Mariley García Quintana

Cubavisión Internacional

Con el concierto del trovador Frank Delgado el miércoles 8 de enero en el Centro Cultural La luna Naranja, de Santa Clara, iniciará la XXIX edición del Festival «Longina canta a Corona», con dedicatoria especial a Marta Valdés, compositora e intérprete de icónicas canciones en la memoria musical de la Isla.

Este año participará la popular vocalista Ivette Cepeda, quien pidió cantar en «El Mejunje de Silverio», comentó Yeni Turiño, trovadora y miembro del comité organizador del evento, que da comienzo cada año a la programación de festivales culturales en Villa Clara.

Turiño añadió que habrá presencia de jóvenes cantautores, porque «para darles espacio a ellos surgió esta cita de la Asociación Hermanos Saíz».

El programa, que se extiende hasta el domingo 12 de enero, amplía sus horizontes con invitados de otros países: este año llegan al centro de Cuba los mexicanos Darío Parga y El Moy Bedolla.

Si bien los espacios fundamentales de la cita trovadoresca son instituciones santaclareñas, el 10 de enero llegará a espacios de otros municipios villaclareños, como Caibarién, Remedios, Camajuaní, Santo Domingo, Sagua la Grande y Ranchuelo.

Entre las voces que se escucharán destacan Adrián Berazaín, Ariel Barreiro, Azucena y Pedro Sánchez y en la gala clausura – homenaje principal a Marta Valdés- coincidirán intérpretes que incluyen en su repertorio canciones de el Premio Nacional de Música, citemos a Marcia Tandrón, Leonardo García, Helen Montero, el Trío Palabras y Rey Montalvo.

Coherente y armónico es el programa del Festival, explicó Elizabeth Casanova, Presidenta de la AHS en Villa Clara: desde el póster promocional, los catálogos, la exposición fotográfica inaugural, la gala de cierre y la proyección del documental de Raúl Nogués y Juan Carlos Travieso «Marta Valdés, soberana del tiempo».

Dedican a Marta Valdés festival Longina canta a Corona en Cuba

Santa Clara, Cuba, 6 ene (Prensa Latina) La vigésimo novena edición del Festival Longina canta a Corona será dedicado a la Premio Nacional de la Música en Cuba, Marta Valdés, informaron hoy los organizadores del certamen, en esta central ciudad cubana.

El evento previsto del 8 al 12 de enero, en esta urbe en el centro de la Isla, rendirá tributo a la destacada compositora e interprete cubana (La Habana 6 junio de 1934- 3 octubre 2024), quien escribió canciones como Palabras, No es preciso, Deja que siga sola y Tú no sospechas, entre otras.

En la obra de Valdés aparecen boleros, sones, criollas, habaneras y música para teatro y televisión.

La presidenta de Asociación Hermanos Saíz (AHS) en Villa Clara, Elizabeth Casanova, dijo hoy a la prensa que Marta Valdés participó aquí en varios de estos eventos y tenía un especial aprecio por la trova de Santa Clara, muy cercana a ella.

“En vida ella conoció que el certamen de 2025 estaría dedicado a su obra y se mostró muy entusiasmada”, reveló Casanova.

Durante el evento se inaugurará la exposición de fotográfica Hoja de ruta, extraída de su archivo personal y el documental Marta Valdés soberana del tiempo de Raúl Nogués y Juan Carlos Travieso.

La clausura contará con la interpretación de canciones de Marta Valdés por destacados interpretes como Frank Delgado, Ivette Cepeda, Adrián Berazaín, Ariel Barreiro, Carlos Lage y otros.

El guitarrista y compositor Manuel Corona (Caibarién, 17 de junio de 1880- La Habana, 9 de enero 1950) seducido por la belleza de Longina O’Farril estrenó el 15 de octubre de 1918, la mundialmente conocida canción Longina.

 

Dedican festival cubano Longina canta a Corona a Marta Valdés

Cubadebate

La vigésimo novena edición del Festival Longina canta a Corona será dedicado a la Premio Nacional de la Música en Cuba, Marta Valdés, informaron este lunes los organizadores del certamen, en esta central ciudad cubana.

El evento previsto del 8 al 12 de enero, en esta urbe en el centro de la Isla, rendirá tributo a la destacada compositora e interprete cubana (La Habana 6 junio de 1934 - 3 octubre 2024), quien escribió canciones como Palabras, No es preciso, Deja que siga sola y Tú no sospechas, entre otras.

En la obra de Valdés aparecen boleros, sones, criollas, habaneras y música para teatro y televisión.

La presidenta de Asociación Hermanos Saíz (AHS) en Villa Clara, Elizabeth Casanova, dijo hoy a la prensa que Marta Valdés participó aquí en varios de estos eventos y tenía un especial aprecio por la trova de Santa Clara, muy cercana a ella.

“En vida ella conoció que el certamen de 2025 estaría dedicado a su obra y se mostró muy entusiasmada”, reveló Casanova.

Durante el evento se inaugurará la exposición de fotográfica Hoja de ruta, extraída de su archivo personal y el documental Marta Valdés soberana del tiempo de Raúl Nogués y Juan Carlos Travieso.

La clausura contará con la interpretación de canciones de Marta Valdés por destacados interpretes como Frank Delgado, Ivette Cepeda, Adrián Berazaín, Ariel Barreiro, Carlos Lage y otros.

El guitarrista y compositor Manuel Corona (Caibarién, 17 de junio de 1880 - La Habana, 9 de enero 1950) seducido por la belleza de Longina O’Farril estrenó el 15 de octubre de 1918, la mundialmente conocida canción Longina.

(Tomado de Cuba Sí)

 

El misterio de Longina

Eduardo Vázquez Pérez

Cubadebate

Dos veces, la historia llamó a la vida de Longina O' Farrill. Fueron de naturaleza muy dispar, pero una llevó a la otra. En el entrecruzar de memorias, donde nada le es ajeno, surgió la historia, la leyenda y la canción.

Cantando nanas a un centauro

De su primer contacto con la historia, la hermosa mulata Longina no tuvo idea hasta muchos años después. En los inicios del siglo XX, uno de los más importantes sastres de La Habana la contrató como nodriza de sus hijos. La madre de los pequeños era irlandesa y hablaba a sus hijos en inglés. Fue con la niñera que Nicanor y Cecilio comenzaron a conocer el español.

Cuando fueron a Estados Unidos, también los acompañó Longina. Como el padre estaba casado, los pequeños fueron inscritos con los apellidos de la madre. El mayor, a quien decían Lamy, fue inscrito como Nicanor McPartland, pero la historia de Cuba lo conoce como Julio Antonio Mella.

En una biografía de Mella se dice que el sastre Nicanor Mella contrató “a la mulata Longina O’ Farrill, cuya extraordinaria belleza había inspirado al compositor Manuel Corona una canción de amor que tituló Longina. (Christine Hattzky: Julio Antonio Mella, Editorial Oriente, 2008, p. 42).

Error mayúsculo. Cuando Manuel Corona compuso Longina, Mella tenía 15 años y hacía rato no necesitaba nodriza.

La segunda visita de la historia a Longina O’ Farrill ya la conocen: cuando Manuel Corona le dedicó la canción que, desde entonces, no ha dejado de rendir corazones.

En el lenguaje misterioso de tus ojos/ hay un tema que destaca sensibilidad/ en las sensuales líneas de tu cuerpo hermoso/ Las curvas que se admiran despiertan ilusión…

Aunque de naturaleza independiente, ambos hechos terminaron relacionándose. Si no hubiera sido por la extraordinaria fama de la pieza musical, los biógrafos de Mella no hubieran dejado constancia del nombre de su manejadora o niñera, como entonces le llamaban. Incluso, propagando errores como los que mencionamos antes.

El amor que no existió

De sus curvas y las ilusiones que despertaban el cuerpo de Longina O' Farrill dejaron constancia quienes la conocieron en su deslumbrante juventud. Aunque mucha agua ha rumorado sobre la posible relación entre el autor de la canción y la mujer objeto de su inspiración, todo parece ser más esperanza del espíritu romántico que realidad.

La pieza fue un encargo, al menos así se lo trasmitió María Teresa Vera a Lino Betancourt y él a mí en un sabroso “intercambio de detalles”. Como es conocido, la canción la estrenó el 15 de octubre de 1918 no en un teatro, sino en el humilde solar donde vivía Teté en la calle San Lázaro 201, entre Lealtad y Escobar, que para consuelo de pobres se llamaba La Maravilla.

Longina seductora cual flor primaveral

En un cuarto del solar La Maravilla se encontraban varios cantores, como entonces se les decía a quienes hoy llamamos trovadores. Nada especial. Una de esas “descargas” habituales, que no se sabe cuándo pasan de conversación trivial a paseo de canciones.

Entre los tertulianos de aquella tarde estaba uno de los amigos más cercanos de Teté y de quien se consideraba discípula: Manuel Corona (Caibarién, 1880-La Habana, 1950).

El alcohol ya había calentado las cuerdas vocales privilegiadas. La botella semejaba ya un dique seco cuando tuvo lugar una de esas escenas de contrastes en un mismo espacio, que Carpentier señalaba en nuestra historia como lo real maravilloso.

En la entrada de la cuartería llena de negros, blancos y mulatos pobres se detuvo un lujoso automóvil. La mujer que recogía la ropa de la tendedera demoró su tarea para observar mejor. De las puertas siempre abiertas de los otros cuartos de la cuartería varios ojos escudillaban.

Un hombre dijo “es el político” y calló cuando el aludido tendió su mano y del coche emergió un tributo de la naturaleza en forma de mujer. Fue en ese momento cuando la mujer del observador cerró la puerta del cuarto.

El político y la joven atravesaron el área común del solar. Las palomas levantaron vuelo y las guitarras se inmovilizaron. Pero Teté y varios de sus amigos si conocían quién era ese hombre, no así a la joven.

Un personaje de novela

Pocas semanas antes, Armando André Alvarado, comandante del Ejército Libertador, figura prominente del Partido Conservador en el poder, había sido nombrado director de la Junta de Subsistencia del Gobierno de Mario García Menocal.

Como trofeo a exhibir, traía del brazo a Longina O' Farrill. Los tertulianos vieron los cielos abiertos, porque el ilustre visitante, amante de la música y mecenas de trovadores, contribuiría a eliminar la amenaza de sequía alcohólica.

La guitarra como espada

Cuando no tenía pactado ningún duelo o entuerto político o negocio bajo la manga, Armando André disfrutaba de la vida bohemia. Ese fue el motivo de su llegada esa tarde al humilde hogar de María Teresa Vera.

Armando André proporcionó más estímulo etílico y la reunión continuó. Sin freno ni relojes. En la despedida, el mecenas hizo la invitación que motivó el hecho histórico: “Corona, ¿por qué no le dedicas una de tus canciones a la muchacha?”.

Para Manuel Corona, no era un pedido difícil. Pero, recordando el día del santo de Teté y la “ayuda” económica que sin dudas recibirían del agradecido político, dijo: “Regrese el día 15 [día del santo de María Teresa] y la va a escuchar”,

Y con la misma, preguntó el nombre de la muchacha. “Longina”, fue la respuesta. “Pues Longina se llamará la canción”, dijo.

El misterio de trascender

La trascendencia siempre es un misterio. ¿Por qué una buena obra solo es valorada por la posteridad y otras nacen acunadas por el éxito?

El 15 de octubre de 1918, en el humilde cuarto de un solar, se escuchó por vez primera Longina. Los testigos se emocionaron con su hermosura, pero no imaginaron que vivían un momento histórico. La imaginación popular tejió leyendas entre el autor y el motivo de su inspiración.

Hay en la canción un delicado toque de miniatura de marfil, de insinuaciones que estimulan el juego erótico de la imaginación.

Ahora que la moda deja ver hasta la ropa interior, queda poco por imaginar. Sin embargo, el misterio de Longina radica en que, a pesar de que nos rodea ese modo agresivo en las letras musicales, esta canción centenaria continua seduciendo. ¡Cuántas veces, al compás de sus lentos requiebros amorosos, cayó el último punto de la fortaleza asediada!

Cinco años más tarde, Corona le dedicó a Longina otra composición que tituló La rosa negra. Pero no logró ni la altura expresiva ni la popularidad permanente de la anterior.

¿Qué fue de los personajes de esta historia?

Teté

María Teresa Vera nació con duende saltarín. Nieta de esclavos, hija de la cocinera y sin padre reconocido. Como escribió Marta Valdés, en pocos años saltó de “niña cantadora a quien todos reclamaban en las fiestas entre amigos” a dama de la trova cubana. Sin encajes, ni brillos, con dicción descuidada que no delimitaba entre los acentos de las calles y los estudios de grabación. Impuso un estilo.

Podemos escuchar sus grabaciones, distantes de las exquisiteces de la tecnología actual, y admirar sus facultades vocales, pero no podremos reconstruir el misterio de la emoción de quienes la escucharon cantar en vivo.

Como afirmó Frank Domínguez, otro grande de la canción cubana, “qué fuerza para decir las cosas con su guitarra como una espada”. Con esa espada se hizo dueña de la bohemia. Escapó de la canción porque ella era la canción. En 1962 sufrió un infarto cerebral y falleció tres años después.

Armando André: Fugado de una novela de aventuras

El historiador Rolando Rodríguez lo calificó de personaje turbio. No hay controversia política del primer cuarto del siglo XX en que, de una u otra manera, no aparezca el comandante Armando André Alvarado (1872-1925). Es uno de esos personajes como escapado de una novela de aventuras y picaresca.

Apresado por conspirador contra el poder colonial, “por una cabeza” salvó la suya. Gracias a poseer la ciudadanía norteamericana, fue deportado. Regresó a Cuba con una importante correspondencia para Máximo Gómez. Pero, además de los documentos, trajo la idea de volar el Palacio de los Capitanes Generales con Weyler adentro.

Al final, el 28 de abril de 1896 colocó el explosivo en un baño de la planta baja del edificio. La bomba provocó algunos destrozos y dos heridos leves, pero Weyler solo sufrió el susto.

Junto con otros laborantes, puso cargas explosivas en otros lugares de la ciudad hasta que la mayoría de los conspiradores fueron detenidos. Armando Andrés pudo escapar y se unió al Ejército Libertador, terminando la guerra como comandante. Esa afición suya por la dinamita ha hecho que algunos hayan escrito que era anarquista. De los anarquistas le interesaron los métodos de acción, pero no su ideología.

Otro detalle, ninguna de las bombas que hicieron explotar en La Habana logró su objetivo. Movilizaron a las autoridades coloniales y a los habitantes de la ciudad. La guerra estaba dentro de la ciudad. Era el momento en que Antonio Maceo se batía con éxito en Pinar del Río, a las puertas de la capital. Pero la falta de conocimiento especializado y la falta de dinero los llevaron a adquirir dinamita de bajo poder explosivo.

Como director del periódico El Día, ejerció un periodismo belicoso. Atacaba a sus opositores tanto en lo político como en lo personal. Eso lo condujo a sostener más duelos que D' Artagnan y, finalmente, a la muerte.

Armando André, el enlace fortuito para el encuentro de Corona y Longina, tuvo el nada ambicionado privilegio de ser víctima del primer asesinato ordenado por Gerardo Machado como presidente de la República. En la madrugada del 20 de agosto de 1925, dos sicarios lo ultimaron mientras intentaba abrir la puerta de su casa en la calle Concordia.

Longina seductora

Longina O' Farrill terminó prisionera de su celebridad oblicua. En la medida en que pasaban los años, quien fuera pretenciosa mulata joven, de “cuerpo orlado de belleza” y “andar señoril”, como dice la canción, solo salía de su anonimato cuando la curiosidad llevaba a ver a la mujer que inspiró tan hermosa composición.

Por eso, antes de morir pidió que la enterraran al lado de Manuel Corona, el hombre que la había hecho famosa. Murió en un asilo para ancianos y fue sepultada en La Habana, donde residía.

No fue hasta el 25 de diciembre de 1989 que se pudo cumplir su voluntad. Desde ese día, sus restos descansan en el cementerio de Caibarién junto a los del hombre que hizo que la historia llamara por segunda vez en la vida de la hermosa mujer de pueblo. Frente al sepulcro de ambos se cantó la imperecedera canción.

En el juego de lo que pudo ser y no fue, pienso: si esa tarde, en casa de María Teresa, en lugar de Corona hubiera estado Villalón, o Campanioni, o Delfín, o Rosendo, o Sindo, ¿tendríamos otra Longina? Pero estaba Corona y esa es la historia.

Rey sin corona

Manuel Corona (1880-1950) fue uno de esos seres premiados por la naturaleza. Acaparó talento y hambre a partes iguales. Negro y pobre, el éxito de composiciones como Mercedes, Aurora, Santa Cecilia y la misma Longina no le proporcionaron comodidades. Se llevó de la vida el resplandor fugaz de interminables jolgorios y nos dejó su gloria.

Uno de los más importantes compositores cubanos, que grabó más de 100 piezas para compañías como RCA Victor, Edison y Columbia, murió en la mayor pobreza el 9 de enero de 1950 en un cuarto de la playa de Marianao que le había prestado el dueño del bar Jaruquito.

Todavía conmueve contemplar los humildes pliegos con letras de sus canciones, que se imprimieron a fines de 1948, donde clamaba por auxilio económico. “Ayúdenme que estoy enfermo”, escribió. “Respetuosa y voluntariamente deme Ud. su aguinaldo. POR FAVOR. Muchas gracias y Dispénseme. Manuel Corona”.

Leyendo ese reclamo de una gloria del arte cubano vienen a la mente estos versos de Shakespeare: “La vida no es más que una sombra que pasa, un pobre actor que se pavonea y agita, una hora sobre el escenario, y que después nadie recuerda”.

Cuba
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