Pedro Jorge Velázquez - Cubadebate


Como cada año, la recreación del Halloween en Cuba trae polémica. Años atrás, disfraces del Ku Klux KIan levantaron muchas críticas sobre la permisividad de esta celebración, disfraces con simbologías que degradan la condición humana y representan antecedentes muy vergonzosos. Pero esta vez se llegó a lo peor.

Ayer, en el Maxim Rock de La Habana, institución del Instituto Cubano de la Música, se celebró la competencia de disfraces de Halloween, donde compitió y se llevó el primer premio el Fürher (HitIer, líder del nazismo) con aplausos y ovaciones.

La usuaria Angela Maria Callis se pregunta: “¿Dónde queda Cuba? ¿Dónde quedan la vergüenza, la responsabilidad, el honor y la decencia? ¿Dónde quedan el respeto y el humanismo? El pasado año, vimos al Ku-Klux-KIan por las calles de La Habana; ahora, Adolf Hitler danza y reina en el Maxim Rock. Es hora de volver a sembrar valores a nuestra juventud”.

Algunos usuarios señalan que se trata de una mipyme, pero, según información recogida por nuestro equipo, esto no es cierto. Es una institución estatal de la cultura cubana. Por eso, los análisis y las medidas tomadas deben ser contundentes.

Esto no es un ataque a la celebración del Halloween en Cuba. Creemos que no hay forma de prohibir ni detener esta práctica. Pero sí es un llamado a la corrección, atención y el trabajo político para que esta celebración no incluya disfraces como este. Ni en instituciones estatales ni en privadas.

Aplaudir y premiar un disfraz de una figura causante del genocidio masivo de millones de seres humanos nos pone frente a un problema peor que va más allá del suceso y tiene que ver con la educación, la enseñanza de la historia y la formación de valores en las nuevas generaciones.

En Alemania y otros países del mundo, estas formas de representación tienen consecuencias legales. En Cuba habría que tomar medidas de este tipo, porque cada año se exacerba esta penosa situación.

Instituto Cubano de la Música: Cerrado el Centro Cultural Maxim Rock hasta tanto se esclarezcan los hechos

En la noche del sábado 28 de octubre se realizó en el Centro Cultural Máxim Rock, de la capital cubana, una fiesta de Halloween, que incluía un baile de disfraces donde resultó premiado el disfraz de un militar nazifascista.

De manera inmediata el hecho despertó la indignación de varias personas que manifestaron su repudio a tan deleznable suceso, tanto en las redes sociales como a través de denuncias directas planteadas a funcionarios del Gobierno.

Dada la gravedad del hecho y la evidencia de la incapacidad de la institución cultural para preverlo, se tomó la decisión de cerrar, de manera inmediata, el Centro Cultural Maxim Rock, hasta tanto se esclarezcan los hechos, se hagan los análisis correspondientes y se tomen las medidas disciplinarias con cada uno de los responsables del suceso, que, además de constituir una violación de las directivas para la programación cultural, vuelve a poner sobre la mesa el tema de los peligros de la colonización cultural.

Incidentes lamentables como este, que violan flagrantemente la política cultural de la Revolución Cubana, vulneran la moral y los principios sobre los que se funda el proyecto social cubano y hieren la sensibilidad ciudadana antifascista, antirracista y antisionista, merecen todo nuestro repudio y recibirán la más enérgica respuesta del sistema institucional de la Cultura. Al mismo tiempo, ratificamos el compromiso de nuestra institución con la promoción de todos los géneros de la música, en particular con el rock. Sus promotores y su público, estamos seguros, repudiarán este hecho.

(Tomado de Cubarte)

 

Halloween, más allá de los disfraces

Randy Alonso Falcón

Cubadebate

Va siendo lugar común que cada fines de octubre, poco después de conmemorar el Día de la Cultura nacional, Cuba sea sacudida por la polémica de la celebración de Halloween. No ya sólo por el debate sobre la pertinencia o no de su festejo en estas tierras, sino por hechos que ocurren en la fecha y llaman a la reflexión social.

Una festividad que poco tiene que ver con nuestras tradiciones, pero que se ha regado como la verdolaga o el marabú, ante la falta de celebraciones culturales y lúdicas que sean atractivas para los públicos más jóvenes, se ha convertido en el escenario para que florezcan expresiones aberrantes, aunque ciertamente aisladas todavía, de apología al racismo o al fascismo.

El pasado año fue el incidente de jóvenes holguineros vestidos a la usanza del Ku Klux Klan; ahora, un ignorante o provocador ataviado con la vestimenta nazi. Aquellos se pasearon orondos por un parque en plena capital de provincia; este, entró a una institución cultural en La Habana y hasta fue premiado por su atuendo.

¿Hasta dónde podemos llegar en permitir estas expresiones degradantes, ofensivas y contrarias totalmente a nuestros principios? ¿Dónde quedan nuestros valores como sociedad cuando cientos permiten y aplauden semejante aberración?

Me abochorna aun más saber que en Argentina, esa misma noche, la gente expulsó de una fiesta privada de Halloween a un joven que se apareció vestido de Adolf Hitler. Recibió el repudio de los presentes y fue sacado del lugar por la seguridad del sitio. Y eso que por allá hay hasta políticos con pensamiento neofascista.

¿Qué hace una institución estatal, más aun cultural, organizando, promoviendo y desarrollando una celebración que no tiene nada que ver con nuestras tradiciones, ni con una fecha patria, ni con nuestros intercambios culturales legítimos con otros países, ni siquiera con lo más genuino de la rica y diversa cultura estadounidense, sino con su sentido más consumista y estéril?

La absorción acrítica por nuestra sociedad de un festejo foráneo, fruto de la penetración cultural globalizadora que llega e impone patrones por doquier, no implica en grado alguno que pueda ser asumida inconscientemente por las instituciones de un Estado cuya política cultural y cuya defensa de valores humanos ha sido siempre emancipadora, liberadora y raigal.

Es la misma pregunta que me hice hace par de meses, cuando una empresa turística nacional organizó, promovió y comercializó un Festival de Música cuyo centro era un tipo drogadicto, pandillero, misógino y violento contra las mujeres como Tekashi 69. ¿La búsqueda de ingresos, el comercialismo barato nos impondrán patrones de conducta, símbolos, sentidos de éxito totalmente contrarios a los valores que defendemos?

Es inaceptable que prácticas racistas, xenófobas, sexistas,  y otros antivalores pretendan naturalizarse entre nosotros. No lo puede permitir el Estado; no lo podemos permitir los ciudadanos.

Hay lecturas necesarias y profundas, más allá de los disfraces y del análisis anunciado sobre el más reciente suceso. Recuerdo la valoración hace un año de Iroel Sánchez, lamentablemente fallecido, quien catalogaba como "urgente e imprescindible indagar en las causas de por qué un aparato educativo, cultural y mediático tan abarcador como el nuestro no ha hecho posible una recepción crítica de este hecho y permite que aniden en nuestro tejido social las condiciones para su reproducción".

Las batallas culturales, ideológicas, no se ganan por decreto. Pero no le añadamos al poder avasallador y dominante de la cultura imperial, sus prácticas conexas y sus fabulosos canales de difusión, la entrega de espacios para que se afiance en nuestros predios, colonice nuestras mentes, degrade nuestra cultura y pervierta nuestros valores.

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