Sara Más - Revista Mujeres.- "Primero había pensado dedicarse por entero al mundo de la ciencia y así, en 1954, Vilma Espín se convirtió en una de las dos cubanas graduadas como ingenieras en Química Industrial, en la Universidad de Oriente.


La vida de María Curie, biografía escrita por la hija de la científica francesa, la había conmovido desde temprano. “Aquel libro me apasionó, me hizo pensar mucho en la paciencia, en la tenacidad de dedicar la vida entera a descubrir soluciones para la humanidad”, declaró muchos años después a una periodista, en 1944. Pero, después de graduada, no tuvo tiempo para ejercer su carrera. Sensibilizada con la situación del país bajo la dictadura del general Fulgencio Batista, ya se había sumado a las luchas sociales desde que era estudiante. Y un paso la llevó a otro: de simpatizante a colaboradora, de activista a líder, de organizadora clandestina a guerrillera. Por ese camino llegó a convertirse en la coordinadora del Movimiento 26 de Julio en la provincia de Oriente y luego se alzó en las montañas. Entonces estaba lejos de imaginar que dedicaría el resto de sus ideas y sus días, entre otras cosas, a defender los derechos e intereses de las cubanas."

Cuando el mundo vivía la amenaza de la Crisis de los Misiles, en octubre de 1962, Vilma Espín viajaba por las carreteras de Cuba e iba identificando a su paso las bases de cohetes soviéticos que, en cualquier momento, podían convertirse en blanco de un ataque estadounidense y desatar una guerra nuclear.

En sus brazos llevaba a su hija de tres meses de nacida y a su lado viajaba otra de dos años y medio. Tras dejar en orden su trabajo del día, al frente de la recién creada Federación de Mujeres Cubanas, iba a reunirse con su esposo que, en aquellos primeros años de la revolución, estaba encargado de la defensa de las provincias más orientales del país.

Tenía que atravesar la isla para unirse a Raúl Castro y ella lo hacía conociendo perfectamente los riesgos. “Momentos de tensión como esos vivimos más de una vez”, recordó Espín muchos años después, sin arrepentirse para nada de lo vivido y feliz de aquellos cuatro hijos que nacieron, uno tras otro, entre 1960 y 1965.

Un ingeniero, dos ingenieras y una pedagoga especializada en sexología son algunos de los frutos más importantes de aquella unión entre la líder del movimiento femenino cubano de los últimos 50 años y Raúl Castro, actual presidente de Cuba.

Primero había pensado dedicarse por entero al mundo de la ciencia y así, en 1954, Vilma Espín se convirtió en una de las dos cubanas graduadas como ingenieras en Química Industrial, en la Universidad de Oriente. La vida de María Curie, biografía escrita por la hija de la científica francesa, la había conmovido desde temprano. “Aquel libro me apasionó, me hizo pensar mucho en la paciencia, en la tenacidad de dedicar la vida entera a descubrir soluciones para la humanidad”, declaró muchos años después a una periodista, en 1944.

Pero, después de graduada, no tuvo tiempo para ejercer su carrera. Sensibilizada con la situación del país bajo la dictadura del general Fulgencio Batista, ya se había sumado a las luchas sociales desde que era estudiante.

Y un paso la llevó a otro: de simpatizante a colaboradora, de activista a líder, de organizadora clandestina a guerrillera. Por ese camino llegó a convertirse en la coordinadora del Movimiento 26 de Julio en la provincia de Oriente y luego se alzó en las montañas. Entonces estaba lejos de imaginar que dedicaría el resto de sus ideas y sus días, entre otras cosas, a defender los derechos e intereses de las cubanas.

Alguna vez comentó que no tenía noción de lo discriminada que estaba la mujer hasta que, en 1959, comenzó a trabajar con ellas en la creación de la Federación de Mujeres Cubanas, actualmente la única organización femenina de la isla, que agrupa a cerca de cuatro millones de integrantes.

Sin embargo, “esa lucha suya por la igualdad empezó desde mucho antes, quizás sin darse cuenta, cuando ocupó puestos de toma de decisiones importantes en la guerra de liberación nacional”, comenta a SEMlac Isabel Moya, directora de la revista Mujeres, creada por Espín Guillois en 1961.

Bajo sus ideas, esa publicación le abrió espacios a los debates de salud, para ayudar a erradicar y disminuir las principales causas de muerte de las cubanas y luego ampliarse a temas más abarcadores, como la educación sexual en la familia, la igualdad de derechos y la equidad de géneros.

Personalmente estuvo al tanto de los programas para rescatar a las prostitutas de las calles y burdeles, y brindarles trabajo y vida digna, junto al Ministerio de Bienestar Social, dirigido por Raquel Pérez. También impulsó los planes para que las campesinas, las domésticas y amas de casa, entre los sectores femeninos más atrasados del país, estudiaran o aprendieran un oficio.

Desde entonces, Vilma Espín se dedicó de lleno a las inquietudes y las luchas por el adelanto de las mujeres, junto a la defensa de los derechos de la infancia, y “fue transgresora desde su propia vivencia y su pensamiento, con ideas adelantadas para su época“, opina Moya.

Su sello personal está en leyes y documentos legales que amparan estos temas, incluido el Código de la Familia aprobado en 1975, uno de los más avanzados en la región en su momento.

“Entonces ella insistió para que se reconocieran las uniones consensuales y los hijos concebidos durante esas relaciones, e incluso no hablaba de uniones entre un hombre y una mujer, sino entre dos personas, cuando pocos se atrevían a reconocer o plantear el matrimonio homosexual”, señala Moya.

A instancias de Vilma Espín se crearon los círculos infantiles, para que las mujeres pudieran ir a trabajar con la seguridad de que sus hijos quedaban bien cuidados, pero también para introducir valores de equidad en la educación de niñas y niños.

Promovió además la creación de la Comisión Nacional Multidisciplinaria para el Estudio de la Transexualidad y la atención a transexuales, en la temprana fecha de 1979, y luego la apertura del Centro Nacional de Educación Sexual y del Grupo Nacional de Prevención y Atención a la Violencia Intrafamiliar.

“Habló de educación sexual cuando pocos entendían bien el significado y valor que eso tenía. Se rodeó de expertos en la materia, como el doctor Celestino Álvarez Lajonchere y otros especialistas, para empezar a impulsar una mirada desprejuiciada a la sexualidad de hombres y mujeres”, precisa Moya, quien también dirige la Cátedra de Género y Comunicación “Mirta Aguirre” del Instituto Internacional de Periodismo, en La Habana.

“Todo le interesaba: el arte, el diseño, la alimentación, la ciencia, la política, las mujeres, la educación infantil, la juventud, la familia...Por eso digo que era una mujer renacentista”, añade.

“Era, sobre todo, una persona muy humana”, asegura Ivette Vega, con 18 años de labor en la dirección nacional de la FMC. “Vilma era muy sensible y por eso, en medio de una conversación, iba del trabajo a preguntar por los hijos o la familia, pendiente de los detalles y tratando de ayudar, de aconsejar”, relata.

“Es una luchadora de excepcionales méritos y trayectoria, pero para nosotras es también la sonrisa franca y afable, la inteligencia amplia y culta, la sagacidad veloz”, suscribe Vega.

Entre otras de sus cualidades, la joven psicóloga menciona la ternura y la sensibilidad, pero también la inteligencia y exigencia, el rigor en lo que emprendía.

“Como toda mujer de vasta cultura, era sencilla. No por ello carecía de fuerza para emprender tareas aparentemente imposibles. Lo imposible, para ella, sólo le tomaba un poquito más de tiempo”, cuenta a SEMlac una habanera que compartió con Vilma tareas y ocasiones diversas.

Ella, sin embargo, trató de verse siempre como un ser común, sin tener real conciencia de sí misma. Así se describía, a la altura de los 64 años, en declaraciones a una periodista: “Yo creo que desde siempre, porque así me educaron, traté de cumplir mi deber lo mejor posible”.

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