Cubainformación.- Rosa Miriam Elizalde, vicepresidenta primera de la Unión de Periodistas de Cuba, nos cuenta que Cuba sufre una guerra híbrida, que significa "diversas guerras simultáneas: económica, financiera, sanitaria, comunicacional..." y que la guerra comunicacional, que "es bestial", implica muchas variables: lo mediático, lo tecnológico, lo psicológico...
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La periodista señala que hoy "ya no se habla de guerra de cuarta generación, sino de quinta", y en este nuevo tipo de guerra "el territorio de conquista es el cerebro de la persona". Para esta guerra contra Cuba existen grandes laboratorios en EEUU, con muchísimo dinero y mucha ciencia aplicada, en los que trabajan equipos de neurología, psicología y personas expertas en comunicación, nos explica.
En relación a lo que, desde Cuba, se desarrolla para contrarrestar toda esta agresión, Rosa Miriam enfatiza que "la comunicación en Cuba no es una mera cortina de humo, sino que depende de la práctica política, de lo que se hace y de lo que ocurre en las comunidades" y en la calle. "Internet -añade- es una prolongación de los espacios físicos de toda la vida. Por lo tanto, hay que apuntar a la politica territorial". Y "eso es lo que se está haciendo", explica.
Preguntamos acerca de las decenas de medios digitales en cuya denominación aparece la palabra Cuba y que, subvencionados por USAID, NED y otros espacios del Gobierno de EEUU, realizan una labor de propaganda contra la Revolución. Rosa Miriam explica que responden a una estrategia de segmentación de públicos, a los que se dirigen de manera específica, pero con un objetivo y una estrategia comunes, en el marco de los "programas de cambio de régimen" que financia EEUU contra Cuba. La mayoría de estos medios se impulsan en 2017, unidos a la campaña de apoyo al entonces presidente Donald Trump, y son el resultado de la aplicación de la sección 109 de la Ley Helms-Burton, que obliga al ejecutivo estadounidense a financiar estos programas.
A pesar de la incidencia que tiene la guerra comunicacional desde EEUU sobre la opinión pública cubana sobre la que, reconoce, se ha logrado influir, "la sociedad está muy por delante de todas estas estrategias de laboratorio, pensadas para crear ciertas fantasías de una realidad alternativa de Cuba, que no ha logrado enraizarse". "No se explicaría -subraya- que se haya ganado el último referéndum, si no hay unos valores y una comprensión, por parte de la sociedad cubana, de que los gravísimos problemas que sufre dependen de una agresión y de un diferendo histórico que ha llevado a lo que ahora padecemos".
La entrevista se realizó en el marco del XVI Encuentro Estatal de Solidaridad con Cuba, celebrado en Puerto de Sagunto, Valencia, del 14 al 16 de octubre de 2022.
Rosa Miriam Elizalde es la actual vicepresidenta primera de la Unión de Periodistas de Cuba, además de profesora auxiliar de la Universidad de La Habana y del Instituto Internacional de Periodismo "José Martí". Elizalde es, posiblemente, la mayor especialista de la Isla en temáticas como la ciberguerra y la guerra comunicacional. El título de su Tesis de Doctorado define su preocupación y vocación como profesional comprometida con el periodismo cubano: "El consenso de lo posible: Principios para una política de comunicación social en el escenario de la convergencia mediática desde la perspectiva de los periodistas cubanos".
Equipo de fotografía y video: Ana Gil, Lázaro Oramas, José Manzaneda, Rafael Pérez Benlloch, Roynel Fernández Veloso, militancia del MESC (Movimiento Estatal de Solidaridad con Cuba).
A lo largo de varias semanas se irá publicando una veintena de entrevistas y conversatorios de este XVI Encuentro. Todos los materiales podrán visionarse en este apartado: Cobertura completa en Cubainformación: XVI Encuentro Estatal de Solidaridad con Cuba: Puerto de Sagunto (València), 14 al 16 de octubre de 2022
Rosa Miriam Elizalde, vicepresidenta primera de la Unión de Periodistas de Cuba
“La guerra económica contra Cuba es acompañada de una guerra comunicacional y tecnológica bestial”
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Entrevista: José MANZANEDA
Transcripción: José Mª ALFAYA
Cubainformación
Rosa Miriam Elizalde, reconocida periodista cubana de prensa y televisión, es la gran voz experta en la materia de la ciberguerra y la guerra comunicacional de EEUU contra el proceso político cubano. Conversamos en Puerto de Sagunto (Valencià), en el XVI Encuentro Estatal de Solidaridad con Cuba.
-En estos dos últimos años Cuba vive una espiral en esta ofensiva comunicacional, alimentada por la coyuntura económica crítica que sufre el país. ¿La opinión pública cubana ha sido tocada?
Sí, mucho. Estamos sometidos a una guerra que llaman de cuarta generación o guerra híbrida, que es la co existencia de distintas guerras en simultáneo: una guerra económica y financiera fortísima, también sanitaria con la pandemia, más las sanciones recrudecidas del gobierno Trump, mantenidas por Biden… Y a todos estos elementos críticos simultáneos, se les ha acompañado de una guerra comunicacional, mediática, tecnológica bestial contra Cuba.
Hay un laboratorio para diseñar operaciones ya probadas con éxito en otros países, que están, de alguna manera, horadando ese escenario comunicacional cubano. Son diseños de laboratorio dirigidos a públicos específicos con tecnología y marketing, para llegar a la perfección al cerebro de las gentes. Y es lo que estamos viviendo. Se habla incluso de que ya no es una guerra de cuarta generación sino de quinta generación, dirigida al cerebro. El territorio de conquista es el cerebro de las personas.
Y es evidente que, con tanto dinero para el cambio de régimen en Cuba, con tanta ciencia y tanta gente experta trabajando (en neurología, psicología, comunicación), es lógico que esas operaciones al servicio de cambiar la mente humana tengan su resultado.
¿Cuál es la estrategia desde Cuba, desde el periodismo y la comunicación social, para hacer frente a esto?
En Cuba hay muchos problemas aún pendientes en el ámbito de la comunicación. Discutimos mucho de todo esto en la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), de los problemas no resueltos, existentes ya en la etapa en la que los medios de comunicación masiva reinaban. Ahora, a esos problemas se ha unido esta nueva realidad socio-tecnológica, donde la gestión de la comunicación ya no se puede hacer desde el viejo sentido común de los medios masivos. Las relaciones de confianza de la juventud, por ejemplo, están más con los medios digitales que con los medios tradicionales, en Cuba y en todas partes.
Estamos discutiendo mucho esta complejidad, buscando alternativas. Pero sin lugar a dudas, la comunicación no es una mera cortina de humo. Depende de la práctica política real. Internet y el entorno digital es sólo la prolongación de los espacios territoriales físicos de toda la vida. Por lo tanto, hay que apuntar, sobre todo -y es lo que se está haciendo- a la política territorial, a lo que se hace en las comunidades. Y yo creo que ahí es donde la sociedad cubana está muy por delante en estos momentos. Por eso esas estrategias de laboratorio, pensadas para crear ciertas fantasías sobre la realidad cubana, no han logrado enraizarse.
No se puede explicar, de otra manera, que se haya ganado un referéndum, si no hay valores, si no hay dentro de la sociedad cubana una comprensión de que los gravísimos problemas por los que estamos atravesando tienen que ver, al margen de problemas internos no resueltos, sobre todo, con una agresión externa, con un diferendo histórico, que ha llevado al pueblo de Cuba a una situación como la que hoy sufre, de bloqueo recrudecido con tantísimas sanciones.
Hay elementos de resistencia que están ahí, de prácticas políticas. Cuando te hablan de que Cuba es un estado fallido, hay que preguntarles: ¿cómo un estado fallido puede resolver en cinco días el problema gravísimo de un incendio en la base de supertanqueros de Matanzas?; ¿o encauzar la recuperación organizada tras el huracán Ian, que destruyó ochenta mil viviendas en Pinar del Río, mientras tú, que hablas de “estado fallido” y vives a 90 millas, en Florida, has visto que ese mismo huracán ha causado tantísimas víctimas en un país rico y sin bloqueo?
Esos elementos del tejido político, solidario y de resistencia, que está en el ADN de la Revolución cubana, son los que nos siguen sosteniendo. El reto está en trasladar eso a las redes y construir hegemonía también en esos entornos. Y en prepararse para una guerra que llegó para quedarse, para esa disputa por el cerebro de las gentes, que trata de convertir al propio sujeto agredido en actor de esa guerra psicológica y de información contra su país y contra sí mismo.
Y ahí estamos en esta guerra de posiciones, como diría Gramsci, de ganar un día, de ganar un espacio, de ir adaptándonos también a lidiar en este nuevo escenario, basándonos siempre en nuestras propias prácticas políticas.
Hay un enjambre de medios digitales que, financiados por EEUU, hablan sobre la realidad de Cuba desde la perspectiva e intereses de la Casa Blanca. ¿Son todos iguales?
Paco Arnau tiene una reflexión muy interesante: antes nos dividíamos en medios corporativos y medios alternativos, hoy nos dividimos en medios corporativos y medios alternativos a la verdad. O sea, el sistema ha aprendido a utilizar estas nuevas facilidades que tiene Internet para gestionar la fragmentación de los públicos.
Los medios que citas no son iguales, pero a la vez sí lo son. Trasladan una misma agenda. No son iguales porque están dirigidos a públicos diferentes. Ves una serie de medios que tienen el nombre de Cuba en la raíz del dominio y otros que, en realidad, lo que hacen es reempaquetar una misma agenda anticubana a públicos muy diversos. Ha sido una construcción deliberada que incorpora ciencia.
¿Cuándo surgen muchos de estos medios? En 2017, tras la victoria electoral de Donald Trump. Reproducen ese mecanismo, utilizado en aquella campaña electoral, conocido como la “campaña permanente”, porque ese dispositivo comunicacional de la campaña de Trump nunca se desarmó, siguió trabajando para la reelección en el 2020. Y entendieron que uno de los elementos clave para esa reelección era el estado de la Florida. Por eso es que allí instalan parte de su laboratorio y casi todos esos medios son creados justamente en la primavera-verano del 2017. Había unos anteriores, pero el grueso de este dispositivo tóxico se crea en ese momento.
La línea Obama fue otra: la de crear, sobre todo, medios privados, en apariencia blogs (pero que no lo eran tanto), destinados más a gestionar sectores profesionales de la opinión pública interna de Cuba, siempre lubricados por el financiamiento de los fondos para el “cambio de régimen”, o sea, la sección 109 de la Ley Helms-Burton.
Y eso mismo pasa después con esos dineros, que se transfieren desde varias fundaciones, a la propia campaña de Trump, donde este dispositivo se incorpora. El cálculo fue, entonces, trabajar el tema de Cuba como un tema de política exterior pero que sirviera a la vez como el ejemplo negativo de lo que podría ser el “socialismo” representado por los demócratas. Una construcción muy perversa, pero así fue construida.
En conclusión: esos medios no son iguales en apariencia, pero son la misma cosa. Es la misma agenda y obedecen a distintos grupos dentro de ese sector que tiene un poder prestado de la derecha y la ultraderecha anticubana de la Florida.
Lo que no dicen de Cuba
Rosa Miriam Elizalde
La Jornada
Es la guerra de información al viejo estilo de los halcones que susurran en el oído a los presidentes de EEUU. No empezó con Biden, hay que decir. Desde el 2017 vienen martillando la falacia de un estallido social en Cuba con su solución mágica, la “intervención humanitaria”, mientras Trump avanzaba en su letanía de sanciones adicionales al bloqueo, 243 para ser exactos.
En febrero de 2020, los amigos del Secretario General de la OEA Luis Almagro y de los congresistas de la Florida, entre selfie y selfie con los fachas más aborrecibles de la derecha transnacional, lanzaron la campaña en redes “Crisis en Cuba: represión, hambre y coronavirus”. No existía en ese momento ni un solo caso de Covid19 en la isla. Tampoco faltaban, como sí después, los alimentos o las medicinas, a pesar de los sucesivos golpes a las finanzas, las presiones a los bancos, la persecución a los barcos con petróleo, el corte abrupto de las remesas, la cancelación de los vuelos regulares desde EEUU y muchos más.
Como dijo el escritor cubano René Vázquez Díaz, imagínense el ejército de funcionarios gubernamentales estadounidenses que han trabajado lealmente, desde 1960, para hacer sufrir hasta lo indecible a los niños cubanos, a los ancianos y enfermos, a las mujeres y a los hombres de un país pequeño que jamás ha agredido a su verdugo. "Imagínense la cantidad masiva de funcionarios que, ahora más que nunca, siguen llevando a cabo esa labor diaria".
Imagínese por un instante cuánto ha costado esta guerra de espectro completo que opera en el ciberespacio, donde conectan y se cruzan todas las informaciones de los operativos “en tiempo real” para garantizar que el estallido social pase de la machacona promesa a algo que lo parezca, sin que se mencione la mano que ha mecido y remecido la cuna. Y sin develar, por supuesto, que la mayoría de la población cubana no participó en los incidentes del 11 J de 2021 y no aceptará, de ninguna manera, la “intervención humanitaria” y sus bombas y marines acompañantes.
Cuando el gobierno llamó en aquella fecha a su pueblo a defenderse, entonces el toque a rebato en las redes sociales y en los medios transnacionales dio la señal de convertir al presidente Miguel Díaz-Canel en un criminal. Se les olvidó mencionar que no llamó al Ejército a dispararles a los ciudadanos, ni ordenó sacar ojos, ni a usar bastones eléctricos, ni tanques de agua con ácido, ni gases lacrimógenos, ni ninguna otra arma que no fuera el pecho de aquellos que sí saben quién es el criminal en esta historia, como ha recordado el diplomático cubano Eugenio Martínez. Y ellos salieron a defender la Revolución, incluso, antes de que Díaz-Canel explicara en la tarde del domingo lo que estaba ocurriendo y llamara a calmar a personas que han sido un día tras otro bombardeadas por océanos de información tóxica y fake news de todo tipo a través de redes sociales. CNN en español, por ejemplo, presentaba una manifestación de apoyo a la Revolución de los trabajadores del Ministerio de Economía, en La Habana, como si fuera una protesta antigubernamental. Para hacerla más realista, le añadía la canción “Libertad” del empresario miamense Emilio Estefan.
Lo que no dicen de Cuba es que, desde hace casi tres años, se ha estado documentando la participación de empresas y sitios digitales de Florida en la organización de esta campaña, con financiamiento gubernamental estadounidense. Tampoco hablan del uso de sistemas de big data e inteligencia artificial de última generación contra la Isla, como los que emplearon para justificar el golpe de Estado en Bolivia, por ejemplo, y la presencia de cibertropas digitales que coordinan acciones en las redes y utilizan esos sistemas de inteligencia computacional para generar una ruidosa cámara de eco contra el gobierno cubano.
El investigador español Julián Macías Tovar mostró cómo estas cibertropas organizadas en Twitter amplificaron millones de mensajes y dieron instrucciones para el acoso coordinado a influencers con el objetivo de darle volumen a la etiqueta #SOSCuba. Las tácticas utilizadas, propias de operaciones de ciberguerra, tenían el objetivo de generar de manera artificial la ilusión de un consenso a gran escala contra el gobierno cubano a partir de una operación de fuerza bruta en las plataformas sociales, minuciosamente planificada, que reúne todas las características de la guerra irregular o híbrida de diseño estadounidense en tiempos de Internet, que lleva casi 20 años de práctica.
Cuando en 2003 el Departamento de Defensa de Estados Unidos declaró al ciberespacio como un nuevo territorio a conquistar, lo hizo para definir las operaciones de network centric warfare, o ciberguerra, descritas como “la realización y la preparación para llevar a cabo operaciones militares de acuerdo con los principios relacionados con la información. Significa perturbar, si no destruir, los sistemas de información y comunicación, definidos en términos generales para incluir además la cultura militar, en la que se apoya un adversario para "conocerse" a sí mismo: quién es, dónde está, qué puede hacer, cuándo puede hacerlo, por qué está luchando, qué amenazas contrarrestar primero, etc.”.
La desinformación, el fraude y la manipulación no solo intentan convertir en estallido social disturbios creados en laboratorios estadounidenses, sino convertir a los espectadores en cómplices de un crimen contra millones de cubanos. Hay muchas cosas que no se dicen de Cuba, pero no dude que esta es la principal.