Marta Rojas - Revista Mujeres.- A lo largo del proceso histórico cubano, a partir de una fecha cumbre, el 10 de octubre de 1868, inicio de los más de 100 años de lucha, la mujer cubana ha desempeñado un papel fundamental en nuestro país.


Partiendo de las hazañas de Mariana Grajales, de Amalia Simoni, Ana Betancourt y tantas otras patricias, nombres a los que había de agregarse el de mujeres que se desempeñaron en la literatura y las artes, no ha habido una etapa más importante –desde el punto de vista de la pasividad— en que las cubanas constituyeran un bastión tan firme como en estos 50 años de la Revolución Cubana.

Si bien es cierto que, en el campo civil, por ejemplo, las mujeres cubanas ya habían conquistado el voto mucho antes de 1959 —ejercicio cívico que aún está vedado en el siglo XXI a muchas mujeres del mundo— no representaban una fuerza decisiva en la construcción de la sociedad justa a la cual aspirábamos todos los cubanos.

De más está decir que no fue un regalo de la Revolución. Su protagonismo en los duros años que precedieron al 1 de Enero, llenan páginas de heroísmo. El nacimiento del proceso de emancipación definitiva, surgido el 26 de julio de 1953, bajo la dirección del joven abogado Fidel Castro, con el asalto a los cuarteles Moncada, de Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, tuvo en sus filas a dos mujeres héroes: Haydée Santamaría y Melba Hernández, destacadas en la acción e igualmente en la denuncia de los crímenes atroces cometidos con sus compañeros, torturados y asesinados tras aquellos hechos.

El legado del siglo anterior, el batón de continuidad, seguiría en orden cronológico en la lucha insurreccional, bastaría mencionar a Celia Sánchez y Vilma Espín para enunciarlo en estas breves líneas, aunque no se trata de excluir a muchas que en forma sencilla e incluso anónimamente a riesgo de sus vidas y ofrendándola, contribuyeron al triunfo.

Pero, el propio Fidel, ya en su condición de Comandante victorioso, anunciaría en los albores de la Revolución que a partir de esa fecha todo podía ser y, de hecho, sería más difícil, es decir, hacer la Revolución desde el poder, muy pronto amenazado y agredido por la potencia imperialista más grande del siglo XX, los gobiernos de los Estados Unidos.

La carga pesada de la lucha cotidiana por la supervivencia y logros de la Revolución ha tenido en la mujer cubana su mejor soldado, sin excluir que también, semánticamente, como soldado ella misma ha sabido defender las conquistas de la Revolución.

Pocas personas podían pensar en 1961 que entre el decisivo ejército de la alfabetización marcharían decenas de miles de adolescentes, mujeres que acababan de transitar la niñez. Ese es uno de los hechos más importantes, enseñaron unas u otras.

Muchas más mujeres, tan jóvenes como ellas, adultas e incluso ancianas, aprenderían a leer y escribir.

Esas adolescentes de la alfabetización convivieron en las condiciones más duras en montañas y llanos desempeñando la sagrada misión de extirpar de raíz el analfabetismo en grupos sociales integrados por mujeres y por hombres. Para mí esa fue la primera gran hazaña liberadora después del triunfo de la Revolución.

La educación y la cultura del pueblo cubano, en toda la amplitud que la contemplamos hoy, tiene una beneficiaria fundamental: la mujer.

Hoy nos ufanamos, con razón, de las miles de mujeres profesionales de la salud y la educación —fundamentalmente — que se desempeñan, desde hace muchos años, como trabajadoras internacionalistas o colaboradoras de primer nivel en muchas partes del mundo. Sin aquella educación primaria masiva no habría sido posible: fue la semilla que germinó en las universidades y escuelas de oficios.

Sin el conocimiento que la Revolución Cubana propició a la masa femenina, esta no  hubiera alcanzado los niveles que tiene hoy en ramas científicas como la biotecnología, para mencionar una entre muchas.

En resumen, desde mi punto de vista, el beneficio del conocimiento ha sido el valor más tangible de la mujer cubana para que esta haya podido participar, en tan elevado número y calidad, en el desarrollo de la Revolución en estos 50 años y paralelamente en la defensa ideológica frente al bloqueo criminal y tenaz.

 

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