Madeleine Sautié - Granma.- Obra Mayores. Foto: Sándor González.- ¡Cuánta razón pertrechan las hermosas definiciones que de la palabra cultura nos rondan, por ser tan nuestras! Inolvidable resulta aquel texto de Roberto Fernández Retamar, que integraba, por cierto, uno de los manuales confeccionados en tiempos de las más cruciales batallas por culturizar al país, a pocos años del triunfo de la Revolución, en que nos hablaba de que solo ella nos hace verdaderamente humanos
¡Cuánta razón pertrechan las hermosas definiciones que de la palabra cultura nos rondan, por ser tan nuestras! Inolvidable resulta aquel texto de Roberto Fernández Retamar, que integraba, por cierto, uno de los manuales confeccionados en tiempos de las más cruciales batallas por culturizar al país, a pocos años del triunfo de la Revolución, en que nos hablaba de que solo ella nos hace verdaderamente humanos.
Del «trato ameno y espacioso» de las personas cultas, «que es para el espíritu como la sazón para los manjares», habló Martí, ese hombre caudal, que experimentó emociones que no escaparon de los acordes del arte, y por ello, mayor es la herencia que nos deja. No hay niño cubano –y con suerte, del Continente y del mundo– que no haya vibrado ante La Edad de Oro, en que la realidad fue pintada con la pluma de la belleza, poderosa para forjar las almas.
De Fidel y sus impresiones en torno a la cultura, insoslayable es la recurrencia a esa prioridad que en ella vio el Comandante en Jefe, por encima de cualquier otro propósito, y que quedó zanjada en la frase «la cultura es lo primero que hay que salvar», porque, para quienes no quieren nuestra salvación, es una obsesión aniquilarla.
El valor de la sentencia es cada día más nítido, en medio de adversidades y agresiones imperiales, suscitadas en un mundo en que las ansias de poder juegan con la supervivencia humana.
Como la Patria, la definió Don Fernando Ortiz, a sabiendas de que la cultura «no es un ornamento ni un lujo», sino todo lo que se ha asimilado en un entorno específico; lo aprendido y lo que queda tras los espontáneos estremecimientos; lo que, desde el plano afectivo y colectivo, debe transmitirse; lo que no se nos puede arrancar y nos identifica. No en balde, con ese adagio fueron respaldados cada uno de los criterios, discusiones y líneas compartidas en el x Congreso de la Uneac, cuyas páginas acaban de ser escritas y vivenciadas por sus participantes, conscientes de la responsabilidad que ella, la Patria, precisa poner en sus creadores, defensores de la nobleza, entendida como decoro y poesía.
Grande es la batalla de Cuba por preservarla, y batalla al fin, se erige en constantes acometimientos para que salga ilesa. Sostenida por un empeño que sobrepasa los 65 años, la cultura sigue apostando por la alegría, el enriquecimiento del alma nacional y la fuerza arrolladora de su esencia, en un contexto de arideces, provocado por la más cruenta guerra económica, sostenida por el gobierno de Estados Unidos contra la Isla, y jamás sufrida por pueblo alguno.
«Tenemos que seguir construyendo barricadas culturales, fortalecer, en primer lugar, la escuela cubana, y en ella la enseñanza de la Historia, con una rica tradición, pero muy afectada por la crisis; y en segundo lugar, las instituciones revolucionarias que fomentan, promueven y definen la creación», se expresaba en las palabras primiciales del Congreso, en las que se insistía en el trabajo en redes sociales y medios, en la televisión y en el cine, y en la pertinencia de crear contenidos capaces de reforzar la identidad propia.
El año que pronto termina, aun en medio de estas circunstancias, tuvo entre sus propósitos, conducidos por el Ministerio de Cultura, estimular la creación artística y literaria con brújula descolonizadora, en defensa de la identidad cubana. A ello tributaron no pocos espacios.
Grandes acontecimientos culturales tuvieron lugar en el país. Por solo citar algunos, recordemos la 39 edición del Festival Internacional Jazz Plaza; la 32 Feria Internacional del Libro de La Habana; la celebración de los 65 años de fundados la Casa de las Américas y el Icaic; la Feria Internacional de la Industria Musical Cubadisco 2024; la 43 edición del Festival del Caribe; el 28 Festival Internacional de Ballet de La Habana; El Festival de Teatro de Camagüey; la xxvi Feria Internacional de Artesanía, fiart 2024; la Conferencia Internacional Cuba 2024 Decenio de los Afrodescendientes; la 15 Bienal de La Habana, aún en curso, y el 45 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, recién concluido e inaugurado, a apenas unas horas de una caída del Sistema Eléctrico Nacional, y a dos meses de haber sufrido la Isla el embate de dos huracanes.
Parecieran pasajes del realismo mágico –del que tanto se habla por estos días–, si no fuera porque la cultura ha estado siempre a la altura de la resistencia del pueblo cubano. Pero es real. ¡Aquí estamos!
En tierra de patricios que renunciaron a sus bienestares para alzar las banderas de la libertad, de trovadores que cantaron y cantan a la hermosura de Cuba libre, en la Patria de Martí, de Fidel y de Raúl, que es la nuestra, no puede ser de otro modo. La cultura respira con pulmón firme. No faltan testigos. Los hechos hablan.