Cubainformación TV entrevista a quien fuera su redactora y presentadora, durante los primeros cuatro años de este medio, Helena Bengoetxea, periodista, diseñadora y documentalista. Precisamente, para hablar sobre el documental "Matrioskas: las niñas de la guerra", su último trabajo cinematográfico presentado en el Festival Internacional de Cortometraje y Documental de Bilbao (Zinebi) y que tiene mucho que ver con Cuba.
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También nos visita una de las productoras del film, la francesa Isabelle Neuvialle, de Pyramide Production Limoges. Ambas nos cuentan detalles del qué, del porqué y del cómo se llevó a cabo este proyecto, a caballo entre Rusia, Cuba y el Estado español.
Tres mil niñas y niños salieron de diferentes puntos del Estado español hacia Rusia, refugiados por el gobierno soviético. Estuvieron en 13 casas de acogida, donde se utilizaba la metodología educativa de la República española y sus libros de texto en español.
200 de aquellas niñas y niños, siendo ya adultos, fueron a ayudar a la triunfante Revolución cubana, en los años 60. Allí comenzaron como personal de traducción de los equipos instructores y asesores de la URSS, pero se convirtieron pronto en verdaderos cuadros de la Revolución cubana. En Cuba les comenzaron a llamar las y los "hispanosoviéticos". Cuatro de aquellas niñas protagonizan el film.
Realización: Ivana Belén Ruiz. Redacción: José Manzaneda.
Helena Bengoetxea. Foto: cimamentoring.
"Matrioskas, las niñas de la guerra", sigue a cuatro mujeres por España, Rusia y Cuba
El film retrata su resistencia y capacidad de adaptación tras ser testigos de la guerra, el exilio, el peso emocional de la Unión Soviética, el socialismo... Sus recuerdos pueblan esta historia en forma de libros, fotos o matrioskas, esas muñecas tradicionales rusas que son un elemento recurrente en la película; un souvenir que aparece en el hogar de todas, pero también el símbolo que representa la riqueza de sus vidas, la multiplicidad de situaciones y recorridos vitales. Vidas dentro de otras vidas.
La memoria resulta un elemento fundamental en este film. Como explica la directora Helena Bengoetxea, "como conocimiento y reivindicación histórica, y memoria como mecanismo personal de supervivencia, memorias que se entremezclan y cuya pérdida es tanto individual como colectiva, en un proceso de doble exilio, forzado el primero y por voluntad propia el segundo". Y es especialmente interesante la vivencia de "las niñas de la guerra", las que paradójicamente, y gracias al exilio, disfrutaron de una educación y un desarrollo personal y laboral impensables en España en mujeres de su época y clase social. "La trayectoria y experiencia de nuestras protagonistas, todas mujeres, reivindica sobre todo la memoria como genealogía femenina, genealogía que también conforma lo que ahora nosotras somos y dónde estamos".
Ficha Técnica
Título original: Matrioskas, las niñas de la guerra
Año: 2021
Duración: 74 min.
País: España
Dirección: Helena Bengoetxea
Guion: Helena Bengoetxea
Música: Pascal Gaigne
Fotografía: Iñaki Alforja
Productora: Coproducción España-Francia; Haruru Filmak, Sincro Producción de Imagen, Pyramide Production
Género: Documental
Sinopsis
Teresa, Alicia, Araceli y Julia son cuatro ancianas nonagenarias, aparentemente comunes, que esconden cuatro vidas extraordinarias marcadas por el desarraigo y el exilio: de España a Rusia y después a Cuba. Mujeres hechas a sí mismas y heroínas de su propia trayectoria, sus recuerdos del hambre, el frío y la guerra se entremezclan con la nostalgia por un hogar que las acogió y ya no existe, la lejanía de un territorio que apenas conocen y, para algunas, la vuelta a un país que no es el que soñaron.
Notas de producción
El proyecto de Matrioskas, las niñas de la guerra ha participado en varios foros de la industria entre 2016 y 2018: Nuevas Miradas (Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana), Talent Campus Guadalajara (FICG), CIMA Mentoring, Sunny Side of the Doc, Foro CMM Proyectos ABYCINE y Foro Lau Haizetara (SSFIF) .
El rodaje, con carácter internacional, se ha desarrollado entre julio de 2019 y octubre de 2020 en España (Donostia, Eibar, Bilbao, Gijón, Barcelona), Cuba (La Habana), Rusia (Moscú, San Petersburgo), Ucrania (Kiev) y Estonia. El plan de producción se ha visto alterado debido a la pandemia, ya que la filmación se tuvo que interrumpir en Cuba cuando se estableció el confinamiento.
Inspirada en el pensamiento y la obra de María Zambrano, Carmen Martín Gaite o Andrei Tarkovski, así como en la película “48” (Susana de Souza Dias, 2009) y en los cortometrajes “Carosello” (Jorge Quintela, 2013) y “Saba” (Gregorio Graziosi y Thereza Menezes, 2006), Matrioskas, las niñas de la guerra está escrita y dirigida por Helena Bengoetxea. Cuenta con dirección de fotografía de Iñaki Alforja, música original de Pascal Gaigne y montaje de Joselu Castro y Helena Bengoetxea.
Daniela Fung Macchi y Rubén Isaac Pérez son los responsables del sonido directo; Baptiste Waneukem y Mathieu Nappez (Estudios Alhambra) se encargan del montaje de sonido y mezclas; y Emmanuel Fortin y Hussam Korkut (Lily post production) firman el etalonaje. Mónica Alejandra Pita, Rubén Marcilla y David Berraondo son directores de producción. David Berraondo, Isabelle Neuvialle y Rubén Marcilla son los productores ejecutivos.
Los personajes
Teresa Alonso
Donostiarra de familia humilde, en 1936 se traslada a Bilbao con su madre y hermana donde con 12 años es testigo casual del bombardeo de Gernika. En julio del 37 es evacuada a la URSS desde Santurtzi en el carguero “Havana”, donde conoció al amor de su vida. Teresa pasó la guerra en el sitio de Leningrado recogiendo cadáveres y trabajando en las fábricas de munición. Tras 20 años de estancia en Rusia, se reencuentra con su familia en Barcelona, adonde habían desterrado a su padre.
Activa e inquieta, su lesión permanente debido al impacto de un obús no le ha impedido hacer deporte toda su vida, actividad que ahora, con 94 años, compagina con el dibujo y la actividad militante por la recuperación de la memoria histórica. Su sueño antes de morir: visitar la tumba de su novio eibarrés que la guerra le arrebató y que está enterrado a orillas del lago Peipus, en Estonia.
Alicia Casanova
Nacida en Sestao, embarcó desde Santurtzi rumbo a la URSS con 12 años. Tras un breve paso por Kiev, la ubicaron en el colegio de niños de Leningrado. Al terminar la guerra estudia medicina en Moscú y marcha a Cuba a trabajar como neumotisióloga. Hoy, la doctora Casanova es una frágil anciana de 94 años que vive en la misma casa habanera a la que trajo a su desconocida madre tras 30 años de separación.
A pesar de su pesimismo declarado, y su frágil memoria, Alicia sigue manteniendo una energía poco común para su edad y una fuerte voz que contrasta con su delicado aspecto. Su única ocupación actual consiste en limpiar frijoles, pero todavía sigue recibiendo visitas de algún colega en busca de asesoría médica.
Araceli Ruiz
Araceli y sus hermanas partieron desde el puerto de El Musel de Gijón hacia la URSS en 1937. Vivió en la Unión Soviética más de cuarenta años, donde sufrió de nuevo la guerra y huyó de Leningrado hasta Samarcanda. Pasó hambre y trabajó duro como mano de obra bélica. Nada de eso acabó con su vitalidad y compromiso, que la llevaron a Cuba a trabajar como economista y traductora de español, de donde regresó a Moscú hasta su jubilación. A sus 95 años, solo las arrugas y el paso lento la diferencian de aquella mujer decidida que prometió no volver a su Gijón natal hasta la muerte del dictador, ciudad en la que continúa viviendo desde entonces.
Julia Delgado
De familia de tradición comunista del barrio madrileño de Lavapiés, Julia escapó de España con 12 años a pie por el paso de La Junquera, acabó en un campo de refugiados de Francia y finalmente llegó a la Casa de Niños nº 2 de Stalingrado. Tras la guerra estudió Mecánica e Ingeniería Vial en Moscú, desde donde parte hacia Cuba en 1961 para trabajar. Dotada de una memoria y lucidez increíbles a sus 93 años, de costumbres espartanas y con una visión férrea de lo correcto, su seriedad y determinación se borran en presencia de Julio, su segundo marido con el que vive en La Habana.
Julio y Julia conforman un universo particular en el barrio del Vedado: ella medio ciega y él sordo del todo en una cotidianidad de amor y mucho humor que han conseguido revivir a esta anciana tras conocer el sufrimiento, la lucha y los sinsabores.
Al fondo, Helena Bengoetxea e Iñaki Alforja, rodando en una calle cubana con el resto del equipo. Foto: Noticias de Navarra
Teresa Alonso mantiene viva su curiosidad a los 97 años. Detrás, la directora de ‘Matrioskas’, Helena Bengoetxea, durante el rodaje en Barcelona. NUEVE CARTAS (Tomado de La Marea).
Las apasionantes vidas de las cuatro 'Matrioskas' españolas
BILBAO (Sputnik) — "Son como una metáfora de Cuba". Así describe la cineasta española Helena Bengoetxea a las mujeres protagonistas de su documental 'Matrioskas'.
Se trata de cuatro mujeres españolas que salieron de niñas de su país natal; fueron acogidas en la Unión Soviética y, con la llegada de la década de los 60 y la Revolución cubana, acudieron como voluntarias a la isla para desempeñarse en distintos trabajos especializados para los que habían recibido formación en la URSS.
Sus nombres son Julia Delgado, madrileña, ingeniera civil y que vive en El Vedado, en La Habana; Alicia Casanova, vasca y neumóloga, que falleció en 2017; Araceli Ruiz Toribio, asturiana fallecida a principios de este año en Gijón y economista especializada en ferrocarriles; y Teresa Alonso, de 96 años, que vive actualmente en Barcelona y es perito electricista. Todas ellas salieron de España por el puerto de El Musel (Gijón), Santurce (Vizcaya) o por carretera vía Francia entre la primavera de 1937 y 1938.
El documental que las retrata, de 74 minutos, se estrenó esta semana en el festival Zinebi, de la ciudad española de Bilbao, en el norte peninsular, y ahora pasará al circuito de festivales, desde donde dará el salto a las salas comerciales.
Mujeres afortunadas
La directora del documental considera que, a pesar de que se trata de mujeres que pertenecieron al colectivo de los llamados "niños de la guerra", los menores evacuados de España a distintas naciones, en los inicios de la Guerra Civil Española (1936-39), fueron mujeres afortunadas.
"A pesar de su vida azarosa, del sufrimiento de vivir dos guerras, tuvieron suerte. Tuvieron oportunidades que, si se hubieran quedado en España, con la dictadura, no habrían tenido jamás, ya que eran mujeres y de clase baja", explica Helena Bengoetxea a la agencia Sputnik.
La cineasta señala, además, que se encontró en sus entrevistas "mujeres mucho más modernas que nuestras madres, consecuencia precisamente de las oportunidades que tuvieron", afirma.
Lo cierto es que todas ellas tienen formación superior. En el caso de Alicia Casanova, fue una de las neumólogas más destacadas en la lucha contra la tuberculosis en la Cuba posrevolucionaria. O Julia Delgado que, como ingeniero de Caminos, se encargó de las canalizaciones del zoo de La Habana.
El ideal y la realidad
La directora de Matrioskas también subraya una distinción entre Julia y Alicia que se quedaron en Cuba, y Araceli y Teresa, que regresaron a España.
Sobre estas últimas dice que "no es casualidad que sean activas políticamente, porque regresan a un país que estaba en su memoria, pero la idea que tenían de su país no existía. Regresan a otra cosa", afirma.
Continúa explicando Bengoetxea que "tenían una especie de idealización y sufrieron un desencanto con lo que se encontraron. Por eso cada una a su manera luchó por intentar cambiar lo que no le gustaba", indica la realizadora, natural de la región de Navarra y especializada en trabajos documentales de no ficción.
Sin embargo, sobre Julia Delgado y Alicia Casanova, afirma que son "la metáfora del país. Llegan con toda la efervescencia, en el año 61, también construyen ese país que hoy en día es Cuba", describe.
"Es muy importante en sus vidas la cuestión ideológica. Ellas van allí a ayudar y ellas, como el país, se quedaron un poco en esos años convulsos", concluye sobre estas mujeres, frente a las nuevas generaciones que, explica", "no han conocido otra cosa que los peores años", en referencia a las apreturas económicas de la Isla, tras la caída del bloque comunista.
A juicio de Bengoetxea, esta diferencia ayuda a entender las distintas visiones que estas generaciones tienen sobre la situación política de la isla, "no es tanto una cuestión ideológica, sino una cuestión vital", resume.
Una mirada, la de Matrioskas, que retrata vidas "de película" en un documental y que despertó ya en sus primeros días de andadura el interés de numerosos protagonistas y curiosos del fenómeno de estos niños que pasaron por la vida con pena y también con gloria.
Nonagenarias y antifascistas de hierro
Todo el siglo XX ha pasado ante sus ojos. Teresa, Alicia, Araceli y Julia sobrevivieron a la guerra civil, se criaron en la URSS, lucharon contra los nazis y ayudaron a la Revolución Cubana. ‘Matrioskas, las niñas de la guerra’ narra su extraordinaria historia.
Manuel Ligero - La Marea
«¿Ves la insignia? Mírala bien. Es el contorno de España. Y las siglas M.A.E. en rojo, amarillo y morado. Significa ‘Mujeres Antifascistas Españolas’. ¡Esa no la tuvo todo el mundo!», exclama orgullosa Julia Delgado (Madrid, 1923) en su domicilio cubano. Es una de las cuatro protagonistas de Matrioskas, las niñas de la guerra, el documental de Helena Bengoetxea que se estrenó anoche en el festival Zinebi de Bilbao. Su cinta es, a falta de homenajes oficiales, una suerte de reconocimiento a unas mujeres heroicas que dejaron su país, se criaron en la Unión Soviética, sobrevivieron a dos guerras y mantuvieron intactos sus ideales políticos.
Cuenta Bengoetxea que Teresa Alonso (Donosti, 1925) no sale nunca a la calle sin su chapa con la bandera republicana. Hoy vive en Barcelona. Siendo niña asistió al bombardeo de Gernika antes de ser evacuada, durante la guerra civil, junto con otros 35.000 niños. «Los que fueron a Rusia eran casi todos hijos de militantes del Partido Comunista –precisa Bengoetxea–. Hubo muchos niños de la guerra enviados a otros países: a Francia, Inglaterra, México, Dinamarca, Bélgica y Suiza». Hasta la adolescencia Teresa vivió en un hogar para niños españoles en Ucrania. Durante la guerra mundial fue trasladada y sobrevivió al cerco de Leningrado. Allí ayudaba a neutralizar las bombas incendiarias de los nazis con bidones de arena. Trabajó recuperando cadáveres, miles de ellos, para llevarlos a las fosas comunes. Y sin expresarlo abiertamente, en el documental da entender cómo pudo librarse de morir de inanición en aquellos días.
Araceli Ruiz (Palencia, 1924) le muestra a Bengoetxea sus fotos de Cuba. «Mira, todo hombres. Yo soy la única mujer». Allí trabajó como traductora de los asesores militares soviéticos durante la crisis de los misiles. No volvió a su casa, en Gijón, hasta 1980. Tenía mucho trabajo en la URSS y no lo quería dejar. Ni volver mientras Franco viviera.
En la misma situación laboral estaba Alicia Casanoba (Barakaldo, 1925). Médica especialista en neumología, se presentó voluntaria para trasladarse a Cuba en los primeros años de la Revolución. Allí llegó a dirigir varios hospitales y contribuyó a erradicar la tuberculosis de la isla a mediados de los años sesenta. «¿Qué hubiera pasado si vuelves a España?», le pregunta Bengoetxea. «Pues que no hubiera llegado a lo que llegué», contesta Alicia con una desarmante lucidez.
Teresa vivió esa experiencia limitadora en carne propia. Ella sí volvió, en la década de 1950, cuando Franco permitió el regreso de los niños de la guerra. Su formación, obtenida en la URSS, era de perito, experta en electricidad, pero sólo pudo trabajar de telefonista en un hotel de Barcelona. En cierta ocasión un músico soviético se alojó allí y cuando el director la vio hablando en ruso con él rebajó aún más su categoría. No sabía que estaba dando empleo a una comunista. Y encima divorciada. A partir de ese día fue camarera de piso. Tenía que hacer las camas de rodillas porque su espalda quedó dañada en una explosión durante el sitio de Leningrado. «Y además nadie le alquilaba un piso. Vivía con su hija en un portal, debajo de una escalera», nos cuenta la directora de Matrioskas. «Hemos estado olvidadas pero que se sepa por lo que hemos pasado. Para los que vienen detrás, porque se puede repetir», dice Teresa en la película.
A ella, tras pasar por tantas vicisitudes, no le extrañó que muchos de aquellos niños que regresaron se volvieran a marchar a la URSS. Vieron la España de Franco, esa que el NO-DO encuadraba sin asomo de vergüenza «en el mundo libre», y se marcharon por donde habían venido. Fue como el heroico salto del Muro de Berlín, pero al revés, hacia el Este. Es lógico que a muchos patriotas españoles, educados en los relatos oficiales (el franquista y el hollywoodense), les explote la cabeza con historias como estas.
«Vivir dos guerras y un exilio es un drama. Y eso es lo que vivieron estas niñas. Los niños también, por supuesto, pero yo tenía muy claro que quería contar la historia de las mujeres, mostrar esta memoria en forma de genealogía femenina», explica Bengoetxea. «Ellas, a pesar de la tragedia, de tener que dejar a sus familias, de ir a otro país, de tener que aprender otro idioma, de vivir otra guerra, a pesar de todo eso, se puede decir que hasta tuvieron suerte. Porque si llegan a quedarse aquí, ni hubieran estudiado ni hubieran conseguido desarrollar una carrera profesional. Aquí, para hacer cualquier cosa había que contar con el permiso del marido, del padre o del hermano. Una cosa de locos».
Feministas en la práctica
El convulso siglo XX convirtió a estas mujeres, paradójicamente, en lo que son, en feministas no adscritas a ninguna ola. Feministas antes de cualquier teoría feminista «Yo lo tengo muy claro», asegura Bengoetxea. «Que ellas no se definan como feministas no significa que no lo sean, como ha ocurrido con muchísimas mujeres a lo largo de la Historia», añade. Y subraya un matiz para entender esto en su verdadera dimensión: «Ellas hablan de esos acontecimientos históricos porque los vivieron en primera persona, exactamente igual que los hombres. Pero, además, hablan de otras cosas. Hablan de la maternidad, de las relaciones de pareja, de su trabajo y de las dificultades que tuvieron en él por el hecho de ser mujeres… En definitiva de cosas que hoy siguen pasando».
Su forma de hablar de aquellos años trágicos también es diferente. La guerra civil fue, durante décadas, un tabú en la mayoría de hogares españoles. La excusa era vivir en paz y salir adelante. Así que sobre aquello se extendió un manto de silencio. Pero eso no vale para ellas. «Es que son más abiertas, porque han sido educadas así y porque no vivieron aquí –explica la directora–. Ellas emprendieron un exilio político con 12 años y sabían perfectamente lo que pasó: un golpe de Estado, una guerra y una dictadura. Y vivieron otra realidad. Y más aún: para ellas su país es la España de la República. Aunque este país, el país ideal de su memoria, no existe».
Helena Bengoetxea hace un paralelismo entre la locuacidad de la que hacen gala Araceli, Teresa, Alicia y Julia y el silencio que ha marcado a tantas familias españolas que vivieron la dictadura: «En Navarra, de donde soy yo, no hubo frente de guerra. El general Mola y los carlistas se hicieron con el territorio en los primeros días de la contienda. No hubo guerra como tal. Lo que sí hubo fue una represión terrible. Asesinaron a casi 4.000 personas. Y, claro, aquí sí que no se habla. Hay pueblos en los que las familias de los verdugos y las familias de las víctimas se conocen, y eso no se ha solucionado jamás».
‘Matrioskas’, un trabajo a contrarreloj
Por pura ley de vida, el rodaje de Matrioskas fue una carrera contrarreloj. Sus protagonistas, que superan con creces los noventa años, convertían el tiempo en algo precioso. Quien pone a Helena Bengoetxea en la pista de estas mujeres es una contemporánea de ellas, Isabel Álvarez Morán, otra de aquellas niñas de la guerra. La conoció en Cuba en 2016, mientras realizaba un máster de Documental Creativo en la Escuela de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños. Isabel formó parte del grupo de 200 voluntarios españoles que a principios de la década de 1960 cambió la URSS por Cuba para ayudar a la revolución naciente. También iba a participar en Matrioskas, pero su estado de salud se deterioró rápidamente y no pudo ser.
Sobre Bengoetxea pendía, pues, la espada del tiempo. Sin embargo, sacar un rodaje adelante es algo especialmente lento. Conseguir la financiación y los permisos no fue una tarea fácil ni ágil, lo que provocó cambios inevitables en el proyecto original. Y a esas dificultades se le sumó la pandemia, que restringió la capacidad del equipo para desplazarse a Cuba y a Rusia. Con todo y con eso, el resultado es un documental conmovedor que hace justicia a unas mujeres que merecían un homenaje.
Así como cada año, en Europa, se homenajea a los héroes de la Primera y la Segunda Guerra Mundial, España podía haber hecho lo mismo con los suyos. Pero no ha sido así. Ni con los hombres y mujeres que lucharon contra los nazis ni con los reprimidos y asesinados durante la dictadura franquista. «Bueno, a mí no me extraña», dice Bengoetxea. «¿Sabes cuál es la diferencia? Que la Resistencia francesa ganó la guerra. Aquí los republicanos la perdieron. Tuvimos 40 años de dictadura y lo que vino después: que el franquismo se quedó en las instituciones. ¿Tenemos una democracia formal? Pues supongo que sí… pero con un rey que puso ahí un dictador y que no se cuestiona. Y con un partido que se llama ‘socialista’, que gobernó desde 1982, durante 14 años, y que hizo bien poco por toda esta gente».
Este retardismo de nuestra memoria histórica es un tema que le duele especialmente: «No se ha hecho una valoración justa de lo que significaron el PCE y el PSOE en los gobiernos de la República. Sé que el PCE de hoy no es el PCE de entonces, pero es más grave aún lo del PSOE. Hay muertos en las cunetas que son suyos y no han hecho nada». Este desencanto llega hasta la misma Transición: «La recuperación de la memoria histórica se ha hecho tarde y mal. Y eso hablando de la guerra civil. Si hablamos de otras recuperaciones posteriores, de la represión de los años sesenta y setenta, apaga y vámonos. A ver si prospera la diligencia contra Martín Villa en Argentina. ¿Pero de qué democracia estamos hablando si te tienes que ir hasta Argentina para que juzguen a este señor?».
Malditos comunistas
Si muchos países europeos disfrutaron de un Estado del bienestar y hoy sacan pecho por sus democracias liberales, fue gracias al esfuerzo y la sangre derramada por los comunistas, muchos de ellos españoles. Y aún hoy, en el Congreso de los Diputados, se sigue usando el término «comunista» como insulto. «Tampoco me extraña. Es otra consecuencia lógica del desarrollo de nuestra historia», afirma la directora.
En cualquier caso, sus protagonistas, que siempre mantuvieron vivas las aspiraciones republicanas y la utopía comunista, no son mujeres obtusas. «Tienen muy claros los errores y los horrores cometidos en la Unión Soviética», explica Bengoetxea. «Teresa me contaba que cuando fue a Moscú en 2017, al homenaje que le dieron a los niños de la guerra por el 80º aniversario de su llegada, fue a la Plaza Roja para ver la tumba de Stalin. ¡Y fue allí para reñirle! Y Araceli, que tiene una forma de expresarse muy serena y muy racional, dice que lo mejor que hizo la URSS fue sacar a los presos políticos de los gulags, porque Stalin fue un sinvergüenza. Te lo dicen así. Pueden seguir teniendo los mismos ideales y creer en una utopía comunista, pero saben que, en la práctica, lo que se vendió como comunismo no fue tal».
Julia Delgado y su compañero posan en su domicilio de La Habana, donde vive rodeada de recuerdos. El más querido de todos es un dibujo que Antonio Buero Vallejo le hizo a su padre, histórico dirigente comunista, cuando compartieron presidio en Madrid. NUEVE CARTAS
Esta es la visión de las que volvieron a España. El caso de Julia y de Alicia, las que se quedaron en Cuba, es un poco diferente. «Su posición política es casi una metáfora de lo que es el país. Son comunistas de pro, de las de aquellos años, y viven en un país que también está, ideológicamente hablando, en aquellos años. Ellas fueron a ayudar a la Revolución Cubana, esa fue su manera práctica de llevar a cabo sus ideales. Y cumplieron. Para ellas la revolución estaba hecha. Por eso se quedaron allí. Julia lo dice claramente: ‘Yo soy una cubana más’».
«Si muchos cubanos murieron en España peleando por la República, ¿por qué yo no podía pelear aquí?», se pregunta Julia en el documental. «Por eso vine. Tenía que ayudar. Y no me sentí nunca extranjera. Yo siempre me sentí cubana».
Cerca ya de los 100 años, Julia afirma que no le tiene miedo a la muerte. Simplemente no piensa en ella. Después de vivir dos guerras, de sentir cómo le caían las bombas encima, y habiendo salido de aquello por su propio pie, opina que ya es tarde para tener miedo. Así y todo, Bengoetxea la interroga:
–¿Tú a qué le tienes miedo, Julia?
–¿A qué voy a tener miedo? A los fascistas.
La película “Matrioskas, las niñas de la guerra” de Helena Bengoetxea se estrena mañana en el festival Zinebi de Bilbao
Fermin Music
El film documental sigue el periplo de cuatro mujeres por España, Rusia y Cuba
El largometraje documental MATRIOSKAS, LAS NIÑAS DE LA GUERRA de la cineasta navarra Helena Bengoetxea se estrena mañana, miércoles 17 de noviembre, a nivel mundial en el marco de la 63ª edición del Festival Internacional de Cine Documental y Cortometraje de Bilbao – ZINEBI. La película se podrá ver a las 18:00 en la Sala BBK de Bilbao (Don Diego López Haroko Kale Nagusia, 19-21), dentro de la sección Bertoko begiradak – Miradas desde Euskadi.
La directora del film, Helena Bengoetxea, participará en la premiere junto a varias niñas de la guerra, entre ellas, Azucena Fernández, presente en la película. Ambas estarán disponibles para atender entrevistas antes de la proyección. Se pueden solicitar en el mail escribe@nuevecartas.com.
La opera prima de Helena Bengoetxea se acerca a cuatro “niñas de la guerra” que durante la contienda civil española fueron enviadas a Rusia siendo niñas y, tras la Segunda Guerra Mundial, emigraron a Cuba. Cuatro mujeres, hijas del exilio, que son desconocidas en su país de origen y olvidadas en el de acogida.
El film retrata su resistencia y capacidad de adaptación tras ser testigos de la guerra, el exilio, el peso emocional de la Unión Soviética, el socialismo… Sus recuerdos pueblan esta historia en forma de libros, fotos o matrioskas, esas muñecas tradicionales rusas que son un elemento recurrente en la película; un souvenir que aparece en el hogar de todas, pero también el símbolo que representa la riqueza de sus vidas, la multiplicidad de situaciones y recorridos vitales. Vidas dentro de otras vidas.
La memoria resulta un elemento fundamental en este film. Como explica la directora, “como conocimiento y reivindicación histórica, y memoria como mecanismo personal de supervivencia, memorias que se entremezclan y cuya pérdida es tanto individual como colectiva, en un proceso de doble exilio, forzado el primero y por voluntad propia el segundo”. Y es especialmente interesante la vivencia de “las niñas de la guerra”, las que paradójicamente, y gracias al exilio, disfrutaron de una educación y un desarrollo personal y laboral impensables en España en mujeres de su época y clase social. “La trayectoria y experiencia de nuestras protagonistas, todas mujeres, reivindica sobretodo la memoria como genealogía femenina, genealogía que también conforma lo que ahora nosotras somos y dónde estamos”.
Inspirada en el pensamiento y la obra de María Zambrano, Carmen Martín Gaite o Andrei Tarkovski, así como en la película “48” (Susana de Souza Dias, 2009) y en los cortometrajes “Carosello” (
El proyecto de MATRIOSKAS, LAS NIÑAS DE LA GUERRA ha participado en varios foros de la industria entre 2016 y 2018: Nuevas Miradas (Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana), Talent Campus Guadalajara (FICG), CIMA Mentoring, Sunny Side of the Doc, Foro CMM Proyectos ABYCINE y Foro Lau Haizetara (SSFIF) .
El rodaje, con carácter internacional, se ha desarrollado entre julio de 2019 y octubre de 2020 en España (Donostia, Eibar, Bilbao, Gijón, Barcelona), Cuba (La Habana), Rusia (Moscú, San Petersburgo), Ucrania (Kiev) y Estonia. El plan de producción se ha visto alterado debido a la pandemia, ya que la filmación se tuvo que interrumpir en Cuba cuando se estableció el confinamiento.
Para rodar este documental el equipo del film ha contado con la colaboración de diversas entidades. En España, han contribuido con asesoramiento, información y materiales de archivo de la asociación Archivo, Memoria y Exilio (AGE), Associació Catalana d’Expresos Polítics del Franquisme (ACEPF), Asociación Los niños de Rusia (Asturias), Fundación Sabino Arana, Filmoteca Vasca, Arxiu y Filmoteca Nacional de Catalunya. En Rusia, el Centro Español de Moscú. En Cuba, el Censo de la Embajada española en Cuba, Asociación Vasco-navarra de La Habana, Ministerio de Salud Pública de Cuba (MINSAP) e Instituto Cubano de cine y (ICAIC).
MATRIOSKAS, LAS NIÑAS DE LA GUERRA es una producción de Haruru Filmak, Sincro Producciones y Pyramide Production que cuenta con la ayuda de Gobierno Vasco, Diputación Foral de Gipuzkoa, Gobierno de Navarra, Eurorregión, Región Nouvelle-Aquitaine, Kanaldude, Centro National du Cinema et de l’image animée, y EiTB, y el apoyo de CIMA Mentoring, y Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de Los Baños (EICTV).
SINOPSIS
Teresa, Alicia, Araceli y Julia son cuatro ancianas nonagenarias, aparentemente comunes, que esconden cuatro vidas extraordinarias marcadas por el desarraigo y el exilio: de España a Rusia y después a Cuba. Mujeres hechas a sí mismas y heroínas de su propia trayectoria, sus recuerdos del hambre, el frío y la guerra se entremezclan con la nostalgia por un hogar que las acogió y ya no existe, la lejanía de un territorio que apenas conocen y, para algunas, la vuelta a un país que no es el que soñaron.
PERSONAJES
TERESA ALONSO
Donostiarra de familia humilde, en 1936 se traslada a Bilbao con su madre y hermana donde con 12 años es testigo casual del bombardeo de Gernika. En julio del 37 es evacuada a la URSS desde Santurtzi en el carguero “Havana”, donde conoció al amor de su vida. Teresa pasó la guerra en el sitio de Leningrado recogiendo cadáveres y trabajando en las fábricas de munición. Tras 20 años de estancia en Rusia, se reencuentra con su familia en Barcelona, adonde habían desterrado a su padre. Activa e inquieta, su lesión permanente debido al impacto de un obús no le ha impedido hacer deporte toda su vida, actividad que ahora, con 94 años, compagina con el dibujo y la actividad militante por la recuperación de la memoria histórica. Su sueño antes de morir: visitar la tumba de su novio eibarrés que la guerra le arrebató y que está enterrado a orillas del lago Peipus, en Estonia.
ALICIA CASANOVA
Nacida en Sestao, embarcó desde Santurtzi rumbo a la URSS con 12 años. Tras un breve paso por Kiev, la ubicaron en el colegio de niños de Leningrado. Al terminar la guerra estudia medicina en Moscú y marcha a Cuba a trabajar como neumotisióloga. Hoy, la doctora Casanova es una frágil anciana de 94 años que vive en la misma casa habanera a la que trajo a su desconocida madre tras 30 años de separación. A pesar de su pesimismo declarado, y su frágil memoria, Alicia sigue manteniendo una energía poco común para su edad y una fuerte voz que contrasta con su delicado aspecto. Su única ocupación actual consiste en limpiar frijoles, pero todavía sigue recibiendo visitas de algún colega en busca de asesoría médica.
ARACELI RUIZ
Araceli y sus hermanas partieron desde el puerto de El Musel de Gijón hacia la URSS en 1937. Vivió en la Unión Soviética más de cuarenta años, donde sufrió de nuevo la guerra y huyó de Leningrado hasta Samarcanda. Pasó hambre y trabajó duro como mano de obra bélica. Nada de eso acabó con su vitalidad y compromiso, que la llevaron a Cuba a trabajar como economista y traductora de español, de donde regresó a Moscú hasta su jubilación. A sus 95 años, solo las arrugas y el paso lento la diferencian de aquella mujer decidida que prometió no volver a su Gijón natal hasta la muerte del dictador, ciudad en la que continúa viviendo desde entonces.
ARACELI RUIZ
De familia de tradición comunista del barrio madrileño de Lavapiés, Julia escapó de España con 12 años a pie por el paso de La Junquera, acabó en un campo de refugiados de Francia y finalmente llegó a la Casa de Niños nº 2 de Stalingrado. Tras la guerra estudió Mecánica e Ingeniería Vial en Moscú, desde donde parte hacia Cuba en 1961 para trabajar. Dotada de una memoria y lucidez increíbles a sus 93 años, de costumbres espartanas y con una visión férrea de lo correcto, su seriedad y determinación se borran en presencia de Julio, su segundo marido con el que vive en La Habana. Julio y Julia conforman un universo particular en el barrio del Vedado: ella medio ciega y él sordo del todo en una cotidianidad de amor y mucho humor que han conseguido revivir a esta anciana tras conocer el sufrimiento, la lucha y los sinsabores.
LA DIRECTORA
Helena Bengoetxea es realizadora, diseñadora y periodista. Máster en estudios feministas (UB – DUODA) y máster en Comunicación Audiovisual (EHE-UPV ), estudió cine documental creativo en la EICTV (Cuba) y ha completado su formación audiovisual en distintos seminarios referenciales con Robert McKee, Mercedes Álvarez, Carmen Guarini, Nicolas Philipbert, Pedro Costa o Patricio Guzmán, entre otros. Forma parte de la productora Haruru Filmak desde sus inicios. Colabora en diferentes proyectos audiovisuales del Centre La Bonne (BCN) desde 2005, actualmente en el LAB-FEM, coordinado por Lola Mayo.
MATRIOSKAS, LAS NIÑAS DE LA GUERRA es su primer largometraje, pero tiene experiencia en la realización de piezas audiovisuales por encargo para ONGs, museos y entidades en temáticas como feminismo, memoria histórica, solidaridad internacional o educación para el desarrollo. Algunas de estas obras han sido seleccionadas en diferentes festivales internacionales, entre los que destacan:
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“La agenda setting. Palestina en los medios” (2012, 86 min.)
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15º Festival Internacional de Cine de DDHH
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5º Festival Internacional de Cine Invisible “Filme Sozialak”
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Xº Al Jazeera International Documentary Film Festival
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8º DocsMX, Mención Especial del Jurado
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Festival Internacional de Documentales “Santiago Álvarez in memoriam”, Premio Especial de Jurado.
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“Ingreso de las mujeres de Beriain en el mercado laboral: testimonios” (2012, 31 min.)
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XI Muestra de Cine sobre Igualdad de Género “Mujer en Escena” (Festival de Málaga)
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LAS PRODUCTORAS
HARURU FILMAK
Empresa de producción audiovisual radicada en Pamplona (Navarra) y registrada en el ICAA desde 2016, con amplia experiencia en trabajos documentales de temática diversa como memoria histórica, economía social, etnografía y patrimonio inmaterial, ecología o antimilitarismo, entre otros. También realiza labores de asesoría audiovisual para movimientos sociales y asociaciones, así como services de realización en directo de conciertos y otros eventos, emisión en streaming en abierto o circuito cerrado en cursos on line, tanto para organismos públicos como privados.
SINCRO PRODUCCION
Productora audiovisual independiente creada en 1986 que cuenta con una amplio catálogo de documentales producidos, con más de 20 obras emitidas por diversos canales europeos de televisión: BBC, FR3, ORF, TVE, Documania, Voyage, TV Slovenia, Euskal Telebista, Canal Sur, Canal De Historia, Planeta, Histoire. Es miembro de la Asociación IBAIA y de FAPAE. Desarrollan la producción de documentales con una vocación de colaboración con autores, productoras y difusores, lo que les ha permitido trabajar con esquemas flexibles y adaptarse a la complejidad de las más variadas producciones.
PYRAMIDE PRODUCTION
Productora independiente de Limoges (Francia) creada en 1988 para fomentar la aparición de nuevos talentos y apoyar a los cineastas en su deseo de combinar un punto de vista fuerte y una originalidad formal, colocando en el centro de su actividad la obras y quienes las realizan. De este modo, han producido cerca de 80 películas documentales, en coproducción con las cadenas de televisión nacionales, regionales y locales francesas. Películas de visiones y sensibilidades diversas en torno a los tres temas que forman su línea editorial: sociedad, historia y arte.
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