Prensa Latina.- El legendario Antonio Conde, conocido por los cubanos y mexicanos como El Cuate, murió a los 97 años de edad, informaron hoy familiares y amigos íntimos.


El Cuate, entrañable amigo de Fidel Castro, Raúl y el Che, falleció el 28 de marzo en el municipio de Tecate en el estado de Baja California, México, y por razones no reveladas este viernes fue que se dio la información.

Fue el Cuate quien compró y reparó el yate Granma que entregó a Fidel para que, con sus 82 expedicionarios, pusiera rumbo a Cuba para iniciar en la Sierra Maestra la guerra necesaria contra la dictadura de Fulgencio Batista, el 2 de diciembre de 1956.

Triste noticia para el pueblo de Cuba, muerte de El Cuate

Ciudad de México, 7 abr (Prensa Latina) La muerte de El Cuate, como Fidel Castro bautizó a Antonio del Conde durante la preparación en México de la expedición para la lucha armada contra la dictadura batistiana, enluta hoy al pueblo cubano.

Su odisea para conseguir una embarcación que permitiera el traslado al litoral oriental cubano a 82 personas que se iniciarían como combatientes para liberar la patria de sus opresores, está bien descrita en el libro que el propio Conde escribiera en 2005 y que se reprodujera posteriormente en varias ediciones más.

Pero fue también el hombre -entonces un pequeño empresario- que puso a disposición de Fidel Castro el armamento que vendía en su armería de Ciudad de México donde en junio de 1955 conoció a aquel joven exiliado, exageradamente convincente en sus argumentos, cuya amistad y fidelidad lo atrapó hasta su lamentable muerte.

El Cuate no sabe cómo explicarlo, no encuentra las palabras adecuadas para describir aquel extraño poder persuasivo de quien solo sabía entonces que se llamaba -o al menos esa fue su presentación- Fidel Castro, quien quería liberar a su país, Cuba, de una tiranía, lo cual le hizo recordar a sus héroes preferidos, Zapata y Villa y otros revolucionarios mexicanos.

Tampoco sabe cómo, pero le dio su absoluta confianza y se puso a su disposición ciento por ciento y a tiempo completo, después de interpretar las preguntas técnicas en ráfaga que le hacía aquel jovencito casi de su misma edad.

El Cuate se convirtió en asiduo de la casa de Amparán 49, cerca del Monumento a la Revolución, donde se fraguó todo, y en las tertulias del Café Habana, a pocas cuadras de allí, entre “tortas con todo” (pan con lo que fuera) más tardes convertidas, hasta el día de hoy, en “tortas a la cubana”, las más ricas según la mayoría de los usuarios.

Para Fidel El Cuate se hizo imprescindible y se convirtió, hasta la partida del Granma, en uno de los más importantes colaboradores técnicos que el Comandante en Jefe tuvo en México.

El Cuate describe el Granma y dice era un yate deportivo de 63 pies. Era de un matrimonio que lo semiabandonó por los daños que le ocasionó un ciclón.

Son emocionantes estos pequeños párrafos de su relato sobre la embarcación:

“Al ir en la panga entre la maleza prácticamente escondido en la orilla del río, alcancé a ver un pequeño barco blanco, estaba lejos de la ruta de la panga pero realmente me llamó la atención”.

“Esto para mí, y recordando tantas cosas que me hizo vivir Alejandro (Fidel), es importante”.

Yo pasaba por Tuxpan de vez en cuando, pero en sentido contrario, de sur a norte, y nunca había visto el barco, quedaba a mis espaldas, pero de norte a sur era muy raro que pasara porque invariablemente traía contrabando, y como dije era peligroso, pero en esta ocasión no traía o me arriesgué. la cosa fue que vi el barco, el destino del yate Granma estaba escrito en la historia”.

Lo cierto es que sin el yate, aún cuando era pequeño para albergar a 82 personas, el desembarco no hubiera podido ser aquel 2 de diciembre.

El Cuate no fue expedicionario, sino que permaneció en México y se dedicó a enviar armas a la Sierra Maestra que compraba en Estados Unidos en operaciones riesgosas y con la policía detrás de él permanentemente, aunque nunca lograron inculparlo a pesar de que lo detuvieron dos veces en Estados Unidos.

En la primera ocasión consiguió una fianza, y en la segunda en Texas, ya triunfante la Revolución Cubana, estuvo preso más de 11 meses.

Su muerte, aunque se conocía que estaba enfermo por un deterioro de su salud propio de la edad, sorprende y llena de mucha tristeza al pueblo cubano que lo tiene entre los héroes y mártires de la Revolución organizada, dirigida y defendida por el invicto Comandante en Jefe, Fidel Castro.

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