ajenos, de David Torrens.

A Villa Clara regresó cuando decidió estudiar Ingeniería Automática en la Universidad Central Marta Abreu. Intercaló los aprendizajes con sesiones en el coro de la institución, con visitas a El Mejunje y el adictivo consumo de la Trovuntivitis. Para entonces, ya creaba sus propias composiciones, pero no se atrevía a mostrarlas. 

Hasta que perdió el temor. Comenzó a tocarlas dondequiera que iba.

Luego le puso “seriedad” a la cuestión cuando decidió ingresar a la Asociación Hermanos Saíz tras mudarse a la capital del país. Aquí “se fueron abriendo puertas y encontré a personas que me han hecho parte de su espacio”, dice.

¿Cómo es el proceso para la creación de tus canciones?

−Por lo general, las canciones salen de un juego con la guitarra. Intento explorar con el ritmo y la armonía. Mi mente va creando melodías, a veces con letra y a veces con sonidos raros a los que después debo poner texto. Cuando aparecen ideas que pueden “llegar a algo”, las grabo en el celular, previendo que no pueda desarrollarlas en el momento. 

“Algunas canciones han venido directamente con la melodía, sin usar el instrumento. Después se hace un acompañamiento y el resultado es distinto. Es bueno imponerse un cambio de método de vez en cuando. Unas salen de un tirón, otras me toman mucho tiempo y debates con mi esposa, que tiene puntos de vista que son muy importantes para mí, aunque la composición es algo que me gusta hacer en soledad.

“Tengo unas 20 canciones. No desarrollo ideas que sé que no van a ir a ningún lado. A veces guardo cosas que empezaron muy  bien, pero no he sabido cómo darles continuidad. Intento buscar temáticas poco usuales o un enfoque distinto de las cosas. Lo que más disfruto y siempre me sucede es el momento en que termino la canción. Me entra una alegría enorme y la canto una y otra vez. La grabo y escucho muchas veces seguidas. Me da mucho placer”.

¿Cómo compaginas las dos facetas? Automática y música…

−Siento que la carrera y mi formación del preuniversitario me dieron muchas herramientas para buscar soluciones y enfrentar problemas de todo tipo. Mis métodos de estudio me han ayudado a aprender rápido elementos de música. He ido creando herramientas y mecanismos que me ayudan a componer, tener mi propia visión de los elementos artísticos que investigo y desarrollo.

“La carrera que estudié me gusta. Mi empleo me mantiene creativo y me da una formación integral. Trabajamos en equipo y hacemos una cadena de valor completa: desde el proyecto hasta la programación y la puesta en marcha de soluciones de automatización. Cuando me gradué, yo tenía claro que quería dedicarme a algo que demandara de mi creatividad. 

“En Copextel, además, siempre tengo momentos para hacer algo con la guitarra. Ya no hay evento o espacio cultural, dentro de la empresa, para el que no me llamen. En estos tiempos en los que hay tanta emigración en Cuba, creo que es importante que las personas encuentren en el centro de trabajo otras actividades que aporten a su calidad de vida. 

“Además, en la sala de casa está colgada una guitarra que toco todos los días a cualquier hora, por mero hábito. Es la manera de mantenerme siempre estudiando. Los fines de semana son para la música, siempre aparece algún espacio para tocar, interactuar con público, compartir con amigos y trovadores.

“Creo que el reto está en buscar los espacios para la creación musical, hacer de la casa un lugar para aislarme un poco y desarrollar ideas, dejar días para la lectura”.

¿Qué es la música para ti?

Aunque soy ateo, siento que la música es una especie de destino y que las cosas van a ir sucediendo. No sé si es optimismo o demasiada fe. No sé si llegue el momento de decidir entre una carrera o la otra cuando las cosas se pongan un poco más serias. Para mí, sería muy satisfactorio poder vivir de la música, para vivir para ella. 

“El amor por la música es algo más fuerte que yo. Me ha terminado persiguiendo en todas las facetas de mi vida. Cuando he intentado apartarme de ella, siempre aparece algo o alguien que me anima a retomarla.

“Creo que te permite acercarte a las personas sin que se sientan invadidas. Te conecta fraternalmente con la gente sin barreras de idioma o cultura. Te permite ser escuchado, incluso, antes de comenzar a cantar”.

(Tomado de Cuba Joven)

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