José R. Oro - Cubadebate.- El pasado mes de enero, en Nueva Inglaterra* se vivían días muy difíciles. Mirábamos todos como el fin del Gobierno (¿?) de Donald Trump, Pompeo y sus asociados incluía a Cuba de manera insólita en la Lista de Países Patrocinadores del Terrorismo, claramente para poner otro obstáculo y evitar el predecible y cercano fin del bloqueo contra Cuba y su pueblo.


En ese momento, con la ayuda más dedicada del licenciado Néstor Rodríguez Triana, desde Nueva Gerona, lanzábamos dos páginas contra el bloqueo mientras mirábamos con admiración esfuerzos como el dirigido por Carlos Lazo, sus caravanas, sus ciclistas, sus Puentes de Amor. Días más tarde, contactábamos con el doctor en Ciencias Manuel Tejeda, quien tenía una idea de altos vuelos y muchos quilates: ir directamente a enfrentar el bloqueo (embargo para las personas de habla inglesa) en los centros de poder político de Estados Unidos.

A mediados de enero, el Dr. Manuel Tejeda y yo decidimos iniciar una nueva página en Facebook y crear posteriormente un sitio web dedicado, no a denunciar el bloqueo (ya lo ha denunciado el mundo entero con poderosísimos e irrebatibles argumentos), sino a debilitarlo y ulteriormente eliminarlo donde único puede ser levantado, que es dentro de Estados Unidos.

El bloqueo impuesto por Estados Unidos contra Cuba desde hace más de medio siglo es la más dilatada guerra económica en la historia de la humanidad, deliberadamente diseñada para causar hambre, enfermedades y desesperación en la población cubana. Su objetivo es provocar la ingobernabilidad del país, el caos. Para los propulsores de esa entelequia, el que muchísimas personas sufran por ello es solo un daño “colateral” y, por ende, poco importante.

El Gobierno de Estados Unidos, lejos de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero que impuso contra la República de Cuba, ha mantenido en vigor las leyes, disposiciones y prácticas que le sirven de sustento. Se ha continuado reforzando los mecanismos políticos, administrativos y represivos para su instrumentación más eficaz y deliberada, para que el bloqueo cause más dolor y daño.

El 17 de diciembre de 2014, en una alocución simultánea, los presidentes de Cuba, Raúl Castro Ruz, y de Estados Unidos, Barack Obama, anunciaron el inicio de un proceso de restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre los dos países y, en general, de una mejora del vivir en común. Obama reconoció que la política de bloqueo económico contra Cuba no había tenido éxito y la necesidad de realizar un cambio en este sentido. Durante el Gobierno (¿?) de Donald Trump se revirtió esa política y se reforzaron drásticamente las restricciones anticubanas.

Durante todo ese tiempo, el pueblo y el Gobierno cubanos han protestado y exigido el fin del bloqueo por doquier y con tremenda cantidad de esfuerzos y victorias diplomáticas bien contundentes. Tanto dentro de Cuba como en el resto del mundo, se ha expresado y hecho cada vez más claro el indisputado rechazo contra el bloqueo. Pero la realidad es que el control del fin de ese engendro está en Estados Unidos, en su Congreso y la rama ejecutiva del Gobierno, asentada en la Casa Blanca.

Esta iniciativa que estamos llevando a cabo está basada en la necesidad de derrotar el bloqueo donde único puede serlo en la práctica, dentro de Estados Unidos y su Gobierno. El objetivo no es denunciarlo, demostrar su insensata crueldad −lo que, insisto, ha sido hecho internacionalmente y con creces−, sino proceder a irlo disminuyendo y ulteriormente finiquitarlo en la práctica. Esto no se logra solamente con consignas, ni con buenos deseos y razones, ni con votaciones en organismos internacionales. Todo ello es importantísimo, pero lo tenemos desde hace mucho tiempo y seguiremos manteniéndolo ahora y en el futuro. ¿Y mientras, el bloqueo? Bien, gracias.

Los enemigos de Cuba han sido maestros del juego político dentro de Estados Unidos y han partido de una gran falacia, de una inmensa calumnia, que es decir (y hacerlo creer dentro del Gobierno estadounidense, en muchos casos deseoso de aceptarlo) que ellos controlan de manera casi unánime el sentir de los cubanos que viven en EE.UU. y, por supuesto, su voto, que es la mercancía de más valor en Washington DC.

Nuestra plataforma tiene su objetivo bien definido. Demostrar con cifras aplastantes que es absolutamente falso que los cubanos que vivimos en el exterior apoyamos el bloqueo. De esa manera, accederemos a los centros de poder que deciden el fin del mismo, con una cantidad masiva de miembros y solicitantes. Para todo ellos se requiere un mensaje que enfatice más en un futuro común superior y próspero para ambos pueblos, que demuestre el enorme perjuicio y los daños que sufre el pueblo cubano, y que además demuestre a los cubanos de las más diversas ideas y lugares de residencia que es mucho más lo que nos une, que lo que nos separa. La unidad de nuestro pueblo es esencial en ese empeño.

Por lo tanto, no utilizaremos, ni permitiremos utilizar comentarios que no estén enfocados en el fin del bloqueo, o que tengan agendas políticas de cualquier signo, o consignas por buenas y valiosas que estas sean, o lenguaje insultante o soez de cualquier tipo. Parafraseando a quien fuera nuestro poeta nacional, para todo lo que sea provechoso para conseguir el fin del bloqueo, pedimos: “¡Abran la muralla!”. Pero para lo que conduzca a dividirnos como pueblo: “Tun, Tun, ¿quién es? El alacrán y el ciempiés... ¡Cierra la muralla!”.

Y así, bajo esas condiciones y premisas, surgió la iniciativa No Embargo Cuba, el 28 de enero de este año. En 58 días (escribimos este texto el 26 de marzo) hemos alcanzado una membresía de 50 000 personas residentes en 128 países. Cifras asombrosas, que nos hacen pensar que este esfuerzo está bien encaminado.

Hemos contactado con más de una docena de senadores y representantes en el Congreso de los Estados Unidos, con muchos alcaldes y miembros de numerosos ayuntamientos para que promuevan resoluciones contra el bloqueo. Las caravanas que ya existían se están incrementando numéricamente y, además, han alcanzado un nivel mundial con caravanas en muchos países, número este que seguirá creciendo.

Algunos puntos que creo son importantes:

El concepto de bloqueo y embargo. En español y otros idiomas, uso siempre la palabra bloqueo, que es para mí lo que es esta enorme y salvaje agresión, de forma clara e indiscutida. Otro caso es cuando nos dirigimos a una audiencia de habla inglesa, donde la palabra que se entiende es embargo, y en esos casos usamos y usaremos la palabra embargo por razones obvias.

Nada es completamente apolítico en este mundo. El hecho mismo de estar contra el bloqueo lleva implícita una posición política definida. Lo que no se quiere es que este foro se descarrile de sus propósitos y se convierta en un foro de debate político, como hay miles para quienes lo deseen.

Esta página es dirigida exclusivamente a eliminar al bloqueo y para ello necesitamos una gran unidad que solo existirá en condiciones de mucha diversidad. A quienes no entiendan esto, o no les guste esta aproximación a la lucha contra el bloqueo, les rogamos presentar sus puntos de vista en muchos otros lugares que se esfuerzan por tales vías, que son importantes y los respetamos. Pero esta iniciativa está destinada a la eliminación del bloqueo, y no al debate político, lo que no nos hace apolíticos de ninguna manera.

Pretender estar en el “centro” entre el bien y el mal es inmoral e hipócrita. No estamos ni estaremos jamás en el centro entre el pueblo de Cuba y sus agresores, ni entre los reconcentrados y Valeriano Weyler, o entre Hitler y los judíos. Simplemente aceptamos a todos quienes apoyen al pueblo cubano en su lucha contra la agresión económica más despiadada de la historia, sin cuestionar lo que piensan de otros temas.

Por todo ello les solicitamos a quienes nos leen, su apoyo. Les pedimos se unan a nuestra iniciativa contra el bloqueo en www.facebook.com/groups/noembargo o en la plataforma noembargocuba.com, tanto en español como en inglés. Disponer de cifras cuantiosas de membresía nos da un enorme poder para influir dentro del Gobierno de los Estados Unidos, para romper el mito de que los cubanos que residen en Estados Unidos apoyan tales políticas contra su pueblo, y que el voto cubanoamericano estará siempre “oponiéndose” a una mejoría de las relaciones entre ambos países. No queremos hacerlo para las “calendas griegas”, sino lo más pronto que podamos.

Las posibilidades de cambiar la correlación de fuerzas entre quienes propugnamos el fin del bloqueo y quienes quieren incrementarlo son muchas. El fin del bloqueo, nos guste o no, se decide en el Congreso de Washington y en la Casa Blanca. Todas las formas de denunciarlo ayudan. Pero es necesario ganar esa batalla en EE.UU. La ultraderecha de Miami sabe jugar de manera excelente e inescrupulosa el juego político dentro de Estados Unidos, dispone de enormes recursos de todo tipo y los que nos oponemos a ellos y tratamos de eliminar el bloqueo tenemos que aprender a hacerlo mejor y más dignamente que ellos, buscar el apoyo no solo de los cubanos, sino de otras minorías, de los anglosajones y en general de vastas capas del pueblo estadounidense que incluso cree, para nuestra sorpresa, que el bloqueo ya no existe, que Obama “lo quitó”.

La periodista cubana Arleen Rodríguez Derivet nos honró con una entrevista en su programa La luz de la memoria, donde expusimos estos puntos de vista. Queremos eliminar el bloqueo desde dentro, lo que consideramos la forma más viable y práctica de hacerlo.

Es una cantidad comparativamente reducida de los cubanos que viven en Estados Unidos la que reúne a quienes apoyan el bloqueo a ultranza. Son muchísimos más los que quieren visitar a sus familiares, que se les conceda visas para viajar a Estados Unidos a sus parientes y amigos; poder enviar dinero y paquetes postales a sus hermanos que viven en la isla; que haya relaciones civilizadas y de respeto entre ambos países y que sea posible tener relaciones lo más normales posibles con sus seres queridos. Con el apoyo de los cubanos e internacional, ¡lo vamos a lograr!

Nota

* La región nororiental de Estados Unidos comprende los estados de Connecticut, Rhode Island, Massachusetts, Vermont, Nuevo Hampshire y Maine.

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