71 Aniversario del Moncada

Lois Pérez Leira*

Se eligió el 26 de julio, porque ese día Santiago de Cuba estaba de fiesta. Eran carnavales. Sería más difícil detectar movimientos extraños en la ciudad. Desde distintos puntos de Cuba fueron partiendo los combatientes martianos, en coches, en tren. El 25 de julio de 1953 estaban casi todos en los distintos puntos de encuentro de la ciudad para organizar los preparativos de la madrugada del 26.

La ciudad estaba ruidosa con música por todas partes. Aquella noche Fidel con un par de compañeros, Pedro Trigo entre ellos, se acercó a controlar la plaza central y detectar el ambiente. El objetivo de los martianos no era otro que asaltar el Cuartel Moncada, corazón militar del poder de Batista.

Tras el Golpe de estado del dictador, los jóvenes de la Generación del Centenario se juramentaron derrotar a Batista, en homenaje a José Martí. Fueron Fidel Castro y su segundo, Abel Santamaría, los conductores de este proceso revolucionario. Eran todos jóvenes con poca experiencia militar, pero de grandes principios patrióticos. Muchas veces se reunían en la casa de Abel y Haydée Santamaría, dónde guardaban algunas armas. Haydée era una de las más activas organizadoras. Ella sola llegó en tren a Santiago de Cuba con un cajón de armamento, logrando despistar a los guardias batistianos. Aquel entusiasta grupo dejó a sus mujeres, a sus novias, hijos; vendieron las cosas de valor, como relojes, cámaras fotográficas etc. para poder financiar aquella epopeya. Chenar Piña, famoso periodista, vendió su único instrumento de trabajo, su cámara fotográfica.

La mayoría sabía que era probable que murieran en el combate, pero tenían una gran fe en su jefe Fidel Castro. Al otro día, por la mañana, como estaba previsto, los martianos, cumplieron su misión: atacar por sorpresa. Una primera moto rompe la entrada del cuartel. Luego un camión intenta penetrar por la puerta principal siendo repelido por la guardia que estaba despierta y atenta. Fueron llegando los revolucionarios en coches, pero la resistencia interior era superior. Allí se produce el retroceso y la masacre, cayendo en combate o heridos y luego asesinados, los martianos. Fidel, en vista de la grave situación da la orden de retirada y allí quedan heridos o asesinados entre otros, Chenar Piña, Julio Trigo, Santamaría, José Luis Tasende, Gildo Fleitas...(casualmente todos ellos hijos de Gallegos?

Esa madrugada el coche de Pedro Trigo se perdió en La Habana llegando cuando todo había terminado.

Abel Santamaría, su hermana, Haydée, que tenían como objetivo militar al hospital Saturnino Lora, se quedaron atrincherados. El hospital estaba frente al Moncada. Allí tuvieron un fallo técnico pues las balas no lograban entrar en el Moncada, por la altura de un muro.

Abel cae combatiendo hasta las últimas balas Con gran heroísmo, ese era el temple del segundo comandante del Moncada. Nunca se enteraron de la orden de retirada de Fidel. Combatieron hasta último momento.

Es largo relatar todos los acontecimientos posteriores. Cómo Fidel logra escapar. El dolor de Haydée por el asesinato de Abel y de su novio Boris. Luego vendrá la cárcel, el juicio, el famoso alegato de Fidel: "La historia me absolverá." Mientras en el exilio mexicano los sobrevivientes esperaban reorganizar las fuerzas patrióticas para preparar la invasión. Allí se sumó un joven argentino que de médico del contingente se convirtió en uno de los máximos comandantes de la revolución. El mundialmente conocido Ernesto "Che" Guevara.

El asalto al Moncada fue una verdadera derrota militar, pero se convirtió en un triunfo político estratégico, porque el pueblo de Cuba supo, a partir de allí, de la existencia del Movimiento 26 de julio, bajo el mandato espiritual de José Martí y la conducción de Fidel Castro, que llevarían al pueblo hasta la victoria final.

Sin la derrota del Moncada no podría haber existido la victoria del 1°de enero de 1959.

¡Gloria eterna a los mártires martianos!¡ Viva la Revolución Cubana!

* Escritor y documentalista.

 

El recorrido de Raúl después de los sucesos del Moncada

Un acercamiento a lo acontecido, por medio del relato de algunas personas cercanas al jovencísimo combatiente

Melba Pérez González

Granma

Al amanecer del 26 de julio de 1953, un grupo de jóvenes procuraron tomar por asalto el cuartel Moncada, de Santiago de Cuba. Dieciséis años más tarde, el líder de esta acción, Fidel Castro, comentó a Bohemia: «(…) el ataque se realizó con magnífica coordinación, comenzó simultáneamente a las 5:15 a.m. (…) Abel Santamaría, con 21 hombres había ocupado el Hospital Civil (…); Raúl Castro, con diez hombres, ocupó el Palacio de Justicia; y a mí me correspondió atacar el campamento con el resto, 95 hombres».

Otro texto de la citada publicación narra que «los combatientes dominaban desde arriba el cuartel, del cual les separaban apenas 80 metros. Desde este lugar se percatan de que el grupo de Fidel se retiraba, y que el asalto había fracasado. Raúl decide abortar la misión encomendada. Unos lograron regresar a la Granjita Siboney e internarse en las montañas aledañas, en un intento de proseguir la lucha armada; otros, deambularon por la ciudad».

Resulta muy difícil analizar lo acontecido con Raúl Castro Ruz después de los sucesos del Moncada hasta su detención en las cercanías de San Luis, sin el relato de su principal protagonista. Entonces, acerquémonos a la realidad mediante las conversaciones con personas relacionadas con él.

DEL MONCADA A CIUDAMAR

Ángel Luis Beltrán Calunga, en la obra Después del asalto al muro, entrevistó a Abelardo García Ills (Lalo), uno de los asaltantes que se encontraban junto a Raúl Castro Ruz en el Palacio de Justicia. Este comentó: «Surgieron los sucesos de Santiago. Bueno, Santiago nos era desconocido. Al darse la orden de retirada, salimos del Palacio de Justicia y cogimos la máquina con Raúl Castro, Mario Dalmau y demás. Aunque oriental, Raúl no conocía bien esta ciudad. Él había estudiado en el Colegio de Dolores, y lo que se sabía bien era el camino desde ahí a Ciudamar, porque lo llevaban a la playa (…)

«Tuvimos que quitarnos los uniformes amarillos (…) Llegamos a Ciudamar y se bajaron ellos dos, Raúl y Dalmau. Fueron a una casa y pidieron ropa. Explicaron que nos habían robado en el hotel y nos la dieron. Nos vestimos y partimos».

Para burlar la cacería de la tiranía era mejor retirarse de forma aislada. Abelardo expresa que Raúl Castro salió rumbo a la casa de una doctora conocida, y relata: «Nos dejó la dirección, y nosotros cuatro proseguimos hacia la ciudad, en el carro. Empezamos a dar vueltas, y por allá, en el reparto Vista Alegre, en un garaje, dejamos la máquina y nos pusimos a deambular».

En tanto, Ángel Sánchez Pérez, expone: «Se dio la orden de retirada y salimos en una máquina. Nosotros estábamos con Raúl Castro en la Audiencia, en el Palacio de Justicia. Yo fui el último en salir del Palacio. Cogimos la máquina y nos bajamos después de esconder las armas. Las enterramos. De ahí, nos reunimos y salimos detrás de unas casitas muy malas.

«Raúl Castro iba vestido de guardia, con excepción de un pulovito que era de José Ramón (Martínez Álvarez). Ese es el pulovito de rayas que tú vas a ver que tiene Raúl en la foto que le tomaron. Raúl nos dio una dirección, se quedó y salió (...) Y es cuando cae preso por allá por San Luis»

Mario Dalmau de la Cruz, chofer del automóvil que trasladó a los revolucionarios emboscados en el Palacio de Justicia, relata:

«En Ciudamar le cambié, a uno que vivía allí, dos trusas por dos pantalones y unas camisas rotas. Raúl Castro cogió pantalón y camisa que estaban sucios, pues parece que el dueño era pintor. Raúl iba con la ropa de militar».

Rememora que cogieron el camino indicado por Raúl y deambularon hasta que este se quedó cerca de la línea de ferrocarril, en las afueras de la ciudad; los demás, en otro lugar, y que él se quedó solo.

Raúl Castro se dirigió a casa de la doctora Ana Rosa Sánchez, madre de un antiguo compañero en el Colegio Dolores. Ella, en entrevista para el periódico Sierra Maestra, expuso: «Serían como las ocho y media de la mañana, más o menos, cuando yo entré en la ciudad al volante de mi Pontiac, acompañada de mi esposo Gilberto Quesada.

«Cuando llegué a la casa me encontré que en el comedor estaba sentado (…) el jovencito Raúl Castro Ruz (…). Con cierto tono de sorpresa le dije: ¡Muso, mijo, qué tú haces aquí! Me trató con su habitual carácter alegre y afectuoso, y con esa sonrisa pícara que le era característica.

«Le conté lo mala que estaba la calle, con los guardias registrando todo (…), y entonces me dijo: “Ana, lo que pasa es que Fidel atacó el cuartel Moncada esta mañana temprano y yo estaba al frente de un grupo que tomó la Audiencia”».

Ana Rosa refirió que Raúl pretendía que lo llevara para la finca San Vicente, de su propiedad, pero que lo hizo desistir, al contarle que el sargento Piloto, que era hombre de confianza de Ángel Castro en Birán, conocía bien las relaciones de amistad entre ambas familias.

OCULTO EN UNA CASA DE MADRE VIEJA; DETENIDO EN SAN LUIS

Después de intentos de Tomás Padró (Tomasín), de ocultarlo en la casa de alguien de confianza, deciden trasladarlo para la casa de Gloria Quesada.

Al respecto, comenta Ana: «Llevamos a Raúl para una casa en Madre Vieja (…), ahí vivía mi cuñada Gloria Quesada (…), le expliqué bien toda la verdad (…), y le dije que Raúl era como mi hijo, y que como tal debía atenderlo. Le advertí a Gloria que no dejara a Raúl asomarse ni a la puerta de la calle, ni a la del patio, pues en la calle que daba al fondo vivía el sargento Piloto».

Recuerda que se dirigió a su casa en busca de alimentos, y regresó a Madre Vieja. En esta ocasión conversó de los hechos con Raúl, quien le advierte que debía marcharse pues su carro, parqueado frente a la casa durante algún rato, podía levantar sospechas.

Su asombro fue grande cuando, al llegar a su vivienda, encontró que la habían registrado. «Los guardias habían hecho un registro y no habían dejado nada sin registrar, mi hijo sofocado, sin camisa, y su esposa llorando (…). Eran como las cuatro de la tarde cuando a mi casa llegó el trabajador que yo tenía en la finca San Vicente. Él, muy nervioso, me informó que estaban registrando la finca con casa y todo, y estaban desalojando a todos los vecinos de por allí».

Raúl Padró, compañero de aula de Raúl en el Colegio Dolores, comenta: «El 27 de julio por la mañana sentí miedo de que ese Piloto (…) lo fuera a sorprender, apresarlo, y finalmente asesinarlo. Y salí para la casa de Madre Vieja a llevarme a Raúl de allí. (…)

«Le dije a Gloria que llevara a Raúl para el frente del cine Capitolio, que lo estaría esperando allí. Y así me fui con él rumbo a la finca San Vicente (…), pero al llegar frente a la casa me detuve a saludar a una vecina, y esta me dijo que todo estaba muy vigilado por allí, y que era probable que la finca también (…), y seguí hasta el central Algodonal, donde vivía Laureano Quesada, suegro de mi mamá (…). Yo le dije que volvería por la mañana a buscarlo para llevarlo hasta Birán (…).

«Al otro día temprano regresé para llevarme a Raúl, y me dijeron que por la noche no había dormido allí, y que se había ido con rumbo desconocido, después de haber sido trasladado a casa de un trabajador de confianza en el cañaveral. Posteriormente, me enteré  de que había sido detenido llegando a San Luis».

Gloria Quesada explica, en entrevista a Sierra Maestra: «Raúl nos parecía muy joven, casi un niño, (…) se mostraba muy interesado en conocer los caminos, rutas de guaguas y automóviles de alquiler que pudieran conducir a Cueto, Alto Cedro y Miranda.

«El problema de él era llegar a la casa de sus padres en Birán (…). Tomasín lo vino a buscar para llevarlo a casa de mi padre, en el central Algodonal y de allí del batey se lo llevaron (…) para un cañaveral cercano al apeadero de Palencia, en Morón, donde vivía Florentino Miranda (…), como a un kilómetro de allí. Y esa misma noche se fue, dicen que él aclaró que se iba para evitarles problemas a todos los que estábamos ayudando. Cogió recto la línea del ferrocarril hacia Cueto, pero en Dos Caminos lo cogieron en la mañana»

Estos hechos son corroborados años más tarde por Daisy, hija de Gilberto Quesada, la cual refiere: «Mi padre era casado con la doctora Ana Rosa Sánchez, que tenía una farmacia en Calvario y Heredia No. 35, y los padres de Raúl eran amigos de la doctora. Cuando se produce el ataque, él llega a su casa, ella lo acogió. Luego lo trasladan para la calle Madre Vieja, que es donde vivía Gloria Quesada, hermana de mi padre. Allí está por un tiempo, pero deciden traerlo para el central Algodonal, donde vivían mis abuelos Laureano Quesada y Asunción Medero».

La amistad de la doctora Sánchez con la familia Castro Ruz provenía desde la época en que estaba casada con el político Fidel Pino Santos, fallecido en 1953, íntimo amigo de Ángel Castro Argiz. Resulta contradictorio que, luego de ayudar a Raúl, Ana Rosa decidiera montar una farsa para exigir dinero a la familia Castro Ruz.

Al respecto, Katiuska Blanco relata: «El 28 por la mañana llegó a Birán la doctora Ana Rosa Sánchez, con la noticia de que un policía conocía dónde se ocultaba Raúl, y pedía diez mil pesos por no delatarlo (…). (Ángel) ya estaba pensando, en su desesperación, firmar un cheque para el Banco de Cueto. Cuando Lina, previsora, le dijo que sí, que lo preparara, que ella misma lo llevaría. Al darle a don Ángel tan inesperada respuesta, percibió que la doctora Ana Rosa dudaba y vacilaba. Entonces Lina comenzó a sospechar».

La familia decide que Angelita Castro viaje a Santiago de Cuba para conocer el destino de sus hermanos. Se dirigió a la casa del cabo Piloto, conocido de Ángel Castro, quien le comunicó que Fidel y Raúl vivían y que los perseguían. Piloto relató que Raúl se escondió en la vivienda de Ana Rosa Sánchez. «Allá fuimos y le viramos todo al revés y no encontramos nada, pero tengo la seguridad de que él estuvo allí».

Todo indica que, a Raúl, refugiado en la casa de Florentino Miranda, obrero del ingenio Algodonal, le llega la noticia de la detención de Gilberto Quesada y decidió irse. Florentino le facilitó una camisa y este emprendió el camino hacia un lugar cercano a Birán.

El periódico Oriente, del 30 de julio de 1953, resalta en primera página: «Capturado en San Luis Raúl Castro, hermano del Dr. Fidel Castro». Debajo de una foto de gran tamaño tomada a Raúl en ese momento, se explica:  «Este jovencito, que no aparenta tener más de 18 años de edad, hermano del que acusan como jefe del movimiento insurreccional, Dr. Fidel Castro, se nombra Raúl Castro Ruz, fue detenido ayer cerca del poblado de San Luis (….).

«Este individuo, según informes, fue el que dirigió personalmente a los atacantes del cuartel “Moncada” el pasado domingo, y estaba parapetado en el edificio del Palacio de Justicia, logrando huir en la confusión que se formó, al ser repelida la agresión por la guarnición del Moncada (…). Tanto el joven Raúl, como los presentados anteriormente, fueron remitidos al Vivac Municipal en horas de la madrugada de hoy, a disposición del Tribunal de Urgencia».

El exsoldado Indalecio Rodríguez, en entrevista concedida al periódico Juventud Rebelde, explicó: «La emboscada estaba bajo las órdenes del sargento Canet y recuerdo al soldado Francisco Moya León, a Mario Font Hierrezuelo, no sé si había alguien más. Del cuartel mandaron a tirar dos emboscadas, una a la entrada de San Luis, a Las Palmas, y otra a la entrada de Santiago, cruzando el puente del río San Rafael. En este último lugar fue que nos apostaron.

«El sargento Canet me dice: adelante Indalecio, y avísanos cualquier cosa que pase (…). La mañana estaba alzada hacía algún tiempo, ya como a las diez voy distinguiendo un cuerpo de hombre que avanza sobre el asfalto y se va agrandando por ahí hasta que ya le veo la cara al niño que viene a buen paso. Ya estoy por dejarlo pasar porque pienso que no es para gente de esa edad el andar tirando a los cuarteles, y el chico que me ha visto también desde hace rato tuerce el rumbo que lleva y se me va acercando.

«Buenos días, cabo, me dice. Oiga, ¿usted puede ayudarme a completar el pasaje para llegar a Alto Cedro?, y me saca una peseta de a 50 (…), y sigue diciéndome: En Santiago hay todo un revolico formado y yo me voy para mi casa, para Alto Cedro (…). Decido ver si los otros tienen algún dinero y reunirle el pasaje, y lo llevo hasta donde están (…), y uno del grupo dice: oye, mira como tiene guisasos en el pantalón, este viene por el monte, este viene huyendo (…). Font, llévalo detenido para el cuartel, y que allí aclare su situación».

El 29 de julio de 1953, el sargento Mario Font Hierrezuelo conduce al cuartel de San Luis a Raúl Castro, quien quedó encerrado en una pequeña celda. Al día siguiente, según comenta el propio Indalecio, un soldado identifica a Raúl, al decir: «Oiga, teniente, ese hombre es Raúl, el hermano de Fidel Castro». El joven, después de ser identificado se negó a comer. Los guardias lo maltrataban de palabra diciéndole: «Hártate, para que mueras con la barriga llena».

Al llegar el teniente Vicente Camps, jefe del puesto, condujo a Raúl a la capitanía radicada en Palma Soriano, y ese día lo trasladan al Vivac de Santiago de Cuba.

Sobre ello, Silvio López Camps comentó: «Mi tío lo traslada en su máquina a Palma Soriano, allí estaba Campo Postigo, quien le da la misión de llevarlo hasta el Vivac de Santiago de Cuba. Aunque no le gustó la idea, se vio obligado a cumplirla, y allí lo entregó, haciendo saber que había llegado vivo».

El espacio de la celda fue tapiado y acondicionado en 1954, al convertirse en la Escuela Primaria Superior Mariana Grajales Cuello. Al triunfar la Revolución, se instaló allí la Escuela Primaria Ramón López Peña, que después adopta el nombre de Rafael María de Mendive. En 1982, es remozado el lugar y reconstruida la celda, con el propósito de fundar el Museo 29 de Abril.

Por qué el Moncada se hace grande

Daily Sánchez Lemus

Cubadebate

Hay que cubrirle la retirada a Fidel. Él es el que tiene que vivir. Por dónde estará? Habrá logrado escapar? Espero que sí...Con este ojo tapado quizás no me descubran. Así disfrazados de enfermos tenemos alguna posibilidad, pero hay que esperar que pase más tiempo. Qué impotencia estar atrapados en este lugar sin poder salir y sin saber de los demás....Hay que prepararse para lo que venga. Las muchachas tienen que vivir para contarlo todo.... Yeyé....Por suerte pude darle un besito a mi sobrina Carín.
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Ese fotógrafo no sabe lo que está haciendo... Creerá que soy un batistiano? Acaba de tirarme una foto que le costará su vida o salvará la mía...o tal vez no, hay que ver cómo avanza todo. Eso mismo creyeron los demas y me atendieron la pierna creyendo que soy de ellos...Ya veremos. He visto pasar por ese pasillo compañeros míos, algunos ni los conozco, pero los vi en Siboney. Hace falta que Raulillo esté bien. No lo he visto por aquí. Debe estar camino a las montañas. Él se encargará de la niña si algo me pasa. No se me olvida su rostro cuando le dije que sería aquí en Moncada la hora cero. Espero esté bien. A lo mejor volvemos a vernos allá afuera, si es que edtas bestias se calman...
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Donde están las muchachas?...No han llegado aquí a Siboney?... Voy a regresar a buscarlas!!!
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Soy un médico y no me pueden vejar de esa manera!
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La firmeza de los que cayeron

Hace setenta y un años pudieron ser esas las imágenes y pensamientos que en cuestiones de segundos.pasaron por la mente de los jóvenes que el 26 de julio de 1953 asaltaron la Historia. Así debieron pensar y sentir Abel, Tasende, Boris Luis y el doctor Muñoz. La incertidumbre tras los primeros momentos de la acción, la certeza de que militarmente no se lograra el objetivo y la conciencia de que la dictadura de Fulgencio Batista no iba a perdonar la osadía.

Cada 26 de julio la historia se repite en mi mente. Qué estarían haciendo o pensando aquellos muchachos... en la familia, los padres, los hijos... cuántos habrán podido mirar y sentir el sol de Santiago o de Bayamo, quiénes habrán escuchado primero los disparos que ultimaban los cuerpos de sus compañeros maltratados ya por las torturas.... Siempre pienso que el día es exactamente igual... que todo vuelve suceder una otra vez...

Allí, en las mazmorras del Moncada, la dictadura se ensañaba en ellos, por el atrevimiento a desafiarlos y por haberlo hecho sin ellos darse cuenta. No podían concebir tal sorpresa. La orden estaba dada y comenzó la matanza, en el cuartel, en las calles, en Siboney, en caminos bayameses...

Ninguno de los torturados delató a sus compañeros, ni a su jefe. Enfrentaron la muerte con la firmeza de los valientes y luego de ser golpeados y vejados, los colocaron de uno en uno en el patio para, en una sanguinaria práctica de tiro, disparar contra ellos.

Sus cuerpos, poco después reconocidos por un doctor, demostraban fehacientemente que la gran mayoría no había caído en combate, pero así fueron publicadas las noticias.

Pero la historia de aquellos muchachos no terminó allí, como era el propósito de sus asesinos. Sus compañeros, los sobrevivientes, se encargarían de que no quedara en el olvido todo lo acontecido en la mañana de la Santa Ana.

La firmeza de los que vivieron

Expresó Haydee Santamaría: “La cárcel para mí no fue dolorosa. Primeramente en Boniato fue muy buena porque fue muy combativa, fue llevar adelante el juicio, fue luchar por la vida de Fidel, y fue luchar por nuestros muertos; fue luchar desde allí para que no los desaparecieran.”

Fue tarea firme, obsesión justa, de los sobrevivientes, demostrar a todo el país, a la opinión pública los crímenes cometidos por la tiranía. El juicio del Moncada, como se conoce en la historia de Cuba, o la Causa 37 de 1953, así lo demostró.

Allí cada declaración de los acusados revolucionarios denunció a la dictadura, con los relatos de cómo fueron apresados sus compañeros y luego notificados como muertos en combate. El caso del joven atemiseño Marcos Martí, por ejemplo, que fue llamado a prestar declaración y ya había sido asesinado en la carretera de El Caney días antes, como declaró Ciro Redondo que estaba junto a él.

En La Historia me Absolverá, una y otra vez Fidel alude a sus compañeros: “Mis compañeros, además, no están ni olvidados ni muertos; viven hoy más que nunca y sus matadores han de ver aterrorizados cómo surge de sus cadáveres heroicos el espectro victorioso de su ideas.”

Y así fue durante toda la lucha. Los que sobrevivieron a las acciones del 26 de julio en Santiago y Bayamo, mantuvieron la firmeza de sus compañeros caídos y no dejaron de luchar por las mismas ideas hasta vencer o morir.

Podía haber sido distinto el Moncada si aquella juventud se hubiera rendido, se hubiera vencido, porque entonces sí habrían muerto sus compañeros y aquel hecho hubiera sido otra delas matanzass de las dictaduras neocoloniales en Cuba o el continente.

Pero no fue así: la firmeza de los jóvenes, con Fidel al frente, continuó; lo que ratificaba el empeño de Abel en cubrir la retirada desde el hospital civil para que pudiera sobrevivir; y la acción relámpago de Ricardo Santana para sacar al jefe de entre las balas cuando se había quedado prácticamente solo cubriendo la retirada de los demás compañeros frente al cuartel.

La firmeza en las declaraciones del juicio, en la preparación política en la cárcel, en la organización en el exilio, en la expedicion del Granma, en la lucha en la Sierra....La firmeza después del triunfo, cuando el verdadero enemigo de las revoluciones arremetió contra la nuestra desde el norte; por eso el Moncada se hace grande. Y crece.

En el aniversario 45 de los hechos de 26 de julio, el Comandante en Jefe, una vez más, lo ratificaba: “Nuestros muertos heroicos no cayeron en vano. Ellos señalaron el deber de seguir adelante, ellos encendieron en las almas el aliento inextinguible, ellos nos acompañaron en las cárceles y en el destierro, ellos combatieron junto a nosotros en la guerra. Los vemos renacer en las nuevas generaciones.”

En 1986, justamente en la provincia de Sancti Spíritus, en el acto por el 26 de julio que además inauguraba las transmisiones del canal internacional de la televisión cubana, Fidel expresó lo que sella nuevamente nuestro compromiso con los moncadistas: “Con la fe de los días más difíciles, y con la fe y la seguridad que nos ha dado la victoria, digo hoy, le decimos al imperio y les decimos a los adversarios que nuestro pueblo será capaz de vencer cualquier obstáculo, cualquier dificultad; que nuestro pueblo será capaz de marchar adelante incontenible, será capaz de vencer sus propias debilidades, será capaz de vencer sus propios defectos, será capaz de vencer sus propios errores. Y un pueblo que es capaz de vencer sus propios defectos, sus propios errores; un pueblo que no teme a nada, un pueblo que no se doblega ante nada ni ante nadie, es y será siempre un pueblo invencible.”

Santiago sigue amaneciendo entre los ruidos y los recuerdos de una ciudad que guarda momentos especiales....Las montañas parecen cuidarlo todo en silencio...como diría Raúl, en el acto del 26 de julio de 2018: “miren qué hermoso amanecer con las montañas de la Sierra Maestra observándonos..”, en un amanecer en el que seguramente pensó en sus compañeros allí, 65 años atrás.

“Ninguno de los que tuvimos el privilegio de participar en estas acciones, bajo el mando de Fidel, podíamos entonces soñar que estaríamos vivos un día como hoy, con un país libre, independiente y soberano, una Revolución socialista en el poder y un pueblo unido presto a defender la obra realizada, fruto del sacrificio y la sangre de varias generaciones de cubanos.”

El 26 de julio sobrepasa hoy cualquier celebración y se convierte en un día a día interminable, en una batalla eterna por la vida, incesante y hermosa....Celebro entonces hoy, a pesar de lo triste, el día más alegre de la Historia porque fue el día en que más de cien jóvenes fueron felices cuando partían al lugar donde lo más importante era honrar al Maestro....Y lo hicieron, y dieron luz de aurora.....
Por eso, como dijera la heroína del Moncada, y revolucionaria apasionada y eterna, Haydeé, el Moncada se hace grande por la firmeza de los que cayeron y la firmeza de los que vivieron.

Y seguirá creciendo por la firmeza de los que continuamos.

Campanas de Santa Ana saludan el 26 de julio en provincia de Cuba (+Fotos)

Sancti Spíritus, Cuba, 25 jul (Prensa Latina) Cuando en Santiago de Cuba las campanas anuncien la celebración de la Santa Ana, en esta central provincia, se recuerda hoy el Día del espirituano ausente y el de la Guayabera, preámbulos al acto nacional por el 26 de Julio.

Es fecha propicia para lucir la prenda nativa de los espirituanos, la guayabera, símbolo de cubanía y reconocida como prenda nacional. La Quinta de Santa Elena cuya terminación data de 1858 para residencia familiar, junto al caudaloso, acogió en el 2009 el Proyecto Cultural La Guayabera, único museo de su tipo en Cuba y América.

Esre reúne una amplia colección, entre las que se exhiben están las de Fidel y Raúl Castro, la del líder bolivariano Hugo Chávez y personalidades de la cultura como Gabriel García Márquez, Miguel Ángel Asturias y Alicia Alonso.

En esta ocasión, como es tradición, llegan a la villa personas que nacieron a la vera del Yayabo y actualmente residen en otras localidades cubanas o en otros países.

El arraigo por este suelo siempre hace regresar a quienes residen a distancia y convertir la fecha en días de encuentros y festividad, con familiares, amistades y el propio entorno de niñez compartido.

Algunos historiadores ubican la elección del Día del espirituano ausente a mediados del siglo XX, aunque alguna prensa de la época lo relaciona con el Santiago Espirituano –una de las tradiciones más antiguas de la isla- en el siglo XIX, y le da la connotación de fiesta urbana de encuentros de conocidos y regreso de los ausentes.

En el marco de estas actividades se prepara todo para la realización del acto nacional por el Día de la Rebeldía Nacional en la Plaza de la Revolución Mayor General Serafín Sánchez, bellamente ataviada para recibir a miles de espirituanos en representación de toda Cuba.

El acceso por el oriente a la cuarta villa cubana -recién cumplió 510 años de fundada-, se transformó en una bella rotonda, con jardinería, las banderas cubanas y del 26 de Julio y en la distancia se distingue el dictado: Sancti Spíritus.

También en horas de la tarde de este jueves se efectuará un encuentro internacional de solidaridad con la participación de unos 140 delegados de brigadas y grupos de amistad y apoyo a la patria de José Martí.

La reunión, según los organizadores, es un abrazo solidario con la Revolución cubana.

Según el programa estarán presentes integrantes de la brigada europea José Martí de trabajo voluntario y solidaridad con Cuba y la Juan Rius Rivera, de Puerto Rico.

Así como una delegación de cubanos-americanos de la Sociedad Cultural José Martí, de Estados Unidos, un grupo afronorteamericano de solidaridad con la isla, y estudiantes extranjeros recién egresados de la Universidad de Ciencias Médicas de Sancti Spíritus.

En el encuentro intervendrán destacadas personalidad para brindar su amistad y condenar el injusto bloqueo económico y financiero impuesto por Estados Unidos.

Además exigirán al presidente de Estados Unidos Joe Biden la retira de Cuba de la lista de los estados que supuestamente patrocinan el terrorismo, darán su apoyo al pueblo palestino y condenaran el genocidio sionista en Gaza.

En la noche de este 25 de julio, en el Parque Central Serafín Sánchez Valdivia se efectuará la Gala cultural esperando el 26 de Julio, aniversario 71 del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes.

Saber morir para vivir

Setenta y un años después, vencidas la muerte y la conjura, vuélvese derrame de justicia el sacrificio

José Llamos Camejo

Granma

Atrapado el sueño, cumplida la promesa, tiene facción de niña y niño la sonrisa, de tez mestiza, de blanca, de mulata. Hija de la «tormenta» de aquel amanecer de 71 años, la piel de la justicia despintó los estatus, y así va por todo el archipiélago.

No hay para ella linderos ni rincones; no tiene calles, parques, ciudad ni periferia; va sin reglamento, sin minutos; es como el viento, libre, indetenible, dueña.

Anda juguetona la sonrisa Isla. Nació cuando los muros despertaron salpicados de sangre y de valor una mañana, holladas las paredes por las balas, ungidas con fragmentos de cabellos, con piel de patria y juventud, y sueños.

¡Ay de los frustrados!, ¡ay de los rabiosos que han de verlos sonreír aquí, así, desaforados: padres, hijos, héroes resurrectos, patria, pueblo! ¡Ay de los rencores derrotados!

Enfurecida un día la bestia en el Moncada y en el Carlos Manuel, dio rienda suelta al crimen contra los valientes. Genitales desgarrados, piel quemada, uñas arrancadas, ojos desprendidos, piernas arruinadas;  monstruosidad al por mayor… y frente a ella, serenos los martianos.

Sereno fue Tassende cuando, herido, prisionero y negado a delatar, permaneció en silencio, sentado sobre el suelo, erguida la mirada; fue su respuesta a quien, en busca de una confesión no conseguida en él, antes de asesinarlo, le dispararon 13 proyectiles en la pierna.

Titánico fue Abel cuando las garras del tirano lo dejaron sin ojos, a sangre fría. «Hay que saber morir para vivir siempre», había proclamado; hoy sus ojos son dos soles de la Patria.

Que «la revolución no transigirá con sus victimarios», lo había advertido Fidel. Que «la nación existe para los millones que la pueblan y la pueblen en el porvenir», también lo había advertido el líder moncadista, al reivindicar a los que se inmolaron «por esa vida decorosa y de justicia, sin vacilar ante ningún riesgo o sacrificio, sin dudar en entregar los mejores años de la juventud y de la vida».

Setenta y un años después, vencidas la muerte y la conjura, vuélvese derrame de justicia el sacrificio; devuélvese la herida hecha sonrisas, y convertido aquel dolor en pañoletas. Hay soles de revolución en los juveniles ojos mutilados de Abel Santamaría. Tiene la patria una columna firme en el ejemplo de Tassende.

Tembloroso medita el enemigo; creyó haber destruido el vigor de un joven, y ahora lo descubre bien plantado en un pueblo y en su resistir del día a día arduo y fatigoso; y en parvadas sonrientes que andan por toda Cuba, confirmando que hay muertes precursoras.

Cuba
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