Raquel Sierra - Revista Mujeres.- "Cuando él me maltrataba, yo gritaba y las personas pensaban que era yo la del problema. Ahora él forma los escándalos y todos saben de dónde parte la violencia", comenta Noemí a sus amigas del barrio de Pogolotti, en La Habana.


Este cambio de conducta ha sido posible por el trabajo de sensibilización respecto a la violencia contra la mujer que desarrolla el Taller de Transformación Integral del Barrio (TTIB), acompañado por el no gubernamental Grupo de Reflexión y Solidaridad Oscar Arnulfo Romero (OAR).

Este protagonismo de los TTIB es una de las principales conclusiones del estudio "El papel de la comunidad y de sus actores sociales en la atención a la violencia de género. La experiencia de los Talleres de Transformación Integral del Barrio en Cuba", de la doctora Clotilde Proveyer, del Departamento de Sociología de la Universidad de La Habana.

Para su investigación Proveyer escogió seis talleres entre una veintena en funciones: Alamar Playa, Alamar Este, Pogolotti, El Canal, Los Ángeles y Zamora- Coco Solo. Tuvo en cuenta su ubicación, características y, sobre todo, las iniciativas desarrolladas en la atención a la violencia contra la mujer. Cada grupo definió los mayores riesgos y desarrolló acciones dirigidas a la sensibilización, capacitación entre actores sociales y trabajo directo con víctimas, en escuelas y espacios intergeneracionales, indicó a SEMlac Zulema Hidalgo, coordinadora del Programa de Género y Violencia de OAR.

Los TTIB se han convertido en las instituciones pioneras en el trabajo de atención y prevención a la problemática de la violencia de género a nivel local, con iniciativas de acción que han marcado pautas y confirman la importancia del papel de sus actores sociales, señala el estudio.

Proveyer insistió en que pese a carencias en la planeación estratégica, falta de sistematicidad y de articulación entre las diferentes organizaciones, "el trabajo de los talleres es paradigmático, pues funcionan como modelo de lo que se puede hacer y puede perfeccionarse".

Entre los saldos del trabajo de los TTIB se incluye el papel de los actores sociales y la concientización que se ha ganado en la comunidad.

"De manera inconexa, dispersa, con mil dificultades, los actores sociales y la comunidad identifican la violencia como un problema social, saben que es su responsabilidad, que no se puede dejar a que la solución caiga del cielo y reconocen que son parte de la solución del problema", dijo.

El estudio constató que, pese al incremento de personas en las comunidades que se acercan a solicitar ayuda, es recomendable invertir la lógica de atención e incidir directamente sobre las víctimas, destacó Proveyer al devolver a los talleres los resultados de esta indagación.

Revelaciones

La investigación, premiada en 2010 por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) en categoría senior, reveló algunas características de las víctimas de violencia de género.

Las 26 mujeres entrevistadas reconocieron ser o haber sido víctimas de violencia en sus relaciones de pareja, aunque no lograron identificar todas sus formas. La gama de la violencia que han sufrido es bastante amplia, desde las más sutiles a las más severas; en algunas se inició desde la infancia.

El diálogo arrojó que la naturalización de las formas más sutiles o simbólicas de violencia impide a las mujeres identificar tempranamente al maltratador y, en otros casos, obstaculiza la concientización de su condición.

El análisis de los resultados puso en evidencia que la violencia del hombre contra la mujer, en una relación de pareja, lejos de ser un problema privado, involucra un conjunto complejo de relaciones con el entorno social.

Hay algunas características aparecidas en la encuesta, que son consideradas por Proveyer como peculiares, y que se distancian del tradicional "síndrome de la indefensión aprendida", definido por la estudiosa estadounidense Leonore Walker y que conlleva a que la víctima desarrolle sentimientos de inseguridad.

"Estas mujeres no se sienten víctimas irremisibles ni condenadas a la victimización, no se sientan a resignarse a su destino de ser una mujer maltratada, como encuentras en otras realidades", dijo.

"Aunque algunas salidas resultan inefectivas y refuerzan el sometimiento, casi todas han elaborado estrategias y muchas han salido de la situación, aun cuando después entren en otra pareja violenta, porque el tema está relacionado con la cultura patriarcal", explicó Proveyer.

"Un elemento significativo en la actitud de las mujeres maltratadas incluidas en el estudio radica en su convicción de no responsabilidad frente al maltrato que padecen o han padecido, lo cual contribuye de manera efectiva a la ruptura del círculo de la violencia", destacó.

La estudiosa, quien por más de dos décadas ha investigado la violencia contra la mujer, opina que esta singularidad es resultado "de la protección legal de las mujeres en un proyecto social que las incluye".

A su vez el estudio reconoce que contra la atención atentan "las insuficiencias que aún persisten por parte de los actores sociales encargados de brindarles apoyo".

De ahí que uno de los mayores reclamos sea "apoyo para lidiar y tratar de poner freno a la violencia que padecen, pero enfatizan sobre todo su necesidad de apoyo emocional e informacional", pues "sabiéndose acompañadas y dotadas de confianza en sí mismas pueden trascender su situación de victimización".

Proveyer insistió en la necesidad de fomentar y fortalecer las redes sociales, vistas por las mujeres como un apoyo para enfrentar y buscar soluciones a las situaciones que viven.

"Los resultados son muy optimistas porque hablan de las potencialidades que tenemos como país para poder enfrentar el dilema social de la violencia", señaló.

Abrir caminos

La existencia del Grupo Nacional para la atención y la Prevención de la Violencia Intrafamiliar, coordinado por la Federación de Mujeres Cubanas, facilitó la atención institucional de la violencia en el país y es parte de la voluntad política del Estado cubano en el logro de la equidad de género, indica el estudio.

Pese a que sus propuestas no son de obligatorio cumplimiento por las organizaciones del Estado, Proveyer sostiene que el grupo ha contribuido a dinamizar el tema en la sociedad cubana, lo ha puesto en la agenda pública y ha coadyuvado a que las instituciones sientan la violencia de género como de su incumbencia.

"Hasta la creación del grupo nacional no podías convocar a ninguna institución para nada relacionado con el problema de la violencia porque, ante todo, no lo reconocía como problema social", destaca.

A su juicio, ha sido trascendental el papel del Grupo de Reflexión y Solidaridad Oscar Arnulfo Romero, que desde 2007 inició un proceso de sensibilización y capacitación en los talleres, involucrando a organizaciones y la academia e impulsando el activismo para identificar y desnaturalizar la violencia.

Revertir los entuertos

El estudio incluye una propuesta de Programa de Acompañamiento a actores locales para la atención a la violencia de género, que constituye una estrategia integral de intervención social, mediante acciones de prevención, capacitación, sensibilización y orientación a ejecutar por los actores sociales.

Entre las sugerencias se encuentra la formación de capacitadores en entidades locales para la detección sistemática de violencia familiar y de género, la elaboración de un diagnóstico participativo con enfoque de género para conocer las peculiaridades del fenómeno y de una estrategia de atención que tenga en cuenta las necesidades de las víctimas.

El programa recomienda coordinar servicios de atención a las víctimas por parte de instituciones y especialistas del territorio, trabajar directamente con las mujeres, activar las redes de apoyo y brindar orientación sobre sus derechos y asesoramiento en áreas como la social, la psicológica, la jurídica y la sanitaria.

Para Mercedes Abreu, del TTIB de Pogolotti, la propuesta sirve para trazar una estrategia de trabajo, "muy necesaria porque hasta ahora hemos trabajado por fechas y celebraciones", apunta.

Sandra América Mesa, especialista principal del Zamora-Coco Solo, ve en este estudio y la propuesta de programa "una herramienta que puede ajustarse a cada localidad desde principio a fin para trabajar con las víctimas de violencia".

Según Mercedes Galán Tamayo, investigadora del taller de Alamar Este, "la academia ha visto dónde están nuestras dificultades y oportunidades. Tener un programa nos va a permitir acomodarnos en él para lograr un objetivo deseado".

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