¿Economía feminista en Cuba?, ¿las transformaciones económicas en Cuba impactan igual en mujeres y hombres?, ¿cómo apoyan en Cuba la capacitación de mujeres emprendedoras?, son algunas de las preguntas que le realizamos a Blanca Munster Infante, economista, profesora de la Universidad de La Habana e investigadora del CIEM (Centro de Investigaciones de la Economía Mundial).


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Equipo de grabación en Cuba: Esther Jávega, José Manzaneda, Karoly Emerson / ICAP. Apoyo: Eva Fernández / Fundación "Mundubat". Edición: Ana Gil.

Blanca Munster Infante, del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial (CIEM): “Estudiamos cómo conectar la economía feminista con la construcción socialista en Cuba”

 

Entrevista: Eva FERNÁNDEZ (MUNDUBAT) / Transcripción: Leonardo Antonio MESA / Cubainformación.- La economista Blanca Munster Infante, profesora de la Universidad de La Habana e investigadora del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial (CIEM), habló con Cubainformación sobre economía feminista y sobre cómo impactan, de manera específica, en la vida de las mujeres, las transformaciones económicas que vive la Isla.

 

¿Cómo se puede insertar el concepto de economía feminista en Cuba?

La economía feminista, en Cuba, implica una mirada diferente, heterodoxa respecto a la manera en que la economía explica los diferentes procesos que se llevan a cabo en las sociedades. Nos dota de herramientas e instrumentos teóricos conceptuales que nos permiten tener una mirada que va más allá de mercados y categorías mensurables.
Siempre habíamos dicho que la economía dominante, la neoclásica, la que está detrás de los grandes discursos de las instituciones económicas internacionales, nos muestra una sociedad que se mueve solamente a través de categorías mercantiles, donde todo lo que no es medido, lo que no tiene una expresión monetaria, no es económico y simplemente no existe. Nosotros tenemos que ampliar esa visión, los procesos económicos van más allá.
La economía, utilizando una metáfora de la propia economía feminista, es un iceberg en el que su parte más pequeña, la que se ve, es lo mercantil e invisibiliza a la mayor parte del iceberg, que es lo que sostiene al resto de la economía. Por ejemplo, las tareas de cuidados y de reproducción de la vida no cuentan, son algo no-económico porque no tienen una expresión monetaria. Sin embargo, y la crisis lo ha demostrado, el resto de la economía se sostiene a nivel de las comunidades y a nivel de los hogares. Las herramientas de que nos dota la economía feminista nos permiten acercarnos a esa realidad, no desde el punto de vista de la valorización del capital, sino desde el punto de vista de la sostenibilidad y la reproducción de la vida. Para la economía tradicional, la crisis que comenzó en 2008 era un problema de las famosas hipotecas, una crisis financiera que solamente se veía en términos de mercados. Para la economía feminista es una crisis multidimensional porque conecta varias dimensiones: la ecológica, la de la sostenibilidad de la vida, la civilizatoria, la cultural, la de valores. Para poderla analizar con ese carácter multidimensional es necesario asumir esas herramientas y esos lentes de género.
Es una economía que en Cuba conectamos con la economía marxista también, porque para nosotros son evidentes las contradicciones capital-trabajo, pero queremos ir más allá. Porque no sólo es una lógica capital-trabajo sino que la economía capitalista se conecta perfectamente con la sociedad patriarcal, y ambas se retroalimentan. Para nosotras y nosotros la economía feminista no es sólo un arma teórica: también queremos que sea un arma de acción para transformar la realidad.
Muchas veces el discurso feminista proviene de países del Norte, de economías desarrolladas, proviene de ambientes urbanos. Nos interesa enriquecerlo porque es un pensamiento en construcción, incompleto, y ver cómo conectar la economía feminista con la construcción de una sociedad socialista en países del Tercer Mundo. Y además en espacios rurales, ya que vemos dinámicas y experiencias de las mujeres rurales que no son las mismas que las de otros territorios. Nos apropiamos de esas categorías conceptuales, pero asumiendo que nuestra realidad tiene otras complejidades y particularidades que van más allá de los escenarios de otras naciones en desarrollo. O sea, en Cuba asumimos la economía feminista como instrumento teórico pero también como herramienta de transformación y de acción.

¿Los cambios económicos en Cuba impactan igual en mujeres y hombres?

Creo que tenemos que contextualizar los procesos de transformaciones económicas y políticas que está atravesando el país desde el año 2011. Recordemos que en el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) se aprobaron los nuevos lineamientos de política económica y social del país. También estamos inmersos en un proceso que se ha dado en llamar Actualización del Modelo Económico Cubano, que a mi modo de ver va mucho más allá que una simple actualización del modelo, ya que conlleva un proceso de cambios estructurales profundos en el modelo de gestión económica. Cambios estructurales, en primer lugar, en el peso de la propiedad y en la forma de gestionar la propiedad. O sea, se produce el tránsito desde un modelo en el que la propiedad, antes de los años 90, estaba fundamentalmente concentrada en el sector estatal, la generación de empleo también provenía del sector estatal y donde el salario estatal jugaba un peso fundamental, hacia un modelo en que están emergiendo diferentes formas de propiedad no estatal, como las actividades del trabajo por cuenta propia, el trabajo privado o las cooperativas. Y se da un auge en el papel del sector emergente mixto, tras la aprobación de la nueva Ley de Inversión Extranjera, o la puesta en actividad de la Zona Especial de Desarrollo Mariel (ZEDM).
También el marco legal regulatorio ha sufrido muchas modificaciones. Tal vez el que más innovaciones importantes ha tenido es el nuevo Código del Trabajo, porque hay que atemperar el marco legal a las nuevas formas de propiedad. Hay además cambios producto de la nueva Ley de Seguridad y Asistencia Social que tienen que ver también con otro elemento importante que es el acelerado proceso de envejecimiento que tiene la población cubana, que tiene un impacto directo en la situación de las mujeres.
Se ha producido recientemente un cambio generacional en el gobierno, se está perfeccionando la gestión política a través de la Asamblea Nacional y los Consejos Populares. O sea, el país está atravesando un proceso muy amplio de transformaciones que tienen dimensiones económicas fundamentalmente, pero también sociales y políticas.
¿Y cómo las mujeres se insertan en ese modelo? Las mujeres cubanas parten de un proceso de empoderamiento logrado a lo largo de todos los años de Revolución. Hay indicadores muy favorables que nos dicen que la participación de las mujeres es mayoritaria como profesionales, como técnicas. Son el 70% en el sector de la Educación y el 72% en el de la Salud. Son también una parte importante en los campos de la Ciencia y la Tecnología, y se ha incrementado el número de mujeres dirigentes, de diputadas del Parlamento. Hay avances evidentes. Pero junto con esos logros hay todavía brechas y obstáculos que tienen que salvar las mujeres en el actual proceso de actualización del modelo cubano, y que se explican por varios factores. Por ejemplo, aunque las mujeres son mayoría en sectores estatales como la Salud o la Educación, encontramos un rezago de ingresos. Si comparamos el salario e ingresos del sector estatal con los que paga el sector no estatal vemos una diferencia muy importante. No hay discriminación por razones de sexo para acceder al sector no estatal, que tiene mejores remuneraciones, pero la mujer sigue estando ubicada fundamentalmente en el sector estatal, y por tanto en desventaja con respecto a los hombres. Si analizamos dentro del propio sector de los trabajadores por cuenta propia y del sector cooperativista también veremos diferencias. La ocupaciones mejor remuneradas en el sector privado están ocupadas por hombres. Ser albañil, carpintero o fontanero son actividades cuentapropistas muy bien pagadas pero masculinizadas. A las mujeres las encontramos más en actividades feminizadas como la peluquería, manicura o el servicio doméstico, más identificadas con los roles tradicionalmente asignados a la mujer en la división del trabajo, y que son menos remuneradas que las actividades de los hombres. También hay estadísticas que han mostrado que las mujeres son mayoría como trabajadoras asalariadas contratadas y no como propietarias de la actividad. Sólo el 8% de las mujeres que trabajan por cuenta propia son propietarias. También en las cooperativas no agropecuarias son mayoría las actividades masculinizadas como la construcción o las reparaciones. Por otro lado, una mayor responsabilidad de las mujeres en la esfera pública va unida a mayores responsabilidades en el ámbito privado, sobre todo en los cuidados. O sea, la llamada doble jornada laboral (o triple). En la esfera privada los cuidados y el tiempo dedicado a la atención de los hijos, a la alimentación, a llevarles a la escuela, a la atención de un adulto mayor o de un enfermo siguen siendo responsabilidad de las mujeres. Esto, además, se da en un contexto en que nuestro modelo económico ha reducido gratuidades y subsidios, al apostarse por un uso más racional de los recursos. Antes, podíamos tener salarios bajos, pero había un sistema de protección social muy amplio con un conjunto de gratuidades y subsidios que lo compensaban. Al ir disminuyendo el alcance de este sistema de protección, debido a los ajustes a nivel macroeconómico realizados en el modelo, en los hogares las familias pasan a asumir el costo de esos servicios, lo cual genera una presión que recae fundamentalmente sobre la mujer, en el tiempo que dedica a esas tareas no remuneradas.

¿Cómo apoyan en Cuba la capacitación de mujeres emprendedoras?

Por un lado, hay un componente de capacitación y formación en planificación estratégica desde una perspectiva de género, y por otro está el acompañamiento a experiencias de mujeres en el trabajo por cuenta propia y en gestión de cooperativas. Hay espacios formativos a dos niveles: uno para mujeres emprendedoras y otro para las formadoras. Como en Cuba la mayor parte de la mujeres han trabajado sobre todo en el sector estatal, no han adquirido determinadas competencias y habilidades prácticas que van a necesitar. Este tipo de formación incorpora desde su diseño una perspectiva de género: tiene en cuenta que la manera en que las mujeres gestionan el emprendimiento está muy vinculado a los roles y a las responsabilidades que tienen ellas en su comunidad y en la sociedad. No todos los emprendimientos son procesos de empoderamiento. Tratamos de identificar el momento en que el emprendimiento realmente logra un empoderamiento a nivel individual, colectivo y comunitario, y también de analizar su impacto social, lo que está muy relacionado con la responsabilidad social. Es deseable que la ganancia monetaria no se convierta en la motivación fundamental de la persona que emprende. Los ingresos son importantes pero lo es más el empoderamiento individual y ver qué impacto positivo tiene para las mujeres del entorno y para la comunidad.

 

Blanca Munster Infante, del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial (CIEM): “Estudiamos cómo conectar la economía feminista con la construcción socialista en Cuba”

Entrevista: Eva FERNÁNDEZ (MUNDUBAT) / Transcripción: Leonardo Antonio MESA / Cubainformación.- La economista Blanca Munster Infante, profesora de la Universidad de La Habana e investigadora del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial (CIEM), habló con Cubainformación sobre economía feminista y sobre cómo impactan, de manera

específica, en la vida de las mujeres, las transformaciones económicas que vive la Isla.

- ¿Cómo se puede insertar el concepto de economía feminista en Cuba?

La economía feminista, en Cuba, implica una mirada diferente, heterodoxa respecto a la manera en que la economía explica los diferentes procesos que se llevan a cabo en las sociedades. Nos dota de herramientas e instrumentos teóricos conceptuales que nos permiten tener una mirada que va más allá de mercados y categorías mensurables.

Siempre habíamos dicho que la economía dominante, la neoclásica, la que está detrás de los grandes discursos de las instituciones económicas internacionales, nos muestra una sociedad que se mueve solamente a través de categorías mercantiles, donde todo lo que no es medido, lo que no tiene una expresión monetaria, no es económico y simplemente no existe. Nosotros tenemos que ampliar esa visión, los procesos económicos van más allá.

La economía, utilizando una metáfora de la propia economía feminista, es un iceberg en el que su parte más pequeña, la que se ve, es lo mercantil e invisibiliza a la mayor parte del iceberg, que es lo que sostiene al resto de la economía. Por ejemplo, las tareas de cuidados y de reproducción de la vida no cuentan, son algo no-económico porque no tienen una expresión monetaria. Sin embargo, y la crisis lo ha demostrado, el resto de la economía se sostiene a nivel de las comunidades y a nivel de los hogares. Las herramientas de que nos dota la economía feminista nos permiten acercarnos a esa realidad, no desde el punto de vista de la valorización del capital, sino desde el punto de vista de la sostenibilidad y la reproducción de la vida. Para la economía tradicional, la crisis que comenzó en 2008 era un problema de las famosas hipotecas, una crisis financiera que solamente se veía en términos de mercados. Para la economía feminista es una crisis multidimensional porque conecta varias dimensiones: la ecológica, la de la sostenibilidad de la vida, la civilizatoria, la cultural, la de valores. Para poderla analizar con ese carácter multidimensional es necesario asumir esas herramientas y esos lentes de género.

Es una economía que en Cuba conectamos con la economía marxista también, porque para nosotros son evidentes las contradicciones capital-trabajo, pero queremos ir más allá. Porque no sólo es una lógica capital-trabajo sino que la economía capitalista se conecta perfectamente con la sociedad patriarcal, y ambas se retroalimentan. Para nosotras y nosotros la economía feminista no es sólo un arma teórica: también queremos que sea un arma de acción para transformar la realidad.

Muchas veces el discurso feminista proviene de países del Norte, de economías desarrolladas, proviene de ambientes urbanos. Nos interesa enriquecerlo porque es un pensamiento en construcción, incompleto, y ver cómo conectar la economía feminista con la construcción de una sociedad socialista en países del Tercer Mundo. Y además en espacios rurales, ya que vemos dinámicas y experiencias de las mujeres rurales que no son las mismas que las de otros territorios. Nos apropiamos de esas categorías conceptuales, pero asumiendo que nuestra realidad tiene otras complejidades y particularidades que van más allá de los escenarios de otras naciones en desarrollo. O sea, en Cuba asumimos la economía feminista como instrumento teórico pero también como herramienta de transformación y de acción.

- ¿Los cambios económicos en Cuba impactan igual en mujeres y hombres?

- Creo que tenemos que contextualizar los procesos de transformaciones económicas y políticas que está atravesando el país desde el año 2011. Recordemos que en el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) se aprobaron los nuevos lineamientos de política económica y social del país. También estamos inmersos en un proceso que se ha dado en llamar Actualización del Modelo Económico Cubano, que a mi modo de ver va mucho más allá que una simple actualización del modelo, ya que conlleva un proceso de cambios estructurales profundos en el modelo de gestión económica. Cambios estructurales, en primer lugar, en el peso de la propiedad y en la forma de gestionar la propiedad. O sea, se produce el tránsito desde un modelo en el que la propiedad, antes de los años 90, estaba fundamentalmente concentrada en el sector estatal, la generación de empleo también provenía del sector estatal y donde el salario estatal jugaba un peso fundamental, hacia un modelo en que están emergiendo diferentes formas de propiedad no estatal, como las actividades del trabajo por cuenta propia, el trabajo privado o las cooperativas. Y se da un auge en el papel del sector emergente mixto, tras la aprobación de la nueva Ley de Inversión Extranjera, o la puesta en actividad de la Zona Especial de Desarrollo Mariel (ZEDM).

También el marco legal regulatorio ha sufrido muchas modificaciones. Tal vez el que más innovaciones importantes ha tenido es el nuevo Código del Trabajo, porque hay que atemperar el marco legal a las nuevas formas de propiedad. Hay además cambios producto de la nueva Ley de Seguridad y Asistencia Social que tienen que ver también con otro elemento importante que es el acelerado proceso de envejecimiento que tiene la población cubana, que tiene un impacto directo en la situación de las mujeres.

Se ha producido recientemente un cambio generacional en el gobierno, se está perfeccionando la gestión política a través de la Asamblea Nacional y los Consejos Populares. O sea, el país está atravesando un proceso muy amplio de transformaciones que tienen dimensiones económicas fundamentalmente, pero también sociales y políticas.

¿Y cómo las mujeres se insertan en ese modelo? Las mujeres cubanas parten de un proceso de empoderamiento logrado a lo largo de todos los años de Revolución. Hay indicadores muy favorables que nos dicen que la participación de las mujeres es mayoritaria como profesionales, como técnicas. Son el 70% en el sector de la Educación y el 72% en el de la Salud. Son también una parte importante en los campos de la Ciencia y la Tecnología, y se ha incrementado el número de mujeres dirigentes, de diputadas del Parlamento. Hay avances evidentes. Pero junto con esos logros hay todavía brechas y obstáculos que tienen que salvar las mujeres en el actual proceso de actualización del modelo cubano, y que se explican por varios factores. Por ejemplo, aunque las mujeres son mayoría en sectores estatales como la Salud o la Educación, encontramos un rezago de ingresos. Si comparamos el salario e ingresos del sector estatal con los que paga el sector no estatal vemos una diferencia muy importante. No hay discriminación por razones de sexo para acceder al sector no estatal, que tiene mejores remuneraciones, pero la mujer sigue estando ubicada fundamentalmente en el sector estatal, y por tanto en desventaja con respecto a los hombres. Si analizamos dentro del propio sector de los trabajadores por cuenta propia y del sector cooperativista también veremos diferencias. La ocupaciones mejor remuneradas en el sector privado están ocupadas por hombres. Ser albañil, carpintero o fontanero son actividades cuentapropistas muy bien pagadas pero masculinizadas. A las mujeres las encontramos más en actividades feminizadas como la peluquería, manicura o el servicio doméstico, más identificadas con los roles tradicionalmente asignados a la mujer en la división del trabajo, y que son menos remuneradas que las actividades de los hombres. También hay estadísticas que han mostrado que las mujeres son mayoría como trabajadoras asalariadas contratadas y no como propietarias de la actividad. Sólo el 8% de las mujeres que trabajan por cuenta propia son propietarias. También en las cooperativas no agropecuarias son mayoría las actividades masculinizadas como la construcción o las reparaciones. Por otro lado, una mayor responsabilidad de las mujeres en la esfera pública va unida a mayores responsabilidades en el ámbito privado, sobre todo en los cuidados. O sea, la llamada doble jornada laboral (o triple). En la esfera privada los cuidados y el tiempo dedicado a la atención de los hijos, a la alimentación, a llevarles a la escuela, a la atención de un adulto mayor o de un enfermo siguen siendo responsabilidad de las mujeres. Esto, además, se da en un contexto en que nuestro modelo económico ha reducido gratuidades y subsidios, al apostarse por un uso más racional de los recursos. Antes, podíamos tener salarios bajos, pero había un sistema de protección social muy amplio con un conjunto de gratuidades y subsidios que lo compensaban. Al ir disminuyendo el alcance de este sistema de protección, debido a los ajustes a nivel macroeconómico realizados en el modelo, en los hogares las familias pasan a asumir el costo de esos servicios, lo cual genera una presión que recae fundamentalmente sobre la mujer, en el tiempo que dedica a esas tareas no remuneradas.

- ¿Cómo apoyan en Cuba la capacitación de mujeres emprendedoras?

- Por un lado, hay un componente de capacitación y formación en planificación estratégica desde una perspectiva de género, y por otro está el acompañamiento a experiencias de mujeres en el trabajo por cuenta propia y en gestión de cooperativas. Hay espacios formativos a dos niveles: uno para mujeres emprendedoras y otro para las formadoras. Como en Cuba la mayor parte de la mujeres han trabajado sobre todo en el sector estatal, no han adquirido determinadas competencias y habilidades prácticas que van a necesitar. Este tipo de formación incorpora desde su diseño una perspectiva de género: tiene en cuenta que la manera en que las mujeres gestionan el emprendimiento está muy vinculado a los roles y a las responsabilidades que tienen ellas en su comunidad y en la sociedad. No todos los emprendimientos son procesos de empoderamiento. Tratamos de identificar el momento en que el emprendimiento realmente logra un empoderamiento a nivel individual, colectivo y comunitario, y también de analizar su impacto social, lo que está muy relacionado con la responsabilidad social. Es deseable que la ganancia monetaria no se convierta en la motivación fundamental de la persona que emprende. Los ingresos son importantes pero lo es más el empoderamiento individual y ver qué impacto positivo tiene para las mujeres del entorno y para la comunidad.

Blanca Munster Infante, del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial (CIEM): “Estudiamos cómo conectar la economía feminista con la construcción socialista en Cuba”

 

Entrevista: Eva FERNÁNDEZ (MUNDUBAT) / Transcripción: Leonardo Antonio MESA / Cubainformación.- La economista Blanca Munster Infante, profesora de la Universidad de La Habana e investigadora del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial (CIEM), habló con Cubainformación sobre economía feminista y sobre cómo impactan, de manera

específica, en la vida de las mujeres, las transformaciones económicas que vive la Isla.

 

- ¿Cómo se puede insertar el concepto de economía feminista en Cuba?

La economía feminista, en Cuba, implica una mirada diferente, heterodoxa respecto a la manera en que la economía explica los diferentes procesos que se llevan a cabo en las sociedades. Nos dota de herramientas e instrumentos teóricos conceptuales que nos permiten tener una mirada que va más allá de mercados y categorías mensurables.

Siempre habíamos dicho que la economía dominante, la neoclásica, la que está detrás de los grandes discursos de las instituciones económicas internacionales, nos muestra una sociedad que se mueve solamente a través de categorías mercantiles, donde todo lo que no es medido, lo que no tiene una expresión monetaria, no es económico y simplemente no existe. Nosotros tenemos que ampliar esa visión, los procesos económicos van más allá.

La economía, utilizando una metáfora de la propia economía feminista, es un iceberg en el que su parte más pequeña, la que se ve, es lo mercantil e invisibiliza a la mayor parte del iceberg, que es lo que sostiene al resto de la economía. Por ejemplo, las tareas de cuidados y de reproducción de la vida no cuentan, son algo no-económico porque no tienen una expresión monetaria. Sin embargo, y la crisis lo ha demostrado, el resto de la economía se sostiene a nivel de las comunidades y a nivel de los hogares. Las herramientas de que nos dota la economía feminista nos permiten acercarnos a esa realidad, no desde el punto de vista de la valorización del capital, sino desde el punto de vista de la sostenibilidad y la reproducción de la vida. Para la economía tradicional, la crisis que comenzó en 2008 era un problema de las famosas hipotecas, una crisis financiera que solamente se veía en términos de mercados. Para la economía feminista es una crisis multidimensional porque conecta varias dimensiones: la ecológica, la de la sostenibilidad de la vida, la civilizatoria, la cultural, la de valores. Para poderla analizar con ese carácter multidimensional es necesario asumir esas herramientas y esos lentes de género.

Es una economía que en Cuba conectamos con la economía marxista también, porque para nosotros son evidentes las contradicciones capital-trabajo, pero queremos ir más allá. Porque no sólo es una lógica capital-trabajo sino que la economía capitalista se conecta perfectamente con la sociedad patriarcal, y ambas se retroalimentan. Para nosotras y nosotros la economía feminista no es sólo un arma teórica: también queremos que sea un arma de acción para transformar la realidad.

Muchas veces el discurso feminista proviene de países del Norte, de economías desarrolladas, proviene de ambientes urbanos. Nos interesa enriquecerlo porque es un pensamiento en construcción, incompleto, y ver cómo conectar la economía feminista con la construcción de una sociedad socialista en países del Tercer Mundo. Y además en espacios rurales, ya que vemos dinámicas y experiencias de las mujeres rurales que no son las mismas que las de otros territorios. Nos apropiamos de esas categorías conceptuales, pero asumiendo que nuestra realidad tiene otras complejidades y particularidades que van más allá de los escenarios de otras naciones en desarrollo. O sea, en Cuba asumimos la economía feminista como instrumento teórico pero también como herramienta de transformación y de acción.

- ¿Los cambios económicos en Cuba impactan igual en mujeres y hombres?

- Creo que tenemos que contextualizar los procesos de transformaciones económicas y políticas que está atravesando el país desde el año 2011. Recordemos que en el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) se aprobaron los nuevos lineamientos de política económica y social del país. También estamos inmersos en un proceso que se ha dado en llamar Actualización del Modelo Económico Cubano, que a mi modo de ver va mucho más allá que una simple actualización del modelo, ya que conlleva un proceso de cambios estructurales profundos en el modelo de gestión económica. Cambios estructurales, en primer lugar, en el peso de la propiedad y en la forma de gestionar la propiedad. O sea, se produce el tránsito desde un modelo en el que la propiedad, antes de los años 90, estaba fundamentalmente concentrada en el sector estatal, la generación de empleo también provenía del sector estatal y donde el salario estatal jugaba un peso fundamental, hacia un modelo en que están emergiendo diferentes formas de propiedad no estatal, como las actividades del trabajo por cuenta propia, el trabajo privado o las cooperativas. Y se da un auge en el papel del sector emergente mixto, tras la aprobación de la nueva Ley de Inversión Extranjera, o la puesta en actividad de la Zona Especial de Desarrollo Mariel (ZEDM).

También el marco legal regulatorio ha sufrido muchas modificaciones. Tal vez el que más innovaciones importantes ha tenido es el nuevo Código del Trabajo, porque hay que atemperar el marco legal a las nuevas formas de propiedad. Hay además cambios producto de la nueva Ley de Seguridad y Asistencia Social que tienen que ver también con otro elemento importante que es el acelerado proceso de envejecimiento que tiene la población cubana, que tiene un impacto directo en la situación de las mujeres.

Se ha producido recientemente un cambio generacional en el gobierno, se está perfeccionando la gestión política a través de la Asamblea Nacional y los Consejos Populares. O sea, el país está atravesando un proceso muy amplio de transformaciones que tienen dimensiones económicas fundamentalmente, pero también sociales y políticas.

¿Y cómo las mujeres se insertan en ese modelo? Las mujeres cubanas parten de un proceso de empoderamiento logrado a lo largo de todos los años de Revolución. Hay indicadores muy favorables que nos dicen que la participación de las mujeres es mayoritaria como profesionales, como técnicas. Son el 70% en el sector de la Educación y el 72% en el de la Salud. Son también una parte importante en los campos de la Ciencia y la Tecnología, y se ha incrementado el número de mujeres dirigentes, de diputadas del Parlamento. Hay avances evidentes. Pero junto con esos logros hay todavía brechas y obstáculos que tienen que salvar las mujeres en el actual proceso de actualización del modelo cubano, y que se explican por varios factores. Por ejemplo, aunque las mujeres son mayoría en sectores estatales como la Salud o la Educación, encontramos un rezago de ingresos. Si comparamos el salario e ingresos del sector estatal con los que paga el sector no estatal vemos una diferencia muy importante. No hay discriminación por razones de sexo para acceder al sector no estatal, que tiene mejores remuneraciones, pero la mujer sigue estando ubicada fundamentalmente en el sector estatal, y por tanto en desventaja con respecto a los hombres. Si analizamos dentro del propio sector de los trabajadores por cuenta propia y del sector cooperativista también veremos diferencias. La ocupaciones mejor remuneradas en el sector privado están ocupadas por hombres. Ser albañil, carpintero o fontanero son actividades cuentapropistas muy bien pagadas pero masculinizadas. A las mujeres las encontramos más en actividades feminizadas como la peluquería, manicura o el servicio doméstico, más identificadas con los roles tradicionalmente asignados a la mujer en la división del trabajo, y que son menos remuneradas que las actividades de los hombres. También hay estadísticas que han mostrado que las mujeres son mayoría como trabajadoras asalariadas contratadas y no como propietarias de la actividad. Sólo el 8% de las mujeres que trabajan por cuenta propia son propietarias. También en las cooperativas no agropecuarias son mayoría las actividades masculinizadas como la construcción o las reparaciones. Por otro lado, una mayor responsabilidad de las mujeres en la esfera pública va unida a mayores responsabilidades en el ámbito privado, sobre todo en los cuidados. O sea, la llamada doble jornada laboral (o triple). En la esfera privada los cuidados y el tiempo dedicado a la atención de los hijos, a la alimentación, a llevarles a la escuela, a la atención de un adulto mayor o de un enfermo siguen siendo responsabilidad de las mujeres. Esto, además, se da en un contexto en que nuestro modelo económico ha reducido gratuidades y subsidios, al apostarse por un uso más racional de los recursos. Antes, podíamos tener salarios bajos, pero había un sistema de protección social muy amplio con un conjunto de gratuidades y subsidios que lo compensaban. Al ir disminuyendo el alcance de este sistema de protección, debido a los ajustes a nivel macroeconómico realizados en el modelo, en los hogares las familias pasan a asumir el costo de esos servicios, lo cual genera una presión que recae fundamentalmente sobre la mujer, en el tiempo que dedica a esas tareas no remuneradas.

- ¿Cómo apoyan en Cuba la capacitación de mujeres emprendedoras?

- Por un lado, hay un componente de capacitación y formación en planificación estratégica desde una perspectiva de género, y por otro está el acompañamiento a experiencias de mujeres en el trabajo por cuenta propia y en gestión de cooperativas. Hay espacios formativos a dos niveles: uno para mujeres emprendedoras y otro para las formadoras. Como en Cuba la mayor parte de la mujeres han trabajado sobre todo en el sector estatal, no han adquirido determinadas competencias y habilidades prácticas que van a necesitar. Este tipo de formación incorpora desde su diseño una perspectiva de género: tiene en cuenta que la manera en que las mujeres gestionan el emprendimiento está muy vinculado a los roles y a las responsabilidades que tienen ellas en su comunidad y en la sociedad. No todos los emprendimientos son procesos de empoderamiento. Tratamos de identificar el momento en que el emprendimiento realmente logra un empoderamiento a nivel individual, colectivo y comunitario, y también de analizar su impacto social, lo que está muy relacionado con la responsabilidad social. Es deseable que la ganancia monetaria no se convierta en la motivación fundamental de la persona que emprende. Los ingresos son importantes pero lo es más el empoderamiento individual y ver qué impacto positivo tiene para las mujeres del entorno y para la comunidad.

 

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