Daily Sánchez Lemus - Cubadebate.- Cuando se estudia la historia antigua, ya sea en las escuelas o desde el arte militar, resultan admirables los grandes combates y batallas de aquellas civilizaciones griegas y romanas en sus grandes campañas. Se recuerda también el heroísmo en la defensa de la tierra natal, como aquella de Esparta, que encabezó el valiente Leónidas con su ejército de 300 hombres que murieron enfrentando a los persas en el Paso de las Termópilas por el año 480 a.n.e., y dícese que iniciara el 7 de agosto.


Así ha llegado a nuestros días esa leyenda de valor, llevada al cine en un largometraje emocionante que lleva por nombre “300”. Sin embargo, no es a esos 300 espartanos valientes a los que dedicamos este artículo, sino a 300 rebeldes que en el corazón de la cadena montañosa más alta de Cuba, hace 65 años vencieron –un 6 de agosto- a 10 mil soldados de la tiranía batistiana. Estamos hablando de otro triunfo legendario en la historia militar, y que tuvo lugar en nuestra patria.

En su libro La victoria estratégica. Por todos los caminos de la Sierra, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz relató día por día lo acontecido en aquellas jornadas de combate y, mediante sus reflexiones y documentos históricos, detalló esos momentos de nuestra historia que muchas veces solo mencionamos para decir que fue el Plan FF y que marcó el viraje de la guerra. Pero ¿qué sucedía en el corazón de la Sierra Maestra, qué ideas tenía el líder rebelde y cómo fue posible que con un puñado de hombres, casi 300, mal armados, pudiera haber vencido a un ejército superior en número y con armamento sofisticado?¿De qué materia estaban hechos aquellos valientes que resistieron y vencieron? ¿Cuál fue el secreto de esa resistencia? El libro de Fidel trasciende el ámbito militar y llega a todos los públicos, para conocer la historia y sus héroes por dentro. El homenaje entonces, a quienes desde el 25 de mayo y hasta el 6 de agosto de 1958 defendieron su territorio en las montañas -combatiendo como nunca- y marcaron la ruta del triunfo.

La Ofensiva y sus héroes

El 25 de mayo de 1958 comenzó la Ofensiva de Verano (Plan FF, Fase Final o Fin de Fidel) que la dictadura lanzó sobre la Sierra Maestra con el objetivo de cercar y exterminar al Ejército Rebelde. Desde el mes de abril, tras el fracaso de la Huelga General Revolucionaria, el líder de los guerrilleros, Fidel, había previsto que la tiranía se lanzaría entonces sobre ellos con la intención de darles la estocada final. Fue así que desde ese momento, los rebeldes comenzaron a prepararse para enfrentar la arremetida contra la Sierra. Fidel, en La Victoria Estratégica… ha escrito:

El 25 de mayo, primer día de la ofensiva, el enemigo contaba ya con no menos de 7000 hombres disponibles para la ejecución directa del plan de operaciones y llegó a movilizar, en total, alrededor de 10 000 efectivos.

Para combatir el torrente que se nos venía encima, el Primer Frente de la Sierra Maestra había logrado reunir para la fecha alrededor de 220 hombres con armas de guerra, incluyendo el personal de la columna del Che, organizados en pelotones y escuadras, muchas de estas con jefes nuevos, sin gran experiencia, pero con excelente disposición y gran vergüenza. Otras pequeñas unidades de la Columna 3 del comandante Juan Almeida, bajo el mando de Guillermo García, se estaban incorporando ya a la defensa, y alrededor de 40 hombres de la intrépida tropa de Camilo, los primeros combatientes del llano, marchaban hacia la Sierra Maestra. Juntos seríamos alrededor de 300.[1]

El mes de mayo inició con más apuros por el inminente inicio de la Ofensiva. Entre los días 3 y 4 tiene lugar la reunión de Altos de Mompié, en la que se toman decisiones trascendentales para lucha revolucionaria, a partir del análisis por la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio de las causas de lo sucedido en la huelga del 9 de abril. En lo adelante, existiría una nueva estructura en la cual Fidel sería el Comandante en Jefe del Ejército Rebelde –que a partir de entonces oficializó este nombre para buscar unidad entre las fuerzas opositoras a la tiranía- de las milicias, del exilio y Secretario General del Movimiento 26 de Julio.

Los preparativos continuaban. El día 8 de mayo la situación se tensa y a las 11 y 15 de la noche Fidel, luego de escribirle a Ramón Paz Borroto, le escribe a Celia, quien, como enlace, debe avisar a otros compañeros:

Acabo de recibir mensaje de la playa, comunicándome que el Ejército acaba de desembarcar tropas en El Macho. Estoy enviando comunicaciones urgentes a todas nuestras fuerzas (…) Debes leer el mensaje a Crescencio, sacar copia y entregársela al Che. (…) Considero que de un momento a otro comenzarán a avanzar por todos los puntos. Hay que salirles al paso con toda energía.[2]

El día 9 arreció el ataque aéreo, pero no hubo combate. Las tropas batistianas preparaban el terreno. La preocupación de Fidel por los preparativos es constante. Sabe que de la eficiencia en esta etapa, dependerá el resultado final. Por eso el día 13, sin descuidar detalle, le dice a Celia: Dime si están haciendo trincheras por todo el camino. ¡Que la gente trabaje! [3] El Comandante en Jefe, en su libro ya citado, ha reconocido:

Hay que decir que durante estas semanas previas al comienzo de la ofensiva, nuestra actividad de retaguardia se creció y estuvo a la altura de los requerimientos. El corazón de ese trabajo, entonces más que nunca, fue Celia. [4]

Ciertamente, la labor de aseguramiento logístico desplegada por Celia y sus colaboradores fue la que permitió contar con los abastecimientos necesarios para resistir el cerco, tanto los rebeldes como los habitantes que permanecieron en la Sierra: desde el acopio de abastecimientos, el parque, su traslado, las comunicaciones y el servicio a los combatientes.

El 25 de mayo se efectuó en Las Vegas de Jibacoa la primera reunión campesina en el territorio rebelde, en la cual se tomaron las medidas necesarias para asegurar la cosecha de café y mantener la actividad agrícola aunque iniciara el ataque de las tropas batistianas. Justamente ese mismo día, con el avance hacia el caserío de Las Mercedes del Batallón 17, dio inicio la Ofensiva.

Según relata Fidel en su libro La Victoria Estratégica, de los combates y acciones, entre los tantos librados, estuvieron los de El Macío, Estrada Palma, Meriño, Las Vegas de Jibacoa (entre el 28 y el 30 de julio) y en Jobal (el día 30 de julio), varias escaramuzas, emboscadas, bombardeos de la aviación enemiga hostigando…. Las batallas principales fueron: Santo Domingo (28 al 30 de junio con combates en Pueblo Nuevo, Casa de Piedra), El Jigüe (del 11 al 19 de julio, con combates en el río La Plata y Purialón), segunda batalla de Santo Domingo (25 al 28 de julio), y al cierre la batalla de Las Mercedes (del 31 de julio al 6 de agosto). Es decir: el enemigo tuvo que salir por donde mismo entró.

Es de los días de la Ofensiva el conocido fragmento de la carta que envía el Comandante en Jefe a Celia, el 5 de junio, cuando de regreso de las Minas de Frío el día 4 conoce del feroz bombardeo enemigo que ha caído en esa zona, en la cual los batistianos emplearon cohetes recibidos desde Estados Unidos.

Al ver los cohetes que tiraron en casa de Mario[5], me he jurado que los americanos van a pagar bien caro lo que están haciendo. Cuando esta guerra se acabe, empezará para mí una guerra mucho más larga y grande: la guerra que voy a echar contra ellos. Me doy cuenta que ese va a ser mi destino verdadero.[6]

Lo cierto es que durante los primeros 35 días los soldados batistianos ganaron terreno paulatinamente, con el propósito de llegar al centro de operaciones de los rebeldes. El punto crítico, especifica Fidel, fue el 19 de junio, cuando estuvieron más cerca de La Plata, por la zona de Naranjal y Meriño. Sin embargo, el valor de los combatientes revolucionarios impidió el avance y a partir del 29 de ese propio mes, con la victoria en Santo Domingo, comenzó un contraataque rebelde en El Jigüe que obligaría a replegarse al enemigo y conduciría a la victoria.

Fidel le escribe a Celia en la mañana del 30 de julio un mensaje en el que da varias informaciones sobre los recientes acontecimientos y el triunfo en Las Vegas. Luego destaca:

Los hombres nuestros han realizado un esfuerzo extraordinario; han estado de batalla en batalla por espacio de cinco semanas consecutivas. Es increíble lo que han resistido. (…) Tengo la sensación de que todo concluirá pronto y en medio de la alegría por las victorias que son la culminación de tantos sacrificios y esfuerzos, me siento triste.

Tenía  motivos Fidel para sentirse triste en medio de toda aquella proeza: habían caído valiosos compañeros en los días de la Ofensiva. En su recuerdo permanecían –y permanecieron siempre- entre muchos otros, los nombres del campesino Lucas Castillo, los combatientes Ramón Paz Borroto, Geonel Rodríguez Cordoví, Ángel  Verdecia Moreno, Carlos Más López, Andrés Cuevas Heredia y René Ramos Latour. Todos capitanes y comandantes que habían sido vitales en la contención del avance enemigo y habían contribuido al triunfo.

De ese grupo, fue Ramos Latour el último en caer, el 30 de julio de 1958, justo un año después del asesinato de su jefe Frank País García. Siete días después, el 6 de agosto, luego de 74 jornadas de intenso batallar, el Ejército Rebelde expulsaba a los batistianos de la Sierra Maestra en una victoria brillante de Fidel y sus hombres. La guerra inclinaba, definitivamente, su balanza a favor de los rebeldes.

Los hilos invisibles de la Historia

El enemigo sufrió más de mil bajas, de ellas 300 muertos en combate y 443 prisioneros, por 31 los rebeldes. Cinco grandes unidades enemigas fueron desarticuladas por completo y los rebeldes se quedaron con 507 armas, incluidas dos tanques, morteros, bazucas y 12 ametralladoras calibre 30.

Esa es, de manera resumida, la historia de cómo 300 vencieron a 10 000, que a decir de Fidel, parece una historia de Las mil y una noches. Pero no es ficción. Es la muestra del coraje y el valor de las ideas, de la inteligencia de nuestro máximo líder y la lealtad de su tropa, del amor sin límites a la patria contra lo que no pudo un ejército entero.

Previsor -como casi siempre- José Martí, y preclaro cuando expresó que la historia de nuestra América, de los Incas a acá, había que estudiarla más que la de los arcontes de Grecia. Y así es.

La historia de hace más de dos mil años del espartano Leónidas fue digna de un largometraje porque su heroísmo fue admirable, y mayor que la derrota. Sin embargo hay que conocer al dedillo que aquí, en el Caribe, los jóvenes cubanos tenemos nuestros 300 que, con su jefe Fidel –curiosamente bajo el signo de Leo y también en agosto- encabezó la victoria sobre 10 mil soldados batistianos superiores en armamento pero sin una causa a defender.

Fue nuestro Paso de las Termópilas pero con un resultado diferente: los espartanos se inmolaron, y los rebeldes, dispuestos también a morir, lograron la victoria. Es por eso que la nuestra no es solo una leyenda de heroísmo merecedora de libros, series y películas: la victoria estratégica de los rebeldes es un hecho sin precedentes en nuestra historia, un referente en el arte militar, y un logro del coraje, la creatividad y la capacidad de los cubanos verdaderos del que se tendrá que hablar para siempre y del que tenemos que aprender para el futuro.

Se trata, como escribiría Jorge Ricardo Masetti, de no estar en el bando de los que lloran, sino de los que luchan; de no desertar de nosotros mismos por el ingenuidad ante la Historia; y vivir orgullosos de cada combate en el que aún laten las vidas de los que cayeron por nosotros.

[1] Fidel Castro Ruz: La victoria estratégica. Por todos los caminos de la Sierra, Ediciones AKAL, Madrid, 2012, p. 33.

[2] Archivo de la Oficina de Asuntos Históricos. Fondo Fidel Castro Ruz.

[3] Íbidem.

[4] Fidel Castro Ruz: La Victoria Estratégica, Ediciones Akal S.A., 2012, pp. 45-46.

[5] Mario Sariol.

[6] Archivo de la Oficina de Asuntos Históricos. Fondo Fidel Castro Ruz.

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