Idania Trujillo de la Paz - Revista Mujeres.- Desde hace 30 años, Patricia Arés Muzio interroga la vida de la familia cubana. A su consulta concurren madres solteras, padres que no saben cómo lidiar con sus hijos adolescentes, niños que viven «entre fronteras», con un padre aquí y otro en otra geografía, ancianos que han decidido retornar a Cuba para mitigar la soledad…


Desde que su padre, siendo ella niña, la «condenó» a vivir junto a enfermos psiquiátricos aprendió a oler, observar, oír, compartir y pensar.

Patricia no es una mujer perfecta, tampoco una supermadre. Además de profesora titular de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana, es directora del Programa de Asistencia a la Familia del Centro de Orientación y Atención Psicológica. Hablar, investigar, escribir y atender las diversas problemáticas familiares han sido una constante en su carrera profesional y humana.

«A veces victimizamos a la familia o la convertimos en el chivo expiatorio de la sociedad», dice enfática. Avanzamos por el pasillo y entramos a una oficina con estantes ordenados y repletos de libros. «¿Tomas té?», me pregunta. Mientras compartimos una infusión de manzanilla, una alumna toca a la puerta: Permiso, profe, sabe quién va a calificar los exámenes pendientes. Patricia se vira buscando mi mirada y advierte: «No te asustes si vuelven a interrumpirnos, este entra y sale es habitual».

Durante años hemos repetido que la familia es la institución básica de la sociedad, es un refugio, un grupo humano insustituible…

«Es todo eso y más; es un núcleo de relaciones afectivas que promueve la interdependencia, un nexo que se desea duradero aun cuando no sea de pareja y que cumple necesidades primarias para el ser humano: afecto, reconocimiento, intimidad, cercanía, contención, apoyo… Dar una definición de familia en Cuba pasa por una relación amplia de vínculos de consanguinidad, convivencia y afecto».

Es que Cuba es una sociedad tejida sobre grandes redes familiares, sociales, vecinales…

«Es cierto. Estamos acostumbrados a trabajar, a vivir, a relacionarnos en redes, pero sucede que la diversidad de modelos familiares a través del tiempo y en las diferentes culturas hace difícil consensuar una definición única de familia, aunque intuitivamente todos tengan en mente un concepto y hasta una actitud básica respecto a ella.

«Al igual que otros países de América Latina, Cuba viene de una herencia hispana, judeocristiana, que parte de un modelo de familia patriarcal, con una jerarquía de la figura masculina y una subordinación de la mujer, donde el hombre está más vinculado al mundo público y la mujer al universo privado. Claro, ese modelo tradicional de familia, donde la unión de pareja era «para toda la vida», se ha venido desmontando. Un cambio evidente ocurre en las estructuras y los arreglos familiares de convivencia. Hoy estamos en un momento de gran diversidad, de pasar de ese modelo de concepción conyugal biparental a otro donde las familias constituyen un gran mosaico».

Entonces hoy la familia cubana está en trance si tomamos en cuenta, por ejemplo, el alto índice de divorcios, la diversidad de orientaciones sexuales…

«Bueno, lo que está en trance es el modelo tradicional de familia. Hasta hace pocas décadas se decía que la familia era la unión legal entre un hombre y una mujer con el objetivo de procrear, educar a los hijos y satisfacer necesidades humanas de unión y compañía. Ninguna definición de este tipo se corresponde ya con los cambios actuales. La unión puede ser legal o no, puede ser para toda la vida, pero las separaciones y los divorcios suelen ser frecuentes y los miembros de la unión ya no son siempre heterosexuales; hoy día existen muchas parejas homosexuales, por lo que el nexo no es solo para procrear, sino también son muy importantes el placer y la satisfacción de estar juntos. Por esa razón, se retoma la idea que la familia existe, en la actualidad, no como un contrato de fidelidad, procreación y perpetuidad, sino como un compromiso de amor, apoyo y reciprocidad, cuya durabilidad depende de la fuerza de la intimidad y los sentimientos que unen a esa pareja.

«En efecto, el incremento del divorcio en Cuba —el más alto de América Latina—, sin dudas tiene que ver con el giro que se produjo a partir del impacto del proceso revolucionario y su consecución. Este indicador tiene varias lecturas. El reordenamiento de los lugares que ocupan el hombre y la mujer y la redistribución del poder a nivel social causan un impacto importante en la organización familiar, cuya expresión se da a nivel simbólico a partir de cierto desmontaje de la idea o del modelo tradicional de familia, atravesado por realidades como, por ejemplo, el hecho de que la mujer se posicione en el ámbito social de un modo diferente.

«En estos tiempos, la mujer espera del hombre mucho más, espera otra forma de participación en la vida familiar. Pero, igualmente, el nivel cultural alcanzado por ella ha hecho que aumenten sus expectativas de realización individual y, por tanto, es diferente su mirada respecto a cómo conciliar la vida laboral y familiar... La posición que ha ido alcanzando en la sociedad muchas veces pone en crisis su relación de pareja. ¿Qué significa esto? Si la mujer, jerárquica y socialmente, está por encima o tiene mayor ingreso que el hombre coloca a la pareja en una situación de crisis a nivel simbólico. De ahí lo complicado y difícil que resulte desmontar un modelo anterior de familia hacia una situación que todavía no está instituida dentro del imaginario social, sino que es una «fantasía instituyente», pues este imaginario social pasa por el modelo patriarcal y este se constituye no solo en y desde la familia, sino a partir de una relación ideológica, una primacía en cuanto a una ideología de subordinación o de poder; y por más que se trate de transformar desde los discursos hacia la búsqueda de la equidad, las estructuras siguen siendo jerárquicas porque son estructuras patriarcales.

«Somos un país ‘guerrero’, de ‘caciques’, de ‘grandes líderes’, donde la ideología patriarcal está muy arraigada, muy asentada. Entonces al hombre le cuesta trabajo reposicionarse desde un lugar de más equidad dentro del medio familiar, cuando todavía las estructuras de poder social son eminentemente masculinas».

Usted mencionaba el impacto que ha tenido la salida de la mujer al plano público, pero esta salida del pequeño espacio del hogar a la sociedad, experimentado por ella en estos 50 años, ¿lo ve como un triunfo o como una trampa?

«Lo miro desde dos ángulos porque la mujer que sale no es la misma que regresa. La mujer que sale al ámbito público y trabaja, que tiene determinadas realizaciones —personales, laborales, de reconocimiento, protagonismo social, posibilidad de sentirse útil en el mundo público—, experimenta una sensación de empoderamiento al interior de la familia; y esto influye en la creación, por decirlo de alguna manera, del síndrome de la supermujer. Es decir, tiene más poder en el ámbito público, pero no renuncia al poder en el ámbito privado. Este último vino supuestamente del modelo de la familia patriarcal, donde el único peldaño conquistado por ella era lo doméstico y lo usaba para decirse: ‘Yo soy dueña de casa’, ‘yo soy ama de casa’, ‘yo hago de mi casa mi feudo, mi espacio’.

«Ahora bien, el reposicionamiento de poder en la sociedad logró re-empoderarla a nivel familiar, y fíjate qué contradicción, de ahí lo que tú preguntas como «trampa». ¿Qué hizo? En vez de soltar poder logró re-empoderarse y ya no solo trabaja, sino que administra el presupuesto, toma decisiones, es la máxima responsable de los hijos, gerente general del hogar, deja recados por todos lados: ‘Veme haciendo esto y aquello otro’, incluso pone al marido en posición de ‘su asistente’: ‘Búscame al niño, hazme los mandados, adelántame la comida’, es decir, hay un reposicionamiento donde el poder público la reubica en un dominio familiar que nada tiene que ver con las subordinaciones, el sometimiento, el silenciamiento.

«Ella se siente imprescindible en el ámbito público y también en el familiar. Pero es una opresión de segundo orden, pues la liberación no implica solo salir a trabajar sino salir, pero desde otro lugar.

«Ser una supermujer, sin embargo, ha tenido un costo en salud: la menopausia se adelanta, aparecen más temprano las enfermedades coronarias, los infartos, el estrés; se ha elevado el consumo de psicofármacos…»

Cambiemos el giro de la plática. Desde el pasado año, el país se reordena con la puesta en práctica de nuevas medidas económicas, ¿de qué modo este reordenamiento está produciendo impactos en la familia y en la percepción individuo-familia-sociedad y familia-Estado, y hacia dónde se perfilan esos modelos de familias de que hablábamos?

«En Cuba hay una combinación un poco azarosa de los capitales culturales y económicos, porque posterior a la crisis la forma de insertarse al mercado laboral se diversificó y, por supuesto, las relaciones entre la familia y el Estado fueron diversas. Por un lado, muchos núcleos se quedaron vinculados al sector estatal de la economía —dígase profesionales de la salud y la educación—, y sus familias tuvieron un capital económico muy inestable, en descenso; decimos inestable porque, incluso, según estudios, las fuentes de ingreso son ajenas al salario, tienen que ver con la remuneración por misiones, a veces por remesas familiares, trabajos extralaborales. Es decir, hay familias que tienen un desbalance entre el capital cultural y social acumulado y el capital económico, y esto es un efecto de la post crisis.

«Pero también ocurrió un fenómeno a la inversa: núcleos que han tenido un incremento creciente y acelerado de su capital económico a partir de formas ligadas a vías no estatales, ramas revitalizadas de la economía o del sector privado u otros mecanismos no legitimados, como la economía sumergida. Sin embargo, esos capitales económicos no se corresponden con los niveles educacionales alcanzados. Se fue creando una especie de «mediocracia» que incomoda y molesta en tanto accede a usos y consumos de la ciudad que no tienen personas que están haciendo mayores aportes a la sociedad.

«A partir de los estudios realizados, los proyectos familiares tienden a ser a corto plazo, muy centrados en la inmediatez, están poco estructurados y elaborados, sobre todo aquellos que tienen que ver más con mejoras en las condiciones de vida. En realidad, lo que expresan estas uniones más que verdaderos proyectos de vida, son deseos».

Entonces, ¿cómo organizan los distintos tipos de familias sus proyectos de vida?

«Mira, los proyectos familiares son diferentes y cambian en función de cómo se organizan en el tema de los capitales. Nosotros estudiamos ahora las familias de capital económico inestable, pero con alto capital social y cultural, donde los proyectos, que sí están muy estructurados, se relacionan con el estudio de los hijos, la superación, el empleo del tiempo en función del desarrollo emocional y cultural de sus miembros.

«No obstante, existen otras familias cuyas estrategias de vida están muy centradas en las posibilidades del confort material, de diversión y entretenimiento, como si estuviesen más socializadas para la ignorancia, a partir de mandatos sociales que del conocimiento. Estas tienen un altísimo capital económico que no se corresponde con su capital educacional.

«Por otra parte, la lista de trabajos por cuenta propia, que sería una manera nueva de la relación familia-Estado y, dicho sea de paso, desde el punto de vista de género es un desastre, pues está redactada con un lenguaje marcadamente sexista: cartomántica, cuidadora de enfermos, todo en femenino; ese rostro de oficios —donde se graban muy bien aquellos que son para mujeres y para hombres— está estereotipado y contribuye a reforzar los roles tradicionales asignados a mujeres y a hombres, pero, además, no se corresponde con el nivel cultural y la conciencia de género que hemos ido alcanzando en estos años».

¿Qué tipos de familias están accediendo a las nuevas ofertas de trabajo por cuenta propia?

«Todos estos trabajos que se relacionan en las ofertas para los cuentapropistas son solo para un sector de la población cubana: un grupo de familias que ya existía antes de las reformas. Hay familias que se han ido vinculando al trabajo privado, las hemos estudiado, pero no están integradas por profesionales, sino que ya tenían algún oficio y, de algún modo, se han ido reconfigurando: tienen altas aspiraciones en el plano del bienestar económico, pero pocas en el terreno del desarrollo profesional. Son, incluso, estas las que han reno vado las licencias.

«Las familias de muy bajo capital económico y cultural, que son las de la ‘pobreza’, de la desventaja social, con condiciones socioeconómicas desfavorables en Cuba, tienen un conjunto de indicadores que no son las que te dije del germen de la mediocracia».

«Entre esos indicadores se pueden mencionar: desventaja social acumulada, proceso de decantación social espontánea, problemas de sobrerrepresentación de la población negra y mestiza, de marginalidad, preeminencia de familias de hogares encabezados por mujeres, generalmente con abandono paterno, mayor índice de fecundidad por acumulación de embarazos adolescentes y de pluriparternidad; es decir, familias que tienen ciclos vitales acelerados y empiezan por historias de embarazos de madres adolescentes».

¿Estamos hablando de pobreza en Cuba?

«Estas situaciones que te mencionaba se concentran en lo que le llamamos las familias «pobres» en Cuba. Y aclaro, no se trata de una pobreza sin amparo social, no es exclusión social, no lleva a la mendicidad, al trabajo de la calle, a las personas sin hogar, a todos los males de la pobreza que vemos en América Latina, pero es «nuestra pobreza», la cubana, y se expresa en indicadores que sí están atravesados por determinadas desventajas sociales, como el género o la raza.

«Por supuesto, esta diversidad familiar genera la desigualdad y la heterogeneidad familiar. Muchas familias son heterogéneas porque algunos miembros tienen acceso a las divisas y otros no, lo cual condiciona situaciones de desigualdad y conflictos al interior del propio núcleo porque hay un reordenamiento del poder que pasa por lo económico: quién es el dueño de la casa, el que aporta más dinero, quién recibe la remesa familiar.

«Hoy día se están produciendo quiebres en las miradas a los proyectos que pasan por el tema de las generaciones, las cuales aportan diversas visiones respecto a lo que se pondera o no se acepta. Por ejemplo, los abuelos y los padres vienen del discurso de la utopía, de los proyectos sociales, de un protagonismo en aras de un interés colectivo, que fue más social que personal, sacrificial, entonces trasladan a los jóvenes ideas sobre lo que significa la vida y todo lo que hicieron para construir una realidad mejor, un mundo mejor. Pero se tropiezan con algunos jóvenes que tienen altos niveles de pragmatismo, partidarios de un discurso de «todo vale», portadores de una relatividad moral muy grande, con tendencia al hedonismo, al placer, a la satisfacción de necesidades inmediatas, características propias de su tiempo.

«Hay familias que han hecho de estas contradicciones espacios para entenderse positivamente; otras, por el contrario, no permiten el diálogo, la reflexión y se quedan anquilosadas.

«Y estas confrontaciones intergeneracionales, que son reales, se producen no solo al interior de la familia, sino que se trasladan a la sociedad. Esa brecha generacional también existe en las instituciones, entre visiones y perspectivas distintas. Ahí están los desafíos para el diálogo no solo al interior de nuestros hogares, sino de toda la sociedad. Para afrontarlos hay que estar preparados y dispuestos porque a veces sucede que como todo el mundo sabe que existe la brecha generacional se producen procesos de atrincheramiento y de inculpaciones mutuas. Cuando esto ocurre «se trancó el dominó», como suele decirse. Si cada quien se atrinchera en su verdad y hay inculpaciones mutuas no se resuelve nada. De lo que se trata es de estar dispuestos a descalzarse los Zapatos».

Mucho se habla de que las familias cubanas están en crisis, me inclino a pensar que detrás de una crisis siempre hay una oportunidad…

Concuerdo contigo. La crisis no solo implica la vivencia de circunstancias negativas o la máxima expresión de un problema, sino también la oportunidad de crecer y superar la contradicción. Incluso, las crisis no necesariamente son señales de deterioro, suponen riesgos y conquistas y, por tanto, son motores impulsores de los cambios.

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