La Habana, 11 may (ACN) - Foto: @DiazCanelB - Video: Canal Caribe / TV Cubana.- Cuba recuerda hoy al prócer independentista cubano Ignacio Agramonte, El Mayor, cuando se cumplen 150 años de su caída en combate en Jimaguayú, Camagüey.


A propósito de la efeméride, Miguel Díaz-Canel, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC) y Presidente de la República, afirmó en Twitter que El Mayor vive cuando al amparo de los más preciados valores humanos, la Patria, la ley, la independencia nacional, se defienden peleando con las armas y, si no las hubiera, se pelea “con la vergüenza”.

El Primer Ministro, Manuel Marrero, resaltó en la misma red social que Agramonte cayó en combate con solo 31 años de edad, pero dejó una huella imborrable en la historia de Cuba.

A 150 años de su caída en combate, perduran el legado de El Mayor en el alma, el espíritu de resistencia, la valentía y la vergüenza de los cubanos, tuiteó Roberto Morales Ojeda, secretario de organización del Comité Central del PCC.

 

Ignacio Agramonte, siempre en la primera línea de combate, indicó en su perfil oficial el ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez Parrilla, y agregó que su ejemplo de patriotismo, dignidad, firmeza de principios e intransigencia perdura y se multiplica en el pueblo cubano.

El 23 de diciembre de 1841 nació en la ciudad de Camagüey Ignacio Francisco Eduardo de la Merced Agramonte Loynaz, quien se convertiría en abogado, y luego en uno de los principales líderes de la guerra de independencia cubana, iniciada en 1868.

Fue fundador de la Junta Revolucionaria que organizó las actividades conspirativas en la región de Camagüey, y se unió a la lucha armada luego del alzamiento en la región camagüeyana, el 4 de noviembre de 1868.

Redactó junto a Antonio Zambrana la Constitución de la República de Cuba en Armas, que fue aprobada el 11 de abril de 1869 en la Asamblea de Guáimaro.

Agramonte dirigió más de 100 acciones militares, entre ellas los combates de Ceja de Altagracia y Sabana de Bayatabo, y el rescate del brigadier Julio Sanguily, considerado uno de los hechos más brillantes de la Guerra de los Diez Años (1868-1878).

Con 31 años murió en combate en Jimaguayú, 32 kilómetros al suroeste de la ciudad de Camagüey, el 11 de mayo de 1873.

Agramonte inspira a los jóvenes de hoy

Un grupo de jóvenes rememoró este 11 de mayo el aniversario 150 de la caída en combate de Ignacio Agramonte y Loynaz, en el Potrero de Jimaguayú

Juventud Rebelde

Vertientes, Camagüey.— El pueblo agramontino, en representación de toda Cuba, rememoró este 11 de mayo el aniversario 150 de la caída en combate de Ignacio Agramonte y Loynaz, en el Potrero de Jimaguayú, en el municipio de Vertientes, de esta provincia.

En el acto político-cultural —iniciado con la escenificación de la cotidianidad mambisa en los campamentos de la manigua redentora, representadas por destacados artistas locales— se evocó no solo la figura del Mayor, sino la importancia de su obra, legado y proceder ético para con la Patria.

Federico Hernández Hernández, miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y su primer secretario en el territorio, significó la trascendencia de este heroico hijo —apelativo atribuido por Carlos Manuel de Céspedes, el 8 de julio de 1973, a Ignacio—, en la tierra sagrada de Jimaguayú.

«Hay que recurrir a Agramonte para resistir y vencer los complejos momentos que vive Cuba, ante un enemigo tan agresivo como lo fue en su momento el coloniaje español, y para lograr resultados contamos con la vergüenza de Agramonte», significó.

Agregó que generaciones de cubanas y cubanos han bebido de su gallardía, rebeldía, empeño y resistencia ante las adversidades. «El Mayor, con apenas 31 años, nos enseñó a no renunciar ni a rendirnos ante las adversidades y a defender Cuba todos los días, en cada combate, esencias de su impronta, vigencia y legado».

Destacados artistas de los grupos de teatros Guiñol y de La luz, escenificaron la cotidianidad mambisa en los campamentos de la manigua redentora.

Durante el tributo, en el que 35 jinetes simbolizaron a su temible caballería en el rescate del brigadier Julio Sanguily, fueron entregados cien carnés de la Unión de Jóvenes Comunistas, y otros 50 del Partido, a estudiantes, jóvenes y trabajadores destacados de todos los sectores de la producción y los servicios.

Asistieron, además, al tributo al héroe epónimo de Camagüey Félix Duarte Ortega, miembro del Secretariado y jefe del Departamento Agroalimentario del Comité Central del Partido, quien destacó emocionado a la prensa que «el Potrero de Jimaguayú es un sitio sagrado de Cuba, al que hay que conocer para sentir su historia viva y que se descubre cuando se camina sobre este.

«En Agramonte se resumen muchas cualidades extraordinarias, pero su amor infinito a su Patria y compromiso con la causa libertadora lo destacan como un líder para todos los revolucionarios no solo de Cuba, sino del mundo, y de todas las etapas de lucha», valoró.

Ignacio Agramonte Loynaz y el deber con la Patria

MSc. Ricardo Muñoz Gutiérrez

Cubadebate

En los diccionarios del español, la primera y más común acepción de la definición de honor es la cualidad moral que induce a las personas a cumplir con todos los deberes que las circunstancias en que vive, le impone.

También en muchas oportunidades, cuando se habla del mayor general del Ejército Libertador Ignacio Agramonte Loynaz se le atribuye la cualidad de “ser un hombre de honor”; pero, sin una adecuada demostración del porqué. Veamos algunos hechos que evidencian el cumplimiento de uno de los deberes fundamentales, el servir a la Patria.

Comencemos por el mérito, por encima de cualquiera de sus equivocaciones, del consecuente patriotismo que lo caracterizó y demostró, como hicieron otros, de abandonar todo lo material y sacrificar la familia por el sublime amor a la Patria y cumplir con el deber de luchar por la independencia, no importa que se alzó en armas solo tres meses y diez días después del casamiento con Amalia Simoní y su primer hijo, nació en el monte mambí.

El 11 de noviembre de 1868, al irse a la manigua y presentarse a la dirección de la Junta Revolucionaria del Camagüey, se ofrece para recorrer el sur del territorio, donde operaban partidas insurrectas sin coordinación entre ellas. En pocos días, Agramonte reunión a los jefes de más de 520 combatientes, acordaron reconocer la jefatura de la Junta y un plan de operaciones que se extendía hasta el territorio de Morón. Lo anterior quedó asentado en lo que hemos llamado Acuerdo de Jobabo firmado el 20 de noviembre de 1868.

En la noche del 26 de noviembre en la Reunión de Las Minas defendió la única tesis que podía conducir al triunfo del movimiento revolucionario en las conocidas palabras: “Acaben de una vez los cabildeos, las torpes dilaciones, las demandas que humillan, Cuba no tiene más camino que conquistar la redención arrancándosela a España por las fuerzas de las armas.”

Quizás, esa actitud le valió para que el 28, en la preparación del Combate de Bonilla, primera acción de combativa de los camagüeyanos, lo designaran para integrar el grupo de combatientes que ocuparon el punto más avanzado y por tanto, más peligroso. Allí Ignacio combatió con valentía, la misma que había exigido dos noches antes.

Ante el asesinato de un compañero por los españoles, Agramonte en una Proclama del 27 de enero de 1869, expresa “[…] Que nuestro grito sea para siempre. ¡Independencia o muerte! Y que cualquiera otro sea mirado en adelante como un lema de traición [...]” El destino estaba trazado para el insigne patriota.

El 11 de abril de 1869, en Guáimaro, Ignacio fue elegido como uno de los dos secretarios de la Cámara de Representantes. El 26 de abril de 1869 renunció al puesto de secretario para asumir, con el grado de mayor general, la jefatura de la División del Ejército Libertador en Camagüey. La decisión es consecuente con la convicción expresada en Las Minas, la independencia se alcanza haciendo la guerra. No es el tránsito de un político a militar; es un patriota convencido de lo que es más necesario hacer y donde se sirve mejor; si el camino son las armas, con ellas se ha de andar.

Solo unos días después, el 3 de mayo, fuerzas del Camagüey, en número de 300 hombres, bajo su mando directo combaten en Ceja de Altagracia contra una columna española de 3 000. La preparación de las emboscadas, la táctica empleada, las órdenes oportunas y la retirada organizada, cumplido los objetivos de la acción, demostraron que el jefe cubano no era un militar improvisado; se había preparado durante los meses anteriores.

Cuando la Metrópoli fortaleció su ejército en la isla y pasó a la ofensiva, creó desconcierto entre los que habían ido a la Revolución sin convencimiento profundo. En 1871, las fuerzas mambisas en Camagüey combaten en condiciones muy difíciles o, simplemente sobreviven, frente a la superioridad de España.

Ramón Roa escribió que los españoles, “[…] con frecuencia nos dispersaba estando desnudos, hambrientos y sin municiones. Entonces solo el que estuviera poseído de un fenomenal optimismo podía creer en que la victoria fuera nuestra […]”[1]. Manuel Sanguily cuenta que un teniente andaba “[...] Casi absolutamente desnudo, con solo un fragmento de saco de cañamazo o henequén a modo de pampanilla[...]”[2], más conocido por taparrabo; compañías enteras del territorio camagüeyano andaban del mismo modo y “[…] la miseria era tan común y tan profunda en los jefes y oficiales como en la tropa: el general Agramonte usaba un pantalón que no llegaba sino seis u ocho dedos más debajo de la rodilla, lo que por suerte le era dado ocultar por ser en cambio muy altas las polainas charoladas […]”[3]

Muchos se presentaban e incluso renegaban del pasado actuar; pero, para los buenos cubanos, el cumplimiento del deber no admite debilidades y para Agramonte es momento de exigir, con más rigor, el cumplimiento del deber patrio.

No obstante, algunos creen que es momento oportuno para convencer al Mayor para que abandone la lucha y salga al exterior; llevan la propuesta a Ignacio con el visto bueno de autoridades españolas. Así conservará la vida.

La entrevista es rápida, los interlocutores no bajan de las cabalgaduras. El Mayor rechaza la propuesta; le advierten la difícil situación que atraviesa él y sus fuerzas:

- ¿Qué elementos tienes para continuar la guerra? ¿Con qué vas a seguir esta lucha sangrienta, tú solo, careciendo de armas y municiones?

- ¡!Con la vergüenza......!!

Replicó el caudillo con dignidad, y volviendo grupas, regresó con su escolta al campamento.

Cuentan que esos tiempos el pantalón de Ignacio solo llegaba hasta un poco más debajo de la rodilla

Al respecto le escribió a su esposa Amalia Simoni el 19 de noviembre de 1872: “[…] Por mi bienestar material puedes estar tranquila: mi salud siempre inalterable: de nada indispensable carecemos, porque la experiencia nos ha enseñado a proveernos del enemigo […]”[4]

Mucho se ha hablado de las diferencias con Carlos Manuel de Céspedes; pero, sin especificar las diferentes causas que las generaron. Cuando estimó que una orden del presidente de la República, restaba a su autoridad, no lo desafió. Creyó que lo correcto era renunciar y así lo hizo.

Pero el deber es combatir al Ejército Español, patriotas limaron las distancias entre Céspedes y El Mayor; el primero tiene que pedirle que reasuma el mando de la división camagüeyana y él aceptó.

La decisión del Presidente fue acertada, el mayor general Agramonte se erigió como el más capaz de los líderes mambises. Sus éxitos en la organización de las fuerzas camagüeyanas hacen que Céspedes decida subordinarle las fuerzas de Las Villas con el fin de prepararlas para llevar a la guerra a aquellas comarcas.

Pero, el Mayor no solo se distinguió por los éxitos en el campo militar, tuvo la virtud de cambiar para servir mejor o, como acertadamente lo valoró José Martí “[...] domó de la primera embestida la soberbia natural […]”[5] Esta fue una cualidad muy importante, la capacidad de analizar y reconocer como servir mejor a la Patria.

Consciente de la importancia de la disciplina y respeto a la ley, le escribió a su antiguo profesor José M. Mestre el 14 de enero de 1871:

[…] Aquí hay opiniones encontradas, pero no hay divisiones, ni disenciones de mal carácter; y todos respetamos el órden de cosas establecido, mientras legalmente no se cambie […] soy de los que más necesario creen el cambio de los funcionarios que sirven de rémora a la marcha expedita y enérgica de nuestras operaciones militares […] [6]

La madurez política alcanzada por el Mayor es bellamente reflejada por Martí en el siguiente juicio:

[…] Pero jamás fue tan grande […] como cuando al oír la censura que hacían del gobierno lento sus oficiales, deseosos de verlo rey por el poder como lo era por la virtud, se puso en pie, alarmado y soberbio, con estatura que no se le había visto hasta entonces, y dijo estas palabras: “¡Nunca permitiré que se murmure en mi presencia del Presidente de la República!” [7]

La firme convicción del cumplimiento del deber, cualquiera que sean las dificultades, se reflejan en la carta a Amalia antes citada:

[…] puedo asegurarte que jamás he vacilado un instante, a pesar de cuanto he tenido que sacrificar en lo relativo á mis mas caras afecciones, ni he dudado nunca de que el éxito es la consecuencia precisa de la firmeza en los propósitos y de una voluntad inquebrantable: sobre todo, cuando se apoyan en la justicia y en los derechos de los pueblos. [8]

Notas:

[1] Roa Traviesa, Ramón: Pluma y machete. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1968. p. 214.

[2] Sanguily Garrite, Manuel: Obras T VI Páginas de la historia libro segundo. pp. 118-119.

[3] Ibid. p. 177.

[4] Cento Gómez, Elda, Pérez Rivero, Roberto y Camero Álvarez, José María: Para no separarnos nunca más. Ediciones Abril, La Habana, 2009. p. 292. Se ha respetado la ortografía del original.

[5] Martí, José: Obras completas, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, t. 4, p. 362.

[6] Jiménez Pastrana, Juan: Ignacio Agramonte. Documentos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1974, p. 228.

[7] Martí, José: Ob. cit. p. 362.

[8] Cento Gómez, Elda, Pérez Rivero, Roberto y Camero Álvarez, José María: Idem.

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