Yuris Nórido - trabajadores.cu.- Danza Contemporánea de Cuba (DCC) celebrará el próximo 25 de septiembre sus 65 años, consolida­da como el principal referente de la danza moderna cubana. Es madre nutricia y animadora de un movi­miento que ha posicionado a Cuba en la vanguardia de la creación co­reográfica en el continente.


Desde su fundación por el maes­tro Ramiro Guerra, la compañía ha demostrado una capacidad integra­dora que ha abierto puertas a la con­fluencia de todas las artes. Siempre ha sido un espacio de experimenta­ción escénica. La visión de Ramiro, pionero de la danza moderna en el país, sentó las bases para un pro­yecto artístico que no solo fractu­ró ciertos moldes clásicos, sino que abrazó una marcada diversidad de estilos y enfoques. Bajo su lideraz­go —y el de sus sucesores— Danza Contemporánea de Cuba ha sabido fusionar lo mejor de la tradición y la innovación, reflejando en su reper­torio una riqueza de influencias que van desde las raíces afrocubanas hasta las corrientes más vanguar­distas.

El repertorio de la compañía es un verdadero tesoro de la creación coreográfica en Cuba. Hay piezas que han marcado un antes y un después y que siguen vigentes por su fuerza expresiva y su capacidad para conectar con el público. Estas obras no solo representan la histo­ria de la compañía, sino también la evolución de la danza moderna en el país, mostrando un recorrido artís­tico que refleja las inquietudes y los retos de cada época.

Bajo la guía de su actual direc­tor, Miguel Iglesias, DCC se abrió a la creación de destacados coreó­grafos internacionales, quienes han encontrado un espacio fértil para la inspiración y la experimentación. Este diálogo continuo con la esce­na internacional ha enriquecido el repertorio y ha permitido a bailari­nes y coreógrafos cubanos explorar nuevas formas de expresión, esta­bleciendo a la compañía como un puente entre lo local y lo universal.

Además de su impacto en la creación artística, Danza Contem­poránea de Cuba ha desempeñado un rol fundamental en la formación de bailarines, aportando significati­vamente a la enseñanza de la dan­za en el país, en todos los niveles. La compañía no solo ha sido una plataforma para la difusión de la técnica cubana de danza moderna, sino también una verdadera escue­la donde se forman artistas con un profundo entendimiento de la tra­dición y una disposición constante hacia la innovación. Su labor edu­cativa ha dejado una huella signifi­cativa en generaciones de bailarines y coreógrafos, muchos de los cuales han llevado el legado de la compa­ñía a otros escenarios del mundo.

Partiendo de su historia y pro­yectándose en el futuro, Danza Contemporánea de Cuba asume el desafío de seguir abriendo nuevos caminos en la creación coreográfica, sin olvidar los grandes clásicos de su repertorio. Mantener este equilibrio entre la tradición y la innovación será crucial para que la compañía continúe siendo un referente, inspi­ración para nuevas generaciones de artistas y espectadores.

Con el performance Huellas en el camino, protagonizado por Eliane Piedra da Santos y Julio César Iglesias, comenzó este domingo en el Teatro Nacional la temporada por el aniversario 65 de la compañía. Varios espacios de esta ins­titución acogerán un programa enmarcado en la segunda edición del Festival Cubeart, que se organiza con la colaboración de instituciones alemanas. Se ofrecerán conciertos, talleres y clases demostrativas, entre los que destaca el que impartirán integrantes de la célebre agrupación alemana Sasha Walts e invitados. Desde el día 15 de septiembre habrá funciones en la sala Covarru­bias de la compañía española La Macana, mientras que en la sala Avellaneda se presentará The hidden door, de Julio César Iglesias.

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