Sara Más - Revista Mujeres.- Algunas han sido reconocidas editoras de cine, otras se han destacado como diseñadoras de vestuario o en las artes del maquillaje, y no faltan las que han hecho época y sentado cátedra como realizadoras de documentales.


No son pocas las mujeres que, desde diversos espacios, se han vinculado al cine en Cuba; pero, históricamente, ese universo ha sido muy masculino y nuestro país no escapa a esa realidad. Además de actuar, ellas apenas se han ocupado, fundamentalmente, de asuntos relacionados con el vestuario, el maquillaje y, en algunos casos, la edición.

Lo cierto es que apenas dos, en 50 años, han llegado a dirigir totalmente un largometraje en la llamada «gran industria» del país, el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC): Sara Gómez hizo De cierta manera, en 1977; Rebeca Chávez estrenó en marzo de 2009 su película Ciudad en rojo.

Antes, en 1993, se había estrenado la película Mujer transparente, compuesta por un grupo de cuentos cortos, que se convertiría en el primer ejercicio de ficción para Ana Rodríguez, Mayra Vilasís y Mayra Segura.

El tema de las mujeres y el cine remite a un debate que ha resurgido en los últimos años en torno a preguntas como: ¿hay en Cuba un cine femenino o hecho por mujeres? ¿Qué lo distingue del que hacen los hombres? ¿Y un cine feminista? ¿Por qué tan pocas mujeres han llegado a la dirección en la industria cinematográfica? ¿Les han faltado historias que contar? ¿No estaban interesadas en hacer cine?

Seguramente no. Unas han dejado un sello personal en la documentalística cubana, como la propia Sara Gómez (El solar; Guanabacoa: crónica de mi familia; Sobre horas extra y trabajo voluntario), Marisol Trujillo (Mujer ante el espejo), Marina Ochoa (El sol rojo en el poniente; Amor), Mayra Vilasís (Una pareja de oro; Patinando; Esa mujer de tantas estrellas) o Rebeca Chávez (Rigoberta; En busca de Chano Pozo; Con todo mi amor; Rita), por mencionar algunas; otras se emplearon a fondo en hacer sus obras desde otros espacios menos legitimados, fuera de la industria establecida, como Lizette Vila (Yo no soy un santo; Y hembra es el alma mía; Otra mujer sin rostro), Belkis Vega (Corresponsales de guerra; Viviendo al límite; El futuro es mi sueño), Marina Ochoa (Blanco es mi pelo, negra es mi piel; Julieta busca a Romeo; Del otro lado del cristal), Gloria Rolando (Raíces de mi corazón, 1912. Voces del silencio y Pasajes del corazón y la memoria), Niurka Pérez (Juan y Pepilla, Mujeres diferentes), Magda González Grau (Puertas; Clase magistral), o Teresita Ordoqui, directora del largometraje Te llamarás Inocencia (1989), en 16 mm, producido por el Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT).

Desde las consideraciones más sutiles hasta las más estrictas –como que las mujeres carecen de la fortaleza física necesaria para cargar una cámara–, no han faltado obstáculos y resistencias en el camino de las realizadoras.

Especialistas reconocen la apertura que significó la entrada de las estudiantes a la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños, en La Habana, y a la Facultad del Instituto Superior de Arte, para formarse no solo como realizadoras, sino incluso como directoras de fotografía, o para hacer cámara o sonido, labores tradicionalmente vedadas a las mujeres.

También identifican el desarrollo actual de la tecnología y la digitalización como una condición que ha permitido la democratización del cine y abierto la entrada a mayor número de mujeres, en un momento en que la industria se ha visto deprimida por falta de recursos, luego de la crisis iniciada en la pasada década de los noventa.

Así, varias realizadoras cubanas iniciaron sus obras con la aparición del video o emigraron entonces a ese formato, aunque sobre todo han hecho documentales o cortos, y muy pocas en realidad han llegado al mundo de los largometrajes de ficción o lo han alcanzado tardíamente.

Al parecer se trata de un fenómeno que ocurre en el mundo, no solo en Cuba, pues hay una emigración hacia el video de aquellas que no pudieron hacer sus obras en celuloide. Sin embargo, todavía el cine de esta isla del Caribe sigue siendo un predio reponderantemente masculino, donde poco se conoce sobre la creación de las directoras ni se visualiza el cine que están haciendo o les interesa hacer.

Lo cierto es que, en medio de variados contratiempos y desde la tecnología digital, ellas persisten y han encontrado renovadas posibilidades de expresar su libertad creativa. Aunque son pocas aún y ese soporte todavía no es muy bien aceptado por cineastas, público y crítica, la nómina ha empezado a ampliarse desde el cine considerado independiente, alternativo, de bajos recursos y presupuestos, desde el cual ellas han comenzado a mostrar obras diversas, no pocas de una calidad artística que les han merecido premios y reconocimientos en festivales y muestras como las de cine joven.

Nombres como los de Daniellys Hernández (Extravío), Heidi Hassan (Tierra roja y el documental Tormentas de verano), Adriana F. Castellanos (Esperando entodavía y El pez de la torre narra en el asfalto), Grethel Medina (A la hora de la sopa), Hilda Elena Vega (Menaje a trois), Lianed Marcoleta (Domingo del pez), Yanelvis González (X distantes), Carolina Nicola (Así de simple), Sandra Gómez (Las camas solas), Alina Rodríguez (el documental Buscándote Havana y la ficción El color de Elisa), Milena Almira (Alina, 6 años y El grito), Susana Barriga (The Illusion), Patricia Ramos (Na-Na y El patio de mi casa), Aylee Victoria Ibáñez (Palimpsesto) y Marilyn Solaya (En el cuerpo equivocado y Hasta que la muerte nos separe, producido este último con el ICAIC) engrosan la lista, junto a otras.

Han querido cambiar la suerte con sus esfuerzos y se van abriendo paso por un camino plagado de obstáculos hacia un y se van abriendo paso por un camino plagado de obstáculos hacia un mundo al cual muchas han llegado tarde, lamentablemente, pero otras se resisten a faltar.

Con más o con menos conciencia de género, de frente a obstáculos y resistencias diversas, han comenzado a explorar temáticas y preocupaciones que, hasta ahora, fueron asumidas y construidas, fundamentalmente, bajo el canon masculino. Todavía no están en el centro, ni son tan conocidas, pero hay que seguirlas de cerca. Apenas comienzan a filmar. Algunas siguen soñando y no renuncian al «gran cine», otras todavía no se plantean así, pero no dejan de pensar y crear. Las cámaras están bajo su mando… ¡Rueden directoras!!!!

Entre diálogos y debates

Varios espacios teóricos y de discusión han propiciado, en los últimos años, los debates acerca de la presencia de las cubanas en el cine y el audiovisual, así como las miradas reflexivas en torno a la representación que se hace de ellas, sus historias y preocupaciones en las pantallas, grandes y chiquitas.

Desde algunas conferencias presentadas en los encuentros de Género y Comunicación, organizados por la Unión de Periodistas de Cuba y la Federación de Mujeres Cubanas, hasta diversas muestras de cine, han tenido lugar talleres de discusión y encuentros, donde creadores, realizadoras, artistas, personal técnico, docente y directivo, especialistas, académicas e investigadores han dado sus puntos de vista y promovido el diálogo.

Entre estos esfuerzos se inscriben, ya con tres ediciones, las Muestras Temáticas de Cine Pobre Humberto Solás, que han mantenido el tema de género y los roles femeninos en el cine durante sus foros de discusión entre ciencia y arte. Hasta ahora se han realizado dos en Cienfuegos y uno en La Habana, como complemento del Festival de Cine Pobre que cada año tiene lugar en Gibara.

«Todo esto es muy nuevo para los realizadores», comentó Danae C. Diéguez, profesora de la Facultad de Medios Audiovisuales del Instituto Superior de Arte (ISA), quien ha investigado el tema, dentro y fuera de la industria. «Todavía asisten más expertos y especialistas que realizadores en sí, pero sigue siendo la gran oportunidad para el diálogo entre las diferentes áreas del conocimiento», opinó durante la última edición del certamen, del 13 al 16 de octubre, en la capital cubana.

En su criterio, hacen falta estos espacios y también otros que promuevan el conocimiento, como cursos y talleres. «El entendimiento se va abriendo paso a paso» y «una de las ganancias ha sido, sin dudas, el poder evitar la banalización. Se trate de hombres o mujeres, del punto de vista que se quiera representar, se va evitando lo banal a favor del contenido, de la profundidad».

Palimpsesto, una historia muy real

Ella misma aparece en pantalla, y hay una voz en off, que no es la suya, narrando lo que pasa. En la vida real, ella no fue la protagonista de la historia, pero sí es la autora del video performance y el único personaje que aparece en pantalla para contarla. La voz que se escucha es la de la vida real, de una mujer entrevistada.

Con el video arte Palimpsesto, de ocho minutos de duración, Aylee Victoria Ibáñez, graduada hace dos años de Historia del Arte, recrea desde su propia representación las vivencias de una mujer víctima de la violencia continuada por parte de su pareja, lo que la lleva a la situación límite y reactiva de responder con violencia y matar a su esposo.

«Simplemente me basé en una historia real y en mis propias vivencias como mujer al enfrentarme a esta historia. No tenía grandes conocimientos teóricos sobre género ni partí de esa idea, pero tampoco me conformé con lo que decían en el barrio de la protagonista, de quien solo se comentaba que había matado al marido, pero en realidad se ignoraba qué la condujo a ese final», comentó Ibáñez.

Exhibido en octubre de 2010 por la televisión cubana, la obra estremece por el final inesperado; pero, sobre todo, por las experiencias que narra de la vida de una cubana actual. «En lugares donde se ha mostrado, se me han acercado mujeres que han pasado por algunas situaciones similares a otras que cuento en el video arte y vigentes en la sociedad. Muchas veces son historias que se quedan en el espacio íntimo y las llegamos a conocer a veces por pura casualidad», asegura.

La joven realizadora cuenta que llegó al tema de la violencia de género porque le interesaba trabajar el proceso mediante el cual una persona, sea hombre o mujer, expuesta ante una situación límite en su vida, podía llegar a convertirse en una persona violenta.

Palimpsesto es el primer trabajo de una serie en la que espera seguir representando las historias de mujeres que encuentre durante sus búsquedas e investigaciones. «Ese lenguaje en particular tiene que ver con mi formación, apegada a la imagen plástica, que empiezo a fundir también con el campo del cine, que tanto me interesa».

Sin preparación previa en el tema, en un acercamiento e indagación que fueron más bien intuitivas, Aylee asegura que le interesa seguir trabajando el video «desde la autorepresentación, desde historias que pasen por mí; esa es una manera de identificarme con todas esas mujeres, porque son experiencias que cualquiera de nosotras, creo, en algún momento determinado, podemos vivir».

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