Paquita Armas - Revista Mujeres.- Hace unos cuantos años un experto periodista en Holguín me dijo: “Antes de escribir esa nota piénsalo, esto es como la marihuana, después que se fuma una vez, no se puede dejar”. No le hice caso y no me arrepiento.


Entonces yo era correctora de prensa en el Periódico Ahora de la ciudad de la Loma de la Cruz. Había llegado a empezar el quinto año de la carrera profesoral en Matemática y Física, pero por razones de personalidad un avezado siquiatra, el padre de la Dra. Patricia Arés, hoy tan conocida, me aconsejó que lo pensara bien y me obligó a una larga licencia. En ese tiempo para no estar en la casa comencé a frecuentar el periódico regional donde hacía falta una correctora y me hicieron el contrato.

Entonces escribí mis dos segundos trabajos sobre fenómenos físicos. Ya había publicado un poema (que quisiera olvidar) por ganar un concurso, eso fue en noveno grado. Con aquellos dos textos sobre ciencia, Ezequiel Hernández, director del periódico, me preguntó si quería hacer una entrevista y dije que sí. Él no tenía reporteros suficientes y yo acababa de cumplir 19 años con toda la irreverencia y autosuficiencia de tal edad. Ezequiel me escribió las preguntas en un papel, me enseñó a ponchar la grabadora y me fui a ver a Rilde Rodríguez, un funcionario de la Agricultura. Me presenté como lo que no era: periodista. Cuqui Pavón, un gran profesional, se convirtió desde entonces en mi mentor. Al otro día salió el trabajo, olí el periódico, la tinta de imprenta, vi mi nombre impreso y el placer que sentí inmenso. Todavía hoy cuando alcanzo una nota, una frase, una entrevista, un reportaje que me satisfacen, el goce que me invade sigue siendo indescriptible. Quienes son periodistas saben de qué hablo. Porque se puede emborronar cuartillas y no ser periodista.

Mi condición femenina ha influido en la carrera, que a propósito cursé en la Universidad de Oriente con unos profesores de lujo como la Doctora Adolfina Cossío, capaz de organizarme mis lecturas dispersas y confeccionarme una lista de títulos que debía conocer una persona culta, porque ella decía que el periodismo ante todo exigía cultura. Si entonces dudé un poco de sus palabras, desde hace mucho tiempo le doy la razón.

No se puede preparar ni siquiera una noticia si no se sabe un poco al menos de lo que está hablando, y si no sabe hay que preguntar, como esculpió sus monumentales conocimientos el científico Alejandro de Humbolt quien un día le confesó a un acompañante: “si algo conozco se debe a que lo pregunto todo”. El periodista tiene el derecho y el deber de interrogar, aunque con habilidad para conseguir la respuesta que busca. No es un juez o un policía al que siempre hay que responder una pregunta.

Vuelvo a mi condición como mujer para ejercer esta profesión. Nunca me he sentido en desventaja con un colega porque él sea hombre, pero desde casi al principio me dediqué a escribir sobre fenómenos culturales y sociológicos, temas en los que abundan las mujeres. No es el caso de otras profesionales, por ejemplo aquellas que han querido escribir de deportes, les ha resultado muy difícil y hay que ver la poca cantidad que hoy lo hacen con respecto a los hombres. Es una realidad a nivel global, no solo ocurre en Cuba y tiene múltiples explicaciones, todas relacionadas con los prejuicios.

He dirigido en las revistas Somos Jóvenes, El Caimán Barbudo y Pionero. Especialmente en mi adorado saurio me enfrenté a una tropa de hombres en rebeldía y muy machistas. “Eran fieras”, me dice una amiga que me conoció entonces. Y sí, ¡cómo no! hubo desencuentros: desde tener que sancionar con dolor en mi alma, hasta imponer la publicación de un texto porque en mi calidad de directora lo consideraba necesario. Es que la paginación se hacía entonces en colectivo y “mis muchachos” cada uno se creía con el derecho supremo de decir la última palabra. Pero todos mis compañeros, cuando tuve que abandonar la casona del Vedado me dieron un apoyo que nunca esperé y me demostró que se puede ser femenina, jefa y amiga de tus subordinados, compartiendo incluso una botella de ron, sin que eso signifique pérdida de autoridad.

Hoy, muchos lustros después de aquellos días inolvidables, leyendo algunos comentarios sobre la mujer periodista en el mundo aflora que desgraciadamente sigue existiendo la discriminación hasta salarial desde Sudáfrica, España y EE.UU. Se mantiene que la mayor parte de las decisiones de quien cubre una información, con el valor añadido de ser trascendente, se inclina por los hombres y no por una razón de número de neuronas, sino porque la mujer tiene hijos, tiene padres, y ellas siguen siendo las responsables del cuidado de la familia.

Las madres son las más discriminadas por la licencia de maternidad y por las veces que después debe faltar por dificultades en la crianza de los niños.

Otro dato interesante es cómo se distribuyen los cargos, por ejemplo, en España, el Informe sobre la Profesión Periodística 2006 afirma: “En los medios de prensa, a pesar de que hay 46% de mujeres periodistas, solo ocupan 24% de las posiciones de dirección”.

Mientras que en “Mujeres hacen las noticias 2008”, publicado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), señala “el progreso de las mujeres periodistas todavía es obstaculizado por los prolongados estereotipos y la discriminación sutil”.

En Cuba, por ley, mujeres y hombres ganan igual salario, siempre que desempeñen labores similares y la lucha durante 50 años por lograr la plena igualdad de la mujer, ha dado frutos también en el sector periodístico.

Pero no creo que hayan dejado de existir totalmente prejuicios cuando se nombra un jefe de redacción o un director. Muchas veces entre las propias mujeres se afirma que la gestación o el cuidado de los ancianos es un problema para ser cuadros de dirección. Es cierto que no se han conseguido las mejores condiciones para facilitarle la vida a la mujer en estos aspectos, pero habría que contar con las implicadas en la propuesta. Si es una joven madre y tiene apoyo en su casa ¿por qué no puede ocupar un cargo?

No me atrevería a afirmar que a lo largo del país todas las periodistas capaces están en el justo lugar que merecen. Cuba no es una excepción y aún quedan prejuicios diseminados en uno u otro lugar. Lo que sí creo que la cantidad de mujeres que ejercemos la profesión, ha aumentado y cada día ocupa mayores espacios en la difusión.

Fue la bayamesa Avelina Correa la primera en cobrar un salario en nuestro país como periodista. Hoy somos un ejército que puede aportar una sensibilidad especial, propia de las mujeres, a la prensa en la mayor de las Antillas para que cada crónica, noticia, reportaje o comentario sea una muestra del buen decir (hablado o escrito) y… hecho con amor.

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