Oscar Figueredo Reinaldo - Cubadebate - Foto: Ricardo López Hevia/Granma.- Arlen fue el segundo en subir al ring. Chocó los puños con su entrenador y miró con determinación a su oponente. Delante tenía a un rival formidable, una verdadera máquina de lanzar golpes.
Minutos más tarde, terminaba el sueño de Arlen de tres oros olímpicos. El guantanamero luchó con todas sus fuerzas, pero no fue suficiente: cayó 3-2 ante Oleksandr Khyzhniak.
Khyzhniak era un rival de consideración. Había sido medallista de plata de peso mediano (75 kg) en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 y no había dejado dudas en los combates anteriores.
Aunque Arlen dominó cuatro de las cinco tarjetas en el primer asalto, el ucraniano empató las acciones en el segundo.
Finalmente, en el tercero, el cubano sucumbió ante la potencia de Khyzhniak y se desvaneció la posibilidad de igualar una hazaña solo conseguida por sus compatriotas Teófilo Stevenson y Félix Savón y el húngaro Laszlo Papp, los únicos púgiles con tres oros olímpicos.
“Paso a paso”, había dicho Arlen hace unos días, prefiriendo asumir el reto de cada combate sin cargar con el peso de una corona.
El viernes, Arlen había derrotado al uzbeko Turabek Khabibullaev en una ajustadísima pelea. El guantanamero tuvo un rival de consideración, un joven de 20 años que lo superaba en alcance y lo hizo sudar hasta el final, tal como reflejan las votaciones de los jueces.
Los últimos minutos de Arlen sobre el encerado fueron como una despedida. Besó el suelo y se llevó la mano al corazón, consciente de que su sueño olímpico había llegado a su fin.
Monarca de Río 2016 y Tokio 2020, sale del cuadrilátero con la certeza de haber dejado una huella imborrable en la historia del boxeo cubano.