Camino empedrado por la mirada patriarcal

Dra. Norma Vasallo, Cátedra de la Mujer, Universidad de La Habana - Revista Mujeres.- Sin dudas la violencia es un tema que se ha tornado muy actual en nuestras vidas y no es porque no haya existido siempre,


sino porque cada vez más se va «desnaturalizando» su existencia para convertirse en objeto de estudio y conocer sus causas o como objeto de intervención para contribuir a su disminución, con lo cual estamos demostrando que ya no compartimos con tanta fuerza la idea de que es un atributo de la humanidad, inherente a su propia existencia y en tal sentido irremediable.

En un mundo donde cada vez tienen más presencia en los hogares los medios de difusión, es imposible estar al margen de los hechos de violencia que ocurren a niveles macrosociales y microsociales en cualquier país, no solo en el nuestro. No podemos descontar además la violencia en todas sus manifestaciones, de la que somos testigos directos o víctimas. Para los que nos especializamos en áreas vinculadas al estudio y tratamiento de los seres humanos, el problema de la violencia tiene hoy máxima prioridad.

Efectivamente, la violencia es observable a través del tiempo en un análisis histórico y se ha expresado de diferentes formas e intensidad en todos los estratos sociales; sin embargo, como objeto de estudio, sus causas han sido abordadas de manera privilegiada en el nivel individual, tratando de encontrar aquí la explicación a un comportamiento que daña a los otros. El énfasis ha estado en aquellas conductas violentas que se expresan fuera del ámbito doméstico. Así podemos encontrar múltiples teorías explicativas que van desde aquellas que han buscado las causas en elementos de tipo biológico, para lo cual se han apoyado en supuestas relaciones entre características físicas y conducta agresiva1, hasta otras que se fundamentan en el papel de las hormonas, específicamente la testosterona, en la aparición de la conducta violenta, sobre todo porque toman en consideración que los hombres son más violentos que las mujeres. También podemos encontrar teorías que destacan otros elementos hereditarios como los neurotransmisores y el Sistema Nervioso Central en la explicación de este tipo de conducta. Una mirada hoy desde las aportaciones del feminismo y el movimiento de mujeres, nos permite centrar la atención en aspectos no tenidos en cuenta por estas teorías.

Sin embargo, quiero referirme ahora a algo de lo que se habla mucho menos y es la necesidad de diferenciar la llamada violencia doméstica o intrafamiliar de la violencia de género. Esto no es simplemente un ejercicio académico para la satisfacción de unos pocos, sino un llamado de atención para quienes tienen como propósito educar y prevenir la violencia de género.

La violencia contra las mujeres presenta sus propias especificidades y formas de legitimación, basadas no en su condición de personas sino de mujeres. Ellas han sido consideradas inferiores y propiedad de los varones a los que deben respeto y esto ha sido expresado así en el discurso religioso, filosófico y refrendado en el jurídico.

La feminista y filósofa Ana de Miguel nos conduce de su mano por la historia de las prácticas feministas y sus políticas reivindicativas, así como de sus marcos conceptuales de reinterpretación de la realidad2. y nos recuerda que el feminismo, como teoría y como movimiento social, ha recorrido un largo camino repleto de dificultades hasta llegar a redefinir la violencia contra las mujeres como un problema social y político. Y es que la visión tradicional, es decir, patriarcal, de este tipo de violencia ha oscilado y oscila entre su consideración como algo normal y necesario en el sentido de natural, anclado en la naturaleza diferente de los sexos y en sus relaciones personales, a su consideración como problema patológico en los casos más graves.

De Miguel rememora la quema de las llamadas brujas en las sociedades premodernas como formas de violencia contra las mujeres; pero la modernidad dio continuidad a la legitimidad de la misma, desde su consideración normativa como inferiores, lo que se evidencia en los discursos de Rousseau y Nietzsche, entre otros.

Solo podían las mujeres reclamar la injusticia del tratamiento violento cuando fueran sujetos de derecho, por ello sus luchas colectivas se remontan a la Ilustración, cuando demandaban su condición de ciudadanas.

Será en el siglo XIX cuando comiencen las primeras denuncias del matrimonio como un espacio peligroso para las mujeres. En 1825 aparece una obra titulada La demanda de la mitad de la raza humana, las mujeres, en la que se compara sistemáticamente la situación de las mujeres con la de esclavitud. En esta época el feminismo radical inglés luchó contra la prostitución por considerarla una forma de esclavitud, y el norteamericano contra el alcohol por su relación con la violencia doméstica.

En los Estados Unidos, una ley de 1824 imponía el derecho del marido a castigar a la esposa. En 1864, un tribunal de Carolina del Norte se pronunció por la no interferencia del Estado en los casos de castigo doméstico, como siglos atrás se estableció en la Roma antigua.

Los primeros cambios en el tratamiento del problema se observan en Inglaterra, donde en 1829 se eliminó del libro de los Estatutos el acta que daba derecho al marido a castigar a su mujer. En 1853, se aprobó el Acta para la Mejor Prevención y Castigo de los Asaltos Agravados sobre Mujeres y Niños, que extendió a estos seres algunas de las medidas de protección existentes para evitar la crueldad hacia los animales. Sin embargo, no fue sino hasta 1891 que se abolió de forma absoluta el derecho legal de que había disfrutado el marido inglés para emplear la fuerza física contra la esposa.

Hasta tal punto ha estado legitimada la violencia contra las mujeres que el filósofo feminista John Stuart Mill denunciaba cómo en la Inglaterra del XIX un respetable caballero inglés podía matar a su esposa sin temer ningún castigo legal por ello… Flora Tristán, una de las precursoras del feminismo socialista, sobrevivió al intento de asesinato por su marido en plena calle.3

El interés por visibilizar la violencia intrafamiliar, es decir desmitificar su consideración de problema privado para reconocerlo como problema social, data entonces del siglo XIX, específicamente en Inglaterra, cuando Frances Power Cobbe y sus colaboradoras (feministas) comienzan a acumular información sobre hombres violentos, a partir de su trabajo en escuelas de niños y niñas de clase trabajadora y con delincuentes juveniles.4

Francés Power Cobbe escribió en 1878: Tortura de la Esposa en Inglaterra, en el que recopiló de las estadísticas judiciales más de 6,000 casos de mujeres mutiladas, cegadas, pisoteadas, quemadas y aun asesinadas durante el período de 1875 a 1878, obra que ejerció gran influencia en el posterior cambio jurídico.

Aunque de la información acumulada se derivaron artículos y algunas acciones políticas, fue necesario que Inglaterra esperara un siglo para que la violencia intrafamiliar fuera reconocida como tal y en ese sentido denunciado y consecuentemente se elaboraran políticas para su atención y prevención.

En la década de los sesenta del siglo XX, coincidiendo con una nueva ola del movimiento feminista, se dan un conjunto de cambios sociales y culturales y bajo el eslogan «lo personal es político» cambió el propio concepto de lo político. Fue el feminismo radical el que elaboró un marco estructural desde el cual explicar el sentido y el alcance de la violencia contra las mujeres, elaboró el concepto de patriarcado, con el que se hacía explícita la existencia de un sistema de dominación, basado en el sexo-género e independiente de otros sistemas de dominación.

Desde el reminismo radical el concepto de lo político se amplía a todo tipo de relaciones estructuradas por el poder, como las que se dan entre varones y mujeres. En su obra Política sexual, Kate Millett escribe: «No estamos acostumbrados a asociar el patriarcado con la fuerza. Su sistema socializador es tan perfecto, la aceptación general de sus valores tan firme y su historia en la sociedad humana tan larga y universal, que apenas necesita el respaldo de la violencia»…. continúa Millett, «al igual que otras ideologías dominantes, tales como el racismo y el colonialismo, la sociedad patriarcal ejercería un control insuficiente, e incluso ineficaz, de no contar con el apoyo de la fuerza, que no solo constituye una medida de emergencia, sino también un instrumento de intimidación constante».5

Desde la propuesta de Millett, la violencia contra las mujeres deja de ser un suceso, un problema personal entre agresor y víctima para definirse como violencia estructural sobre el colectivo femenino. La violencia patriarcal comienza a hacerse visible e intolerable para la mayor parte de la sociedad. (De Miguel, A. 2008).

Aunque en el marco de las luchas feministas de los años sesenta estuvo presente ya el planteamiento de la lucha contra esta forma de opresión a la mujer, ella quedó subsumida en los objetivos de las acciones contra la violencia intrafamiliar. Hasta los años ochenta la problemática de la violencia de género ha sido un tema tabú y muy silenciado tanto a nivel estatal como internacional. No es hasta la segunda mitad de los años 80 que se expresa con claridad el planteamiento de luchar contra la violencia hacia las mujeres y se incorpora a la agenda de congresos y reuniones internacionales.

El Consejo Económico y Social y la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer de las Naciones Unidas reconocieron en 1991 que era necesario abordarla a través de la adopción de medidas específicas. En 1992, el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer aprobó la Recomendación general nº19 Integración de los derechos humanos de la mujer y la perspectiva de género.

No obtante aún hoy, a pesar de todos estos esfuerzos, en el discurso académico o no, encontramos expresiones que tratan indistintamente la violencia de género y la violencia doméstica o intrafamiliar, sin embargo no es lo mismo, una mirada a las definiciones lo muestra con claridad.

La Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó en 1993 la Declaración sobre la Violencia contra la Mujer, este instrumento internacional para abordar los derechos humanos definió la Violencia de Género como: «todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la privación arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o en la vida privada.»

La propia Declaración expresa también que la violencia contra la mujer abarca, entre otras, «la violencia física, sexual y psicológica que se produce en el seno de la familia y en la comunidad en general, incluidas las palizas, el abuso sexual de niñas, la violencia relacionada con la dote, la violación marital, la mutilación genital femenina y otras prácticas tradicionales dañinas para la mujer, la violencia no conyugal y la violencia relacionada con la explotación, el acoso sexual y la intimidación en el trabajo, en las instituciones educativas y en cualquier otro lugar, el tráfico de mujeres, la prostitución forzada y la violencia perpetrada o tolerada por el Estado», asociando todas estas formas de violencia a desigualdades de poder entre hombres y mujeres.

Queda claro qué es violencia contra la mujer basada en el género y «el género es una relación; el género es la relación específica que se da entre hombres y mujeres dentro de este sistema de desigualdad: es una relación histórica, social, simbólica, cultural etc. Esa desigualdad estructural no se da en las relaciones entre hombres o entre mujeres, aunque por supuesto todas las relaciones humanas, y más las sexo-afectivas, incorporan o pueden incorporar elementos individuales de poder o despoder; elementos que serán más o menos reprobables e incluso delictivos.»6

Cuando hablamos de violencia de género nos referimos a que los hombres que matan y maltratan a las mujeres lo hacen porque creen que están en su derecho de hacerlo y lo creen porque el sistema patriarcal les ha otorgado verdaderamente ese derecho, no importa el vínculo que tengan con ella o el ámbito donde se produzcan.

Por otra parte, la violencia doméstica se distingue de la anterior, además del objeto de la violencia, en el contexto donde ocurre, así la violencia doméstica comprende cualquier acto de violencia llevada a cabo por quienes sostienen o han sostenido un vínculo afectivo, conyugal, de pareja, paterno-filial o semejante con la víctima.

El maltrato a menores en el entorno doméstico entraría dentro de este último concepto considerado, siguiendo el postulado del Centro Internacional de la Infancia de París, como aquellos actos que privan al niño o niña de sus derechos y libertades, e inciden negativamente en su bienestar y desarrollo integral, causando intenso sufrimiento a el/la menor, cuyos efectos negativos aumentan a medida que la situación se cronifica.

La violencia doméstica y la de género no pueden ser consideradas como fenómenos unitarios. Durante siglos nuestra cultura, tanto popular como académica, ha legitimado la violencia de género. Una de las tareas decisivas del feminismo ha consistido en descubrir y desarticular las múltiples, y a veces contrapuestas formas, de legitimación y solapamiento ancladas en la sociedad y que impiden que el maltrato a las mujeres emerja con claridad, desprovisto del acompañamiento de otros procesos que la culpabilizan más o relegan a un plano secundario su atención.

Notas

1 Ver Hernández de Frutos, T. y Csares, E: Aportaciones teórico-prácticas para el conocimiento de actitudes violentas en el ámbito escolar. Ed Instituto Navarro de la Mujer, Pamplona, España 2002.

2 Ver De Miguel, A: La violencia contra las mujeres. Tres momentos en la construcción del marco feminista de interpretación. En ISEGORÍA. Revista de Filosofía Moral y Política N.º 38, enero-junio, 2008, 129-137.

3 Ver De Miguel, A: Ob. citada.

4 Ferrer V. y E. Bosch: Violencia de género y misoginia: Reflexiones psicosociales sobre un posible factor explicativo. Papeles del Psicólogo, número 75, páginas 13-19. Año 2000.

5 Kate Millett, Política sexual, México, Aguilar, 1975, p. 58.

6 Violencia de género/Violencia familiar http://www.ciudaddemujeres.com/articulos

Bibliografía

De Miguel, A: La violencia contra las mujeres. Tres momentos en la construcción del marco feminista de interpretación ISEGORÍA. Revista de Filosofía Moral y Política N.º 38, enero-junio, 2008, 129-137

Ferrer V. y E. Bosch: Violencia de género y misoginia: Reflexiones psicosociales sobre un posible factor explicativo. Papeles del Psicólogo, número 75, páginas 13-19. Año 2000.

Gimeno Reinoso, B: Violencia de género versus violencia doméstica: La importancia de la especificidad. Revista Venezolana de Estudios de la Mujer No 32, Julio 2009.

Hernández de Frutos, T. y Csares, E: Aportaciones teórico-prácticas para el conocimiento de actitudes violentas en el ámbito escolar. Ed Instituto Navarro de la Mujer, Pamplona, España 2002.

Millett, K: Política sexual, México, Aguilar, 1975, p. 58.

http://www.ciudaddemujeres.com/articulos

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