Andoni Baserrigorri entrevista a Alethia, cubana residente en Euskal Herria y que se formó y estudió en la URSS
Andoni Baserrigorri
Haize Gorriak
Alethia es una ciudadana cubana que reside en Euskal Herria desde hace 30 de años, manteniendo como referencia su Cuba revolucionaria. La hemos conocido a través de redes sociales y nos ha fascinado su historia. Alethia se formó en la Unión Soviética. Este hecho es el que nos empuja a hacerle una serie de preguntas sobre su experiencia en la URSS.
Alethia, lo primero eskerrik asko, por el tiempo que nos vas a conceder con esta pequeña entrevista y por compartir tu experiencia en la URSS. La primera pregunta… ¿Como que una joven cubana aterriza en la URSS? ¿Cómo se pudo dar esta circunstancia?
Ante todo gracias a ti por regalarme un hueco en tu blog para conversar sobre mi experiencia en la URSS, algo que haré por primera vez, pero lo haré muy a gusto.
Me gustaría aclarar que mi nombre no es Alethia, pero es un nombre de origen mitológico que siempre me gustó mucho y está muy relacionado con mi manera ir por la vida, mis aspiraciones, mis sueños…
¿Que cómo aterricé en la URSS? Pues mira, muy fácil, como lo era prácticamente todo en mis tiempos en relación con los estudios en mi país. Yo realmente llevaba la idea de la Medicina, el Derecho, o el Periodismo, en la cabeza y por supuesto en Cuba, que en aquellos años 80 vivía sus mejores momentos desde mi punto de vista. Justo en el penúltimo año de bachillerato, comenzó la formación de médicos a lo grande en Cuba. Muchos de mis excompañeros/as de estudios eligieron esa carrera y yo estuve a punto. Fue mi madre la que me dio el puntillazo con la URSS en un fin de semana en casa. Era de esas comunistas sin carnet que admiraba ese país, mucho. Yo era hija única, y ya sabes, somos “victimas” (en el mejor sentido) de los sueños de nuestros progenitores. Le dije que sí, pero hice trampa porque en primera opción puse Periodismo en la RDA. En segunda puse Filosofía y Ciencias Sociales, en la URSS.
Le dieron Periodismo (solo había una plaza) a una excompañera y a mí, pues la segunda opción. Hoy doy gracias infinitas por esa especie de suerte. Creo que la RDA habría sido también una gran experiencia, pero desde luego…la URSS fue y sigue siendo la patria de la Gran Revolución Socialista de Octubre y eso ha dejado una huella profunda y eterna.
Así que, y, para resumir, después de un año de residencia y aprendizaje del idioma ruso en la Facultad de Idiomas de Siboney, Ciudad Habana (un antiguo reparto residencial de antes de la revolución) un 26 de julio de 1981, recién cumplidos los 20, mi madre fue a despedirme al Puerto de la Habana, a lagrima viva, por el cúmulo de emociones (que también tenía yo). También estuvo mi pareja de entonces con ella. Siempre he sido de grandes decisiones, pero esa ha sido la más grande de todas.
Me cuentas un poco sobre el viaje, la llegada a aquel inmenso país, los inicios…
Salí en el barco , o sea, “Rusia” en español. Era enorme, más aún para todos nosotros que jamás habíamos subido a nada que no fueran nuestras incapturables guaguas. Fue el último viaje de ese barco de los tiempos de la IIGM, retocado para estos viajes, y ya habia hecho unos cuantos.
El viaje a través del Atlántico hasta Odessa duró 23 días. Fue algo extraordinario porque la tripulación soviética nos atendió de maravilla y la relación con ellos fue respetuosa, pero a la vez distendida. No creas que idealizo. La relación con los soviéticos era muy fácil, siempre lo fue.
Teníamos las tres comidas servidas en un inmenso comedor al que entrabamos por tandas. Piscina, salón de baile, salón de juegos. La última noche preparamos una rueda de casino para la tripulación y se unió el capitán. Todo lo recuerdo como si hubiese sido ayer.
La primera parada para repostar fue en Las Palmas. Y allí sucedió algo muy emocionante. Militantes comunistas fueron al puerto a saludarnos. Imagínate, soviéticos y cubanos juntos. Nos decían desde abajo que “ya estaban legalizados” con mucha alegría, te hablo del año 81. Nos lanzaban caramelos y estuvieron clavados ahí todo el día hasta que el barco partió. Nos turnábamos para “conversar” con ellos, casi a gritos. Me emociona mucho, muchísimo, el recuerdo de verlos hasta el último momento diciendo adiós, algunos con el puño en alto, deseándonos a gritos éxitos en los estudios, gritando vivas a la Revolución Cubana y hurras a la Unión Soviética. Jamás puede imaginar que viviría la triste experiencia de un comunismo tan dividido en este este país, pero bueno, ese es otro asunto.
Luego el paso por Grecia, Turquía…hasta Odessa. Allí estuvimos viviendo dos meses mientras nos distribuían por las respectivas republicas y universidades, así que esa ciudad la conocí muy bien.
Estudié los 2 primeros años en Alma-Atá, antigua capital de Kazajstán. El complejo universitario estaba en reciente construcción y ampliación. Como extranjeros solo estábamos cubanos y afganos. Unas mujeres afganas que no tenían absolutamente nada que ver con las imágenes de ahora. Algunas vivían con sus parejas. Todos estudiaban Economía Política, en Filosofía no había ninguno, pero la residencia estudiantil era la misma para todos, incluidos kazajos de otras ciudades.
Para los exámenes se unían a estudiar cubanos y afganos de Economía Política en los salones de estudios. Ellos ponían el té y muchas veces, la mayoría, su comida, que nos encantaba. Es algo extraordinario cuando te relacionas libre de prejuicios, a pesar diferencias culturales y religiosas. Eso lo propiciaba el socialismo.
En Alma Atá trabajé sustituyendo vacaciones en fábricas de zapatos y tela para poder conocer las repúblicas del entorno y tambien viajar en tren hasta Kiev donde estudiaban amigas y amigos de la facultad preparatoria en Cuba. Eso que cuentan que paraban a hacer estiramientos y luego al almuerzo es muy cierto. Nadie se podía quedar en su puesto de trabajo trabajando, había que salir fuera del recinto, las máquinas se paraban.
Como estudiante recibíamos un estipendio (beca) de 90 rublos mensuales solo para comida y extras, como libros (aunque las bibliotecas tenían todo lo que necesitábamos) cine, teatros. El alojamiento era gratuito, los consumos tambien. En las fábricas de verano cobrábamos unos 120 rublos, para que tengas una idea.
Cuando terminé el segundo curso, me trasladaron a Minsk, Bielorrusia. Desde Minsk viajé varias veces a Moscú, Kiev, Leningrado (en todas estas ciudades tenía amigas y amigos). Las repúblicas bálticas solo las visité una vez.
¿Nos podrías comentar algo del trato con el resto de estudiantes también en Bielorrusia?
Antes te he comentando un poco del trato con los estudiantes afganos en Kazajstán que eran los únicos extranjeros además de nosotros. Fueron dos años de mucha cordialidad. A esos ya no volví a verlos porque no regresé nunca más a Alma-Atá pero cuando me escribían mis amigas que quedaron allí siempre me enviaban sus saludos.
En Minsk sí que había estudiantes de muchos países del mundo. Los cubanos siempre éramos mayoría. De algunos países había un grupo, y de otros uno solo. Con afganos, yemeníes, etíopes nuestra relación era lo máximo. Admiraban con total sinceridad a Fidel y a la Revolución Cubana y es que mi país estaba, de una manera u otra presente en todos esos países. Aquella experiencia intercultural en la que estaban incluidos los soviéticos me facilitó ir por la vida con la mente abierta, desprejuiciada, algo que he transmitido a mis hijos.
Los griegos, que eran casi todos del partido comunista, tambien tenían una relación muy estrecha con nosotros.
El mejor amigo extranjero fue Musaid Ceyfulad, yemení. Más que amigo, hermano. Era de Adén. Tantas veces me he preguntado que habrá sido de él y del resto, con quienes también nos relacionábamos. Después del regreso a Cuba, el regresó a Yemen. Tenía su dirección, pero mi vida al regreso fue agitada y triste y ya después la perdí. He pensado varias veces escribir al consulado, pero no creo que esté bien ocuparles con esto, bastante han tenido. Facebook no tengo ni creo que él tenga tampoco.
La URSS me valió para conocer el país, su gente, admirarles, pero tambien para admirar a otras personas de otros países, y a mi Cuba, tan querida ella, el doble.
Recuerdo una vez que viajé sola a Moscú y mis compañeros de viaje, por pura casualidad, fueron un iraquí y un iraní que entonces estaban en guerra. No niego que de entrada fue una situación incómoda. Era un cubículo con camas y allí no había para donde tirar. Yo era militante de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) y estaba al día de lo que había detrás de esa guerra, que es lo mismo que hay detrás de la mayoría de ellas después de la IIGM: Estados Unidos. Bueno, la cuestión fue que aquellas dos personas de países enfrentados admiraban por igual a Cuba y gracias a esa admiración el viaje de 12 horas transcurrió con normalidad y en ambiente muy agradable, ni siquiera dormimos. Uno estudiaba Derecho Internacional y el otro Medicina en Moscú y habían ido a visitar amigos en Minsk cada uno por su lado. Nos unió Cuba y la Unión Soviética. Fue muy fácil echarle la culpa de todo a Estados Unidos porque, además, no mentíamos.
Con los polacos, sin embargo, y siendo parte del campo socialista, no había buena sintonía. Polonia ya venía entonces poniendo su grano de arena a lo que sucedió después y como militantes estábamos al día. Destaca que teniendo fronteras solo eran cuatro gatos (literal) en nuestra universidad, y no se hacían querer, la verdad. Los del Báltico, lo mismo. Y pasó el tiempo y pasó y mira tú, parece que los del problema no éramos nosotros.
El cambio cultural sería tremendo, lo digo porque personalmente conocí la URSS y también tu patria, Cuba.
Personalmente me costó más el cambio climático que el cultural. Para una caribeña los -20º pueden llegar a ser deprimentes si se mantienen mucho tiempo. Llegué a odiar la nieve.
Por lo demás, creo que somos uno de los pueblos que más se adapta a los cambios, quizás porque hemos vivido en los cambios, a veces diarios. Nuestra mentalidad cubana siempre ha sido muy abierta. No conocí a nadie que quisiera irse de allá, todo lo contrario, algunos se quedaron, hicieron familias. Además, no fue un cambio brusco. En Cuba trabajaban soviéticos que lo hacían sin ocupar nuestras calles como hacen los yanquis cuando prestan su “ayuda”. Nuestras profesoras soviéticas de la preparatoria nos prepararon en todos los sentidos para ese futuro cambio.
Una de las cosas de las que nos hablaban era de que la URSS era un país de mucha diversidad cultural y lingüística, aunque el idioma común fuera el ruso. En Kazajstán se hablaba en kazajo entre los kazajos, incluso entre estudiantes y profesores fuera de clase. En Bielorrusia eso no ocurría. Los kazajos eran más extrovertidos que los bielorrusos, que eran más comedidos
Cuando conversábamos en el barco de regreso de vacaciones sobre las repúblicas donde estudiábamos confrontábamos esas diferencias culturales que pueden existir en cualquier país del mundo pero que no se gestionan de igual manera en capitalismo que en el socialismo. Aquí se busca lo que separa. Allá se buscaba lo que unía.
También depende de cada persona, por supuesto. Algunos lo pasaron mal con el tipo de comida desde el barco. En mi caso tengo un paladar bendito.
Lo cierto es que los soviéticos disfrutaban con nuestra presencia, siempre lo sentí así. El idioma no era barrera porque lo estudiamos un año antes. En la universidad todo era en ruso y por supuesto costaba un poco el primer año porque tienes que conocer el lenguaje técnico de tus asignaturas, pero después era pan comido.
En Kazajstán me fui con una compañera de fabrica kazaja a casa de sus padres a pocos kilómetros de Mongolia. Hablaban poco el ruso pero aquellas personas que me cocinaron cosas que jamás había comido me hicieron sentir tan a gusto que después de tantos años muchas veces me vienen a la cabeza. Los padres tenían un gran sentido del humor y es curioso como los mismos chistes, los mismos refranes, con otros retoques le dan la vuelta al mundo y unen.
De la disciplina del cubano a la del soviético medio había como de la noche al día. Para nadie es secreto como nos tomamos las cosas, y menos mal. Pero los soviéticos tenían las condiciones para ser puntuales, y lo eran. Para los cubanos es literalmente imposible ser puntuales, y eso es algo que cuesta educar aun cuando tienes, en otras circunstancias, las condiciones para serlo. Lo de pagar cuando subíamos a cualquier medio de transporte urbano era película. A nuestras guaguas se sube por donde las pillas y se pasa luego el dinero al chofer, o no. Eso allí era casi impensable. Siempre había una babuska que te lanzaba, de entrada, fuego por los ojos, y si no te llegaba el mensaje, se paraba y te lo decía. Todos eran vigilantes de lo de todos porque, a fin de cuentas, ese dinero no iba a manos privadas.
No sé aun en que tiempo estuviste en la URSS, ni cuando en Cuba, pero posiblemente haya diferencias entre la URSS que viví y la Cuba que dejé y las que tú conociste. En una década, o menos, todo puede cambiar mucho y te puedo poner como ejemplo este país en el que vivo ahora desde hace 30 años.
Coméntanos un poco… ¿Como funcionaba el sistema educativo soviético? ¿Fue difícil la adaptación? ¿El trato era profesional o habia una implicación en pos de conseguir unas personas concienciadas con la sociedad socialista?
Como te comenté, antes de partir a la URSS estuvimos un año en Cuba entrenados por profesores soviéticos. En Cuba dimos desde Historia y Geografía de la URSS hasta la manera de examinar mediante boletas bocabajo con preguntas aleatorias de una extensa guía de preguntas.
Había mucho respeto al profesorado, pero eso lo aprendimos desde Cuba. Era respeto, no miedo. Unos eran mejores profesores que otros. Unos eran más sociables que otros. A algunas clases podíamos faltar, a otras ni ocurrirse. Pero lo importante era que cuando te sentaras delante de ellos, a defender tu boleta, demostraras haber estudiado porque no era nada fácil inventar numeritos. Y siempre existía la posibilidad de si te tocaba la pregunta cabrona, te hicieran otra, u otras. Es lo positivo que veo que esa manera de examinar. No existían los exámenes tipo test, si acaso alguna pregunta
Pero una cosa sí te puedo decir, la calidad del profesorado era indiscutible.
Las calificaciones iban del 1 al 5. Ahora creo que en Bielorrusia se utiliza la del 1 al 10.
Tenían todo el derecho del mundo a exigir conocimiento porque ellos los daban.
¿Que si se copiaba? El caso es que si alguien copiaba tenías, de todas, todas, que sentarse, sí o sí, a defender con tus palabras y sin leer, tus respuestas. Había más interés en aprender que en copiar, quizás por eso la calidad de los profesionales era tan alta.
Había que leer mucho y por supuesto estaba el típico catedrático que quería que estudiaras por sus publicaciones, eso no falla en ninguna parte, pero los libros eran generalmente fumables.
En cuanto a la concienciación socialista esos valores se cultivan desde la niñez así que cuando llegan a la universidad el camino está hecho. Y fíjate que no, el dale que te pego de hablar a todas horas de “capitalismo malo, socialismo bueno” y comer el coco a los estudiantes no lo viví nunca.
Siempre he dicho que gastan más tiempo los anticomunistas contra el socialismo que lo que se gastaba en la URSS o Cuba contra el capitalismo. De hecho, pienso que tenían que haber hablado más, porque uno llega a estos países capitalistas prácticamente en pañales, incluso teniendo formación al respecto.
Presumían de sus logros, eso sí, pero el 90% de su tiempo no lo invertían en criticar al capitalismo sino en diferenciarse de él.
Te codeaste con gente joven, con estudiantes ¿Qué grado de fidelidad al proyecto socialista que representaba la URSS percibiste en estas personas?
Me parece una pregunta muy interesante porque no, no todos los que estudiaban allí tenía el mismo grado de fidelidad al proyecto socialista, incluso algunos no tenían ninguna fidelidad al proyecto.
Los estudiantes iban a estudiar y conocer la URSS, no a formarlos para hacer revoluciones de colores. Los soviéticos sabían que no hay mejor manera de predicar que el propio ejemplo, por tanto, allí había estudiantes hasta de países capitalistas.
Comenzando por Cuba, no todos eran militantes de la Unión de Jóvenes Comunistas. Eso sí, era la UJC la que, ante cualquiera indisciplina grave, conflicto con soviéticos o de otros países, tomaba las medidas pertinentes. No recuerdo nada más que una expulsión, pero era un caso reincidente y sin ninguna implicación en los estudios. Nuestra fidelidad al proyecto socialista era incuestionable.
Los griegos tenían una grandísima implicación. Había mucha seriedad en sus ideas y comportamiento.
Los afganos, los yemeníes, al menos los que yo conocí tenían tambien sus organizaciones políticas. Se reunían y tomas sus medidas. Eran respetuosos con el proyecto socialista soviético, pero por supuesto eran conscientes de que aquello no podía ser una copia y pega en sus países. Los afganos en su mayoría en seguidores de Najibulá, sin ser presidente, y en el 86 pegaban saltos de alegría. Justo ese año regresé a Cuba.
En el caso de los africanos, había de todo. Desde los etíopes, a muerte con los soviéticos (y ni te cuento con Cuba) o el hijo de un rey, príncipe de algún país (no quiero mencionar ninguno) que le importaba un bledo el proyecto socialista, vivía a cuerpo de rey, pero se llevaba bien con todos y sacaba los estudios por los pelos.
Dentro de los latinoamericanos el trotskismo era predominante y creo que hasta el día de hoy. Algunos iban con becas de sus respectivos partidos comunistas, pero no perdían una oportunidad para criticar el proyecto socialista soviético en algo. Solíamos tener debates con ellos, pero eran bastante insistentes. Por supuesto, tambien con sus honrosas excepciones.
Antes ya te hablé de los polacos. También había checos, nada que objetar. Búlgaros, lo mismo.
¿Cómo viviste aquella etapa tan significativa del 81 al 86 en la URSS?
Pues primero con mucha confusión y luego, ya en Cuba, con mucha rabia, cuando se fueron sucediendo las cosas con perfecta claridad, no solo en la URSS, también en el resto del campo socialista. Una rabia que todavía dura.
No estuvimos equivocados quienes vimos algo sin saber qué era. Incluso algunos de nuestros profesores estaban un poco en shock. Una fue mi tutora de tesis.
Hasta ese momento pensábamos que la cosa no iba a ir más allá de la traición polaca y que la URSS era indestructible, como el resto del campo socialista.
Luego sucedió los de Chernóbil un mes antes de mi regreso definitivo.
Por todo esto te comenté antes que mi regreso a Cuba fue triste. Esto sumado a la muerte por cáncer de mama de mi madre del que no me quiso decirme nada porque estaba en el último año de la carrera, ha sido el batacazo más grande que he recibido.
Estaba fuera Twitter descansando por un año y no me enteré hasta mucho después de la muerte del traidor Gorbachov. Celebrarlo con una copa ya no tenía sentido porque el daño estaba hecho hacía rato, pero…qué quieres que te diga, no lo lamenté.
Has vuelto a Bielorrusia?
Sí, en 2018 con mi hija, que lo deseaba mucho. Fue un viaje solo de 5 días porque no tenía el pasaporte cubano actualizado con el que habría podido estar más tiempo. Tampoco mi hija a la que le solicité la nacionalidad cubana por derecho desde muy pequeña. Pero el viaje lo aprovechamos al máximo porque, aunque la ciudad ha cambiado mucho la zona del centro donde yo residía cuando estudiaba era prácticamente la misma. Fuimos a la universidad V.I. Lenin. Yo llevaba mi diploma y lo presenté para dar más confianza. Dije que quería recuperar mi tesis, pero en el departamento me dijeron que solo se guardaban por cinco años. Luego me permitieron recorrer planta baja y jardines. No llegué en el mejor momento porque estaban llenos los pasillos de jóvenes haciendo las matriculaciones para el siguiente curso, pero me atendieron muy bien y sentí mucha nostalgia. Le enseñaba a mi hija desde debajo de que lado estaba mi aula principal, etc.
Fuimos al museo de la Gran Guerra Patria y a los principales monumentos. También al correo principal desde donde le enviaba mis decenas de cartas escritas a mi madre.
No deseo abusar de tu confianza, vamos a ir terminando…Una última pregunta… ¿Qué valoración sacaste de la URSS desde tu perspectiva de una joven estudiante cubana?
Mira, como dices, era una joven estudiante. Estudié, pero a la vez disfruté de aquel país como disfruta y debe disfrutar cualquier joven de aquella edad, pero bajo las condiciones del socialismo soviético: sin miedo a esto, aquello, o lo otro. Eso no tiene precio.
Se que otro mundo es posible porque lo viví. Ese miedo subyacente con el que he criado a mis hijos no lo tuvo mi madre. Ojalá aquí un día, pero queda camino por recorrer.
Pues nada más…un gustazo haberte conocido, aunque sea en redes sociales y una satisfacción ver que aunque llevas lejos de Cuba, sigues con tu fidelidad a Fidel, a Cuba y a su revolución.
Gracias otra vez a ti. Sí, mi fidelidad a la Revolución Cubana es incondicional. Ni siquiera voy a cuestionarla por los errores que se puedan haber cometido porque es imposible que una revolución como la cubana, bajo presión constante, no cometa errores en más de 60 años. Lo principal es que hasta ahora ningún traidor nos ha puesto a los pies del imperialismo yanqui.