Leticia Martínez Hernández - Revista Mujeres.- Es cierto: las mujeres cubanas desde hace muchos años dejaron de ser "innombrables" para ocupar los planos más estelares, para ser las protagonistas de hazañas cotidianas que antes les fueron negadas. Para nadie es secreto dentro de este archipiélago el hecho de que han conquistado incontables espacios alguna vez reservados con el cartel de "solo para hombres". Sobran las cifras ascendentes, las historias de aquellos antes y del después que las descubren inmensas, magnánimas, imprescindibles...


Sin embargo, luego de tanta batalla dada, aún persisten rezagos de vicios machistas, a veces demasiado sutiles, que recortan el vuelo al aún llamado sexo débil. Hemos sabido de cubanas que hacen "trabajos solo de hombres", presentadas con la mayor de las algarabías, como si a más de 50 años de Revolución contar esas extrañezas fuera un logro, cuando a estas alturas del campeonato tales argumentos deberían formar parte de nuestra cotidianidad. Resulta oprobioso que subsistan prejuicios de género: deudas que entre tantos logros no deben camuflarse.

Hace unos días tuve la oportunidad de presenciar una reunión donde se discutía un asunto de jerarquía para el país. Entre los decisores, quienes ponían a punto la culminación de una importante obra, no fue difícil contar la cantidad de mujeres que aportaban esfuerzos: ¡solo dos, entre una veintena de hombres! Entonces comenzaron a diluirse aquellas cifras del inicio, pues en el terreno del día a día muchas mujeres no ocupan responsabilidades porque alguien las presume inferiores; porque alguien le "teme" a su condición de madre, cabeza del hogar, esposa: papeles que alguien supone pueden restarle neuronas a su gestión laboral; o porque sencillamente ellas, a veces obnubiladas por esas opiniones retrógradas, desertan de la vanguardia.

Por eso me detengo en las palabras pronunciadas por Fidel en el ahora lejano marzo de 1974, recientemente publicadas en estas páginas, palabras que alertan de una parte del problema aún sin resolver: "Si hay muy pocas mujeres en el Partido, significa que algo anda mal todavía en la Revolución y que algo anda mal todavía en el Partido: o que no les prestamos toda la atención a las mujeres, o que no hemos aprovechado el caudal de fuerza revolucionaria y de virtudes patrióticas que la mujer encierra, y la abnegación y el espíritu de sacrificio de que la mujer es capaz; o que las mujeres están relegadas a simples amas de casa, o que en nuestra sociedad socialista todavía prevalecen viejos criterios de las sociedades feudales y burguesas. Y tanto la mujer como el hombre tienen que luchar para llegar a lo que constituye uno de los preceptos fundamentales del marxismo-leninismo, que es la liberación de la mujer y la igualdad de la mujer con el hombre. ¡Y si tiene hijos, no debe ser un demérito; y si tiene que atender una casa, eso no debe ser un demérito para una mujer, sino un mérito!"

Sí, algo todavía no funciona bien dentro del Revolución, aunque como país podamos mostrar los pasos más agigantados. Si no de qué otra forma interpretar el hecho de que aún sean pocas las mujeres en oficios no tradicionales (eufemismo para clasificar espacios aún no ocupados); a qué se deben las caras de asombro, de de-sagrado, ante las cubanas que transgreden lo "estrictamente varonil"; cómo justificar la incoherencia de un funcionario cuando afirma en televisión que las mujeres son torpes al volante; por qué persisten en algunos espacios dosis de desconfianza hacia las féminas elegidas para ocupar un cargo; cómo seguir aceptando la lacerante frase de "mi mujer no trabaja en la calle"...

No es esta una diatriba contra el machismo sutil, milenario, por demás inútil... Quizás sea un motivo para seguir empujando, para que cinco décadas de Revolución no sean el remanso feliz donde sentarse a descansar. El andar diario demuestra, amén de la enorme participación de las cubanas en la vida de su país, que falta mucho muro por derribar: muros a prueba del salitre de los años, por tanto muros más difíciles de hacer caer. Y pudiera ser este un buen momento para que ellas sigan defendiendo el espacio más que merecido, cuando Cuba está inmersa en un proceso de disponibilidad laboral, y la orden ha sido como siempre: ¡Cero discriminación! De mujeres insustituibles está repleta esta isla, de mujeres que al llegar la tarde doblan su jornada laboral porque en casa continúan siendo "eternamente imprescindibles".

Porque aún subsisten deudas por saldar, bien vale otra mirada. Más que eso: bien valen otros modos de actuar, dejar quietas las cifras alcanzadas, los números por lograr, las historias narradas cada 8 de marzo... El camino aún es largo.

Fuente: Granma

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