Marilys Suárez Moreno - Revista Mujeres.- La naturaleza no le dio el privilegio de la maternidad, pero Celia Esther Sánchez Manduley, supo prodigarle a cada ser necesitado de su ayuda, comprensión, aliento y su infinito amor maternal.
Esta manzanillera orgullosa de haber nacido en Pueblo Nuevo, el barrio del poblado de Media Luna, en 1920, el 9 de mayo, y haber pasado luego 16 años de su vida en Pilón, otro enclave de Manzanillo, en la oriental provincia Granma, fue un ser imprescindible en la inspiración de la esperanza.
En su carácter se integraron la dulzura, el afecto, la ternura, con la más rigurosa exigencia en los principios revolucionarios. Los que la conocieron de cerca nos dan la estatura de la heroína desde la distancia del tiempo. Aseguran que era una muchacha de espíritu inquieto y carácter decidido; sensible y laboriosa, pero muy enérgica y con un gran sentido de la organización. Guía e inspirador de su patriotismo y rebeldía fue su padre, el doctor Manuel Sánchez Silveira, de quien Celia heredó la proyección humanista.
Era una mujer de gráciles movimientos y proverbial modestia, que aunaba a sus muchos dones una enorme capacidad para imponer disciplina y respeto. Crió a 10 hijos y convivió con ellos en su casa de la calle 11, en el Vedado. Sentía orgullo de sus “hijos” y estos no menos de aquella mamá ejemplar. En ellos depositó el cariño y los desvelos de una madre, formándolos para la vida.
Sus hijos de crianza la recuerdan como una madre que no solo estaba al tanto de sus estudios, querencias y gustos, sino que les brindaba confianza y un caudal de amor. “Eso sí, quien no fuera capaz de ser honesto y sobre todo cumplir con la Revolución y lo legal, fuera quien fuera lo dejaba a un lado”, rememoraría Luis Menéndez Sánchez, uno de los muchachos traídos de la Sierra por la Heroína del llano y la montaña, en entrevista a Felipa Suárez Ramos, del periodismo Trabajadores.
Y es que Celia, mujer con temple de Mariana Grajales, la madre de la patria cubana, se transformaba en látigo cuando e trataba de defender a Cuba, la Revolución y Fidel. Quizás porque su vida a partir del desembarco del Granma, estuvo tan imbricada en la historia misma de la Revolución y Fidel, que resulta impensable, separar una de la otra, como expresó el fallecido historiador Pedro Álvarez Tabío en su libro: Celia, ensayo para una biografía.
Atenta, meticulosa, leal, gustaba del anonimato y cuánto mucho hacia, lo impulsaba tan combativa como silenciosamente. Eficiente y por sobre todas las cosas, tremendamente humana, Celia hizo del trabajo y la preocupación por los demás una constante de su quehacer, una razón más de su entrega.
Aquella mujer hecha flor que impulsó legislaciones de Seguridad Social para las mujeres trabajadoras y campañas por la incorporación femenina al estudio y al trabajo, que atendía directamente a cuánta persona o familia requería de ella, que fue artífice de innumerables obras sociales y asumió con amor e indulgencia a necesitados, ancianos e impedidos, nos legó como valiosa herencia, su ejemplo y un título que la privilegia como “la flor más autóctona de la Revolución”.
Esta es la Celia de Cuba, que por feliz coincidencia del almanaque, celebraría este domingo su cumpleaños 90, justamente el Día de las Madres. Doble tributo, pues, el que le rendiremos.
FOTO: Monumento a Celia Sánchez Manduley en Manzanillo
