Ana Beatriz Almeida Sánchez - Juventud Rebelde .- En medio de la recuperación de los daños del huracán Rafael es importante mantener y adaptar la programación cultural como un servicio vital para nuestra población. Por eso, la 15ta. edición de la Bienal de La Habana permitirá establecer redes de conexión y retroalimentación con los creadores y la comunidad.
Llega la 15ta. edición de la Bienal de La Habana, y con ella las celebraciones por el aniversario 40 de su creación. El evento tendrá lugar desde el próximo 15 de noviembre hasta el 28 de febrero de 2025. Para la cita, el comité organizador se ha propuesto mostrar la trayectoria, memorias y principales temas abordados a través de una mirada retrospectiva.
En esta ocasión, la premisa fundamental será establecer redes de conexión y retroalimentación con los creadores y la comunidad; es decir, con todo ese entorno al que, de alguna manera, se debe el arte. De esta idea parte el eslogan de la presente edición: «Horizontes compartidos». Para conocer algunos detalles sobre lo que se avecina conversamos con Nelson Ramírez de Arellano (NRA) y Liset Alonso Compte (LAC), director y subdirectora del Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam y del comité organizador del evento.
—¿Cómo surgió la idea de «Horizontes compartidos»?
—NRA: Bueno, siempre que concluye una bienal, hay que pasar por un proceso de desintoxicación de las ideas que se han trabajado, para ser capaces de encontrar un concepto novedoso. A lo largo de 40 años, aun cuando ha habido una renovación y búsqueda de nuevos temas a tratar, por lo general relacionados con tópicos que quedaron inexplorados en ediciones previas, siempre hay una cierta continuidad con sus principios básicos. Se puede hilvanar, de alguna manera, una relación desde la tercera bienal, la primera en tener un eslogan y un tema en particular. Es un evento singular en este sentido, porque ostenta como un tejido propio. Yo digo que es una especie de organismo vivo que va desarrollándose y tocando cuestiones relacionadas con la actualidad, pero sin perder un hilo conductor.
«En la plataforma conceptual de esta 15ta. Bienal somos fieles a los principios decoloniales de la Bienal de La Habana; es un fundamento que está ahí desde el origen mismo de la primera bienal en 1984, y que fue desarrollándose y reafirmándose en los diferentes aspectos en que puede este hecho tomar forma a lo largo de estas catorce ediciones.
«Entonces, “Horizontes compartidos” refleja en buena medida la idea de buscar un denominador común que involucre a todos. El título fue aceptado desde el primer momento, porque coincide con los intereses de la bienal. Está inspirado en una frase del cineasta Fernando Birri, atribuida durante muchos años a Eduardo Galeano, y es una explicación a la interrogante de para qué sirve la utopía.
«El primero señala que “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos, y el horizonte se corre diez pasos más allá (…)”; es algo que nunca llega a alcanzarse, pero que te impulsa todo el tiempo a seguir adelante, a continuar caminando. Todos los seres humanos en el planeta, independientemente de sus posturas políticas, ideológicas o religiosas, tienen algo en común, ¿qué es?: el mañana, y la posibilidad —pienso yo de que el arte sea una herramienta que ayude a la sociedad al mejoramiento humano a largo plazo».
LAC: ¿Podemos nosotros, como seres humanos, pensar en un futuro mejor, más equitativo, que realmente respete la vida? De esta interrogante surge la idea de “Horizontes compartidos”, pero también tiene que ver con los objetivos a trabajar, con cuestiones relativas a la colaboración, a lo transdisciplinar y a la dosis de solidaridad que lleva todo esto, que es, desde nuestra perspectiva, lo que puede salvar el planeta.
«La única forma en la que nosotros somos capaces de salir adelante es dejando atrás la idea del individualismo; es imperativo comenzar a pensar como colectivo, partiendo de nuestro posicionamiento como seres humanos, y también de lo que creemos que puede aportar el arte en este sentido. Es desde este trasfondo que empiezan a nacer las ideas que se convierten en origen, y conducen a ese planteamiento de horizontes compartidos como eslogan general para englobar las acciones a realizar en esta bienal.»
Foto: Adrián Garrido.
—Una de las premisas fundamentales también es «Arte y Comunidad», ¿cómo se establece este vínculo y retroalimentación?
—NRA: A lo largo de estos 40 años, la bienal ha tenido una relación particular con el público, es un evento muy popular. Esto ha propiciado desde el inicio una mayor y más cómoda interacción con un sector de la población que normalmente no tiene fuertes vínculos con el mundo de las artes visuales contemporáneas.
«Este es un fenómeno que resulta singular, incluso a nivel internacional, me refiero a la relación con los públicos. En el caso de nuestro país, tal aproximación es el resultado de las políticas de mediación que se han trazado desde las instituciones; la voluntad de intentar acercar el arte al pueblo, a las personas que viven en los barrios. En este sentido, fueron esenciales las acciones de comunicación que se implementaron en algún momento con la Revolución, así como las directrices educativas. El principio de educar todo el tiempo al individuo en la idea de que el arte es un valor que puede consumir cualquiera ha favorecido la formación de muchísimos artistas.
«La promoción de las artes visuales como un producto cultural que puede ser apreciado no únicamente por élites, sino por la masa de pueblo, ha sido una constante en el evento. Por ejemplo, en la Segunda Bienal de La Habana (1986), Julio Leparc realizó una escultura interactiva en colaboración con la comunidad, algo que para entonces fue totalmente revolucionario.
«En la documentación recopilada sobre estas primeras bienales, vemos en las exposiciones muchas formas de arte casi popular, consideradas hoy formas de arte visual contemporáneo que se exhiben en los grandes museos y guardan relación con las identidades de estos pueblos; lo que hoy llamamos sur global, pero que, entonces, se entendía como tercer mundo, que son culturas ancestrales. De alguna manera, el primer gran evento que lo mostró como arte contemporáneo fue precisamente la Bienal de la Habana.
«Con respecto a las comunidades, no nos interesa únicamente trabajar con ellas, sino que el arte vaya a la gente. En este sentido, consideramos que la forma más inteligente de llevar el arte a las personas no es colocando una escultura en un lugar público como hizo Julio de Le Parc en 1986, sino involucrando a la comunidad que rodea el lugar y hacerla partícipe de la creación, la construcción y posterior cuidado y disfrute de las obras.
«Es por ello que nos acercamos a los proyectos comunitarios y socioculturales que desarrollan. Creemos que la forma más eficiente de ejercer o diseñar una estrategia de mediación desde la institución de arte es involucrando dichas comunidades en la creación, disfrute y después el cuidado, como ya he mencionado».
LAC: El hecho de que sea el aniversario 40 de la bienal representa un reto para nosotros. Cómo desarrollar la bienal en medio de las celebraciones por un aniversario y qué hacer, más allá de una exposición retrospectiva; porque, además, esto ya se había realizado en el año correspondiente al 30 aniversario.
«Fue entonces cuando consideramos que la mejor forma de homenaje consistiría en revisar los temas, y más que esto, las estrategias, la manera cómo había funcionado y por qué, en un momento determinado de la historia, representó un cambio dentro de la concepción del sistema bienal a nivel internacional. Hoy se le debe en gran medida a la Bienal de La Habana que haya todas esas bienales que han salido de los espacios del arte y han ido a trabajar con colectivos.
«Esto tiene mucho que ver con esa idea que comentábamos de relacionarla con la comunidad, entendida esta en un sentido amplio, no limitada al concepto de barrio, sino en lo que se refiere a lo transdisciplinar, que no solo te permite interactuar con gente del gremio artístico, sino también involucrar a científicos o personas que aparentemente no tienen relación con el circuito del arte.
«Buscamos, sobre todo, que exista una interacción con las piezas y, especialmente, que cuando lleguemos a un lugar, el objeto artístico (entiéndase “la obra”) no “aterrice” como un ovni caído del cielo, sin ninguna relación con el sitio, sino que se tomen en cuenta las características de ese espacio donde se quiere exhibir, más allá de que no forme parte de tu circuito o sistema; considerar los intereses de las personas que están ahí y que realmente tú respondas con eso.
«Por otra parte, cuando hablábamos de horizontes compartidos, nos referíamos a nuestro interés en mostrar que tenemos un horizonte entre esto, que se considera alta cultura de alguna forma, y otras personas que tal vez no tienen una formación en arte y que no asistirían a un museo o una galería, porque lo consideran fuera de su rango de intereses.
«Siguiendo esa línea de pensamiento, nosotros no estamos pidiendo que vengan a nosotros, sino que estamos yendo y preguntando qué necesitas aquí, cuáles son tus intereses, cuáles los problemas que hay y cómo nosotros, desde el arte, podemos poner ahí ,quizá, no una solución, pero sí ofrecer una mirada o una perspectiva diferente a situaciones comunes.
«También es un homenaje al evento en sí aunque no se declare de manera explícita ni siempre resulte evidente—, algo que no pasará desapercibido para los conocedores, quienes notarán un vínculo histórico con ediciones precedentes. Esta “voluntad” de intercambio no es algo traído a la fuerza ni una cuestión de moda, responde justamente a una revisión de la historia del evento, lo que nos ratifica que este es uno de los caminos que nos interesa mantener, por su importancia.
«Creo que cuando llegamos a un momento de giro, donde debemos repensar nuestro evento, qué queremos en el futuro, yo diría que mi deseo es realizar acciones enfocadas en este tipo de arte; sin menospreciar ningún otro, pero, desde mi posición, pienso que eso es lo que más aporta, lo que más puede expresar en nuestro contexto, lo que más se puede hacer».
—Es Bienal de La Habana; sin embargo, se extiende a otras provincias como Matanzas con Ríos Intermitentes, San Antonio de los Baños con la Fundación Ariguanabo, entre otros. ¿En esta edición piensan hacer lo mismo?
—NRA: Bienal de La Habana es una marca que debemos utilizar de todas maneras, lo mismo sucede con lo relativo a la periodicidad del evento. Aunque fue a partir del 2019 que la Bienal se estableció oficialmente con proyectos en provincia, ya desde la segunda edición los habíamos llevado a cabo.
«En Cuba la mayor parte de los artistas reconocidos ni siquiera son de La Habana, vienen de otra provincia y en algún momento se establecen acá. Muchos llegan para estudiar en el Instituto Superior de Artes (ISA) y después se quedan. Esto les permite tener acceso a una audiencia internacional con más facilidad que si se mantuvieran en sus provincias; facilita el trabajo, la difusión, el intercambio de conocimiento, etcétera. No obstante, hay otros que se resisten a abandonar totalmente sus lugares de origen y también nos debemos a ellos y a su público.
«Este fenómeno es algo que se ha aprovechado muy bien desde 2019 con proyectos como Ríos Intermitentes, los proyectos en Cienfuegos, Trinidad, Sancti Spíritus, Pinar del Río con “Farmacia”, entre otros. Nos parece muy bien que, aunque sea conocido el evento como Bienal de La Habana, no se limite únicamente al espacio geográfico de la capital, porque al final esta ciudad es el centro político de toda la Isla y de todas las provincias, y como bien dice un eslogan: es “la capital de todos los cubanos”. Está bien que la Bienal de la Habana esté en todas las provincias, pues, al final, es la bienal de todos los cubanos».
LAC: En 2019 se comenzó a valorar la idea de dar visibilidad a proyectos que estaban desarrollándose y dinamizando la escena artística en provincia. Pero, ¿cómo hacer esto sin atentar contra el desarrollo del lugar donde habían surgido? Esta idea se convirtió en una suerte de desafío y tuvo un resultado muy positivo, que ha sido una ganancia de la bienal. El hecho de que a María Magdalena se le haya ocurrido empezar con Ríos Intermitentes, justamente pensando en que no se vaya la gente de Matanzas.
«Nuestro objetivo primario era que los artistas no sintieran que todos debían venir hacia La Habana, porque representaba en “teoría” el único lugar donde ganarían visibilidad y donde podrían desarrollar sus carreras. Nosotros queríamos que se viera como una realidad el que Cuba tuviera diferentes puntos culturales, y que no toda la vida artística se limitara a La Habana.
«Para demostrar esto decidimos no invitar a artistas de otras provincias a que expusieran acá, con lo cual resultó evidente que también suceden cosas interesantes y existen creadores valiosos fuera de la capital. Esto significó también un reto y una motivación para los representantes de cada provincia involucrada, quienes tuvieron que gestar propuestas que estuviesen a la altura de un evento como la bienal. Ahora mismo, por ejemplo, estamos muy contentos y sorprendidos con la propuesta que nos presentó Holguín.
«Ellos repensaron completamente el tipo de arte, así como el modelo de proyecto que estaban haciendo, y vinieron con una iniciativa totalmente consecuente con lo que nosotros teníamos en mente y con nuestros intereses. Creo que todo esto es lo que ayuda a los territorios, más allá de la ciudad, y lo que ayuda en general al arte cubano. Este hecho contribuye a aumentar el interés en el país y brinda motivos adicionales para visitarlo».
Obra Nube de madera, del escultor alemán Martin Steinert.
Foto: Adrián Garrido.
—Hablemos de las colaterales, paralelas, laterales y convergentes, ¿cómo van a funcionar este año?
NRA: Las colaterales pasaron a ser dirigidas por el colectivo de curadores del Centro de Desarrollo de las Artes Visuales desde ediciones tempranas. La función de este equipo es explorar la creación de las artes visuales en todo el país, tanto la creación emergente como la nacional, y por supuesto, organizar el Salón Nacional de Arte Contemporáneo. Toda esta labor contribuye a que estén más preparados y tengan una relación más directa con los artistas y proyectos que puedan ocupar el espacio de las colaterales. Establecer un vínculo entre ambas partes fue algo que pensé desde el inicio de mis funciones como director de la bienal.
«En el caso de la 14, surgió esta idea de las tres experiencias; después de la primera que consideramos el preámbulo, y se materializó con una exposición en el Centro Wifredo Lam y el evento teórico pudimos organizar una segunda experiencia a la que llamamos “La Habana de la Bienal”, que incluyó todas esas exposiciones y manifestaciones de las visuales que normalmente ocupaban el espacio de lo que se conocía como colaterales, y que podían, de alguna manera, formar parte del evento, en esta experiencia particular de lo que es la producción nacional, sumada a los proyectos especiales que incorporamos a la bienal.
«Ahora, de cara a la 15ta. Bienal que presenta otras características, tenemos un volumen de trabajo muy grande. Como no es una bienal con una extensión de seis meses y todo lo que ello acarrea, no tenía mucho sentido incorporar las colaterales como parte del evento en sí, como hicimos en la anterior. Fue entonces que tomamos la decisión de explorar otras formas de verlo, y emplear términos como “paralelo” o “lateral”. Al conversar con el equipo de curadores, llegamos a esta variedad de terminologías: eventos colaterales, laterales, paralelos, convergentes.
«Toda esta pluralidad tiene que ver con nuestro interés en mostrar que lo que acontece fuera del eje curatorial de la bienal también contribuye a la riqueza del evento en sí. Es importante resaltar, y hago énfasis en ello, que esas muestras no son únicamente un espacio destinado a los artistas “rezagados” que no formaron parte de la nómina de la bienal por no haber sido invitados, ya que esta no es la forma correcta de interpretarlo.
«Los invitados a la parte de la nómina de la bienal están, sobre todo, porque sus obras y el desarrollo de sus carreras coinciden de alguna manera con los intereses conceptuales e ideoésteticos de esa edición particular, pero no es un juicio de valor. Puede haber artistas de muchísima valía con obras muy relevantes que no guarden relación alguna con el tema que la bienal está tratando en una edición en particular. El hecho de que una persona, reitero, tenga una muestra colateral, paralela o lateral al evento en el tiempo de la bienal, no significa que sea una exposición menor».
LAC: Nosotros no lográbamos llegar a un consenso, y lanzamos todos esos términos, pero ninguno nos parecía lo suficientemente bueno como para competir con el resto. Ante esta disyuntiva, decidimos dejarlos todos y que la personas se sintieran en la libertad de llamarla como quisieran. Porque lo importante no es el nombre o título que se le da a estas acciones, sino su función de complementar el propio evento. Esta es una de las plataformas que tiene también el arte cubano para mostrarse desde Cuba hacia el mundo.
«Es válido precisar que la explicación de los términos sí habla de intereses relacionados con el evento: de cómo podían cruzarse con las líneas conceptuales; porque ahora mismo a nosotros nos pasa que los principales temas propuestos dentro de la bienal son como maneras de hacer arte, no son las fundamentales ni las predominantes dentro del arte cubano, pero nos interesa marcarlas a pesar de esto, porque nos importa y creemos que es un buen camino para el arte contemporáneo cubano. Entonces, estaba la opción de las convergentes. Es decir, un poco apelar a que la gente empiece a pensar en otro tipo de procesos y salga de su espacio, de su zona de confort».
NRA: Es también un horizonte compartido. El horizonte de la creación, la visibilidad de las obras, los artistas cubanos en el espacio de la bienal.