Revista Mujeres.- Las historias de Laidi, Silvia, Graciela, Aymara y Rosa Tania, aunque revelan conflictos, preocupaciones y experiencias diversas, tienen puntos en común: han vivido entre 45 y 59 años; son protagonistas de la educación de sus hijos y en muchos casos cuidadoras de sus padres o abuelos; cumplen importantes misiones laborales o sociales; y comienzan a sentir malestares, dolores, ante los que no siempre se detienen a reflexionar... No tienen tiempo.


Son las llamadas “mujeres sándwiches” o “generación del emparedado”. Y tal calificación no es precisamente fruto de la ocurrente chispa de los habitantes de esta Isla, aunque bien podría serlo. El término se le atribuye al psicólogo estadounidense Quaeshi Walker, quien define de esta manera a quienes se encuentran comprimidas entre el cuidado de hijos y ancianos, el matrimonio, el hogar, el trabajo… La doctora Ira Byock, del Departamento de Filosofía de la Universidad de Montana, también en Estados Unidos, lo ha empleado en sus investigaciones para englobar casos de mujeres muy parecidas a estas cinco cubanas.

Con más de una traducción a varios idiomas y asumida por especialistas de casi todo el mundo, la expresión the sandwich generation lamentablemente se ha puesto de moda y aparece con mucha frecuencia en esa literatura ligera al estilo de Cosmopolitan y Vanidades, anunciando toda una lista de consejos enlatados, pretendidas soluciones, también ligeras, para asuntos bien serios y aún poco identificados.

Pero, ¿quiénes son estas mujeres? ¿Qué lugar ocupan dentro de la estructura de la población cubana?

LA EDAD MEDIANA EN CIFRAS


Coinciden los demógrafos en que las mujeres de la edad mediana, hoy, en Cuba, tienen como promedio alrededor de 52 años, residen fundamentalmente en zonas urbanas, suelen estar casadas, tienen un nivel educacional elevado y una vida social intensa, ya que integran la población económicamente activa, aunque no todas tengan un empleo remunerado.

Datos del Centro de Estudios de Población y Desarrollo CEDPE, de la Oficina Nacional de Estadísticas, revelan que ellas suman un millón 44 mil 374 de los poco más de 11 millones de habitantes de la Isla y es un grupo poblacional en aumento. Para el año 2015 llegarían a un millón 300 mil.

Tal aumento es consecuencia del arribo a las “edades medianas” de la llamada generación del boom, o sea, esas niñas y niños que nacieron en los primeros años de la década del 60 y elevaron significativamente la fecundidad en Cuba.

Como las cinco entrevistadas por BOHEMIA, estas cubanas, en su mayoría, son madres. Un grupo nada despreciable se ha casado o unido más de una vez, y a menudo son pilares de sus familias. Se desempeñan, al mismo tiempo, como esposas, hijas, madres, abuelas y hasta nietas, por obra y gracia de la alta esperanza de vida en el país. Y por si fuera poco, también trabajan y dirigen.

DE VUELTA A LAS ESTADÍSTICAS


Otras señales pueden distinguir a estas mujeres “maduras” en el entramado social cubano. A juicio de Juan Carlos Alfonso, director del CEPDE, “un alto número emigra, entendido este acto como el movimiento desde el lugar donde nacieron hacia otro; su fecundidad es muy baja, pues cursan por el final de su vida reproductiva; una parte considerable son jefas de hogar, porque están solas al frente de la familia o porque sus propios esposos las reconocen como tal; y aunque tienen tasas de divorcio y nupcialidad menores que la población femenina más joven, muestran un movimiento relativamente agitado en la formación y disolución de parejas”.

A veces lucen cansadas, abatidas, pero, según las estadísticas, están en la plenitud de sus vidas —las cubanas de estas edades tienen hoy una esperanza de vida de alrededor de 30 años más—, por lo que les queda mucho camino por delante. ¿Lograrán escapar del centro del emparedado?

La doctora Artiles, considera que las casas de Orientación de la Mujer y la Familia están cumpliendo un importante papel en el camino de brindar orientación y herramientas a estas mujeres para enfrentar sus conflictos cotidianos.

Esa labor, sumada a la de las consultas de climaterio y menopausia, resulta un importante paso. Pero, coinciden los especialistas consultados por BOHEMIA, falta una mirada integral que ponga de acuerdo a todos los actores sociales involucrados en los conflictos de las mujeres de la edad mediana.

Bajo la frescura de su patio en Santiago de las Vegas, Aymara, aunque no está al tanto de investigaciones y chispeantes teorías de psicólogos foráneos, continúa insistiendo con tierna terquedad en una idea, que pudiera ser el primer salto afuera del pan: “Yo no renuncio a la felicidad; honestamente, pienso que me la merezco.”

¿DÓNDE ESTÁS, QUE NO TE VEO?

Sometidas a cargas que otros grupos sociales no reciben, las protagonistas de este trabajo muchas veces pasan por la vida como si fueran invisibles… hasta para ellas mismas.

Este equipo pudo confirmarlo durante las cinco entrevistas y las cuatro dinámicas grupales —con adolescentes de uno y otro sexos; abuelos y abuelas; hombres entre 45 y 59 años y mujeres de esta misma edad—. En todos los casos ellas fueron identificadas como madres, hijas, cuidadoras, cocineras, responsables, trabajadoras; pero casi nunca como personas con vida propia.

Hijos e hijas, esposos; madres y padres entrevistados pasaron mucho trabajo para contar cómo se divertían estas mujeres, cuándo iban al médico y cuáles eran sus gustos. Simplemente, no las ven. Para nada son excepción estos resultados; se repiten a nivel social y más allá de las fronteras de la Isla.

“Las mujeres de la edad mediana, al no estar contempladas en los grupos considerados vulnerables —niñas, adolescentes en edad reproductiva, ancianas— carecen de programas de atención específicos, diseñados o implementados para ellas”, sostiene Juan Carlos Alfonso Fraga.

“Realmente, las políticas de salud están dirigidas a la mujer en la etapa reproductiva y después en la edad geriátrica. La mujer de edad mediana queda un poco desprotegida; es por eso que nuestro grupo de Climaterio trabaja y investiga con vistas a solucionarlo”, refuerza la doctora Blanca Rosa Manzano, presidenta de la Sociedad Cubana de Obstetricia y Ginecología.

Un vistazo al mundo revela una situación muy similar. “En documentos de conferencias tan importantes como la de Población y Desarrollo, de El Cairo, en 1994, y la Conferencia Mundial de la Mujer de Beijing, en 1995, o no aparecen referencias explícitas a este grupo de mujeres, o cuando se hacen son partes de consideraciones generales o de otro tipo, pero sin mencionar en detalle los problemas o proponer acciones al respecto”, ilustra Alfonso Fraga.

Fuente: Bohemia
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