Ayala (a la izquierda) en Adorable Mentira, uno de los mejores espectáculos del grupo, con Yasnai Crespo y Miguel Moreno. Autor: Tomada del perfil de facebook del artista.
Komotú, sin perder la perspectiva
Desde su Guantánamo natal, el grupo Komotú ha hecho del humor basado en la sátira social su mejor carta de presentación durante tres décadas, y es hoy de los más reconocidos y laureados en el panorama de las artes escénicas y la cultura nacional. A propósito de este importante aniversario, Juventud Rebelde conversa con Alexis Ayala, director del proyecto
Juventud Rebelde
Seguimos en jornadas de celebraciones en el ámbito de la cultura nacional, ya sea por el recién concluido 10mo. Congreso de la Uneac, el 28vo. Festival Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso o por el buen humor cubano que festeja sus primeras tres décadas de haberse alojado oficialmente en el Centro Promotor. Y si de humor hablamos, también conmemora 30 años de fundado, en su Guantánamo natal, el reconocido y laureado grupo Komotú.
A propósito de este importante aniversario, Juventud Rebelde conversa con Alexis Ayala, director de este proyecto nacido un 17 de septiembre de 1994. Desde entonces, no han parado de hacer reír y reflexionar a nuestro pueblo.
Komotú se funda por el deseo y la necesidad que teníamos de hacer un trabajo de humor más elaborado, continuación de lo que veníamos realizando en agrupaciones anteriores como aficionados —rememora Ayala, que siempre sonríe, pero se toma muy en serio todo lo relacionado con su proyecto de vida.
«Jorge Luis Vega, que fue el primer director, fundador y promotor del grupo; yo, que recién me graduaba, y Miguel Moreno, que entró unos meses más tarde, todos dedicados a otras ocupaciones profesionales, teníamos esa inquietud de hacer humor y así empezamos, sin soñar siquiera que el grupo llegaría a mantenerse tantos años.
«Nos buscamos por referencias y recomendaciones de amigos del trabajo. Luego vendría Yasnai Ricardo, que se incorporó en el año 1998, cuando ya el grupo había participado en festivales nacionales y tenía algunos reconocimientos».
—Komotú se caracteriza por un humor mordaz que han mantenido siempre. ¿Cómo han podido conservar el sello de calidad?
—Lo primero es tener total confianza en lo que hacemos, todo siempre tienen que funcionar. Lo otro es nuestra manera de analizar el trabajo. Primero el guion, mayormente escrito por Miguel Moreno, que colegiamos entre todos y hacemos las correcciones necesarias. Luego está el estudio de cada función que realizamos. Es algo bastante empírico, que hacemos, especialmente, Migue y yo, para saber qué gustó, qué no gustó. Tenemos una manera de hacer, centrada principalmente en el chiste verbal y en la actuación. Ambas cosas movidas por el espíritu creador de Miguelito. Manera que, lógicamente, él ha ido perfeccionando con el trabajo de tantos años dentro y fuera del grupo, y que el resto ha ido asimilando y adaptando a sus potencialidades como actor. Es más fácil cuando tienes una persona que puede construir una historia, fabricar el chiste, encontrar los resortes que logran provocar la risa inmediata.
«Es importante tener la humildad para irte adaptando a los cambios en la forma de expresión a través de los años. Adaptarte a los diversos públicos, con diferentes edades, intereses, lugares de procedencia, niveles académicos y culturales. Lo demás es luchar por mantener esa esencia. Todo eso requiere de mucha perseverancia, sacrificio y disciplina. También lleva como ingrediente una tajada de esfuerzo, de superación y por ahí se llega al menos a un resultado cercano al que esperamos».
—El grupo ha tenido otros integrantes e invitados, pero conserva su composición distintiva de Yasnai, Miguel y tú. ¿Qué estimula esa permanencia, entrega y sentido de pertenencia?
—No perder el amor al proyecto es vital para querer ser siempre parte de él. Con tantos años de trabajo juntos ya somos una familia. No hay un pacto de sangre, pero sí mucha empatía y conocimiento de uno a otro. Eso facilita el trabajo y las relaciones interpersonales. Conviertes al grupo en un hogar y vayas a donde vayas, siempre intentarás regresar adonde te sientes seguro y plenamente a gusto. —¿Cómo enfrentan y defienden ustedes hacer humor desde su Guantánamo natal, a sabiendas de que hay posibilidades de un mayor desarrollo en La Habana?
—Desde un principio comprendimos que una de las maneras más gratificantes de alimentar nuestra creación es el aplauso del público. Dedicamos buena parte del tiempo y recursos en la promoción del trabajo: volantes, carteles, notas a la prensa, apariciones en los programas del telecentro y la radio, el uso de la promoción electrónica a través de correos y en las redes sociales. Todo tipo de formas de promoción a nuestro alcance.
«Establecimos las relaciones con el Centro Promotor del Humor casi desde su fundación y pudimos participar en los festivales Aquelarre. Eso nos dio la posibilidad de que se viera el trabajo que estábamos haciendo en Guantánamo y se abrieran otras puertas en la capital. Ese mismo reconocimiento hizo que el público guantanamero se interesara muy pronto en nuestro trabajo. Mantenernos con una creación variada y atractiva ayudó mucho. Ahora, a través de los años, ya existe este público que nos sigue con una fidelidad asombrosa y que facilita nuestro trabajo.
«A veces hemos pensado que estar en Guantánamo no nos ha permitido ampliar la obra del grupo por la lejanía de la dinámica de trabajo que se vive en la capital, pero es un placer, y un mérito (sin medallas), haber estado todos estos años en el gusto popular del país, pero especialmente del lugar donde nacimos».
—Muchos piensan que el director de Komotú es Miguel Moreno, de hecho, él, con su personaje de La Llave, es el más mediático de los integrantes. ¿Afecta esta condición la estructura, vida interna y creativa del grupo?
—No afecta en nada. Migue es, de hecho, el verdadero director (internamente) de la agrupación. Que yo sea, por designación, el director en plantilla, no cambia la dinámica del proyecto. Siempre digo que soy una especie de director administrativo. Migue es el que escribe y dirige las obras; si vamos a repartir cargos, él vendría siendo el director artístico. Siempre ha sido así, sobre todo, después de los tres o cuatro primeros años.
«Tratamos de colegiar todo entre los tres y demás integrantes o invitados que hemos tenido. Muchas veces yo traigo una propuesta, pero nunca la dejo de consultar con el resto del grupo y, sobre todo, con Migue. Estamos adaptados a que eso sea así: que él pueda escribir para otros medios o para otros artistas o agrupaciones, y además actuar en solitario o con otros artistas y otras agrupaciones en diferentes medios. Que Miguel sea el más mediático ha ayudado a la promoción del grupo y a su prestigio».
—¿Qué piensas acerca del humor que consumimos hoy, el que promueve el Centro actualmente, comparado con aquellos inicios de Komotú, el Centro, y el Movimiento de Jóvenes Humoristas, hace 30 años?
—Pienso que la manera de hacer el humor ha variado, como ha variado la sociedad. A pesar de lo diferente del momento que a cada cual le toca, en mi opinión, se están haciendo, o se siguen haciendo, cosas interesantes. No me voy a poner a teorizar, pero ya existen otras formas de proyectar la puesta en escena y hay que ir variando para adaptarse a los nuevos tiempos. Komotú siempre trata de que haya equilibrio. En la conformación de nuestros espectáculos tratamos de que coexistan las obras ya establecidas con las de estreno, cuando no se trata de un estreno absoluto.
«Se están haciendo cosas buenas y hay que prestarles atención. Propuestas de menor calidad siempre han existido en cualquier época. Hay mucha gente consagrada que ya no está en el catálogo del Centro, que no está en el país, y se siente, se nota cuando valoras lo que se está haciendo de humor en todos los medios. Hemos perdido espacio en la escena. Siempre habrá gente, especialmente de la generación de nosotros, que continúa apostando por el espectáculo con una puesta inteligente y con todo lo que lleva desde el punto de vista teatral. Hemos perdido en eso, porque hemos perdido también muchos recursos, materiales y humanos. Se apuesta por un trabajo más cómodo en el sentido de la producción; pero si se hace bien, si gusta, no deja de ser importante. En conclusión: es novedoso, es diferente el trabajo que se está haciendo hoy, y no se puede perder la perspectiva de lo que se quiere hacer del humor, de lo que es realmente el humor y especialmente, el humor cubano».