Blog Paquito el de Cuba.- Esta no es una historia de buenos buenos y malos malos, sino un ejemplo muy elocuente y aleccionador sobre la manera contradictoria en que operan los prejuicios homofóbicos y como pueden provocar que quienes los tienen cometan dolorosos errores y a veces también incluso las personas que los sufrimos.


Trataré entonces de presentar los hechos de la manera más objetiva posible, por la enseñanza que puede dejarnos este caso de un joven trabajador que fue víctima de una discriminación laboral por su orientación sexual, lo cual le hizo tomar a su vez una decisión precipitada.

Hasta el pasado 31 de agosto, Yamel Hermida Delgado trabajó en el hotel Puesta del Sol, instalación que pertenece a la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) y donde este joven de 27 años laboraba desde hacía alrededor de cuatro meses como ropero en el departamento de Ama de Llaves.

Yamel es padre de una niña de tres años y novio de Raciel Ramírez Hernández, otro muchacho de 21 de quien se enamoró mientras los dos cumplían el servicio militar.

Desde que lo entrevistaron para el empleo, el joven refirió abiertamente su relación homosexual, lo cual generó cierta preocupación en la especialista en Recursos Humanos, quien le hizo molestas insinuaciones, pero “al final ella se disculpó y todo quedó allí”, había explicado él.

Según relató también, durante el tiempo que laboró en el hotel nunca tuvo problemas con ninguno de sus compañeros de trabajo, ni con hombres ni con mujeres: “siempre me han respetado y aceptado como soy”.

Su desempeño fue tan positivo que lo seleccionaron para asistir a una excursión por Pinar del Río durante el verano, como parte de un plan vacacional para los trabajadores destacados del movimiento sindical en el país, donde todas las personas podían ir con un familiar.

Pero justo el día antes del paseo, el gerente lo llamó por teléfono para preguntarle a Yamel a quién llevaría como acompañante. Cuando el joven le dijo que iría con su pareja, el directivo le dijo que eso no podía ser, que iba solo o no iba, porque en la excursión participaban dirigentes sindicales y Yamel y su novio “dañarían la imagen del hotel y por supuesto, la de él”.

Ante la imposibilidad de hacer razonar al gerente, el muchacho —lógicamente indignado por la humillación— en lugar de buscar otra vía de reclamación, al día siguiente solicitó la baja del centro al ama de llaves y a la especialista de Recursos Humanos, no sin antes “darles casi una conferencia contra la homofobia”.

Tres días más tarde, Yamel escribió a la revista de los universitarios de Cuba, Alma Mater, para denunciar el hecho, a propósito de una entrevista que ese órgano de prensa publicara recientemente, donde el doctor Alberto Roque Guerra, del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX)afirmaba ser “un convencido de que es contrarrevolucionario discriminar desde los prejuicios”.

Fue el director de Alma Mater, Yoerky Sánchez Cuéllar, quien a título de colega conocedor del activismo que hacemos alrededor de estos temas, y al coincidir que el caso involucra a la organización de masas en cuyo órgano oficial trabajo, me llamó por teléfono y me reenvió la carta de Yamel, la cual hice llegar enseguida a la máxima dirección de la Central sindical.

A inicios de esta semana, un miembro del secretariado nacional de la CTC me confirmó que había discutido personalmente la queja del joven trabajador con el gerente de Puerta del Sol.

La persona en cuestión reconoció ante sus superiores el error, admitió que sencillamente no supo manejar una situación que resultaba nueva para él y aceptó que el machismo pudo más que su intención de estimular el buen trabajo del joven, razón por la cual lo habían incluido en la excursión.

Paralelamente, yo le había escrito por correo electrónico a Yamel, quien enseguida me respondió y así pudimos encontrarnos, conocerles y escucharles, a él y a su novio.

Le dije que podía entender su reacción al renunciar, pero le hice notar que al pedir la baja, muy poco o nada era posible hacer desde el punto de vista legal, pues ya no existe ningún vínculo formal con la entidad. De todos modos, le orienté cómo acudir a los servicios de asesoría jurídica del CENESEX.

Además, hablamos ampliamente sobre el activismo por los derechos sexuales y el respeto a la libre orientación sexual e identidad de género en Cuba, algo que ni él ni su pareja conocían que existía.

Por supuesto, lo felicité por asumir con vergüenza y honestidad la defensa de su amor, y también por escribir a la revista Alma Mater, porque esa transformación que buscamos en la cultura homofóbica de la sociedad cubana solo será posible con actitudes como esa.

Sorpresivamente, Yamel y su novio mostraron interés inmediato en colaborar para “que no les suceda a otros jóvenes esto que me pasó a mí”. Pocos días después la joven pareja asistió a la celebración del Día Mundial de la Salud Sexual que organiza el CENESEX, y luego participaron por primera vez en una reunión del grupoHombres por la Diversidad.

Expliqué a Yamel finalmente lo que me informaron sobre el análisis hecho por la CTC acerca del lamentable incidente, lo cual le satisfizo solo en parte, porque lo cierto es que por ese motivo él ahora está desempleado.

Aunque ya él no tiene ningún interés en trabajar en aquel lugar donde lo discriminaron, ambos coincidimos no obstante en el efecto educativo y político de que el problema tuviera una repercusión hacia lo interno de su antiguo centro laboral.

A Yamel, por ejemplo, lo fue a ver a su casa por estos días una de sus ex compañeras de trabajo para transmitirle el rumor que generó en el hotel la pesquisa que realizó la dirección de la CTC alrededor del conflicto.

Tanto él como yo estamos casi seguros de que en lo adelante, directivos y subordinados de Puesta del Sol lo pensarán mejor antes de asumir una conducta discriminatoria contra una persona por su orientación sexual.

Esta es la historia, sin buenos buenos ni malos malos, de cómo en un colectivo quisieron reconocer a un joven homosexual por la seriedad en el cumplimiento de su labor, y paradójicamente, por un prejuicio absurdo, terminaron por herirlo y perderlo como trabajador. Pero también —afortunadamente— ganamos para la juventud cubana dos nuevos activistas por los derechos sexuales.

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