La Colmenita de Cuba: el arte de ser buenas personas

Entrevista a “Tin” Cremata Malberti

Rodolfo Romero

UNICEF

Carlos Alberto Tin Cremata Malberti, director de la Compaa Teatral Infantil

Cortesía de Tin Cremata

16 Diciembre 2024

Cuentan que La Bajada es un recóndito lugar, pegado a lo más occidental de la geografía cubana, en las inmediaciones del Cabo de San Antonio. Allí viven muy pocos infantes, y tan distantes unos de otros que les cuesta reunirse, ni siquiera para jugar.

Una tarde, toda la población infantil del territorio, catorce niños y niñas para ser más exactos, se reunieron para ver por primera vez una función de teatro. Los que vivían más cerca, fueron a pie. A los más distantes los trajeron a caballo los campesinos.

Tan alejados de la ciudad como estaban, no tenían ni idea de cómo sería el acontecimiento. Aquel día, treinta pequeños artistas actuaron para un reducido público que no representaba ni la mitad de los integrantes de la Compañía Teatral Infantil. Y cuentan que aquellos 14 diminutos pobladores vivieron horas maravillosas cantando, bailando, jugando y riendo.

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La Colmenita es Embajador de Buena Voluntad de UNICEF

Nils Kastberg, director regional de UNICEF para América Latina y el Caribe, durante la entrega de la placa que acredita a La Colmenita como Embajadora de Buena Voluntad de UNICEF.

El público estaba visiblemente emocionado, el 3 de octubre de 2007, en el Teatro de la Orden Tercera del Convento de San Francisco de Asís, en La Habana. Sus aplausos durante varios minutos así lo confirmaban. El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia entregaba a La Colmenita la placa que la acreditaba como Embajadora de Buena Voluntad de UNICEF.

Sin disimular su conmoción, Carlos Alberto «Tin» Cremata Malberti, director de la Compañía Teatral Infantil confesaba: «Siempre hemos sido grandes admiradores de UNICEF y su obra, y estos niños han sido sus abanderados. Esperamos poder estar a la altura de este nombramiento». Diecisiete años después, la esencia de UNICEF sigue llegando a los lugares más recónditos y humildes a través del arte de La Colmenita, que multiplica las sonrisas de los niños y las niñas del mundo.

«Fue José Juan Ortiz Bru, representante de UNICEF en Cuba en aquellos momentos, quien hizo la propuesta; para nosotros, obviamente, constituyó un honor inmenso. Esta es la ¡organización internacional que defiende los derechos de los niños y las niñas! Desde antes, ellos nos acompañaban a las funciones más anónimas, las más humildes, las que hacíamos en los barrios vulnerables. Por eso sabían que, cuando llegábamos a una provincia, le decíamos al representante de Cultura: no nos lleven a donde haya más niños, sino a los lugares a los que no va nadie. Nosotros podemos actuar en el monte, en el fango, tenemos los equipos de audio, la guagua nos funciona como camerino, solo necesitamos tener un público delante», narra Tin Cremata, quien nos recibe en la sede central de La Colmenita, en el Vedado habanero.

Desde ese momento, tanto a los cerros venezolanos como a las comunidades donde reinaban las pandillas y las maras en El Salvador, llegaba La Colmenita, y con ella un soplo de aliento para la defensa global de los derechos de las infancias.

«Estamos contentísimos por llegar con la bandera de UNICEF a esos lugares intrincados de Cuba y del mundo. Eso realmente inspira un respeto muy grande y también entraña un compromiso. Sin dudas, abre lindas puertas de amistad, de amor, de fraternidad. Las personas que trabajan en UNICEF suelen ser encantadoras, cariñosas, colaboradoras, incluso les diría que infantiles. No se puede ser “muy adulto” y estar al frente de cosas de niños. Ellos perciben el respeto que nosotros les tenemos: ¡son una organización mundial! Y nosotros nos sentimos también respetados. Cuando los visitamos percibimos su humildad. Las cosas que hacen, en Cuba y en otros países, siempre son acciones muy valiosas».

De la experiencia en Venezuela y El Salvador, Tin habla con mucha pasión. Recuerda haber tenido niños en sus talleres que eran hijos de pandilleros. Su testimonio confirma que la felicidad que porta La Colmenita ha servido para aliviar las tensiones y el miedo que se vive en esos lugares.

«Nosotros les decimos a todos los talleres, a todas Las Colmenitas, siéntanse embajadoras de UNICEF y defiendan los derechos de las niñas y los niños, con la misma pasión con que nos subimos al escenario. Ostentar esa condición no es más que la posibilidad de seguir haciendo el bien».

Como buena Embajadora de Buena Voluntad, la agrupación infantil aboga y defiende los derechos de las infancias. Para Tin hay uno en el contexto cubano que le resulta medular, y del que, desde hace varios años, intenta preservar: el derecho a la participación real de niños y niñas.

«Que no sean manipulados por un adulto es lo más difícil en el mundo; sobre todo en las empresas artísticas es algo muy común. Nosotros hemos aprendido con el tiempo a escuchar sus verdaderas voces, y adaptar lo que hacemos a lo que ellos realmente quieren hacer. Después de ocho años, lo descubrimos montando Alicia en la Campiña de Maravilla, una versión de la novela de Lewis Carroll. Los niños de hoy no entienden el cuento de la misma manera en que lo entendía mi generación.

«Para serle fiel al público infantil, debemos ver primero cómo el niño que va a actuar entiende la puesta en escena. Y les cuento una anécdota: para aquel montaje, los niños y niñas hacían maquetas de escenografías, y usaban mucho el algodón, asociaban el mundo de Alicia con el algodón. Por eso cuando llegamos al Festival de Alemania, en 2004, esa fue la textura que primó en la escenografía. Cuando los entendidos del teatro nos preguntaron por qué, nuestra única respuesta posible fue que aquellos niños lo imaginaron así.

«No solo sucedió aquella vez: durante los ensayos, ellos improvisan, se salen del guion, y la mayoría de las veces esas improvisaciones se quedan como parte de la obra porque comparten los mismos códigos. Es importante que el niño realmente participe, que no sea un replicador de lo que recordamos los adultos de lo que fue nuestra niñez».

Representacin de La Cucarachita Martina por La Colmenita

Representación de La Cucarachita Martina por La Colmenita

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Inspirados en esa visión, quisimos experimentar otra práctica para conformar esta entrevista. Por eso, intercambiamos ideas con tres adolescentes que personalmente no conocen a Cremata, pero sí han visto a La Colmenita. Las invitamos a elaborar sus propias preguntas y ellas las listaron en un papelógrafo, que luego enviamos a Tin.

Adolescentes elaboraron preguntas para Tin Cremata

Tres adolescentes envían preguntas a Tin Cremata, especialmente para esta entrevista

¿Qué se siente trabajar por y para los niños?

Con los niños descubrí sus cualidades extraordinarias. Cuando uno dirige actores a veces se crean contradicciones en los ensayos. Y después uno sale por la puerta a convivir con su compañero actor, y se da cuenta que quedan reminiscencias. Con el niño eso no pasa jamás. El niño es el ser humano que mejor entiende que lo pasa allí es parte del juego del teatro, y que en cuanto cruzamos la puerta todo queda atrás. Hoy sé que nací un poquito para eso, para trabajar con ellos. Y me siento mucho mejor entre los niños que entre los adultos.

¿Alguna vez en la mente del Tin Cremata niño surgió la idea de dedicarse a esto?

Yo nací de una mujer que dedicó su vida a la creación para y con niños. Desde pequeño actuaba en programas infantiles, hacíamos juegos teatrales en mi casa, con mi papá, mi hermano. Es la prolongación de lo que hice toda mi vida. Yo me siento actuando con ellos todo el tiempo. Sigo actuando. Me he pasado la vida en ese ambiente de representar para otros, desde una visión infantil.

¿Qué lo llevó a ser director de La Colmenita?

Siempre tuve claro que quería hacer un grupo de teatro. Esa era mi vocación, lo que había estudiado. Los primeros integrantes de La Colmena eran muchachos de escuelas de deporte de alto rendimiento, nadadores, gimnastas. Ellos tal vez habían entrado al Karl Marx a ver un espectáculo de Virulo, pero ninguno había visto una puesta en escena. Yo los enamoré con el teatro de Lorca, de Brecht, de Stanislavski. Vi nacer en ellos el mismo amor que yo sentía. Nacimos el 14 de febrero de 1990, como La Colmena, y cuatro años después, en 1994, empezamos a ser La Colmenita. El 2 de abril de 1994, ante más de 5 000 personas, en el teatro Karl Marx, estrenamos Meñique; la primera función de la Compañía representada solo por niños.

¿Nos puede definir en tres palabras su trayectoria en La Colmenita?

Hacer el bien.

¿Tiene algún plan a futuro?

Vamos a estrenar una obra que se llama Una Colmena encerrada, para explicar a los niños qué significa para un país como Cuba vivir bajo un bloqueo económico que nos asfixia. También estaremos en la gala de la Cumbre del Alba. En enero inauguraremos el Jazz Plaza con Ricitos Valdés y los tres ositos en el bosque de Irakere, en homenaje al 51 aniversario de la insigne agrupación. Además, haremos varias funciones en el Karl Marx previo al 14 de febrero, para celebrar nuestro cumpleaños 35.

La Colmenita junto a la Representante de UNICEF en Cuba, Alejandra Trossero

UNICEF Cuba

La Colmenita junto a la Representante de UNICEF en Cuba, Alejandra Trossero

¡Qué coincidencia! Ustedes cumplirán la misma cantidad de años que tiene la Convención de Derechos del Niño. Nos queda una pregunta que hicieron los adolescentes y que elegimos para el final: ¿Qué se siente al educar a niños, niñas y adolescentes a través del arte?

El arte es un vehículo maravillo para la educación. Martí decía que la enseñanza debía ser sabrosa y útil. Sabroso, mira qué palabra. Brecht decía que aprender puede ser motivo de un enorme placer. Al practicar teatro, uno aprende sobre temas teatrales, culturales, pero lo que a La Colmenita le da más placer es imbricarlo con Martí, el gran educador. En El Salvador lo hacíamos con Monseñor Romero; en Nicaragua, con Augusto César Sandino; en Venezuela, con Bolívar. Con grandes guías patrios, educadores, empezamos a sembrarles valores, que sirven no solo para el teatro, sino para la vida, para el arte de ser buenas personas, y eso es algo hermoso.

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